Artículo original en catalán

Había un tiempo, hace ya muchos años, que la política de Convergencia, entonces el partido hegemónico en Catalunya, se resumía en una frase de Jordi Pujol: Peix al cove! Significaba que era rentable utilizar la fuerza electoral ganada en Catalunya para obtener concesiones del Estado español. Las grandes movilizaciones independentistas de los años 2012-2017 sepultaron este lema, que ya estaba muy tocado después de que Aznar obtuviera mayoría absoluta en el 2000, del recorte al Estatut de Catalunya en las Cortes y, sobre todo, de la sentencia del Constitucional de 2010. Ahora, cinco años después de la derrota del 27 de octubre de 2017, simbolizada por el abandono del govern y la aplicación del artículo 155, el viejo aroma convergente se vuelve a notar en el seno de los dos grandes partidos independentistas: ERC y JuntsxCat. Todo un símbolo de que la época del procés ha terminado definitivamente.

ERC: entre el pujolismo de izquierdas y el maragallismo independentista
ERC fue el primer partido independentista que captó el cambio cualitativo de la situación política después de octubre de 2017 y puso en práctica una variante del peix al cove utilizando los votos obtenidos en las generales de 2019 para intentar conseguir concesiones del gobierno PSOE-UP. Enric Marín , uno de los ideólogos de ERC, ha hecho una buena definición de la orientación actual de este partido:

En los dos últimos o tres años más de una vez me han interpelado sobre la nueva etapa del catalanismo soberanista. La formulación de la pregunta suele ser, simple, directa: ¿Y ahora qué hacer? Normalmente, mi respuesta, también directa, es esa: pujolismo de izquierdas, o maragallismo independentista... o, mejor, ambas cosas .

Gabriel Rufián se presenta en Santa Coloma como un independentista pactista de izquierdas para intentar ganar en el PSC: "Somos más socialistas y catalanistas que nadie" ha dicho. Y Ernest Margall intenta repetir en Barcelona la victoria de 2019 como un socialista moderado ligeramente independentista.

La principal consecuencia de la orientación de ERC ha sido la ruptura del gobierno independentista de coalición con JuntsxCat y la necesidad, desde octubre del 2022, de buscar pactos para poder gobernar en minoría (con 33 diputados de 135), cosa que ha dado un nuevo protagonismo al PSC y a los Comuns. ERC apoyó los presupuestos de Pedro Sánchez (como el PDeCAT) mientras que Junts y la CUP votaron contra. Consiguió que Comuns y PSC aprobaran los presupuestos de la Generalitat, pero a cambio de asumir tres duras concesiones al PSC: la ampliación del aeropuerto de El Prat, el cuarto cinturón entre Sabadell y Terrassa y el proyecto de Hard Rock en el Camp de Tarragona.

Los resultados positivos de esa política son limitados. Hubo el indulto a los presos del 1 de octubre, pero Puigdemont y otros protagonistas del procés continúan en el exilio, más de 500 personas están pendientes de juicio, se espía sin consecuencias a independentistas a través de Pegasus, la Mesa de Diálogo está bloqueada, se rechaza la propuesta del presidente Aragonés de un acuerdo de claridad para decidir el futuro político de Catalunya y las inversiones prometidas no llegan y afectan duramente a los miles de usuarios de los trenes de cercanías. En resumen: ha entrado poco peix en el cove. Las elecciones del 28 de mayo serán una primera medida del desgaste que sufrido por ERC.

Xavier Trias: una aproximación a la antigua Convergencia
JuntsxCat no ha hecho ninguna aproximación a la política de peix al cove , en parte por sus diferencias internas y, en parte, porque su débil peso en el Congreso español no se lo permite: sólo 4 diputados, los mismos que el PDeCAT, frente a los 13 de ERC. Pero desde principios de 2023 existe una clara tendencia de una parte de los dirigentes de Junts a acercarse a la figura de Jordi Pujol, que había desaparecido de la escena política desde el 2014, cuando confesó que tenía dinero escondido en Andorra.

