The conversation

El incesto con menores o abuso sexual intrafamiliar contra la infancia continua siendo uno de los grandes tabúes de la sociedad contemporánea. Esta violencia abusiva está fuertemente rodeada, apoyada y posibilitada por el secretismo.

Es decir, el silencio de las víctimas se convierte en un elemento esencial en el abuso. Especialmente en los casos de abuso sexual incestuoso, debido a la importancia de la familia como institución en nuestra sociedad. Por eso, muchas personas víctimas de abuso sexual en la infancia no son capaces de revelar los hechos hasta muchos años después.

Sin embargo, para la víctima, romper el silencio y contar el secreto es de vital importancia, tanto en la infancia como en la adultez. De hecho, cuando el superviviente se hace adulto, la revelación de la experiencia se vuelve crucial en el esfuerzo por dar sentido a su vida y a sí mismo. Construir estas narrativas y ser capaz de exponerlas es esencial tanto a nivel personal como social.

El movimiento #MeTooIncest dio voz al abuso sexual incestuoso

Esta situación de secretismo y tabú social cambió radicalmente en Francia cuando, a mediados de enero de 2021, surgió el movimiento #MeTooIncest. Todo surgió a raíz del libro La familia grande, en el que la autora, Camille Kouchner, denuncia a su padrastro, Olivier Duhamel (reputado politólogo y académico), por haber abusado sexualmente de su propio hijastro (el hermano de Camille) cuando el chico tenía 14 años.

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A raíz del terremoto social del caso Duhamel, la asociación feminista Nous Toutes activó la campaña #MeTooInceste en las redes sociales para hacer eco de casos de abusos sexuales incestuosos o violaciones infantiles silenciadas.

En pocas horas, el hashtag se hizo viral y miles de víctimas comenzaron a revelar los abusos que habían sufrido cuando eran niñas y niños.

Fue entonces cuando participantes del grupo KideON, de la Universidad de la Universidad del País Vasco, pusieron en marcha un estudio para analizar los discursos en Twitter a través de este hashtag. El objetivo era entender cómo se ha tratado este tipo de abuso sexual contra menores (en este caso, entre familiares) a través del debate en las redes sociales.

En total, se seleccionaron 20 556 tweets con el hashtag #MeTooIncest escritos en francés y recopilados mediante streaming API del 14 de enero al 15 de febrero de 2021. Su contenido se analizó mediante análisis léxico utilizando el software Iramuteq (método Reinert).

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Acabar con el silencio ayuda a las víctimas

Los resultados señalaron que en el caso del abuso sexual incestuoso, el hecho de que las víctimas se atrevan a romper el silencio, aunque sea de forma anónima, tiene un doble valor, personal y social, ya que el silencio es un elemento clave de este tipo de violencia.

A nivel individual, los testimonios recogidos pueden ser el inicio de una fase de revelación para muchas víctimas. Por supuesto, romper el silencio en un tuit, aunque pueda ser empoderador, no es lo mismo que construir una narrativa o una historia de vida en la que se integre el abuso o violación en relación con el incesto, que es un proceso largo.

Pero quizás este movimiento ayude a muchas personas a sentir la oportunidad de hacer esa primera revelación. O, al menos, a crear un entorno seguro para ello. De hecho, los tuits de esta investigación recogen algunos de los componentes básicos del entorno necesario para la revelación. Por ejemplo, reflejan que los testimonios son creídos y que reciben apoyo y protección.

Twitter, una herramienta que ayudó a dar visibilidad al abuso sexual

Twitter también se ha hecho eco de la gran importancia de romper el silencio sobre el incesto con abuso sexual a nivel social. El tabú existente sobre este tipo de violencia hace que nuestra sociedad siga infravalorando la violencia sexual contra los niños y niñas, tanto por su frecuencia como por las consecuencias que esos actos violentos pueden tener en los niños.

Un sistema social en el que no se reconoce esta violencia hace que las niñas y niños sean aún más vulnerables e indefensos. Ante esta indefensión, otro factor clave fue la propia protección de las víctimas, es decir, la creencia de que este movimiento puede servir para luchar contra el gran fantasma del abuso sexual intrafamiliar.

De hecho, respondiendo al revuelo generado, el Senado francés aprobó por unanimidad en enero de 2021 un proyecto de ley para proteger a los menores de 13 años de los abusos sexuales. Esta fija la noción de consentimiento para los mayores de esa edad.

Sin embargo, muchos usuarios de Twitter encontraron esta medida insuficiente y exigieron que cualquier acto sexual incestuoso cometido sobre una niña o niño fuese calificado como delito.

El secretismo favorece el abuso sexual

A nivel clínico, es necesario hablar de hechos traumáticos para recuperarse de ellos. Pero a nivel social también. Es decir, es imprescindible establecer redes de comunicación para construir el significado y la dimensión de sucesos que han sido tabúes o se han silenciado en la sociedad.

Las redes sociales son instrumentos creados para el debate, por lo que el discurso surgido en ellos puede ayudar a comprender aspectos clave del problema del incesto con menores.

De hecho, los resultados de esta investigación han constatado que este movimiento comparte objetivos clave con campañas de éxito como el #MeToo.

Por ejemplo, apoyan y dan voz a las víctimas, impulsan la acción para el cambio, reflexionan sobre los acontecimientos que impulsaron el movimiento y hacen una crónica del alcance del propio levantamiento.

En esencia, el éxito de la campaña #MeTooIncest es indiscutible y es un claro ejemplo del impacto de las tecnologías digitales en la transformación de la acción colectiva y la movilización social con un discurso abierto difundido por las redes sociales.

El reto ahora es gestionar conjuntamente el éxito e incorporar las demandas a una agenda compartida. Además, también habrá que internacionalizar la reivindicación contra los abusos sexuales contra la infancia.

 

Publicado en The Conversation el 09/05/2021

 

Nahia Idoiaga Mondragon es Profesora del Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Facultad de Educación de Bilbao, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea.

Amaia Eiguren Munitis es Docente del departamento de Didáctica y Organización Escolar. Facultad de Educación de Bilbao, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea.

Maitane Belasko es Profesora de Didáctica y Organización Escolar, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea


Maitane Urizar Elorza, coordinadora de la asociación ‘Gure Sarea: Asociación para la investigación de género’, ha colaborado en la elaboración de este artículo.

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