El colapso climático es el cálido aliento tóxico del patriarcado capitalista supremacista blanco. Mujeres, feministas y personas LGBTQIA2S+ de todo el planeta vienen denunciando desde hace décadas que la crisis climática tiene raíces patriarcales. Tanto si se llaman ecofeministas, feministas climáticas o ecoqueer, las activistas feministas climáticas propugnan un “cambio feminista del sistema y no un cambio del clima”, como dice uno de los lemas del movimiento.

Mujeres y Feministas por la Justicia Climática se ha convertido en una fuerza transnacional que tiene su propio acrónimo particular: WFCJ. A medida que se acelera el calentamiento global, este movimiento redobla su activismo global por una justicia climática feminista en todos los continentes. Aunque WFCJ impulse la movilización global, nace de la resistencia y la acción localizadas a nivel comunitario, regional y nacional.

Transnacional

Las mujeres indígenas que defendieron los recursos hídricos en el Campamento de Standing Rock y su victoria frente a los promotores del oleoducto de acceso XL Dakota simbolizan las innumerables luchas localizadas contra los proyectos de minería extractiva encabezadas por mujeres indígenas en todo el planeta. Las campañas comunitarias de las mujeres campesinas de La Vía Campesina para combatir y desmantelar estructuras patriarcales domésticas cimentaron su activismo internacionalista en pro de un feminismo campesino frente a la agricultura industrial planetaria.

También está el Colectivo Ecofeminista Africano, que aboga por la recuperación de los bienes comunales y se opone a las empresas multinacionales y al neoliberalismo. El Movimiento Kurdo de Mujeres refuerza las alianzas ecofeministas transfronterizas a partir de la construcción en su tierra de una sociedad ecofeminista en Rojava. Asimismo está el bloque Queer Pink en la campaña contra el carbón en Alemania, Ende Gelände, que contesta la estructura cis-heteronormativa de un sistema patriarcal transnacional que destruye el clima. Estos son algunos ejemplos de actividades locales del feminismo ecológico que han construido solidaridades transnacionales con WFCJ en todo el globo.

Solidaridad

Las luchas locales son fundamentales para este movimiento. Son específicas, situadas históricamente e interseccionales. Nombrarlas es crucial para evitar afirmaciones esencialistas, etnocéntricas y universalistas sobre el género y el clima por encima de las fronteras. Los movimientos arriba citados construyen solidaridades entre luchas locales e intercontinentales, de la misma manera que las activistas académicas Linda E. Carty y Chandra T. Mohanty han explicado que son centrales para la construcción de movimientos feministas transnacionales exitosos.

En resumen, WFCJ no es monolítico. Carty y Mohanty también subrayan la necesidad de abordar y trabajar las dificultades de la divisoria norte-sur, un término utilizado para describir el acceso desigual a recursos materiales, a la producción de conocimiento y al poder en general entre las mujeres del norte global y las del sur global, tanto históricamente como en la actualidad. Las mujeres de WFCJ se reúnen para implementar esta clase de solidaridad en escenarios internacionales para la acción climática. Esto demuestra que al igual que la resistencia climática, la justicia climática feminista no solo es nacional, sino que es global.

Liberador

En una presentación en línea realizada en 2020, Ruth Nyambura, ecologista política keniana y cofundadora del Colectivo Ecofeminista Africano, expuso las complejidades de lo que llamó políticas de solidaridad feministas transnacionales. Subrayó la importancia de “trabajar colectivamente, con cuidado y ternura, para transformar las luchas locales en luchas globales”. Explicó cómo “nuestras luchas no solo son parecidas, sino que parece que combatimos a los mismos poderes”, que “el contexto que nos une es real, pero también lo es el que nos divide…” y cómo “mucha gente… también experimenta los efectos y secuelas de la colonización”.

También formuló una propuesta vital para el movimiento cuando declaró que “mi llamamiento no es a favor de una solidaridad romantizada, sino a que nos comprometamos de verdad con sus posibilidades. Pensemos cómo podrían ser esos nuevos mundos liberados”. Las palabras de Nyambura también vinieron acompañadas de un mensaje de posibilidades anticapitalistas y descoloniales como cuestiones centrales de la visión del movimiento.

La Red de Mujeres para la Tierra y la Acción Climática (Women’s Earth & Climate Action Network, WECAN), la Organización de Mujeres por el Medioambiente y el Desarrollo (Women’s Environmental & Development Organization, WEDO), MADRE Global Women’s Rights y  Alternativas de Desarrollo con Mujeres por una Nueva Era (Development Alternatives with Women for a New Era, DAWN) son destacadas ONG climáticas de mujeres que propugnan los mundos liberadores que Nyambura nos invita a imaginar.

