El gobierno [de Macron] ha adoptado bajo su responsabilidad, sin votación de la Asamblea Nacional, la reforma de las pensiones. El enésimo golpe de fuerza democrático de Emmanuel Macron. Quizás la gota que desborde el vaso: su segundo quinquenio parece ahora sumido en una profunda crisis de régimen.

En efecto, el país está sumido en plena crisis política, social e institucional. El jueves 16 de marzo, la primera ministra, Elisabeth Borne, anunció que asumía la responsabilidad de la reforma de las pensiones del gobierno. Al carecer de mayoría en la Asamblea Nacional, el gobierno se ha resignado a utilizar el artículo 49-3 de la Constitución para forzar la aprobación de su proyecto de ley [por decreto].

Tras dos meses de ignorar un movimiento social de proporciones históricas, insistiendo en que la legitimidad del texto residía en el Parlamento, el bando presidencial ha tenido que enfrentarse a los hechos: su reforma tampoco contaba con una mayoría en la Asamblea. "La incertidumbre se cierne sobre unos pocos votos", declaró Elisabeth Borne desde la tribuna del Palais-Bourbon. "No podemos jugarnos el futuro de nuestras pensiones".

Hasta el final, la jefe del gobierno intentó evitar esta bofetada democrática. "No contemplo la hipótesis de un 49-3", dijo a principios de febrero, en France2 tv. Incluso en los últimos días, el ejecutivo seguía exihibiendo su determinación. "No queremos un 49-3", siguió machacando el portavoz del gobierno, Olivier Véran. El jueves por la mañana, Elisabeth Borne seguía intentando convencer a Emmanuel Macron de que se realizara la votación, a pesar de la incertidumbre del resultado.

Consciente de la onda expansiva que encerraba el artículo 49-3, el presidente de la República ha jugado contra el reloj y convocó a los suyos a lanzar todas sus fuerzas para ganar los votos que faltaban. El miércoles por la noche, luego el jueves por la mañana y finalmente a mediodía, convocó al gobierno y a los miembros de la mayoría parlamentaria al Palacio del Elíseo para encontrar una salida. No fue hasta alrededor de las 14:45 h, quince minutos antes de la votación inicialmente prevista, cuando el jefe del Estado tomó su decisión y convocó un consejo de ministros extraordinario para hacerla oficial.

Para Elisabeth Borne, el resultado de la secuencia suena como una terrible desautorización. En primera línea, la ex ministra de Trabajo había obtenido del presidente de la República enmiendas sobre la forma, el calendario y las modalidades, única manera, según ella, de obtener una mayoría parlamentaria. Ella seguirá siendo el emblema de este fracaso y es difícil que pueda permanecer en Matignon [sede del Gobierno].

La responsabilidad de Emmanuel Macron
El naufragio del poder, sin embargo, va mucho más allá del de la Primer Ministro. Si bien se ha atrincherado hábilmente detrás de ella durante dos meses, Emmanuel Macron es el primer arquitecto de esta derrota y su responsable principal.

"Si buscan a alguien a quien culpar, díganles: lo tienen delante" [en referencia a él mismo], se jactó en el momento del asunto Benalla. "Que vengan a por él".

Y hoy, ¿qué diría? Este 16 de marzo de 2023 cuenta por sí solo la historia de la impericia de su poder, la incoherencia de su conducta y los vicios de su gobierno. En su deseo de retrasar la edad de jubilación, el Presidente de la República ha alienado todos los polos vitales de la democracia, desde los sindicatos hasta el Parlamento y la sociedad movilizada, varios millones de cuyos protagonistas han salido a la calle para expresar su descontento.

De todo ello, sólo ha dado más que algunas peripecias  en su camino político. Creyó que podría superarlo todo, soslayarlo todo, barrerlo todo bajo la alfombra. La realidad democrática ha acabado por alcanzarles a él y a sus partidarios, como ya ocurrió el pasado mes de junio: entonces, tras anestesiar deliberadamente las campaña presidencial y luego la legislativa, Emmanuel Macron ofreció a la extrema derecha éxitos electorales históricos y perdió su mayoría absoluta.

Solo contra todo o casi, el jefe del Estado habría podido, también el jueves, salir de la crisis por arriba. Podría haber retirado su reforma; convocar un referéndum; constatar el fracaso de la legislatura y disolver la Asamblea. Una vez más, prefirió utilizar la fuerza.

El error sería olvidarlo:  si bien el gobierno se verá considerablemente perjudicado por esta secuencia, la reforma sólo está a un paso de ser aprobada. Sólo el voto de una moción de censura, poco probable por el momento (pero las probabilidades no valen gran cosa en medio de una crisis política de este tipo), podría impedir que el proyecto de ley y su medida estrella, la jubilación a los 64 años, se aprueben definitivamente.

La vitalidad democrática en los huesos
Se trata de un nuevo golpe a la democracia parlamentaria, en una secuencia que ha debilitado considerablemente sentido. Utilizando como vehículo un proyecto de ley rectificativa de financiación de la Seguridad Social (PLFSSR), el gobierno ha limitado deliberadamente la duración de los debates y el horizonte de la representación nacional. Ha añadido la utilización del voto bloqueado en el Senado y, a partir de hoy, el paso por la fuerza en la Asamblea. Del artículo 47-1 al 44-3 y al 49-3, el gobierno ha utilizado todas las herramientas que le da la Constitución para eludir al Parlamento.

Convencido de tener razón, Emmanuel Macron consideró que podía decidir en contra de todos. Lejos de las promesas de "reinvención" y de "nuevo método" hechas durante la campaña, centralizó las decisiones y el ritmo de una reforma que acabó en el paredón. Un cuarto de hora antes del discurso de Elisabeth Borne, la mayoría de los miembros del gobierno y los electos de su bando desconocían la decisión del Presidente de la República.

Una estrategia, mezcla de bulldozer y tierra quemada, que le deja con pocos aliados. Los poderes económicos, los mercados financieros, las grandes fortunas del país y una parte de los jubilados aplaudirán quizás (y habría que verlo...) la obstinación del Presidente de la República en aplicar las reformas que reclamaban.

Pero esto no basta para mantener viva una democracia, ni para mantener la unidad de una sociedad ya fracturada. El jueves, los sindicatos anunciaron su voluntad de continuar y ampliar el movimiento social. Sobre el terreno, los prefectos y los concejales dan la voz de alarma ante el aumento de la cólera y temen que el resultado del debate parlamentario se convierta en la gota que colme el vaso ya lleno. Y la extrema derecha ya se frota las manos, encantada con el incendio provocado por el pirómano del Elíseo.

En el plano político, el futuro no parece más tranquilizador. Después de todo esto, ¿qué queda del segundo quinquenio de Emmanuel Macron? Su Primer Ministro está desvalorizada, su gobierno está tetanizado. En la Asamblea, no tiene mayoría y ahora tendrá todas las dificultades del mundo para componer una. Y, fuera del ámbito político, la ruptura con los cuerpos intermedios [sindicatos] parece tan profunda que presagia malos augurios para la democracia social.

El rey está desnudo, sólo adornado con la legitimidad de haber sido elegido por defecto ante el peligro de la extrema derecha. El asunto sólo sería asunto suyo si no incolucrara a todo el país en una niebla democrática preocupante.

16/03/2023

https://www.mediapart.fr/journal/politique/160323/le-premier-jour-de-la-fin-du-quinquennat

Traducción: viento sur

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