A primera vista, las trayectorias de Rusia y China durante los siglos XX y XXI parecen muy similares: de la revolución a la reintegración en el mercado mundial capitalista a riesgo de (re)convertirse en países dominados, seguida de un rebote que lleva a la afirmación de dos nuevos imperialismos. Pero si se examinan más de cerca, estas trayectorias también resultan ser irreductiblemente específicas en más de un aspecto.

Realizar una comparación de ambas en contexto permite abordar un amplio abanico de cuestiones políticas, conceptuales e históricas, que este artículo no hace más que esbozar, teniendo en cuenta que cada elemento de análisis aquí expuesto es discutible. Estas líneas de investigación pretenden sobre todo alimentar el debate sobre las actualizaciones que requiere la actual convulsión de la situación mundial: qué mantener, qué reformular, qué introducir, qué descartar...

La respuesta a estas cuestiones depende en cierta medida de la corriente de pensamiento a la que pertenezcamos, pero todos nos enfrentamos a la misma exigencia: hacer balance. El diálogo entre tradiciones activistas es necesario y posible. Un ejemplo: la China de Mao era, en lo que a mí respecta, una sociedad de transición no capitalista (lo que no significa socialista); para otros, era capitalismo de Estado, pero no imperialismo. Estamos de acuerdo en que se ha convertido en imperialista, y las diferencias del pasado no deben impedirnos trabajar juntos para analizar la formación social china y posicionarnos juntos desde un compromiso internacionalista en el mundo actual. Lo mismo ocurre con las corrientes y activistas tercermundistas o procedentes del maoísmo, para quienes China ya no es roja -como Kavita Krishnan en India, que rompió con la CUP-Liberación (fue miembro de su buró político)-.

Esta contribución está organizada en cuatro partes:

  • Una mirada crítica al vocabulario geopolítico que hemos heredado del periodo anterior.
  • Una revisión de la noción de imperialismo.
  • Una comparación de las trayectorias históricas de Rusia y China.
  • Una interpretación de la sucesión de revoluciones y contrarrevoluciones en China.
  • Una visión de las particularidades de los actuales regímenes ruso y chino.

Aunque no soy sinólogo, estoy más familiarizado con la cuestión china que con la cuestión rusa y esto se refleja en el equilibrio de esta contribución, una contribución que no trata de la situación actual, sino de sus antecedentes. En el curso del análisis, se recurre a algunas nociones teóricas, como las particularidades de una sociedad en transición, la burocracia...

Revisión parcial de nuestro vocabulario geopolítico a la luz de la actualidad

Bajo la influencia de múltiples crisis, la situación mundial cambia constantemente, llevándonos a territorios desconocidos. Tener que revisar nuestro vocabulario, las nociones o conceptos que utilizamos, no es algo exclusivo del siglo XXI. El siglo pasado también tuvo su parte de novedades e imprevistos, como las guerras mundiales, la ola revolucionaria iniciada en Rusia y prolongada en China, el fascismo y el nazismo, la contrarrevolución estalinista, la formación de los bloques Este-Oeste, las transformaciones del capitalismo y la globalización...

La particularidad de la época contemporánea no es, pues, ni el grado de violencia de los tiempos actuales ni la irrupción de lo imprevisto, sino el punto de inflexión histórico provocado por la globalización capitalista, comercial y financiera, del que dan testimonio la crisis sanitaria, la brutalidad del cambio climático, el alcance de la crisis ecológica y social mundial y las formas específicas que adoptan hoy los conflictos interimperialistas.

Aclarar el uso de un vocabulario heredado de la época pasada puede ayudar a plantear cuestiones fundamentales.

  • El término nueva guerra fría es engañoso, porque la guerra fría de antaño no era entre potencias imperialistas y el grado de interdependencia económica en el mercado mundial no tenía nada que ver con el actual. Es inevitable que la frase nueva Guerra Fría aparezca en los medios de comunicación y en el discurso político de hoy, pero no debemos utilizarla.
  • El término Tercer Mundo está anticuado, ya que se definió en relación con el bloque imperialista japonés-occidental, por un lado, y el bloque soviético, por otro. A menudo ha sido sustituido por el término Sur, en contraposición a Norte. La fórmula inglesa es más reveladora: Sur Global. El llamado Tercer Mundo siempre ha sido heterogéneo, compuesto por países muy diferentes, aunque todos dominados, pero hoy es necesario redefinir claramente estos términos. ¿Representa el G77[1] al Sur Global? ¿La representa China, como lo pretende ella? O Turquía, Israel, Arabia Saudí, Qatar...

El término países semindustrializados pretendía tener en cuenta algunas de estas diferencias, pero condujo a la agrupación conceptual de una colonia británica (Hong Kong) y México, que apenas estaba industrializado en aquel momento. La noción de subimperialismo se acuñó para tener en cuenta las relaciones de poder en del Tercer Mundo, como el lugar que ocupaba Brasil en América Latina, pero implicaba que estos países desempeñaban un papel de gendarmes y relevos regionales al servicio del imperialismo clásico (en este caso estadounidense). De hecho, todavía hoy pueden desempeñar ese papel, pero está claro que, a partir de ahora, cada uno de los Estados relevo, incluidas las petromonarquías rentistas o Sudáfrica, puede jugar sus propias cartas en la arena internacional y defender los intereses de sus clases dominantes.

El Sur existe, pero ¿cuál es su perímetro geopolítico y cuál es la mejor manera de nombrarlo para aclarar nuestro pensamiento, pero también para debatir de forma comprensible en el movimiento antiimperialista? Con ocasión de las grandes conferencias internacionales (como la COP27), algunos militantes tienden a identificarse con bloques de países (como el G77) limitándose al ámbito de las relaciones entre Estados, que sin embargo debe cruzarse con el de las relaciones de clase, lo que demuestra que no pertenecemos al mismo campo. Yo me inclino más, en estos momentos, por privilegiar términos que ya existen, sencillos y bastante extendidos, como países dominados, o países dependientes, frente a países dominantes (noción más amplia que la de países imperialistas). ¿Por qué complicarlo cuando se puede simplificar?