Sequías

La Agenda Feminista por un Nuevo Pacto Social Verde (Feminist Agenda For a Green New Deal, FemGND), la Escuela de Organización Feminista Indígena, la Escuela de Organización Feminista Internacional Berta Cáceres, la Unión Global de Mujeres Indígenas Cura da Terra Pre-Ella y el Grupo Mujeres y Género (Women and Gender Constituency, WGC) son algunas iniciativas impactantes que galvanizan un movimiento WFCJ transnacional. Son la primera línea de las comunidades que encabezan soluciones climáticas reales y robustas.

WFCJ impulsó una presencia popular y vibrante en la Conferencia sobre el Clima de Naciones Unidas COP26 de este año en Glasgow. Incluso Alexandria Ocasio-Cortez (AOC), la congresista estadounidense, se unió a su plataforma climática antipatriarcal llevando una de sus máscaras “Feminist Climate Justice”.

Tal vez uno de los informes sobre clima y género que más ha circulado es el que muestra que las mujeres, especialmente las indígenas y las del sur global, son las que se ven más desproporcionadamente afectadas en todo el mundo por el cambio climático. Son ellas las que reciben los impactos y soportan las cargas más pesadas de las catástrofes naturales relacionadas con el cambio climático. Inundaciones, sequías, derrumbes, falta de agua, crecientes enfermedades infecciosas y problemas respiratorios golpean primero y con más saña a las mujeres.

Comunidades

Las mujeres constituyen el 80 % de la gente que se ve forzada a abandonar su hogar durante catástrofes climáticas, según estudios de Naciones Unidas. También tienen 14 veces más probabilidades que los hombres de morir a raíz de alguna catástrofe relacionada con el cambio climático. Las personas trans y no binarias, especialmente si son de color, también se ven afectadas desproporcionadamente por el cambio climático. Durante y después de una catástrofe ambiental se producen más actos de violencia física y sexual contra ellas. Asimismo se enfrentan a más peligros durante emergencias climáticas debido a que es menos probable que lleguen a ser evacuadas al encontrarse aisladas por culpa de la discriminación que sufren.

Phillip Brown, femme queer no binaria, activista de la justicia climática, artista y escritor, nos recuerda cómo “los cuerpos queer resisten, los cuerpos queer pertenecen, los cuerpos queer protegen”. Habiendo inmigrado a EE UU procedente de Kingston, Jamaica, a la edad de 18 años, Phillip me explicó una vez por qué las comunidades queer y trans son cruciales para la justicia climática. Cómo sus manifestaciones de autenticidad y la creación de comunidades se estructuran alrededor de la cooperación y el amor, que son parte integrante de la ética de cuidados necesaria para un mundo realmente justo desde el punto de vista climático.

Multiplicidad

Sin embargo, a pesar de que las cargas del cambio climático varían en función del género, el cambio climático también afecta de modo distinto a diferentes grupos de mujeres. No solo el género, sino también la raza y la clase determinan los impactos que tiene el calentamiento global en mujeres de distintas identidades, países y antecedentes sociopolíticos. Si este es el caso, ¿cómo es que mujeres y feministas de todos los continentes generan solidaridad en un movimiento transnacional por la justicia climática?

Si dices “el sistema”, ding ding ding… ¡correcto! (emoji de levantamiento de hombros). Pero espero que estés de acuerdo en que vayamos más allá y lo llamemos por su nombre: es el patriarcado climático. O más concretamente, el patriarcado climático capitalista racial, un sistema que devalúa a las mujeres y mercantiliza el planeta y que históricamente ha sido alentado y sostenido a través del colonialismo y el imperialismo y por imposición de modelos de familia y subjetividades cis-heterosexuales dominantes. También quisiera indicar que dentro de esta estructura transnacional existe una multiplicidad de patriarcados climáticos capitalistas raciales, una plétora de manifestaciones más específicas de un lugar o localizadas del sistema global del patriarcado climático capitalista racial.

Ecológico

Los patriarcados climáticos se caracterizan por localizaciones geográficas e historias sociopolíticas específicas y por personalidades subjetivas determinadas por género, raza y clase. Soy una mujer cisgénero blanca occidental (ella) y activista académica. Procuro iluminar la teoría que escribo junto con los movimientos activistas de base en los que participo. Llevo casi una década actuando con mujeres y feministas transnacionales por la justicia climática. Muchas de ellas son ahora mis amigas y compañeras más queridas.

La acción directa, la impresión de lemas feministas en pancartas por la justicia climática, la retirada de la insignia de la COP ‒de quién si no‒ y la búsqueda colectiva de ideas y soluciones para la resistencia climática feminista son algunas de mis experiencias en este movimiento, junto con las grandes almas que lo componen. He entrevistado a más de un centenar de mujeres WFCJ de docenas de países en actos muchas veces citados a ambos lados del Atlántico. He leído la teoría y la literatura que relaciona el género y el clima en todo el globo y la teoría ecofeminista que explica cómo ha ocurrido todo esto.

