El 25 de enero a las 19: 30 en el Ateneo Barcelonés del carrer Canuda tendrá lugar un acto con la previa del profesor y ateneísta Bernard Castany que presentará a Pelai Pagès (historiador, miembro de la Fundació Andreu Nin), a Toni Doménech (filósofo, director de la revista SinPermiso), y a Pepe Gutiérrez-Álvarez autor de RETRATOS POUMISTAS, que ha preparado la siguiente exposición.

El punto de este encuentro parte del interés de sus organizadores en proseguir algunos temas de debate aparecidos en los diferentes actos que en relación al POUM hemos organizado en este escenario que podíamos llamar “clásico”. El pretexto es, como podía haber sido cualquier otro, la reciente edición de una aportación eminentemente divulgativa que he titulado Retratos poumistas (editado por Renacimiento, Sevilla, en la colección España en armas), lo que ya de entrada nos permite señalar que algo así hubiera sido escasamente posible solamente unos años atrás. Que un trabajo de estas características se encuentre actualmente en las librerías nos indica la existencia de una evidente recuperación del pensamiento crítico así como la persistencia de la memoria poumista evidenciada por su Webb, y por la proliferación de obras “poumistas”, de una bibliografía en constante crecimiento.
He podido comprobar que existen autores que defienden a capa y espada sus títulos, no sería éste mi caso ya que, nada más efectuada la primera lectura del libro impreso, no tardó en percibir erratas, echar en falta un mayor grado de maduración, y en este caso el olvido de nombres inolvidables como José Rodes o Eusebio Cortezón, ausencias que se pueden justificar en parte por la falta de documentación y testimonios...Con todo, tampoco se trata de pasarse, y honestamente pienso que, el libro comprende un listado de personajes hartos representativos, que se amplia a una representación mucho más amplia de militantes femeninas y de poumistas extranjeros mayor de la que se suele citar, que abarca tanto la “central” catalana como la del resto del Estado, y que ordena diversas generaciones, desde la que creó el Partido Comunista (anotando que la mayoría de sus componentes activos formaron parte del POUM, dándose el caso de negar el ingreso a José Bullejos), hasta la última, la de los años sesenta-setenta, pasando por la que hizo sus primeras armas con la llegada de la República como es el caso precoz de Wilebaldo Solano que tenía 15 años en 1931, o de Teresa Rebull, que tenía 20 en 1939. El orden alfabético ligeramente adaptado, me ha permitido en buena medida escalonar los personajes de tal manera que, una vez pasado los hermanos Daniel y “Pep” Rebull”, aparecen algunos de los que fueron cobrando mayor importancia en las últimas fases, como es el caso de Solano, de José Antonio Ubierna (ampliado por Pelai Pagès, el historiador del POUM por excelencia), que cierran la trayectoria organizativa. Trayectoria que se anuda por otros medios con la Fundació Andreu Nin, que últimamente resurge con un potencial que ha sorprendido a sus propios afiliados.
El método de aproximación ha sido deliberadamente didáctico. Cada personaje ha sido retratado a cuerpo entero de tal manera que se ofrece un largo prólogo en el que se habla de la historia de cada uno, de su procedencia y de sus actividades, y también de un largo epílogo que detalla que hicieron después de la guerra, dentro o fuera del POUM, sin dejar de lado los desencuentros y divisiones, así como los cambio de lealtades que las hubieron, y pienso que no de cualquier manera sino explicando y detallando el porqué, el cómo y el cuando, así como la peculiaridad de dicho cambio –extraña en otras escuelas, sobre todo en la estalinista- de que dicho cambio no afectó en ningún caso el vinculo primordial con la historia y el legado partidario. Como se puede ver, esta paradoja resulta francamente chocante en algunos de ellos como Víctor Alba o Fernández Granell, e ilustra tanto sobre los numerosos cambios ideológicos que conllevó la llamada “guerra fría” (Malraux llegó a decir que la lucha final sería entre comunistas y excomunistas), como sobre la situación en que sé encontró el POUM en el exilio, diezmado, sin líderes reconocidos (Andrade y Pere Bonet fueron “sustitutorios” de Nin y Maurín), y sin una conexión internacional ya que la guerra se llevó el Buró de Londres, y con el trotskismo se daban tanto las afinidades como las diferencias, sobre todo en lo referente a la guerra civil.
Se trata de un esquema que me ha permitido hablar del POUM “en términos de personas concretas”, y conciliar la historia particular con la historia general, con la guerra y la revolución, y también con todo un conjunto de episodios que van desde la “Semana Trágica” y la “Gran Guerra”, hasta el exilio y la transición española. Desde el retrato de conjunto, he procurado “puntear” eventos y preocupaciones diversificadas de manera que, por citar algunos ejemplos, a través de Andrade he entrado en la primera historia del PCE y en las actividades culturales de los años veinte-treinta, con Gorkin en el asunto de las negociaciones con el nacionalismo marroquí, con Grossi la insurrección de Asturias, con los Arenillas, Arquer o Rovira el hecho nacional, con Granell el arte y los artistas revolucionarios, con Nin el curso tomado por la revolución rusa, intentando no olvidar ninguna de las grandes cuestiones de la República, la guerra y la revolución...