Una gran potencia capitalista es un imperialismo

Hemos tenido y debemos seguir analizando las transformaciones del sistema imperialista (que contribuye a organizar el orden dominante mundial) y de los imperialismos en su diversidad[2].

La diversidad de los imperialismos ha aumentado cualitativamente con el despliegue mundial de China (y, en distinta medida, Rusia). La globalización neoliberal ha provocado una reordenación del sistema mundial de dominación: una mayor interdependencia de los imperialismos rivales. Desarrollo de un poderoso capital transnacionalizado. Intentos (aparentemente inestables) de crear monedas a partir de fuentes privadas. Abandono parcial por parte de los Estados imperialistas de sus propias responsabilidades en beneficio del sector privado en ámbitos tan importantes como la guerra (empresas militares privadas - EMP) o en la definición de las políticas de salud pública (los incompetentes consultores McKinsey a los que Macron es tan aficionado).

Este énfasis en el sector privado va viento en popa, como demuestra el desarrollo por parte de Elon Musk del sistema Starlinks: constelaciones de satélites de comunicaciones que pueden funcionar incluso cuando las terminales de Internet en tierra están averiadas o destruidas. El uso de este sistema ha permitido a las unidades de combate ucranianas coordinar sus operaciones sobre el terreno en tiempo real. Se trata de una ventaja considerable, pero que coloca a los ejércitos que la utilizan bajo la dependencia de un actor privado cuyos intereses no se corresponden necesariamente con los suyos. ¿No propuso Musk, que tiene sus ojos puestos en el mercado chino, que Pekín pudiera disponer competencias en Taiwán (sobre la política internacional y militar, etc.), aceptando al mismo tiempo el mantenimiento del marco político y jurídico existente en la isla? Una propuesta bastante estúpida, todo hay que decirlo, ya que se trataría del principio de "un país, dos sistemas" que existía en Hong Kong antes de que el PCCh lo desautorizara y pusiera el territorio bajo su bota, pero a Xi Jinping debió de gustarle y ese era quizá el objetivo deseado. Musk ya ha amenazado con retirar su sistema de Ucrania, demostrando su poder de chantaje[3].

Estas transformaciones son tales que probablemente se pueda concluir que el imperialismo clásico ya no existe. Podría pensarse que al menos éste sigue siendo el caso de Estados Unidos, pero aparte de su declive relativo, los cambios en el entorno internacional en el que opera son tales -y la crisis de gobernanza interna que lo socava tan profunda- que no sale intacto. Políticamente, bajo la conmoción de la crisis ucraniana y gracias a la elección de Joe Biden, ha podido recuperar la iniciativa en Europa, así como en el Indo-Pacífico, pero es evidente que el proceso de "separación" tecnológica y económica China-EE UU está plagado de contradicciones.

Cualesquiera que sean las actualizaciones necesarias, el concepto de imperialismo debe mantenerse y defenderse con uñas y dientes. Si hay que aclarar la extensión de su uso en el tiempo (imperialismo zarista, la fórmula de Lenin, entre otras) y en el espacio (en cuanto a la calificación de política de poder regional), hay al menos un hecho evidente: toda gran potencia capitalista es imperialista. Defiende necesariamente sus inversiones, su influencia y su despliegue militar, que es lo que hacen China y Rusia, no sólo Estados Unidos.

La invasión de Ucrania y el tipo de guerra especialmente sucia que está librando la Rusia de Putin demuestran hasta dónde está dispuesto a llegar Moscú para conseguirlo. El pueblo birmano se enfrenta a una violencia devastadora por parte de la junta militar gobernante, sin recibir ninguna ayuda significativa de los Estados occidentales. Esto no impide que Pekín apoye a la junta, invierta y construya un puerto en la misma zona donde se produjo el genocidio rohingyá. China (junto con Rusia) es uno de los principales apoyos del régimen asesino birmano y sus vínculos económicos y geoestratégicos se refuerzan constantemente, como recientemente en el ámbito de las conexiones marítimas[4]. Xi Jinping no es reacio a cubrirse las manos de sangre y el imperialismo chino no tiene nada de benévolo. Sin embargo, estos hechos son cuestionados o indebidamente relativizados en la izquierda por una serie de corrientes más o menos campistas.

Dado el lugar que ocupa Jean-Luc Mélenchon en Francia -que es, por otra parte, nuestra única figura internacionalmente conocida de la izquierda más allá de los círculos restringidos- nos vemos directamente concernidos. [Mélenchon] hace apología de Francia como Gran Potencia gracias, sobre todo, a sus posesiones marítimas en todos los océanos, y niega que el Estado francés sea intrínsecamente imperialista, aunque la política de Emmanuel Macron en muchos lugares sea condenable. Cuando piensa en sí mismo como presidente y jefe de las fuerzas armadas, Mélenchon vuelve a su tropismo mitterrandista y a su posición de gobierno responsable (con Lionel Jospin en 2000-2002): está empeñado en reforzar este estatus de gran potencia.

A Claudio Katz, un influyente economista argentino de izquierdas, le costó admitir la existencia de nuevos imperialismos, pero dada la tozudez de los hechos ahora afirma que Estados Unidos es el único imperialismo hegemónico (¿el único contra el que merece la pena luchar?). La Rusia de Putin no dispone de medios para plantearse una ambición hegemónica mundial, pero hace todo lo posible para imponerla en su esfera de influencia de Europa Oriental y el Mediterráneo. Lo que no es peccata minuta, sobre todo para los pueblos que pagan un alto precio por su intervencionismo. En cuanto al liderazgo chino, hace gala de ambiciones hegemónicas globales hasta el punto de que el conflicto entre la potencia emergente (China) y la potencia establecida (Estados Unidos) se ha convertido en uno de los factores estructurantes de la situación mundial.