Desigualdades

Lo que está claro es que existe tanto una ciencia académica como una narrativa común de WFCJ sobre el impacto desproporcionado del clima en la labor ecológica y el trabajo basado en la tierra de las mujeres, su poder, sus cuerpos y sus epistemologías en el conjunto de este movimiento transnacional, pero de maneras marcadamente diferentes e interseccionales. Lo que une a WFCJ es un sentido compartido a la hora de calificar el sistema económico global de hoy, que tiene sus raíces en legados coloniales racistas, como causa histórica y actual responsable de su desempoderamiento y su subordinación al provocar y agravar el propio cambio climático.

Existe una estructura patriarcal climática capitalista racial a la que nos resistimos colectivamente. Sin embargo, afecta a todas nosotras de modo distinto, en función de nuestras posiciones localizadas específicas y nuestras historias materiales. Las cargas desproporcionadas del cambio climático que pesan en el género y la raza en todo el mundo no son una coincidencia, ni tampoco una especie de plan patriarcal global. Lo que nos muestran los datos empíricos es que el cambio climático agrava las desigualdades estructurales preexistentes de las mujeres.

Descolonial

Ataques internacionales a los derechos reproductivos, crisis de feminicidio, machismo incesante, trabajos infravalorados y no remunerados, crecientes niveles de pobreza y sinhogarismo, desplazamiento geográfico, nivel patológico en ascenso y tasas de violencia sexual cada vez mayores suenan como una lista sobrecargada que describe las puertas encendidas del infierno  patriarcal. Trágicamente, no es más que un resumen de las cargas estructurales desproporcionadas que las mujeres han tenido que soportar bajo el capitalismo durante cientos de años. La globalización y el neoliberalismo son los instigadores de esos ataques sin fronteras.

Tetet Nera-Lauron, activista WFCJ desde hace tiempo y asesora de la Rosa-Luxemburg-Stifung en su casa de Manila, Filipinas, me contó hasta qué punto las desigualdades sistémicas tienen sus raíces en una “mala lógica inherente a una arquitectura global quebrada comercial y financiera”. Añadió explicando cómo “en un contexto en que la covid-19 y la recesión económica cada vez más intensa magnificaron las vulnerabilidades preexistentes en todo el sur y el norte globales; la incapacidad del paradigma de desarrollo dominante de ofrecer soluciones justas y duraderas a las múltiples crisis devino más evidente que nunca antes”. En su reciente artículo Climate migration is a feminist issue, Nera-Lauron explica asimismo cómo en respuesta a las desigualdades de género sistémicas que conllevan impactos climáticos desproporcionados para las mujeres es preciso plantear un nuevo pacto social verde global, descolonial y feminista.

Renombrar

El término patriarcado climático capitalista racial no es un mero lema inventado sobre la marcha o un conjunto de palabras inconexas juntadas en una expresión, sino que pretende nombrar y explicar las jerarquías estructurales globales del poder y la opresión. El concepto tiene sus raíces en décadas de activismo feminista fundacional y de teorización sobre pautas sistémicas de opresión de género, raza y clase que se remontan a la década de 1970. Sistemas de opresión que se superponen en parte y configuran la economía capitalista global tal como la conocemos.

El patriarcado climático capitalista racial es una adaptación del patriarcado capitalista, un término acuñado por Zillah R. Eisenstein en 1978. Expresa que el capitalismo no es el único sistema causante de desigualdades globales y que la opresión capitalista también es patriarcal y racista, además de ser clasista. Trata de hallar las raíces más profundas de la desigualdad global y las ubica en la opresión de género racial.

En 1983, el profesor Cedric J. Robinson desarrolla y teoriza el término capitalismo racial. Este término abarca la relación interdependiente entre opresión racial y capitalismo global, planteada décadas antes por pensadores revolucionarios como W.E.B. Du Bois, Oliver Cromwell Cox y Frantz Fanon, entre otros. En la década de 1990, la gran profesora feminista bell hooks fusiona los términos de patriarcado capitalista y capitalismo racial, renombrando el sistema global con la expresión “patriarcado capitalista imperial supremacista blanco”.

Opresión

En una entrevista realizada en 2015 con el profesor George Yancy, hooks reafirma la importancia del término para el análisis estructural global actual, declarando que “… para mí, esta expresión siempre me remite a un contexto global, al contexto de clase, de imperio, de capitalismo, de racismo y de patriarcado. Todas estas cosas tienen que ver entre sí: un sistema interconectado”. Ese mismo año, la actriz y activista trans Laverne Cox dio su versión del término tuiteando: “En realidad, su patriarcado capitalista supremacista blanco imperialista cisnormativo heteronormativo…”. Esto añade a la panoplia la opresión estructural de los binarios cisgénero hegemónicos.

