El 8 de julio de 2020 se retransmitió una video-conferencia entre Viktor Orban, Janša et Aleksandar Vučić, jefes de gobierno de Hungría, Eslovenia y Serbia, respectivamente. El moderador, françois-Xavier Bellamy fue el jefe de Les Républicans (derecha francesa) en el Parlamento europeo, que, al igual que su homólogo húngaro y esloveno forma parte del Partido Popular Europeo. Todos ellos defendieron una Europa sin vetos que se proteja de las y los extranjeros (y las personas LGBT).

 En un contexto de profunda crisis de las alternativas socialistas, en el Este, la gente relaciona la adhesión a la UE a la obtención de los derechos y prefiere eso a permanecer postrados en la periferia externa: actualmente, en Polonia y Hungría encontramos un elevado índice de adhesión popular (más del 70%) a la UE… Al mismo tiempo, la degradación social y la corrupción asociadas a las privatizaciones opacas se ha vuelto rápidamente contra los partidos que las implementaron en el primer decenio de la transición post-comunista.

Por ello, en 1999, diez años después de la caída del muro –tras la intervención de la OTAN (en relación a Kosovo) que fue muy desestabilizados en la región- la Unión Europea decidió intentar estabilizar la situación ofreciendo a los partidos liberales acelerar la vuelta a la Europa civilizada. Una alternativa política que trataba de oponerse tanto al pasado comunista como a los diversos nacionalismos identificados como pro-rusos en el decenio de Putin. De ese modo, la primera ampliación hacia el Este de la UE de los PECO (países de Europa central y oriental) se concretó en 2004, sobre todo para Hungría y Eslovenia. En 1999 esta ampliación vino acompañada de un plan de estabilización para los Balcanes del oeste (que sobre todo incluía a la Serbia post-Milosevic-, declarados candidatos potenciales, con el fin de atraerlos a la Unión Europea.

 A principios de los años 2000 esta zona conoció un crecimiento fulgurante basado en su endeudamiento (apertura de filiales de bancos occidentales en el este) y el incremento en flecha de las inversiones extranjeras directas atraídas por el dumping social y fiscal.

Crisis de 2008/9: inicio de polarizaciones opacas

La crisis bancaria y financiera de 2008 y después la recesión de la UE golpeó muy fuerte a la Europa del Este y puso fin al discurso de la recuperación que, a partir de entonces, fue sustituido por el de la austeridad. Esta nueva fase provocó múltiples explosiones sociales. Pero las ilusiones ante un verdadero capitalismo (opuesto a la corrupción y a las privatizaciones opacas) se le añadieron las dificultades para la emergencia de alternativas progresistas credibles.

 El éxito de los nuevos populismos de derechas expresa el rechazo de las fuerzas identificadas a la izquierda y/o liberales que realizaron las privatizaciones como condición para adherirse a la UE. Una UE rechazada por los nuevos conservadores como una civilización decadente que tolera el aborto y la homoxesualidad al mismo tiempo que que (para algunos) está dominada por los judíos o (para otros) invadida de musulmanes. La Hungría de Orban (y su partido, Fiudesz) marcó la pauta.

 La llamada crisis de refugiados en 2015 radicalizó y unificó en gran parte el discurso, con un eje islamófobo dominante, compatible con el antisemitismo: ¿No es Soros, el riquísimo judío, quien financia a las ONG que apoyan a las personas inmigradas musulmanas?

En la era de Trump y de la etnización de las políticas liberales para protegerse de las y los extranjeros Se dan improbables coincidencias entre Orban y Netanyahu. Pero las dudas sobre el futuro de la OTAN, las dificultades derivadas del Brexit y el ascenso de las corriente de derecha en el seno de la UE marcan un giro en las posiciones: las políticas autoritarias y liberticidas van de la mano con las políticas ultra-liberales (cono la "ley de la esclavitud" en Hungría) o el proteccionismo selectivo (como en Polonia). En paralelo, la diplomacia húngara, asediada por las sanciones europeas, se acerca a la Rusia de Putin, lo que también le lleva a acercarse a la Serbia de Aleksandar Vučić. Eso es lo que explica la videoconferencia triangular.

¿Nuevo equilibrio de fuerzas en la UE?

 Vučić, y su partido, en principio situado en la extrema derecha nacionalista serbia considerada pro-rusa, se ha convertido en el hombre fuerte de un país que va a negociar la adhesión con la UE, como el resto de los países de los Balcanes del Oeste. Pero ello no le impide oponerse a las sanciones contra Rusia. Actualmente juega en todos los tableros (incluso con Trump, promoviendo la división étnica en Kosovo). En pleno repunto de la pandemia, la oposición le acusa de aprovecharse de ella para silenciarla.

Los tres dirigentes se quejan de ser estigmatizados cuando se pavonean de los apoyos recibidos de China ante la pandemia (antes que los de la UE) o cuando se expresan sobre la forma de vivir. El dirigente esloveno declaró: "La principal amenaza para nuestro continente es el marxismo cultural" que intenta desmantelar la nación y la familia. Pero, al igual que el dirigente húngaros, plantea extender la Unión Europea a los Estados orientales con los que colaboran.

Por su parte, la UE hace malabares con las lógicas de estabilización regionales que le llevan a apoyar al régimen de Aleksandar Vučić en contra de las movilizaciones sociales que se le oponen desde hace meses. Se trata de jugar la carta de las relaciones entre Belgrado y Pristina, de un lado, y del control de la migración a las puertas de la UE en la ruta de los Balcanes, por otra.

 

 

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