Aunque las afinidades electivas con los personajes, con uno más que con otros, he huido de los esquemas de las “vidas ejemplares”, y de no olvidar contradicciones ni partes oscuras, que las hay. Igualmente he querido incluir pinceladas menores con los cuales acentuar sus rasgos personales por encima de los estrictamente políticos.
Hay varios temas que se repiten como el de la relación con Trotsky que, como salta a la vista de cualquier lector, tiene mucho que ver con las propias obsesiones del autor, pero también con la propia realidad. Un ejemplo: el POUM fue definido como un conglomerado trotsko-bujarinista (Mijhail Koltsov). En realidad era algo bastante más amplio. Si bien en la fracción trotskista por su carácter minoritario se podría escasas variaciones, en el bloquista los matices eran más amplios, e incluía nacionalistas catalanes como Jordi Arquer y Josep Rovira, “bujarinistas” como Portela (y en buena medida también Gorkin) que se distinguían por una opción más afín al Frente Popular y por mantener una cierta “neutralidad” en el dilema Stalin-Trotsky, esto sin olvidar sectores “rebassaires”, bastante influyentes localmente...Sin embargo, Koltsov (y Broué que acepta la definición) se equivoca. Desde finales de 1933, Maurín había tomado buena nota de las razones de Trotsky en la crisis alemana, y había acentuado sus críticas al estalinismo.
Esto resulta patente en su obra principal, Hacia la segunda revolución, pero sobre todo en su actividad en relación a la Alianza Obrera, una experiencia de frente único proletario antifascista que es profundamente deudor de las políticas de frente único desarrolladas por Lenin y Trotsky en el III y IVº Congreso de la Internacional Comunista...Se puede decir que Maurín compartía ciertas líneas fundamentales con Trotsky a través de Lenin. La unificación se plantea el base a la teoría de la revolución democrático-socialista, y en el rechazo del modelo estalinista al que se le opone la “democracia obrera”. El POUM no tenía la menor duda que el socialismo en España albergaría a socialistas de izquierda, anarcosindicalistas, e incluso a republicanos que no estuvieran contra la revolución.
Esta atención tiene una mirada hacia a tras pero otra hacia el presente. El POUM no se pudo renovar en el exilio, no conoció ningún relevo generacional. Su suerte no fue diferente a la de la CNT, llegó un momento en el que la represión de un lado, y las divisiones (del MSC) de otro, y se quedaron sin contactos activos con el exilio interior. Así, cuando al principio de los años se produce un atentado, y se da un infiltración periodística que sugiere una actuación “trotskista”, lo único que se le ocurrió a la policía fue buscar a Manel Alberich, que hacía poco que acababa de salir de la prisión y que ya permanecía inactivo. Cuando las siglas empiezan a sonar de nuevo, desde mediados de los años sesenta, ya se daba un relevo generacional en una resistencia claramente hegemonizada por el PCE-PSUC que se apoya en las ascuas del exilio interior, en la ayuda de primera mano del PCF, en su potente capacidad organizativa, pero sobre todo en el peso que la URSS y el movimiento comunista internacional han alcanzado después de la IIª Guerra Mundial.
En esta época el POUM representó –con la CNT- una historia que se ha ocultado incluso entre los antifranquistas, y un discurso antiestaliniano que llamará la atención de sectores de la nueva izquierda como el representaba el Frente de Liberación Popular (FLP), del que resulta un buen representante Antonio Ubierna cuyo retrato –junto con el de Pelai- cierra el libro, y concluye igualmente la mayor y última experiencia de reconstrucción en la segunda mitad de los años setenta en la que tomaran parte destacada también Wilebaldo Solano y el inquieto Albert Massó, que había conocido un intenso pasaje por el colectivo Socialismo o Barbarie en sus años más febriles y creativos. En todo esto, resulta sumamente singular que mientras se hayan olvidado grupos y partidos que tuvieron una influencia nada en los movimientos de masas en los años setenta como los maoístas, se siga hablando y escribiendo sobre el POUM, se sigan editando sus libros.