La candidatura de Xavier Trias a la alcaldía de Barcelona es el intento más serio para reagrupar los votos de la antigua Convergencia: Pujol asistió a la presentación, tiene el apoyo oficial de Junts, de Puigdemont, del PDeCAT y de muchas personalidades de talante convergente. Su programa es claramente de derechas y un ataque frontal a la gestión de Ada Colau. Su lema es que Barcelona debe ser una ciudad de orden. Y aprovecha cualquier circunstancia para remarcarlo, aunque deba añadirse al coro de la derecha y la extrema derecha. Así, cuando la empresa privada Desokupa se presentó ante dos edificios ocupados de la Bonanova, Trias y el número tres de su lista declaraban que Colau había sido una ocupa y por eso hacía la vista gorda ante los problemas de orden público y seguridad, obviando que el mayor problema de seguridad lo habían provocado precisamente Desokupa y los ultras que la acompañaban.

La propuesta de Trias es orden y fomento de la iniciativa privada, dejando de lado las medidas sociales y la preocupación medioambiental: tratar los ocupas como delincuentes, revertir la reserva del 30 % de pisos sociales en las nuevas promociones, ser contrario a las supermanzanas y favorable a los cruceros y al turismo de lujo, etc. Y en el plano nacional dejar la independencia a un nivel muy secundario. Se trata de un giro espectacular comparable, pero en sentido contrario y limitado a Barcelona, al paso al lado que dio Mas para permitir el acceso de Puigdemont a la presidencia a principios de 2016.

Este acercamiento al antiguo mundo convergente no se limita a la capital. En todas las comarcas se han hecho esfuerzos por realizar candidaturas conjuntas con alcaldes y militantes que se habían presentado con el PDeCAT en las anteriores elecciones municipales. Cabe recordar que la ruptura entre el PDeCAT y Junts se remonta a 2020, cuando el Congreso de este último partido se pronunció por la unilateralidad, la consideración del resultado del 1 de octubre como un mandato vigente y la confrontación con el Estado.

Si Trias lograra ser alcalde de Barcelona o, al menos, un muy buen resultado, significaría un triunfo del sector moderado del partido, el más cercano a la tradición convergente, el que fue contrario a abandonar el gobierno de la Generalitat pero que quedó en minoría frente a la propuesta de Puigdemont y Laura Borràs, principales representantes (junto con Quim Torra, que no pertenece al partido) de lo que algunos llaman independentismo mágico. La condena de Borràs por prevaricación y falsedad documental la ha apartado de la presidencia del Parlament, seguramente de forma definitiva, y ha debilitado al sector que representa, pero un mal resultado de Trias le volvería a dar oxígeno.

¿Qué harán los votantes independentistas?
Ésta es la cuestión fundamental, porque sin un voto masivo ningún partido tendrá suficiente fuerza para obtener concesiones del gobierno del Estado (para conseguir peix al cove), y menos con las divergencias y divisiones actuales.

En las municipales de 2019 ERC fue el partido más votado y el independentismo recogió 1,72 millones de votos (49,72 %). En las elecciones generales del mismo año ERC volvió a ser el partido más votado y el independentismo obtuvo 1,64 millones de votos (42,59%). En las elecciones catalanas de 2021 el PSC fue el partido más votado, pero empató en escaños con ERC; el conjunto del independentismo logró 1,44 millones de votos y mayoría absoluta en el Parlamento debido al aumento de la abstención.

Actualmente la división del independentismo es mayor que nunca. La propuesta de Òmnium Cultural de sentarse y empezar a construir un nuevo marco estratégico para el movimiento de liberación nacional, más inclusivo y con la complicidad de nuevos agentes, no ha calado suficientemente.

La encuesta del CEO del mes de abril señala que el derecho a decidir mediante un referéndum tiene un apoyo del 77%, pero quienes apoyan la independencia son menos (43%) que los contrarios (50%), lo que viene sucediendo desde mediados de 2019. El 89% de las personas encuestadas ven la independencia poco, muy poco o nada probable en los próximos cinco años. A la hora de señalar cuál es el principal problema de Catalunya, la insatisfacción con la política y el funcionamiento de la economía ocupan los primeros puestos (14%), seguidos por el paro y la precariedad laboral (11%), y las relaciones entre Catalunya y España ocupan la cuarta posición (9%) con igual porcentaje que la sanidad.