Por último, hay quienes disocian el análisis de los regímenes chino o ruso (cuyo carácter autoritario o incluso dictatorial pueden reconocer) del juicio que se hace sobre su papel internacional, que sería progresista porque no está anclado en un pasado colonial y ofrece a los países dominados una alternativa a los imperialismos que les han dominado históricamente. Desgraciadamente, no se pueden disociar de ese modo los dos campos de acción de un Estado cuya política procede del punto de vista conformado por su carácter de clase, la naturaleza de sus recursos y medios, la composición particular de la estructura de poder... Rusia y China comparten el primero de los tres factores aquí mencionados (puede haber otros), pero no los dos siguientes.

Qué tienen en común (o no) las trayectorias históricas rusa y china

Las trayectorias históricas de las revoluciones rusa y china plantean cuestiones teóricas comunes: las condiciones de la ruptura inicial con el orden mundial dominante, la naturaleza de la sociedad surgida de la revolución, las razones de su entrada en crisis, las condiciones de su reintegración en el orden capitalista mundial y, posteriormente, de su resurgimiento como nuevas potencias imperialistas. Para sacar provecho de los análisis comparativos, es necesario empezar por tener en cuenta lo que estos dos países tienen en común y lo que les diferencia.

Geografías

Rusia y China tienen en común ser los dos países más grandes de Eurasia, lo que implica que la evolución de sus relaciones tiene importantes repercusiones en todo el continente. También comparten una larga frontera, fuente de colaboración, tensiones y conflictos. Sin embargo, difieren en su centro de gravedad geopolítico y su zona de influencia privilegiada: no miran en la misma dirección.

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L’Eurasie (iStock). La taille respective de la Russie et de la Chine est faussée.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Históricamente, el Imperio zarista era una potencia europea, con Siberia como su inmenso hinterland [zona de influencia]. Antes del estallido de la Primera Guerra Mundial y de la revolución de 1917, desempeñó un papel fundamental en la redefinición de fronteras y zonas de influencia (no se olviden las guerras napoleónicas). Su zona de estrecha interferencia incluye hoy gran parte de Asia (desde Asia Central hasta el Pacífico Nororiental). Fuera de las fronteras continentales, su mirada se dirige naturalmente hacia el norte, hacia el Ártico. Ahora bien, esta región polar está adquiriendo una gran importancia con el calentamiento global: ha comenzado la carrera por controlar las vías marítimas que está abriendo el repliegue de la capa de hielo y por explotar los recursos económicos[5], al tiempo que se intensifican los conflictos geoestratégicos en esta región[6].

China es una potencia asiática cuya área de injerencia se extiende desde Asia Central hasta el noreste asiático. Hoy (todavía) dispone de medios para invertir masivamente en todo el mundo y no ha dudado en hacerlo en el Ártico, pero su mirada geopolítica se dirige sobre todo hacia la región Indo-Pacífica, donde, puede tanto jugar tanto su juego de proximidad como proyectarse, incluso militarmente.

Las dos potencias también compiten a lo largo de sus fronteras continentales, con Pekín extendiendo su influencia en Asia Central, que Moscú considera parte de su herencia imperial. Este aumento del poder de China permite a los Estados de esta región reducir su dependencia de Rusia y ampliar sus opciones geoestratégicas. Es el caso actual de Kazajstán, un país muy importante por su situación (encrucijada geográfica) y sus recursos (hierro, manganeso, carbón, petróleo, uranio, potasio, etc.), que el entorno de Putin denuncia en términos que recuerdan el precedente ucraniano[7].

avant la russia estalinista

Le Kazakhstan en Asie centrale et Eurasie.

 

 

 

 

 

 

 

 

La Rusia estalinista (que reivindica Putin, así como la de Catalina II) nunca reconoció a la China maoísta como su igual, ni antes ni después de 1949. A ojos de Moscú, el país tenía que ser un Estado satélite, algo que el PCCh no podía aceptar. Resulta que este conflicto histórico, bien documentado, explicaría por qué las traducciones china y rusa de la famosa declaración de amistad ilimitada publicada poco antes de la invasión de Ucrania difieren en una palabra: "amistad" en ruso, "convivencia" en chino, y lo mismo ocurrió con dos tratados anteriores (de 1950 y 2001). Explicación: la Sociedad de Amistad Sino-Soviética, fundada en 1945, actuó, para disgusto de los dirigentes chinos, como órgano de propaganda cantando la superioridad del hermano mayor ruso[8]. No es el único caso en que los textos diplomáticos difieren en sus traducciones oficiales, y estos "matices" son a menudo reveladores.

Hoy asistimos a una inversión del equilibrio de poder, en la que la potencia china supera con creces a la rusa, pero Vladimir Putin no quiere reconocerlo.

Desarrollo desigual y combinado

A principios del siglo XX, las sociedades rusa y china llevaban la marca de lo que se conoce como desarrollo desigual y combinado: polos de industrialización, a veces con grandes concentraciones de trabajadores, atraían a una mano de obra procedente de un vasto mundo rural poco modernizado. En estos dos países, el movimiento comunista se orientó inicialmente hacia el proletariado (y la intelligentsia), para plantearse después, más pronto o más tarde, la cuestión del papel que podía desempeñar el campesinado en la revolución. Lo menos que podemos decir es que la respuesta a esta pregunta fue objeto de debate[9]. Sin embargo, esta cuestión era fundamental. Cabe señalar que deberíamos hablar de cuestiones campesinas, ya que el mundo rural chino difería mucho de su homólogo ruso (y la estructura de la tierra en China difería del sur al noreste del país[10]).

Generalmente, nuestros círculos militantes han leído la revolución rusa para encontrar lecciones aplicables décadas más tarde en Europa Occidental, a riesgo de dejar de tener en cuenta el contexto (la Primera Guerra Mundial) y las especificidades de la formación social rusa que, sin embargo, constituyen el fundamento de la teoría de la revolución permanente. Esta formación social desigual y combinada acerca el Imperio zarista a la China moderna, más allá de las diferencias obvias. Desde este punto de vista, la revolución rusa inaugura el ciclo de revoluciones del Tercer Mundo, que la revolución china prolonga con fuerza[11].

La eficacia de la teoría de la revolución permanente en el análisis de los procesos revolucionarios ruso y chino demuestra que tenían más en común de lo que se suele reconocer.

