Hay verdades indiscutibles propias de los (aun periféricos y decadentes) Estados del bienestar europeos que en Estados Unidos se desvanecen. Seguridades mínimas y endebles como la limitación de la jornada laboral (sistemáticamente alargada) o el derecho de sindicación (motivo de persecución y despido en muchos casos) allí ni siquiera se huelen. Sin Seguridad Social y con la competencia neoliberal descarnada como criterio primero para la organización social, el coste material –no sólo económico– de la vida se dispara. Quizá por eso, sumado al discurso edulcorado del sueño americano transmitido por la televisión y a la imagen incontestable del Imperio-apisonadora, nos cuesta imaginar qué tipo de resistencias pueden articularse en semejante contexto. La oleada de fenómenos micro, pero potencialmente enlazados, que han atravesado el país en los últimos años, sorprende por osada. ¿Cómo construir organismos sociales que ganen batallas en un país donde los espacios colectivos no existen?

Más allá de la distopía que puede suponer para cualquier persona criada en Europa asomarse a la bestia, lo cierto es que a este lado del Atlántico también hay refugios de precariedad salvaje y vidas robadas. Y son cada vez más, más descaradamente públicos y más insultantemente justificados. Las afectadas, por suerte, no se callan. Ahí están las trabajadoras del hogar y de cuidados, denunciando la esclavitud contemporánea que supone el trabajo de interna y evidenciando el enorme problema de una sociedad que no es capaz de dar una solución justa a la crisis de cuidados. Las temporeras de la fresa, doblemente valientes al denunciar vejaciones y exponer la absoluta carencia de derechos y protección de las trabajadoras migrantes. O las Kellys, que en su lucha contra la explotación (enfermedades de por vida mediante) han conseguido organizar a uno de los sectores feminizados que sufre más brutalmente los abusos patronales.

Un poco todo esto, más conocido por más cercano, se viene a la cabeza al entrar al Local 217 – United here! en Stamford, Connecticut, la casa de un sindicato creado por trabajadoras y trabajadores de los hoteles de la zona. Situado al norte de Nueva York y bien conectado por tren (algo que en Estados Unidos, templo abierto al automóvil individual, es bastante inusual), Connecticut o su zona sur podrían entenderse casi como un Estado dormitorio, retaguardia logística de la gran metrópoli plagada de hoteles que albergan convenciones, congresos y reuniones ejecutivas de todo tipo. La sala es grande, cuadrada, con varias puertas que salen de ella. A lo largo de toda una pared de más de diez metros hay pegadas decenas de fotografías con marcas de tres colores: no le hemos visitado, le hemos visitado, ha votado por el sindicato. Más tarde comprenderé que son trabajadores del Sheraton. Al fondo, apiladas en varias filas, pancartas en inglés y castellano claman contra la política migratoria de Trump: “dejad en paz a nuestros hijos”.

Visité Stamford hace ya un año para reunirme con las trabajadoras del Local 217–United here! en el marco de un viaje de construcción de alianzas feministas con perspectiva anticapitalista. Lo que sigue es parte de la conversación que tuve con María Inés Orjuela, colombiana de 47 años, llegada a los Estados Unidos en 2013 y camarera de piso en el hotel Hilton de Stamford. He intentado darle forma a este texto en múltiples ocasiones desde entonces, primero como prolegómeno internacionalista al 8M de 2019, después como cristalización de ese la lucha sirve y como dignificación de las mujeres que se lo juegan todo para conquistar vidas mejores. Siempre sentía que algo se me escapaba. Pero por cosas de la vida, marzo vuelve a acercarse y hace unos días, escuchando a una compañera de las Kellys hablar sobre la carga de habitaciones, me acordé irremediablemente de Inés y del resto de trabajadoras de Stamford que un día decidieron que su esclavitud se había acabado.

Me gustaría empezar por el proceso que os llevó a organizaros. ¿Cuándo empezasteis a pensar en construir la Unión [sindicato]?