Dentro de la gente independentista hay más desaliento y, probablemente, esto se traducirá en menos votos.

Por otra parte, si se leen las condiciones de la Assemblea Nacional Catalana (ANC) para poder recomendar el voto a una candidatura se verá que ninguna las cumple íntegramente: reconocimiento de la validez del referéndum del 1 de octubre y de la declaración de independencia del 27, ningún pacto de gobierno con candidaturas o personas significadas en la defensa de la aplicación del artículo 155, apoyar y potenciar el Consejo por la República,. .

El valor simbólico de Barcelona
Además del voto independentista, otra cuestión importante es quién ganará en Barcelona, quién conseguirá la alcaldía y con qué alianzas.

Los sondeos consideran que PSC, Comuns, Junts y ERC están bastante igualados y, por tanto, nadie podrá gobernar sin alianzas y el candidato más votado no será necesariamente alcalde. Esto ya ocurrió en el 2019 cuando Maragall fue el más votado, pero Ada Colau fue alcaldesa gracias a la coalición con el PSC y los votos de Manuel Valls.

En esta ocasión Junts, PSC y ERC afirman que no harán alcaldesa a Ada Colau, presentando todos ellos un programa de contrarreforma, de los cuales el más agresivo es el de Trias seguido por el de Collboni (PSC).

Ada Colau actualmente está muy lejos de representar la voluntad de cambio de las clases populares tal y como ocurrió en 2015. Los grupos de base que le apoyaban hace ya mucho tiempo que se han reducido drásticamente, en paralelo a la disminución de la democracia interna ya la pérdida de radicalidad de sus políticas. Actualmente los Comuns se parecen mucho a lo que fue ICV, pero con un liderazgo personal mucho más potente. Aun así algunas encuestas como la del CIS del 11 de mayo dan la victoria a los Comuns, un poco por encima del PSC. La explicación debe buscarse en la existencia de un sector de la población que está dispuesto a hacer un voto útil por Ada Colau para impedir el triunfo de las otras tres candidaturas con posibilidades de ganar, porque todas ellas defienden propuestas menos progresistas o de clara contrarreforma en temas sociales y medioambientales.

No está claro si la CUP conseguirá entrar en el ayuntamiento de Barcelona recogiendo el voto de las personas soberanistas y de izquierda descontentas con la evolución de los dos grandes partidos nacionalistas y de los Comuns. Sus críticas están casi siempre fundamentadas y proponen solucionar los problemas con medidas radicales. Pero el empate entre los cuatro principales candidatos favorece el voto útil, y la CUP no ha conseguido agrupar fuerzas más allá de las propias, ni popularizar una lista de propuestas concretas vistas como necesarias por un amplio sector.

La posibilidad de que el próximo alcalde de Barcelona sea Collboni (PSC) no es fruto de méritos propios, pues se ha limitado a marcar desde la derecha la política de los Comunes, sino de la capacidad de arrastre de Pedro Sánchez, la persona que realmente controla la distribución del peix, tal y como está exhibiendo durante la campaña electoral . El PSC ya hace muchos años que no es un partido catalanista y moderadamente progresista como en los tiempos de Raventós, Obiols y Maragall. Ahora es simplemente la sucursal catalana del PSOE, el partido que votó el 155, el de las promesas incumplidas, sin valor para hacer frente a la derecha extrema y a la extrema derecha, el responsable de graves violaciones de los derechos humanos de las personas refugiadas y migrantes (simbolizada en la actitud frente a la masacre de Melilla ). Que llegara a ser alcalde sería la señal más clara de que el orden ha vuelto a Catalunya, que el péndulo ya oscila claramente en sentido contrario al impulso democrático y social que le dieron el 15M y las grandes movilizaciones soberanistas.

El 28M mostrará en qué momento están las tendencias analizadas, nada está escrito y el voto de la ciudadanía todavía puede modificar el sentido de los acontecimientos, empujando a favor del derecho a decidir, la amnistía, la satisfacción de las necesidades sociales, la democracia y el respeto de los derechos humanos.

19/05/2023

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