Historias largas

Rusia y China difieren radicalmente en sus largas historias y esto tiene profundas implicaciones políticas y culturales.

Modo de producción asiático. Estos países pertenecen a dos vías históricas de desarrollo diferentes. La primera, aunque de forma muy particular, se inscribe en la tradición europea, con una larga transición del feudalismo al capitalismo. En el segundo, a una forma de feudalismo le sucedió, durante unos dos milenios, la China imperial. En una concepción plurilineal de la historia, de la que parto, este periodo se inscribe en un modo de producción asiático en el que una burocracia estatal centralizada basa su legitimidad en particular (pero no únicamente) en la realización de obras a gran escala (incluidas las obras de irrigación necesarias para el cultivo del arroz chino). China puede haber sido uno de los países no occidentales más desarrollados en términos de burguesía urbana, pero el poder imperial la mantuvo bajo control.

El PCCh mantiene hoy la ortodoxia estalinista, una concepción unilineal universal de la historia y sus cinco etapas (de la comuna primitiva al socialismo). Algunos de los textos de Marx tienen un fuerte tono unilineal, pero eliminó explícitamente cualquier ambigüedad sobre ello en la obra preparatoria de El Capital (los Grundrisse)[12] y en sus intercambios epistolares: ¡esta perspectiva histórica concierne a Europa, no a todo el mundo! La publicación y traducción de estos textos de Marx y Engels en la década de 1950 abrió un amplio debate sobre el modo de producción asiático[13].

Este marco de referencia es obviamente discutible, pero es productivo:

Nos permite no enfocar la historia de China en términos de atraso o retraso, cuando, en más de un ámbito, ha sido avanzada (inventos, desarrollo urbano...).

Ayuda a comprender la huella de la larga historia en el pensamiento moderno y contemporáneo. Aunque, obviamente, la burocracia maoísta no era la continuación sociológica de la burocracia imperial, pudo extraer cierta legitimidad de su papel en el pasado. La centralidad del poder estatal era un hecho que viene de lejos, el hecho de conquistarlo era en efecto un mandato del cielo; ninguna necesidad basarse en la continuidad dinástica (la sangre azul de nuestras realezas). La experiencia de las luchas populares y revolucionarias es también rica y antigua, desde la revuelta Taiping[14] , considerada a menudo como el mayor movimiento social del siglo XIX.

Internacionalización del marxismo. Este marco de referencia también ayuda a evitar pensar en el marxismo occidental[15] como la norma, argumentando que nació en Occidente, la cuna de la hegemonía capitalista. La internacionalización del marxismo implicaba que tenía que encontrar sus raíces en realidades sociales y culturales no europeas, lo que no era necesariamente posible en todas partes, pero sí en China. De hecho, puede decirse que este proceso de internacionalización comenzó en Rusia, el Este europeo, como puede verse con Trotsky (su teoría de la revolución permanente) y Lenin (aunque durante mucho tiempo él se negó a reconocer su propia originalidad).

El enraizamiento del marxismo en países no europeos debe entenderse como un enriquecimiento, pues al hacerlo se universaliza, al tiempo que adquiere un contenido regional y nacional. El marxismo chino es tan plural como el marxismo europeo, pero, en su pluralidad, expresa especificidades. No es un calco. Esta es la cuestión que Nguyen Khac Vien, director de Estudios Vietnamitas, abordó hace tiempo en relación con Vietnam[16].

La guerra ruso-japonesa y las convulsiones geopolíticas en Oriente, preludios de las guerras mundiales

La guerra ruso-japonesa (febrero de 1904-septiembre de 1905) fue un acontecimiento de primer orden en muchos campos, desde la historia militar hasta la reconfiguración de las relaciones entre los imperialismos. Sus repercusiones fueron profundas en el Imperio ruso (fue un factor importante en la revolución de 1905...) y en el mundo. Fue un auténtico terremoto geopolítico: por primera vez, una gran potencia europea fue derrotada -y estrepitosamente- por un ejército asiático[17]. Sin embargo, en Francia apenas se hace referencia a él[18]. Tanto es así que para los lectores franceses es necesario describir las etapas.

Las premisas. Tras la victoria de Tokio sobre China en 1895[19], las grandes potencias europeas estaban preocupadas por la expansión japonesa. Rusia decidió consolidar sus posiciones en Extremo Oriente. En 1898, se apoderó de la península de Liaodong, del puerto de Dalian y de Port Arthur, en Manchuria. Ante estos avances, Japón lanzó una especie de ultimátum a Moscú en 1904, sin efecto.

Asie nord avant la porte de la guerre russojaponeise

Carte de la guerre russo-japonaise (1850-1905) [20] https://www.lesjeunesrussisants.fr/histoire.html

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La toma de Port Arthur. En la noche del 8 de febrero de 1904, una escuadra japonesa hundió tres barcos rusos fondeados frente a Port Arthur. Dueño del mar, Tokio declaró la guerra a Rusia el 10 de febrero y envió cuatro cuerpos de ejército al continente. Además del bloqueo marítimo, el 2 de enero de 1905 cayó el asedio terrestre de Port Arthur, mientras tres cuerpos del ejército marchaban hacia Liaoyang, de  se retiraron las fuerzas rusas. La estación de lluvias provocó la suspensión de las operaciones, mientras los japoneses reforzaban su control del mar destruyendo la escuadra rusa en Vladivostok el 14 de agosto. A finales de agosto se reanudó la batalla de Liaoyang, que enfrentó a 140.000 rusos contra 160.000 japoneses. Los rusos se vieron obligados a retirarse hacia Mukden, donde se atrincheraron.