Para las trabajadoras y trabajadores del Hilton pensar en la Unión fue a raíz de que llegaron unos jefes a nuestro departamento que empezaron a explotarnos y a cargarnos cada vez más cuartos. Cuando yo entré nos daban 17, después empezaron a darnos 20, ya después nos dieron 25, después nos dieron 30... Nos decían: “ustedes no tienen que bajar cansadas”, “ustedes no tienen por qué quejarse”. Ya después hubo compañeras que tuvieron 38 cuartos para hacer en 8 horas. Y si tú te das cuenta, es media hora de meeting, media hora arreglando el cuarto... te quedan prácticamente 7 horas, porque te descuentan la media hora de almuerzo. Al final tienes 6 horas y media para hacer 38 cuartos.

Exigían una excelente limpieza, un excelente servicio al guest [cliente], estábamos cansadas y vimos que ya era imposible. Sabíamos que iba a seguir el abuso, que iban a seguir aumentándonos las habitaciones. Entonces hablamos con las compañeras y compañeros, y un supervisor (no menciono su nombre para no comprometerle) nos sugirió que nos organizáramos porque esto iba a empeorar: iban a empezar a botar personal. Él me dio a mí personalmente un número de teléfono donde llamar, yo llamé y de ahí me comunicaron con otra persona, y así sucesivamente nos fuimos comunicando persona a persona hasta que llegamos a encontrar las personas indicadas. Vinieron compañeros del Hyatt que ya se habían organizado hace seis años. Estas personas nos colaboraron, nos hablaron, nos dieron su experiencia. Empezaron a ir a nuestras casas otros compañeros y compañeras de aquí mismo, del Hilton, que se habían enterado aunque todavía no habíamos dicho nada. Estábamos tan cansadas del abuso laboral y de la explotación que decidimos conformar una sola familia.

Decidimos ser como esas cadenas que se forman eslabón a eslabón: decidimos que sí, que todas y todos teníamos que unirnos. Porque allá trabajamos un porcentaje muy pequeño de gente latina, la mayoría es haitiana. Y siempre estábamos separadas, la gente haitiana a un lado y la hispana a otro. A raíz de que empezamos a organizarnos comprendimos que eso tenía que cambiar, que teníamos que aprender a ser compañeras, ser familia, porque nuestro tiempo prevalecía ahí, y ayudarnos mutuamente. Y así nos fuimos organizando hasta el 13 de noviembre de 2017, el día en que decidimos enfrentarnos, presentarnos ante Gerencia llevándole la petición de que queríamos formar la Unión. Ya nos habíamos organizado, ya todo el mundo habíamos firmado, habíamos tenido nuestras reuniones aquí, y entonces decidimos que ese día acabaría esta esclavitud.

¿Cuánta plantilla tiene el Hilton?

Ahorita somos como unos 130 personas empleadas. Presentamos la propuesta allá, se le presentó a Gerencia, y a partir de ahí fueron tres semanas duras, porque empezaron a traer personal anti-unión, que venían a hablarnos siempre mal de la Unión. En Human Resources [departamento de personal] trabajaba un muchacho que se hizo querer del personal por ser formal y amable, y que se había trasladado a otra ciudad en otro Estado. Pues de allá nos lo trajeron también a él para que nos hablara mal de la unión y así podernos convencer de que no nos unificáramos. Realmente nuestro cansancio era tanto que simplemente sabíamos que íbamos por el camino recto. Sabíamos que no nos íbamos a equivocar y para ellos fue algo muy difícil porque nosotras no los escuchamos.

La reunión que tuvieron con nosotras la gentes latina (porque ellos llevaron gente de todos los idiomas, llevaron haitianos, llevaron americanos y por supuesto los que nos hablaban a los latinos) duró máximo 15 minutos, nos negamos a negociar. La paramos en 10 minutos, pero realmente yo me les quito el sombrero y les doy siempre mis respetos a la gente haitiana. Tuvieron una forma muy inteligente de atajarles, la mejor manera y la más inteligente: cuando les llevaron a su reunión, entraron, cada señora entró con su lista de cuartos, y entonces las invitaron a sentarse en una mesa, que bebieran algo, que comieran algo, ellas simplemente les dijeron: “las esclavas no se sientan, las esclavas se van a trabajar”. Media vuelta y se fueron. Los dejaron así, de brazos cruzados.