Este libro es fruto manifiesto de alguien que ha leído todo lo que le ha caído en las manos sobre el POUM, pero que además tuvo el privilegio de haber tratado –y a veces muy intensamente- a buena parte de sus componentes en el exilio parisino, y en consecuencia, haber escuchado multitud de datos y detalles sobre Nin y Maurín, sobre las grandes batallas y las anécdotas más sencillas. Hay detrás de esta relación no poco de conflicto generacional, con todo lo que eso significa, y también representa en la medida que tanto yo como otros que conocieron una relación similar –pienso en Jaime Pastor y Lucía González-, optamos finalmente por la LCR, supongo porque nuestra revolución era más la del mayo del 68 o la cubana que la española. También porque aunque escuchamos con sumo respeto a poumistas de la talla de Juan Andrade o Wilebaldo Solano que nos hablaban de realidades, hechos y personas concretas, nos atraía mucho más las lecciones de álgebra revolucionaria que impartía Trotsky. Pasado el tiempo sucedió que tuvimos que aplicar dicho álgebra a la realidad, y sacar lecciones entre lo posible y lo ideal...
También accedimos a una mayor documentación, por lo cual fuimos operando una considerable rectificación sobre este tenso conflicto. En los ochenta, tanto Jaime como Miguel Romero y yo mismo, tomamos distancia de los escritos de Trotsky sobre España, así como de otros escritos detractores trotskianos sobre el POUM. Nos parecían “una vista de pájaro” que respondía antes a criterios teóricos que a análisis concreto, o sea trasladabamos a la historia lo que nos ocurría en el cada día. Aprendíamos que la respuesta no está en el “programa” en oposición a la realidad sino que había que partir de la realidad para después, ver como se aplicaban las líneas maestras de un programa. Esto no significó aceptar sin más los planteamientos poumistas, adoptamos el POUM con sus problemas que los tuvo, y no pequeños. Primero porque la razón teórica sufre gravemente cuando su incidencia en la realidad no es determinante, y la del POUM dejó de serlo desde la derrota del UHP. Esta dificultad se agravó con la desaparición de Maurín, y también, claro está, por las “circunstancias” en que tuvo lugar una revolución hegemonizada por abajo por una CNT que por arriba se comportaba como un partido “realista”.
No hay que decir que sobre este cuadro pesaban circunstancias todavía mayores: el poder creciente de la contrarrevolución franquista, la farsa de la no-intervención, y para colmo, el giro de la política exterior estaliniana que apostaba por un acuerdo con las potencias democráticas, y por el sacrificio del partido de la revolución al que había etiquetado como “trotskismo”. Como ya había ocurrido con las revoluciones burguesas, en nombre de la revolución que se había iniciado en 1917 se liquidaba –con la ayuda de la derecha republicana o sea con los equivalente del “gobierno provisional” surgido en febrero de 1917- en 1937 una revolución que se había gestado en medio siglo de luchas, y con la cual se cerraba todo un ciclo de la historia social: ninguna otra crisis revolucionaria contendría los masivos componentes de corrientes como la socialista marxista o la anarcosindicalista, ni tan siquiera el mayo del 68 donde las expresiones equivalentes son “grupusculares”. A todo esto, el POUM respondió como se ha dicho, salvando el honor del socialismo, debatiendo posiciones y criterios francamente pluralistas que no le impide actuar a la hora de la verdad como un solo militante, y en este sentido resulta muy significativa la actitud de Juan Portela que, después de haber criticado muy duramente la actuación de Andreu Nin por la derecha, se jugará la piel por sus compañeros.
Quedan muchos libros que escribir todavía sobre el POUM por todo lo que este partido significa en un momento tan crucial de la historia nacional e internacional...De hecho, quizás sea ahora cuando existen unas perspectivas más claras, más precisas, de lo que significó, en un momento en el que, exceptuando una minoría muy exigua, nadie se atreve a hacer una defensa abierta del estalinismo. Ahora el debate pasa a otras estanterías. A la que opone la República como finalidad y el Frente Popular como su medio de defensa más idóneo (y al estalinismo como un aliado molesto pero necesario), y la que, como ya ocurrió en Francia en 1848, defiende la República social, democrática e internacionalista –anticolonialista-, y sitúa al movimiento obrero como el centro vital de su razón de ser. Que no excluye ninguna fracción de la democracia en la medida que acepta las concepciones sociales igualitarias y las prácticas democráticas libertarias. Estamos hablando de un legado que –como afirma Pelai Pagès en un cita que cierra el libro- que no es de ninguna sigla, pero en el que pueden sentirse reflejado los sectores más avanzados de los nuevos movimientos que están iniciando un nuevo ciclo de lucha social obligados por una ofensiva del capital que está poniendo en cuestión las conquistas sociales de medio siglo.
Me gustaría que este pretexto sirviera hoy para un buen debate, y de ahí las invitaciones a Toni y a Pelai, y la invitación a todos los presentes a los que animó a tomar parte en las actividades que la Fundación prepara con lo que los jóvenes de la Trintxera del Vendrell llaman “el año Nin”.

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