La batalla de Mukden. El 20 de febrero comenzó la batalla de Mukden. El frente ruso se vio considerablemente reforzado por el ferrocarril transiberiano. Desplegado a lo largo de 80 km a ambos lados de la línea ferroviaria de Mukden, comprendía una triple línea de trincheras que unían unos veinte reductos y cinco fuertes; 300.000 soldados rusos contaban con el apoyo de mil cañones. En el otro bando, los japoneses tenían fuerzas aproximadamente iguales. Durante quince días de combates, que causaron considerables pérdidas en ambos bandos, no se lograron resultados decisivos. En cambio, los movimientos envolventes a larga distancia dirigidos por los japoneses obligaron a los rusos a abandonar sus posiciones defensivas, evacuar Mukden el 9 de marzo e iniciar una larga retirada de 100 km hacia el norte, consagrando la victoria japonesa. Las pérdidas fueron muy cuantiosas en ambos bandos (96.000 rusos, incluidos 20.000 prisioneros, y 70.000 japoneses).

La derrota rusa fue completa. Algún tiempo después, la guerra en el mar también acabó en desastre para los rusos. En el invierno de 1904-5, el Almirantazgo había decidido enviar la flota del Báltico al Extremo Oriente. La flota tardó ocho meses en llegar a Extremo Oriente. A su llegada al estrecho de Corea, la escuadra rusa (12 acorazados, 8 cruceros, 9 torpederos) fue destruida por la flota japonesa, compuesta por 12 acorazados, 16 cruceros y 65 torpederos, cerca de la isla de Tsushima los días 27 y 28 de mayo de 1905.

El Tratado de Portsmouth. En esta situación crítica, los rusos decidieron a negociar. Gracias a la mediación de Inglaterra, Francia y el presidente de Estados Unidos, Theodore Roosevelt, obtuvieron un armisticio, que precedió al tratado de paz firmado el 5 de septiembre de 1905 en Portsmouth. Rusia reconoció el derecho de protectorado de Japón sobre Corea, cediendo Port Arthur, Dalian y sus derechos sobre el territorio de Liaodong, el ferrocarril de Manchuria del Sur y la parte de la isla de Sajalín situada al sur del paralelo 50. En el plano militar, esta guerra, en la que, por primera vez se comprobó la potencia de la ametralladora y del cañón de tiro rápido, dio al fuego una importancia capital, que se vería confirmada en los grandes frentes de 1914-1918. En la esfera política, el Tratado de Portsmouth supuso un brusco freno a la expansión rusa hacia el Este y atestiguó, en el plano internacional, el ascenso de Japón al rango de gran potencia.

China y, por supuesto, Corea, estuvieron entre los grandes perdedores del Tratado de Portsmouth. Sin embargo, la firma del Tratado de Portsmouth por parte de Tokio abrió una crisis política en Japón, ya que incluía compromisos impuestos por Estados Unidos en relación con la isla de Sajalín (que se esperaba que fuera de su total propiedad) y compensaciones económicas.

El alcance de la guerra ruso-japonesa

Tanto por la magnitud de las tropas movilizadas, como por la guerra de trincheras y sus fortificaciones, el empleo masivo de la ametralladora y del cañón de tiro rápido, así como el sacrificio masivo de los soldados, anuncia los grandes frente de 1914-1918, entrando en los anales de la historiografía militar. Muestra cómo la Primera Guerra Mundial tomó forma en Oriente y no sólo en Occidente. Rusia perdió la mayor parte de sus recursos militares, que tuvo que reconstituir a toda prisa, y perdió la iniciativa en la competencia interimperialista por el control de Asia en la que estaban empeñadas todas las potencias. Intentó recuperar el control a partir de 1909, pero sin éxito, en el noreste de Asia. Por otra parte, su regreso complicó el vals de alianzas que precedió a la Primera Guerra Mundial.

El reparto del mundo estaba en marcha en Asia-Pacífico junto al ascenso de Estados Unidos y Japón (que se medían mutuamente). El conflicto ruso-japonés inauguró así el ciclo de guerras mundiales que duró hasta 1945 (y un poco más en algunas regiones).

Para comprender el eco de la guerra ruso-japonesa en los círculos progresistas de la época, hay que tener en cuenta que no se percibió como un conflicto interimperialista, sino como la victoria de una monarquía constitucional burguesa contra uno de los peores regímenes autocráticos. Japón tenía una constitución, un parlamento elegido, una pluralidad de partidos políticos, una oposición legal, mayor libertad de prensa, una población más educada. Hasta 1906, Rusia era el único país europeo sin Constitución.

Así, Lenin saludó la victoria de Tokio como resistencia a una empresa colonial rusa: "La guerra de un país avanzado con un país atrasado ha jugado una vez más, como ocurre muchas veces en la historia, un gran papel revolucionario realizado por la burguesía japonesa victoriosa sobre la autocracia", favoreciendo la apertura de una crisis revolucionaria en la propia Rusia a pesar de la debilidad del movimiento obrero organizado, subrayando así "el gran papel revolucionario de la guerra histórica en la que participa el obrero ruso a pesar suyo"[20].

La victoria japonesa reforzó los movimientos que luchaban en otros países por el establecimiento de un régimen constitucional, como en Irán o China. En general, la victoria japonesa socavó las pretensiones occidentales sobre la superioridad de la raza blanca y su civilización, reforzando la resistencia anticolonial, la referencia panislámica (Turquía), el panasianismo, etc., que encontraron una amplia respuesta en los países coloniales y semicoloniales.

Revoluciones, contrarrevoluciones, dependencia y reactivación imperialista

Cualesquiera que sean sus diferencias, los procesos revolucionarios ruso y chino plantean la cuestión de una doble ruptura: con el orden mundial dominante y con el orden burgués. Cierto: Rusia era una gran potencia, mientras que China estaba siendo colonizada por imperialismos en competencia. Pero me parece que, derrotada en la Primera Guerra Mundial, Rusia iba camino de convertirse en un país dependiente, sobre todo porque también estaba amenazada en su Siberia oriental.

Las trayectorias de las revoluciones de 1917 y 1949 son diferentes[21]. En el caso ruso, existe una estrecha dialéctica entre las revueltas de los soldados, los levantamientos campesinos, las manifestaciones de las mujeres, los movimientos nacionales dentro del Imperio y las movilizaciones proletarias, que dan lugar a los soviets (consejos) de obreros, campesinos y soldados; en cuanto a la guerra civil, sigue a la conquista del poder. En el caso chino, una dialéctica similar (la ofensiva militar adicional para acabar con el poder de los señores de la guerra) terminó con una sucesión de derrotas a partir de 1927 (de las que la fracción estalinista de Moscú tuvo una gran parte de responsabilidad). El movimiento comunista se debilitó considerablemente en los centros urbanos y tuvo que retirarse al campo en su mayor parte. La guerra civil precedió durante dos décadas a la conquista del poder.