Para ese entonces ya usábamos nuestros botones [chapas] pequeños. Ellos usaban unos botones grandísimos que decían: vote no. Nos bajaron el número de habitaciones y enviaron a nuestras casas papeles en todos los idiomas donde nos enviaban excusas, unas hojazas así de grandes para al final decirnos: vote no. Eso fue como una falta de respeto. Yo personalmente traje esos papeles, pedí que alguien bajara a la oficina que hablara español e inglés y tradujera, y delante de la abogada y de los jefes que estaban allí, cogí esos papeles y les dije: nosotras lo que queremos es la Unión. Ahí cogimos más fuerza porque nos dimos cuenta que ya no teníamos miedo, y así fue como todos los trabajadores y trabajadoras de todos los departamentos, no solamente el hausekeeping, nos unimos, y el día de la votación votamos 115 personas y tuvimos 110 votos a favor de la Unión por 5 que tuvo la compañía. Eso fue una victoria súper grande y a partir de ahí nos bajaron las habitaciones, nos mejoraron el trato, ya no éramos esclavas, ya nos consultaban antes de cargarnos un cuarto más, ya a los hausman les cambió también un poco, porque a ellos los tenían haciendo muchísimas cosas que tampoco les correspondía... Entonces todo eso nos cambió, nos cambió la vida.

Háblame de esas compañías anti-unión. ¿Cómo funcionan y qué trabajo hacen?

Los anti-unión vienen y te hablan. Te dicen que la compañía no sabía nada, que no nos vayamos a unificar porque la unión es mala y nos obliga a hacer huelgas y a pagar una cuota. Y todo eso es falso, porque a nosotras nunca nos obligaron. Nosotras logramos muchas cosas a pesar de que la compañía nos contrató dos compañías muy fuertes: la anti-unión Cruz Asociados, y para la negociación nos trajeron a Jackson Luis, que es una compañía también muy poderosa, para anti negociaciones. Mas sin embargo nosotros, vuelvo y les recuerdo a todos los luchadores: fuimos fuertes, somos fuertes, luchamos con todas las fuerzas contra esas dos compañías tan poderosas a sueldo de grandes archimillonarios y les ganamos.

Hicimos strikes [paros] pequeños, hicimos picket lines [piquetes de huelga] e hicimos boicot. Boicot es llamar a todas las compañías que tenían contrato con el hotel y decirles: somos trabajadores del hotel Hilton de Stamford, por favor les pedimos su colaboración cancelando sus eventos en el hotel. El boicot funcionó a las mil maravillas porque éramos nosotras mismas las que llamábamos, éramos las y los empleados. Lo que te digo: la fuerza está en nosotras mismas. Cogíamos nuestros teléfonos, llamábamos a cada compañía, si no nos respondían dejábamos mensajes, y había quien incluso nos respondía: ok, vamos a cancelar nuestros eventos en el hotel. Hubo un grupo al que llamamos estando hospedado en el hotel, un grupo como de 10 personas representantes, y fueron a preguntar a los jefes que por qué nos trataban mal, por qué nos daban tantos cuartos, por qué no aceptaban negociar con nosotras. Y los jefes fueron groseros con ellos. Entonces lo que hicieron fue cancelar el evento que tenían programado para esa tarde en una oficina del hotel y se fueron a nuestra oficina del Local 217 a hacer su evento allá. Yo estuve presente ahí y para nosotras eso fue súper enriquecedor y eso fue una humillación para el hotel. Para nosotras fue muy importante.

¿Qué mejoras os ha supuesto el tener la Unión?

Pues el salario de los trabajadores y trabajadoras del Hilton era muy mínimo, ahora tenemos un buen aumento gracias a la lucha. También tenemos un buen seguro médico, nos bajó a la mitad. Yo soy una de las personas que paga un plan familiar y pagaba 178 dólares semanales, que es un costo altísimo, porque a veces no tenemos sino dos días de trabajo. Y si yo trabajaba dos días no trabajaba sino para pagar el seguro. Ahora con la Unión quedaré pagando 85 dólares. Eso quiere decir que me bajó más de la mitad.

