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La histeria antiinmigrante se ha apoderado de los principales gobiernos del norte del mundo. El histrionismo mediático del presidente Donald Trump compite con la mezquina indiferencia del ministro del Interior italiano, Matteo Salvini; pero las dos versiones comparten el temor a la masiva llegada de extranjeros que, sienten, ponen en peligro los pilares de su civilización.

Aunque hediondo, ese miedo viene justificado por la historia. Todos sabemos que las “invasiones bárbaras” destruyeron el imperio romano con mucha mayor eficacia que las más temibles escuadras armadas de sus adversarios. Vale la pena dedicar unos minutos a la reflexión histórica.

Las célebres invasiones de los bárbaros (pueblos que fueron estigmatizados con ese apelativo porque no hablaban latín o griego, que eran consideradas las lenguas “civilizadas”) fueron mentadas por los historiadores también como “migraciones germánicas”, lo que asemeja aquel proceso al actual.

Siguiendo la historiografía dominante, se pueden apreciar algunas características de largo plazo de aquellas migraciones masivas: se extendieron a lo largo de cuatro siglos, desde el siglo III al VII de nuestra era, afectaron a toda Europa y marcaron la transición de la Edad Antigua a la Edad Media. Las causas de esas migraciones masivas se relacionarían (aún hay dudas) con un cambio del clima que empujó a los pueblos del norte a buscar regiones más cálidas presionando las fronteras de los imperios.

La presión en las fronteras del imperio romano fue tan masiva y tan extensa en el tiempo que no pudo ser contenida por la fuerza armada, entre otras razones porque el imperio sufría crisis y decadencia, y porque los “invasores” no eran un ejército sino pueblos que se movían de manera dispersa y espontánea en una dirección determinada, empujados simplemente por la necesidad de sobrevivir.

Algo similar le sucedió en el mismo período a los imperios asentados en India y China. En este punto, vale una precisión: las migraciones masivas no fueron la causa única de la caída de los grandes imperios, sino que aceleraron un proceso de decadencia que terminó en colapso y desintegración.

Las clases dominantes del mundo muestran con su actual política contra los inmigrantes no sólo una elevada dosis de racismo, sino que han sacado algunas conclusiones de las causas que llevaron a la caída del imperio romano. Por nuestra parte, también sería necesario abrir un debate pensando en la larga duración.

La primera consideración es que las migraciones pueden jugar un papel importante cuando coinciden con un período de decadencia de un sistema social o de un conjunto de estados hegemónicos. Tanto la Unión Europea como los Estados Unidos enfrentan problemas de largo plazo, focalizados en la decadencia frente al imparable ascenso de Asia-Pacífico y de China en particular. Que la UE se haya quedado sin estrategia política y que Washington oscile entre la globalización y un estrecho proteccionismo, son apenas síntomas de su decadencia.

La segunda es que todo indica que las migraciones del Sur hacia el Norte serán una constante en los próximos decenios, ya que los pueblos siempre buscan moverse hacia las zonas donde puedan acceder a mejores condiciones de vida. En este punto, aparecen varias cuestiones a tener en cuenta. Por un lado, el proceso de acumulación por despojo/robo que sufren los pueblos del tercer mundo (que en los últimos años se viene expandiendo en los países del norte), tiene graves consecuencias: mayor pobreza, desintegración social comunitaria que sostenía la vida de las personas, desertización y cambios climáticos, entre los más destacados.

El modo como funciona el capitalismo en este período tiene carácter estructural y no cambiará en función de quienes gobiernen, por lo que las tendencias mencionadas habrán de profundizarse. Por lo tanto, las migraciones de los pueblos que habitan África, Asia y América Latina seguirán su curso. Estamos apenas en la primera parte de una vasta oleada de migraciones.

En 2016 la ONU aseguraba que había 250 millones de migrantes que vivían en apenas 20 países (goo.gl/C3uLvW). En 2065 el 40% de la población de Italia será migrante, frente al 8% actual, lo que puede dar una idea de los cambios en curso. El mismo informe destaca que de 1950 a 2100 el peso mundial de la población europea bajará del 22% al 7%, mientras el de la africana crecerá del 9% al 40% (goo.gl/5yuNzZ).

En tercer lugar, las políticas de muros y de detener a los migrantes lejos de las fronteras, que es lo que pretenden Trump y Salvini respectivamente, pueden enlentecer el proceso migratorio pero en modo alguno podrán detenerlo. En este proceso las clases dominantes están perdiendo su ya cuestionada legitimidad y están acabando con los principios de la democracia.

La Unión Europea está usando a las milicias árabes acusadas de genocidio para bloquear la llegada de migrantes a Europa (goo.gl/eRx9Dv). El ministro Salvini viaja a Libia con la propuesta de crear centros de detención (campos de concentración) en la frontera sur, para frenar el tránsito de migrantes lejos de las fronteras europeas (goo.gl/G8Ho3H).

Un reciente informe de Consortiumnews explica cómo la política de Estados Unidos en Honduras “es directamente responsable de la crisis de la inmigración” que ahora afecta al país. Concluye: “La narrativa convencional a menudo reduce las causas de la migración a los factores que se desarrollan en los países de origen de los migrantes. En realidad, la migración es a menudo una manifestación de una relación profundamente desigual y de explotación entre los países de emigración y los de destino” (goo.gl/XsEkBv).

Establece, por ejemplo, una relación directa entre la presencia militar de EEUU en Honduras y las grandes multinacionales con la migración, por el colapso de las economías familiares y el aumento vertiginoso de la violencia. Más cerca en el tiempo, destaca que el golpe de 2009 contra el presidente Manuel Zelaya “explica el aumento de la migración de Honduras a través de la frontera sur de Estados Unidos”.

Las políticas de acumulación por despojo que practican las grandes multinacionales apoyadas por los Estados del centro, llevan a la militarización de regiones enteras con consecuencias que se pretenden ignorar: “El crimen organizado, el narcotráfico y la policía del país en gran medida se superponen”, señala el informe sobre Honduras. Narco-estados para controlar a la población empobrecida y furiosa, son la otra cara del proteccionismo y el rechazo a los inmigrantes que promueven los gobiernos de Trump y la UE.

No todo es negro, a pesar de los dolores. Las migraciones enriquecen a las sociedades y a las personas que migran. Sandro Mezzadra considera que la migración debe ser considerada como un movimiento social, mediante el cual “el migrante se sustrae a las coacciones ejercidas por la estructura económica, social, política de su país de origen”, para recomenzar su vida, tal vez en mejores condiciones ("Derecho de fuga", Traficantes de Sueños, Madrid, 2005).

Las sociedades receptoras se diversifican, aumenta la heterogeneidad, conviven diferentes culturas y la vida cotidiana de los sectores populares empieza a estar atravesada por modos de hacer que, si superamos ciertas rigideces y desconfianzas, nos devolverá potencia transformadora. Para el proyecto emancipatorio las migraciones son la posibilidad de algo nuevo y mejor, pero eso depende exclusivamente de lo que hagamos.

01/07/2018

https://www.naiz.eus/es/iritzia/articulos/migrantes-y-refugiados-esto-recien-empieza-1

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