En ambos casos, sin embargo, la revolución dio lugar, según nuestro análisis, a sociedades de transición. ¿Qué significa esto? El derrocamiento revolucionario del viejo orden abrió un proceso de transformación radical del orden social, que se plasmó en un cambio visible de las relaciones, pero la transformación de las relaciones sociales en su conjunto lleva tiempo, sobre todo en países enormes y predominantemente rurales. La sociedad ya no es capitalista, pero aún no es socialista, y la salida socialista está lejos de estar asegurada (por eso es mejor no hablar de sociedades en transición al socialismo).

El futuro depende de las luchas. No existe un modo de producción dominante, ya establecido, que se reproduzca naturalmente. En ese caso, existen relaciones de concordancia entre la naturaleza de la clase dominante, el Estado, la ideología dominante, las relaciones sociales de subordinación... que las contracorrientes subversivas tienen grandes dificultades para socavar. En el caso de una sociedad de transición, es necesario, por el contrario, pensar en las discordancias, porque la transformación de la formación social se produce a ritmos heterogéneos. No hemos colectivizado suficientemente la conceptualización específica que ayude a analizar y debatir estas experiencias revolucionarias.

Sin embargo, lo hemos hecho en relación a una cuestión importante: el proceso de burocratización, es decir, la cristalización de una nueva élite social que toma conciencia de sus intereses colectivos, se comporta como una casta dominante y establece su poder sobre la sociedad. Los peligros de la burocratización ya fueron analizados con anterioridad en relación a la integración de los aparatos políticos o sindicales en el orden burgués, si bien no fue hasta 1914 cuando se puso de manifiesto la magnitud del peligro: cuando los partidos de la socialdemocracia [internacional] votaron a favor de los créditos de guerra, integrándose en la unión nacional y repudiando el tan cacareado internacionalismo. Sin embargo, era la primera vez que [la burocracia] surgía en una sociedad de transición tras la toma del poder.

Al no extenderse rápidamente a otros países, la revolución se enfrentó a dos enemigos; uno inmediato (la contrarrevolución imperialista y burguesa) y otro insidioso y enmascarado, surgido del interior del nuevo poder. Para ilustrar el problema, cuando Stalin se volvió contra el kulak (campesino rico) e impuso la colectivización forzosa, la Oposición de Izquierda rusa pensó inicialmente que el régimen estalinista estaba dando un giro a la izquierda. Aun cuando denuncian los comportamientos burocráticos y los aparatos, los maoístas (¿con algunas excepciones?) no analizaban la especificidad social de la burocratización. Voy a arriesgar una hipótesis. Tras el estallido de la Guerra de Corea (1950-1953), Mao Zedong dirigió una violenta campaña de represión contra los contrarrevolucionarios. Los comunistas independientes (incluidos los trotskistas) fueron víctimas de la misma, pero se desintegró a las antiguas clases dominantes: la burguesía urbana y la alta burguesía rural. Se reforzó el carácter autoritario del régimen maoísta.

El riesgo interno de contrarrevolución burguesa se había vuelto nulo; en cambio, se había iniciado el proceso de contrarrevolución burocrática. En mi marco analítico, terminó en 1969, en el caos de la Revolución Cultural, cuando Mao pidió al Ejército que reprimiera toda disidencia, incluidos sus propios partidarios. Dado el contexto de la época, la contrarrevolución burocrática creó las condiciones previas para la contrarrevolución burguesa que triunfó en las décadas de 1980 y 1990, con el aplastamiento en todo el país del movimiento del 4 de junio de 1989 (la masacre de Tiananmen, un término equivocado que se ha impuesto) como punto de inflexión.

En conclusión, hemos de conceder toda la importancia que se merece al concepto de contrarrevolución burocrática y al análisis de sus particularidades (el proceso de burocratización). Sigue siendo esencial para la comprensión del siglo XX, de la historia contemporánea rusa o china, así como para la definición de nuestras tareas para luchar contra el fenómeno burocrático en sus diversas formas: reforzar la autoorganización de los y las explotadas y oprimidas.

Para llevar a cabo esta lucha, evidentemente debemos evitar utilizar la palabra comunista a la hora de designar a regímenes que dicen serlo y no lo son. Obviamente, no vamos a discutir sobre los nombres propios entrecomillando el adjetivo "comunista" (como en PCCh) o "popular" (como en RPC). Sin embargo, la palabra comunista está, en el discurso dominante, vaciada de todo contenido; China puede, por ejemplo, ser reconocida como capitalista y descrita como comunista al mismo tiempo, lo que constituye una magnífica contradicción en los términos. Debemos intentar ser específicos según los países, según los periodos. Se debe utilizar la palabra estalinista, pero hay que dejar claro su uso.

Estalinista es nuestra caracterización sintética del régimen establecido por Stalin. Más allá de eso, hay que especificarlo. El adjetivo estalinista puede referirse a la ideología de un régimen, de un movimiento, al pensamiento de un teórico... Pero hay que tener cuidado: una ideología, un pensamiento, tienen siempre múltiples fuentes y el estalinismo no sería más que uno de sus componentes. También puede definir la relación de subordinación orgánica a Moscú de un partido, de un Estado (los satélites), es decir, la subordinación a la burocracia soviética, a sus intereses internacionales, a su diplomacia. Esta definición me parece especialmente útil, porque nos permite evitar meter en el mismo saco a los partidos que permanecieron bajo las órdenes hasta que dirigieron contrarrevoluciones y a los partidos que dirigieron revoluciones que rompieron con el orden de Yalta (como el PCCh o, en Vietnam, el PCV). Esto abre todo un campo de análisis concretos de los movimientos de la Tercera Internacional en sus diversas formas. Un campo inmenso.

