El significado más obvio del triunfo de la Candidatura Barcelona en Comú (BEC) y Ada Colau es que Sí se Puede ganar, porque hay una profunda voluntad de cambio en las capas populares. Pero hacen falta dos condiciones: un proyecto capaz de suscitar una unidad amplia, que permita unir a organizaciones diversas (Podem, ICV, EUiA, Equo, Procés Constituent) y a mucha más gente no encuadrada por ellas (la gente que sintió atraída por BEC, que nutrió sus grupos de base y desplegó una actividad extraordinaria a lo largo de toda la campaña); y una persona reconocida, con capacidad mediática y dispuesta a poner su liderazgo al servicio de este proyecto plural, en este caso, Ada Colau. No es fácil reunir todos estos ingredientes, pero si se ha podido una vez, es posible conseguirlo de nuevo. Este es el factor esperanza, cuyo impacto puede ser más fuerte que el propio triunfo electoral.

Pero incluso cuando se reúnen estas condiciones las cosas no son fáciles. Solo 17 000 votos y un concejal han separado a Ada Colau de Xavier Trias (CiU). Y las alianzas para gobernar van a ser complicadas: la mayoría para gobernar son 21 concejales y BEC tiene solo 11. El partido políticamente más cercano es la CUP que ha hecho una buena campaña y ha conseguido entrar por primera vez en el ayuntamiento, pero sólo con 3 concejales. A partir de ahí las alianzas son muy difíciles: ERC tiene 5 concejales, y luego están PSC (4), CiU (10), Ciutadans (5) y PP (3); con los tres últimos las alianzas están descartadas. Todo va a depender mucho de la movilización ciudadana, del mantenimiento de la actividad de los grupos de base, de la capacidad de tejer alianzas amplias en los barrios y de saber “mandar obedeciendo”. Todo un reto.

Pero el triunfo de BEC tiene un significado que va más allá de la ciudad, porque Barcelona es la capital de Catalunya y desde el inicio se sabía que tanto la campaña como el resultado iban a ser leídos en clave nacional, tal como está sucediendo.

CDC y Artur Mas han presentado las municipales de Barcelona como una especie de primarias de las anunciadas elecciones del 27 de septiembre, explicando que para reforzar el proceso independentista era necesario el triunfo de Trías. Artur Mas puede estar tentado ahora de aplazar el 27S o de volver a la carga con la necesidad de una candidatura unitaria de las fuerzas independentistas, como ya empiezan a reclamarle. Pero lo cierto es que identificar a Trias con la independencia es una verdad a medias, porque Trias representa solo el independentismo neoliberal y es evidente que los de abajo están hartos de políticas neoliberales.

La idea de presentar las elecciones municipales del 24M como las “primarias” del 27S ha sido compartida también por la dirección de la ANC, que ha pedido a las diversas candidaturas adherirse a la Associació de Municipis per la Independència (AMI), trabajar por el carácter plebiscitario del 27S y construir gobiernos locales independentistas capaces de apoyar al Parlament y al Govern que salgan del 27S en el proceso hacia la independencia. En Barcelona este acuerdo lo firmaron CiU, ERC, CUP y Millor Barcelona (una candidatura que no ha obtenido representación). En cambio no lo firmó BEC, aunque tres de las cuatro primeras personas de su lista han explicado que votaron Sí-Sí el pasado 9N. Jordi Sánchez, el nuevo presidente de la ANC, llamó a no equivocarse y votar independentista en Barcelona. En el contexto de estas elecciones esto significaba llamar a no votar BEC, no votar la única posibilidad concreta de cambio en Barcelona y favorecer la otra candidatura que podía ganar, la de Trias, el independentismo neoliberal. Los resultados están a la vista, las clases populares están hartas del neoliberalismo y han votado a Ada Colau. ¿Ha sido buena la opción de la ANC? Afortunadamente el independentismo no ha sido unánime en esta cuestión, ha habido voces más inteligentes, aunque minoritarias, que advirtieron del peligro, por ejemplo la de Vicent Partal: “anatemizar desde el soberanismo un movimiento como Barcelona en Comú es un error, como es un error presentar las municipales como la primera vuelta del 27S. Ahora ya se ha hecho y si van mal dadas será difícil resolver el rompecabezas”.