El patriarcado climático capitalista racial está basado en las aportaciones de estas pensadoras activistas. En su forma más divulgada es el patriarcado climático capitalista supremacista blanco imperialista cisnormativo heteronormativo. En la línea de estas pensadoras feministas y transnacionales del sistema mundo creo que es fundamental calificar la opresión climática de sistema raíz de opresión, interconectado inseparablemente de los demás.

Ecofeminismo

La opresión climática es extractiva y ecocida. Trata a las mujeres y los pueblos marginados del mismo modo que trata el planeta. Las activistas y académicas feministas ecológicas sostienen desde hace tiempo que no se puede liberar la naturaleza sin liberar a las mujeres y a las personas trans y no binarias. Afirman que la ideología fundacional del capitalismo del crecimiento continuo ‒que se manifiesta en forma de extracción infinita de recursos naturales finitos‒ viene habilitada por la subordinación interconectada de las mujeres, las gentes racializadas y marginadas y la naturaleza.

En su libro de 1974 Le féminisme ou la mort, la feminista francesa Françoise d’Eaubonne sostiene que una opresión histórica interconectada de las mujeres y el planeta se hallan en la raíz tanto de la crisis ambiental como de la opresión sistémica generalizada de las mujeres y que la crisis ambiental es de hecho un resultado de la opresión de las mujeres. Para D’Eaubonne, el remedio para esta crisis es el ecofeminismo, siendo Le féminisme ou la mort el libro en que se publicó por primera vez el término.

Bases

No obstante, feministas y activistas indígenas han articulado la doble subordinación de género y ambiental bajo el capitalismo desde el comienzo de la crisis climática. Más recientemente, Tom Goldtooth, director dine' y dakota de la Indigenous Environmental Network (IEN), intervino ante la asamblea general de la Coalición COP26 y subrayó que “el sistema que cosifica a las mujeres es el mismo sistema que cosifica a la Madre Tierra”. Sus palabras se hacen eco de las que pronunció la activista cree Melina Laboucan-Massimo cuando dijo que “la violencia contra la Tierra engendra violencia contra las mujeres”. Y hace muy poco la miembra del clan gidimt'en y defensora del territorio wet'suwet'en, Delee Nikal, expresó cómo “el feminicidio está directamente vinculado al ecocidio”.

El colonialismo es el vehículo que exportó el patriarcado climático capitalista racial a todo el mundo mediante proyectos de desarrollo e industrialización. “ El colonialismo causó el cambio climático” fue un mensaje central de las bases en la COP26 de este año.

Promesas

En el pleno de apertura, la activista climática maorí India Logan-Riley explicó cómo “el cambio climático es el resultado final del proyecto colonial, y en nuestra respuesta hemos de ser descoloniales, basarnos en la justicia y la atención a comunidades como la mía, que han soportado la carga de la codicia del norte global durante demasiado tiempo”. El patriarcado climático capitalista racial no es una estructura inamovible frente a la que no tengamos alternativas. Y las WFCJ no son víctimas, sino dianas, como han explicado muchas.

Además, las WFCJ y comunidades de primera línea siempre han liderado soluciones climáticas reales e innovadoras. Activistas de base siguen pugnando por el cambio sistémico necesario para salvar el planeta, pero les bloquearon el paso los guardianes de este sistema violento en el interior de la COP, los grupos de presión de los combustibles fósiles: había dos de ellos por cada persona indígena en esta COP; intervenciones de opereta de líderes mundiales contrayendo compromisos insólidos mientras incumplían promesas anteriores. La lógica institucional de la misma estructura de la COP está compuesta de las mismas fuerzas contra las que luchan estas activistas.

Interseccional

El último día de la conferencia, en el Pleno de los Pueblos, Ta'kaiya Blaney, del pueblo tla’amin, representó a los pueblos indígenas al explicar que “no vengo a mis colonizadores en busca de soluciones… ¡rechazamos las falsas soluciones de nuestros colonizadores!” El mensaje se hacía eco de las palabras de Riley en el comienzo de la conferencia cuando exclamó que “¡vuelve tierra, volved océanos!” es lo que equivale a justicia climática. Terminó con una advertencia a quienes frenan la acción climática real: “uníos o apartaos del camino”.

Las mujeres y feministas por la justicia climática también fueron explícitas con respecto a las demandas de justicia climática tanto dentro como fuera de la COP. Como me contó Andrea Vega Troncoso, de la Women’s Environment & Development Organization (WEDO), el movimiento no se detendrá hasta que no haya “un cambio feminista del sistema centrado en un feminismo interseccional con no más patriarcado, no más colonialismo y no más capitalismo”.

10/12/2021

Artículo publicado en The Ecologist

Traducción: viento sur

Julie Gorecki es profesora, activista y escritora ecofeminista.

 

 

 

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