Algunas particularidades de las potencias china y rusa

El imperialismo chino se ha beneficiado de muchas más ventajas que su homólogo ruso, empezando por el lugar central que ha ocupado, con la bendición de EE UU, en la globalización capitalista. A menudo se atribuye a Xi Jinping el ascenso internacional de China, pero él se ha beneficiado de la continuidad de una política de inserción en el mercado mundial iniciada por Deng Xiaoping tras su regreso al poder y dirigida por sus sucesores: Jiang Zemin y Hu Jingtao. Todo ello no estuvo exento de luchas fraccionadas, pero la transición en Rusia fue mucho más caótica y se basó en una economía más expuesta[22].

En ambos casos, el poder se centralizó aún más en favor de Xi Jinping, un hombre del aparato, de la élite político-administrativa, que de Vladimir Putin, al frente del FSB, el Servicio Federal de Seguridad, heredero del KGB. En China, el poder se concentra en el Comité Permanente del Buró Político (totalmente controlado por la camarilla de Xi). En Rusia, los poderes del FSB se han reforzado considerablemente en diversas áreas (incluida la economía): el régimen está dominado por élites de los servicios de seguridad que ahora ocupan los centros clave del sistema[23].

Los regímenes ruso y chino son similares en su etnonacionalismo y el debate sobre sus caracterizaciones políticas está abierto. Para llevar a cabo este debate, también hay que tener en cuenta las similitudes y los contrastes. Se trata de otra vasta empresa.

Me parece incluso que, más que la Rusia de Putin, el régimen chino se encuentra en un punto de inflexión. La crisis surgida tras el incendio de la fábrica de Foxconn en Urumqui (Xinjiang) es sintomática, ya que la solidaridad que se ha expresado es geográficamente extensa, multiétnica, multiclasista y multicausal. Una parte significativa de la juventud no responde a los mandatos normalizadores de Xi Jinping (trabajo intensivo, matrimonio precoz...). A las transnacionales les preocupa que la estabilidad de las cadenas de producción sea cada vez más incierta; se ha iniciado un movimiento de desvinculación, del que Apple (principal accionista de Foxconn) es un ejemplo. Aunque muy complicado, este proceso podría cobrar impulso.

El rápido cambio de postura de Xi, menos de un mes después del último congreso del PCCh, sobre su política particularmente brutal de Cero Covid es una muestra de su preocupación. Pero con la pandemia en aumento en Europa y el Omicron demostrando ser mucho menos benigno de lo que algunos quieren hacernos creer[24], un cambio de rumbo (debido tanto a factores económicos como a la resistencia social) plantea tantos problemas como se supone que resuelve. Mantener la política sanitaria anterior es imposible, pero cambiarla es peligroso debido a la escasa cobertura de inmunización, la fragilidad del sistema sanitario y su carácter desigual. Ante la magnitud del reto, Xi ha decidido... ¡hacerse a un lado! Dejemos que cada uno de nosotros y nosotras, que las autoridades locales, lo gestionen.

Tanto en los confinamientos como en los desconfinamientos, Xi empuja hasta la caricatura la violencia capitalista y el rechazo de la democracia sanitaria. Algunos le dan una excusa: el PIB per cápita de China es demasiado bajo para financiar una mejor política sanitaria. Sin embargo, China tiene los medios para producir lo que necesita (¡abastece a todo el mundo!) e importar urgentemente lo que aún le falta (vacunas más eficaces que las suyas). ¿No tiene más multimillonarios que ningún otro país?

28/12/2022

Pierre Rousset

https://www.europe-solidaire.org/spip.php?article65082#nb2

Traducción: viento sur

Notas:

[1] El Grupo de los 77 (G77) de las Naciones Unidas es una coalición de países denominados "en desarrollo", cuyo objetivo es reforzar su capacidad de negociación. Creado por 77 países, ahora incluye a la mayoría de los Estados miembros de la ONU, incluida China (pero no Rusia).

[2] Sobre la historia del concepto de imperialismo, véase en particular Bernard Dreano, "L'impérialisme et les impérialistes", Les Possibles n° 34, invierno de 2022: https://france.attac.org/nos-publications/les-possibles/numero-34-hiver-2022/dossier-l-evolution-des-rapports-geopolitiques-dans-le-monde/article/l-imperialisme-et-les-imperialistes Disponible en ESSF (artículo 65059), L'impérialisme et les impérialistes :https://www.europe-solidaire.org/spip.php?article65059

[3] Starlinks también tiene muchas aplicaciones civiles, lo que plantea otros problemas. Hay que señalar que tiene sus puntos débiles, al no estar suficientemente encriptado. Véase en particular Elise Vincent, Alexandre Piquard, Cédric Pietralunga, "Comment Starlinks et les constellations satellites d'Elon Musk changent la guerre", Le Monde, 15 de diciembre de 2022.

[4] The Irrawaddy, "China Opens New Shipping Route to Myanmar From South China Sea", 2 de noviembre de 2022:https://www.europe-solidaire.org/spip.php?article64596. Disponible en ESSF (artículo 64596), China Opens New Shipping Route to Myanmar From South China Sea:https://www.europe-solidaire.org/spip.php?article64596

[5] Emmanuel Grynszpan, "La Russie se déploie dans l'Arctique", Le Temps, 31 de marzo de 2017:https://www.letemps.ch/monde/russie-se-deploie-larctique. Disponible en ESSF (artículo 40684), Foro de Arkhangelsk: Rusia anuncia su mayor despliegue en el Ártico, una cuestión estratégica de primer orden: https://www.europe-solidaire.org/spip.php?article40684, anunciando un nuevo desastre ecológico y humano (para los pueblos indígenas)

[6] AFP, "Washington quiere contrarrestar la 'actitud agresiva' de Pekín y Moscú en el Ártico", Le Courrier International, 6 de mayo de 2019: https://www.courrierinternational.com/depeche/washington-veut-contrecarrer-lattitude-agressive-de-pekin-et-moscou-dans-larctique.afp.com.20190506.doc.1g76jz.xml. Disponible en ESSF (artículo 48898), Geopolítica: Washington quiere contrarrestar la "actitud agresiva" de Pekín y Moscú en el Ártico:. https://www.europe-solidaire.org/spip.php?article48898