¿La derrota de Trías ha significado un frenazo del movimiento independentista? Así lo anuncian diversos titulares. Pero, en primer lugar, convendría recordar que el proceso es mucho más amplio que Trias y Mas; y que su declive ya ha sido proclamado en diversas ocasiones sin que la realidad lo haya confirmado. En segundo lugar es necesario reconocer que hay problemas. Aunque algunos medios se esfuerzan en argumentar que todo va bien: los partidos soberanistas (CiU, ERC, CUP) han ganado 300 000 votos respecto al 2011 y pasan de representar el 33% al 45%. Pero en el conjunto de Catalunya ha recogido 1,4 millones de votos, menos que los 1,9 del 9N, que ya eran insuficientes para asegurar el triunfo de la independencia el 27S.

Por otro lado se ha abierto una contradicción entre la orientación política del partido de Artur Mas y la evolución hacia la izquierda del voto independentista, haciendo bueno el titular de “Independencia sí, desigualdades no”. Respecto a 2011 CiU ha perdido 110 000 votos en el conjunto de Catalunya, mientras que ERC ha ganado 250 000 y la CUP 160 000. En votos absolutos CIU ha obtenido 667 000 votos, por 508 000 de ERC y 221 000 de la CUP. Es decir, la base del independentismo es mayoritariamente de izquierda moderada (ERC) o anticapitalista (CUP), pero gobierna y quiere seguir gobernando el neoliberalismo (CiU).

Los retos de cara el futuro no han cambiado mucho desde el 9N. Es necesario que se mantenga el 27S y trabajar por una mayoría favorable a la independencia si se quiere mantener el empuje del movimiento soberanista y crear una relación de fuerzas suficiente para hacer efectiva la independencia (cosa muy difícil), o bien obligar al Estado a aceptar un referéndum a la escocesa. Pero sólo se puede asegurar esta mayoría ganando a muchas personas (entre 250 000 y 500 000 respecto al 9N) que ahora no son favorables o están indecisas. La condición es que la independencia aparezca ligada a erradicar la corrupción, más democracia (en particular un proceso constituyente participativo) y un plan de urgencia social para paliar los estragos de la crisis. Lo cual es imposible con la trayectoria y la política concreta de CiU y Artur Mas. Si ERC por un lado y la ANC por el otro no se atreven a liderar una independencia sin corrupción, sin recortes a la democracia y sin desigualdades flagrantes, lo más probable es que, si hay 27S, no se gane. De momento la única que se atreve a levantar programa de este tipo es la CUP, pero todavía es demasiado débil para imprimir un giro a la situación.

¿Y no sería posible reeditar el éxito de Ada Colau con una Catalunya en Comú? Es lo que nos gustaría a muchos, pero parece extraordinariamente difícil. La unidad de BEC ha sido posible (aunque lamentablemente sin la CUP) porque era solo una alternativa municipal y la cuestión nacional ha jugado un papel muy pequeño (incluso demasiado pequeño, en mi opinión). Pero el 27S la alternativa nacional será una cuestión fundamental (aunque no la única). Y en este tema la unidad entre un partido ambiguamente partidario del derecho a decidir y contrario a la independencia (Podem), con partidos soberanistas pero no independistas (ICV, EUiA) y otro independendista (CUP) es muy problemática. Por otro lado Podem ha tomado ya la decisión de presentarse en solitario a las autonómicas; y la CUP se ha mostrado muy refractaria a alianzas con fuerzas que hayan tenido responsabilidades de gobierno en el pasado (ICV, EUiA).

Aun así queda la esperanza que las repercusiones del triunfo de BEC, el avance de la CUP, la magnitud de los retos y la conciencia de las oportunidades que podrían abrirse, ayude a cambiar las posiciones actuales, por parte de todos. Porque aún estaríamos a tiempo.

25/05/2015.

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