Ahorita ya, gracias a dios, firmamos nuestro primer contrato, ya tenemos derecho a unos uniformes, tenemos derecho a muchísimas cosas, pero no fue un proceso fácil. Para lograr la firmada del contrato nos tocó hacer acciones, nos tocó hacer muchos picket lines allá afuera. En ese proceso tuvimos muchísimo acompañamiento de otros hoteles y de compañeros y compañeras, las personas vinieron aún de más arriba de Hartford, de New Heaven, y también vino International Women"s Strike a apoyarnos. Todo eso nos ayudó a hacernos más fuertes, a sentir que sí podíamos lograrlo, que no nos podíamos dar por vencidas porque si nos dábamos por vencidas seguiríamos en el mismo abismo. Y hoy por hoy doy gracias a dios y a todos, de verdad, quienes nos apoyaron para obtener nuestro primer contrato. Porque no lo obtuvimos solas, lo obtuvimos gracias de verdad al apoyo de todos, de todos los compañeros y compañeras y de la comunidad que nos acompañó.

¿Cómo piensas que ha sido la evolución personal vuestra a lo largo de este proceso? ¿Dirías que sois las mismas personas que cuando empezasteis?

No. Como te decía, para mí personalmente esto me ha enriquecido muchísimo, porque el saber que yo he hecho esto... Primero por mí, por mi familia, porque voy a tener un mejor salario, porque voy a tener un poco más de comodidad económica para mis gastos, y segundo porque yo puedo ayudar. El haber ayudado a formar la Unión en mi hotel ayuda a fortalecer otros hogares, otras familias y poder seguir ayudando. Por ejemplo, ahorita ayudamos en la unificación del Sheraton. Esta Unión trata de que seamos trabajadoras sindicando trabajadoras y trabajadores. A nosotras, del Hilton, nos sindicaron prácticamente el Hyatt de Greenwich. Después el Hyatt y el Hilton ayudamos a sindicar el Sheraton. La idea es seguir sindicando hoteles y lugares de trabajo donde nos esclavizan, porque hay lugares donde realmente se nota el abuso laboral, y es como que no caen en cuenta que hay leyes, que hay cosas, y que al trabajador o la trabajadora no hay que explotarle.

Para mí sí, para mí sí ha cambiado muchísimo todo. Me siento muy feliz, sobre todo me siento muy orgullosa de mi Local 217–United here! He crecido como persona. De verdad, a mí el poder ayudar a otras personas me enriquece y me encanta, me hace feliz.

Muchos trabajadores y trabajadoras dudan de implicarse o no en una lucha contra sus empresas porque tienen miedo a perder su empleo. Y muchas personas migrantes sienten que van a tener todavía más dificultades. ¿Para ti ha sido así? ¿Qué les dirías?

Yo les diría que sean fuertes, que sean decididas, que no teman. Porque el que seamos inmigrantes no significa que eso nos corte nuestros derechos. No, siempre tendremos nuestros derechos. Y si somos inmigrantes tenemos más fuerza para luchar, porque este país y todo lo que lo mueve en realidad somos los y las inmigrantes, seamos de donde seamos. Somos inmigrantes y somos la fuerza para que este país sea cada día más rico. Entonces, si nosotras somos quienes enriquecemos a los monarcas, hay que hacerles ver a ellos que también tenemos derechos, que tenemos vida, que no somos esclavas, porque aún los animales sienten y aún los animales tienen sentimientos. No somos piedras, no somos rocas, no somos témpanos de hielo. Que cojan fuerza, que cojan el valor, que luchen por lo que quieren, que luchen por sus derechos, por su respeto. Porque eso es muy importante. Ahora nuestros jefes nos respetan, ahora nos hablan con educación. Nosotras somos trabajadoras de un hotel donde fuimos abusadas y explotadas laboralmente, y gracias a que conseguimos la Unión hoy tenemos libertad de expresión y podemos decir: hasta aquí se trabaja. La Unión sí sirve.

Julia Cámara es activista feminista y forma parte de la redacción web de viento sur.

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