[7] Anna Matveeva, 19 de diciembre de 2022, "Ukraine war: Rusia sólo se perjudica a sí misma con su discurso incendiario sobre Kazajstán", The Conversation:https://theconversation.com/ukraine-war-russia-only-hurts-itself-with-its-inflammatory-discourse-on-kazakhstan-196670. Disponible en ESSF (artice 65079), Ukraine war: Rusia sólo se perjudica a sí misma con su discurso incendiario sobre Kazajstán:https://www.europe-solidaire.org/spip.php?article65079

[8] Ariel Shangguan, "China and Russia's uneven relationship can be explained with one word", 13 de diciembre de 2002, The Conversation :https://theconversation.com/china-and-russias-uneven-relationship-can-be-explained-with-one-word-196300. Disponible en ESSF (artículo 65028), la desigual relación entre China y Rusia puede explicarse con una palabra:https://www.europe-solidaire.org/spip.php?article65028

[9] Pierre Rousset, 18 de enero de 2013, La paysannerie vue de gauche, ESSF (artículo 31088):https://www.europe-solidaire.org/spip.php?article31088

[10] Esto planteó difíciles problemas a los cuadros del PCCh, que se vieron obligados a aplicar una orientación nacional variable sobre el ritmo de la reforma agraria a las realidades locales particulares. Véase William H. Hinton, Fanshen, colección Terre Humaine, Plomb: París, 1971 (edición original en inglés: 1966). Edición en rústica (2000).

[11] Teodor Shanin, sociólogo del campesinado, ha renovado nuestra mirada sobre Rusia. Véanse en particular los dos volúmenes de su obra The Roots of Otherness: Russia's turn of the Century: Russia as a "Developing Society" (MacMillan 1985) y Russia 1905-07, Revolution as a Moment of Truth (MacMillan 1986).

[12] Kevin B. Anderson, "From the Grundrisse to Capital: Multilinear Themes", Marx at the Margins, The University of Chicago Press: Chicago y Londres, 2010.

[13] Para una presentación de este debate y un argumento del que me sirvo, véase Ernest Mandel, "El 'modo de producción asiático' y las condiciones históricas previas del surgimiento del capital", La formación del pensamiento económico de Karl Marx, François Maspéro: París, 1967. Reimpreso en La Découverte, 1982.

[14] La Revuelta Taiping comenzó en el sur y se extendió al centro de China entre 1851 y 1864. La dinastía Qing tardó casi quince años en derrotarla, a costa de una despiadada guerra civil. El "Reino Celestial de la Gran Paz" (Taiping para abreviar), cuyo fundador, Hong Xiuquan, el Mesías, afirmaba ser el hermano menor de Jesucristo (había leído panfletos distribuidos por misioneros), promulgó una reforma agraria acompañada de medidas sociales radicales, como el abandono de la poligamia y la costumbre de vendar los pies a las mujeres; igualdad de sexos (combinada con una estricta separación entre hombres y mujeres); prohibición de los matrimonios concertados, el juego, la esclavitud, la tortura y la prostitución; se abolió la propiedad privada de la tierra; los alimentos, la ropa y otros bienes de consumo común se agruparon en almacenes públicos; también se prohibieron el opio, el tabaco y el alcohol[14].Como China también vivió una de las mayores revoluciones del siglo XX, heredó una historia que la convirtió en un país con una fuerte cultura política (Wikipedia).

[15] Entiendo el término marxismo occidental en su sentido general, aunque también se utiliza en un sentido mucho más restringido.

[16] Nguyen Khac Vien, "Confucianismo y marxismo en Vietnam", La Pensée, nº 105, octubre de 1962.

[17] Gerhard Krebs, 19 de mayo de 2012, "¿Guerra Mundial Cero? Re-assessing the Global Impact of the Russo-Japanese War 1904-05", The Asia-Pacific Journal, Vol 10, Issue 21, No 2:https://apjjf.org/2012/10/21/Gerhard-Krebs/3755/article.html. Disponible en ESSF (artículo 65055), World War Zero ? Reevaluación del impacto global de la guerra ruso-japonesa de 1904-05:https://www.europe-solidaire.org/spip.php?article65055

[18] Una ceguera que combate Pierre Grosser, L'histoire du monde se fait en Asie. Otra visión del siglo XX. Odile Jacob: París 2017.

[19] La Enciclopedia Larousse ofrece un buen resumen de esta guerra, en el que me baso aquí: https://www.larousse.fr/encyclopedie/divers/guerre_russo-japonaise/141839

[20] Œuvres, vol. 8, pp. 45-48. Contextualizado por Georges Haupt, "Guerre et Révolution chez Lénine", Revue française de sciences politiques, nº 2, 1971. Una versión en línea:https://alencontre.org/societe/histoire/guerre-et-revolution-chez-lenine.html

[21] He abordado esta cuestión en un artículo anterior que también trata de su contexto político e histórico. Pierre Rousset, Retour sur le mouvement maoïste international au XXe siècle et l'héritage ambivalent de la révolution chinoise, ESSF (article 42406) :https://www.europe-solidaire.org/spip.php?article42406

[22] Ilya Budraitskis, enero de 2016, "Rusia en crisis: agonía de un imperio petrolero", ESSF (artículo 37074), Rusia en crisis: agonía de un imperio petrolero:https://www.europe-solidaire.org/spip.php?article37074

[23] Yauheni Kryzhanousky, 23 de noviembre de 2022, "Del autoritarismo ruso a la guerra en Ucrania", AOC:https://aoc.media/analyse/2022/11/22/de-lautoritarisme-russe-a-la-guerre-en-ukraine/. Disponible en ESSF (artículo 64922), Del autoritarismo ruso a la guerra en Ucrania:https://www.europe-solidaire.org/spip.php?article64922

[24] Actualmente causa más de cien muertes al día en Francia, sin contar los covirus largos.

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