Tres semanas después del golpe militar el movimiento de desobediencia civil convocó una huelga general para el lunes 22. Según el diario birmano The Irrawadi y la prensa internacional, la huelga ha sido un éxito: la huelga se ha vivido en todo el país con oficinas, negocios, mercados, tiendas y restaurantes cerrados, con barrios atrincherados y carreteras cortadas.

No obstante, la junta militar había intentado evitar su éxito incrementando la represión: más de 400 arrestos, represión, a veces, con munición real. En Naypyidaw, la capital administrativa, Mya Thwet Thwet Khine, un joven tendero de apenas 20 años fue asesinado. Al entierro acudió una larga procesión motorizada, al mismo tiempo que en Rangún (Yangon) se realizó una manifestación en su memoria. Este asesinato radicalizó la protesta.

Otra gran protesta tuvo lugar en el puerto de Mandalay, donde las fuerzas de seguridad mataron a tiros a dos personas, si bien cuando estaban intentado obligar a los trabajadores que se negaban cargar un barco que volvieran al trabajo.

Este lunes 22 de febrero, el ejército tomó medidas preventivas desplegando tanques, levantando barricadas y bloqueando el acceso a los centros urbanos mediante convoyes militares. Nada de ello disuadió a los manifestantes, que desmantelaron las barricadas o se reunieron frente a los soldados.

Desde el principio, la resistencia congregó a una amplia gama de componentes: las y los trabajadores de la salud y los jóvenes estudiantes (Generación Z) en cabeza, el poderoso sector público y los empleados privados, empresarios y comerciantes, etc. A medida que pasa el tiempo, la oposición [al golpe militar] va ganando en amplitud. Un sindicato liderado por mujeres en una zona industrial de Rangún está ayudando a extender las protestas en el centro de la ciudad. Los grupos LGBT son muy activos. Se está articulando una movilización campesina. Algunos sectores de la policía se ponen del lado de los manifestantes. Los monjes budistas (si bien no la jerarquía) muestran su apoyo Los manifestantes han optado por la no violencia, combinando acciones fluidas y concentraciones masivas. De hecho, hasta la fecha no parece haber habido una represión brutal.

La resistencia adquirió rápidamente un marco de coordinación: el Movimiento de Desobediencia Civil. Su objetivo es garantizar la continuidad de la lucha y la solidaridad en el tiempo. La huelga en Birmania no deja de tener consecuencias. Incluso los funcionarios (empleados del sector público) se encuentran sin ingresos; no hay sindicatos ni fondos de huelga capaces de apoyarles; si la lucha fracasa, es su trabajo lo que está en juego. Se han impulsado muchas iniciativas locales, en particular de personalidades, para ayudar a sus familias proporcionándoles alojamiento, comida, etc. La existencia del MDC ha facilitado esta ayuda mutua, incluso si es solo una respuesta parcial y temporal.

La creación del MDC es una de las diferencias notables con el anterior gran movimiento contra el orden militar, iniciado el 8 de agosto de 1988 por estudiantes, abogados, médicos y, entonces también, funcionarios. Entonces se opuso al régimen socialista y dictatorial de Ne Win. Es cierto que el término socialista no tenía el contenido que generalmente se le atribuye. La propia junto lo definía como "socialista y anticomunista".

En Birmania todo el mundo recuerda la masacre de 1988 (unos 3.000 muertos). Sin embargo, la historia no está condenada a repetirse. La amplitud del movimiento actual (Cinq Deux, para el 22/02/2021) es muy superior al de entonces (Quatre Huit, para el 08/08/1988). El país ya no está aislado. El ejército detenta dos poderosos conglomerados económicos cuyas ganancias dependen del comercio regional (en el que Singapur es el primer inversor). La formación de los actuales oficiales superiores, comenzando con el del general Min Aung Hlaing, difiere mucho de la del Estado Mayor de Ne Win.

El golpe de Estado del 1 de febrero muestra que los militares no quieren ceder nada de su poder, pero frente a la fuerza de la movilización, pueden tratar de ganar tiempo en lugar de optar por un baño de sangre. Sin embargo, no parece que haya vuelta atrás. La determinación del movimiento refleja el sentimiento de que no hay otro resultado tolerable que la victoria, y que esta vez la victoria es posible.

Artículo escrito para el semanario L’Anticapitaliste

http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article56915

 

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