[Como continuación del análisis, efectuado con la perspectiva de los años y el acceso a los archivos, cuya síntesis nos ha presentado Gareth Dale en la primera parte de este dossier (http://www.vientosur.info/spip.php?article12755), publicamos a continuación dos documentos que tienen un estatus un poco diferente. En efecto, el primero es un artículo publicado, con el pseudónimo de Ernest Germain, por Ernest Mandel en la revista Quatrième Internationale, número 62, de julio de 1953, publicada por el Secretariado de la Cuarta Internacional.

Ernest Mandel -que hablaba y escribía corrientemente en alemán- seguía con atención los procesos en marcha en los llamados países del Este, entre otros en Alemania donde se concentraba, en su opinión, la riqueza histórica acumulada del movimiento obrero. Esta revista era dirigida entonces por Pierre Frank, Ernest Mandel y Michel Pablo (seudónimo de Michalis N. Raptis).

La segunda es una declaración política publicada en La Vérité, número 317 (26 de junio a 9 de julio), editada por el Partido Comunista Internacionalista (PCI), corriente que había manifestado un desacuerdo articulado con las tesis de Michel Pablo. Sus animadores iniciales, que publicaban La Vérité, eran Marcel Bleibtreu, Michel Lequenne y Pierre Lambert (seudónimo de Pierre Boussel).

No se trata, aquí, al reproducir estos textos, de remitir a los numerosos debates que existieron en el seno del marxismo no estalinista (o antiestalinista) sobre “la naturaleza” de la URSS y de los Estados asimilados por la URSS que fueron calificados como “bloque del Este”. Marcel van der Linden, en Western Marxism and the Soviet Union (Brill Academic Publishers 2007, publicado en 2008 par Haymarket Books, Chicago) examina de forma muy informada el conjunto de los ricos debates y teorías, y por tanto de las controversias argumentadas que estuvieron en aquella época animadas por Tony Cliff, Ernest Mandel, Amadeo Bordiga, Raya Dunayesvskaya, Cornelius Castoriadis, Claude Lefort, Léo Köpfler, por no citar más que algunos.

La publicación de estos dos documentos, escritos inmediatamente después del levantamiento de junio de 1953, indica -más allá de sus diferencias de acento- que quienes se reivindicaban de una praxis socialista-revolucionaria no dudaron un minuto en elegir su campo: el de las trabajadoras y los trabajadores de la RDA contra el pretendido “poder comunista”.

Quizá haya aquí algo que pueda suscitar una modesta reflexión a quienes -según las reglas turbias de un psitacismo (Método de enseñanza basado exclusivamente en el ejercicio de la memoria ndt) de último nacido (llamado también benjamín) -pretenden conmemorar “la memoria de los vencidos” “haciendo historia”

C-A Udry]

El levantamiento obrero en Alemania Oriental, junio de 1953

Ernest Mandel

El levantamiento obrero de los días 16-19 de junio de 1953 es la acción revolucionaria más importante del proletariado alemán desde 1923. Es una acción de amplitud y alcance histórico, una nueva etapa en el auge y la renovación del proletariado alemán y una etapa nueva en el paso del ascenso revolucionario internacional hacia los países que están bajo la dominación estalinista.

La prehistoria del levantamiento

Educados desde hace 75 años por la consigna de “Akkord ist Mord” (“el trabajo por piezas es el asesinato”), los obreros de Alemania oriental han resistido desde el comienzo con todas sus fuerzas a la política estalinista de aumento de la productividad del trabajo por la intensificación de la producción, es decir por el aumento de la explotación física de los trabajadores. Esta resistencia ha sido hasta tal punto eficaz que los dirigentes estalinistas han sido obligados a modificar en varias ocasiones sus organizaciones de empresa para evitar que éstas, por burocratizadas que estén, reflejaran las verdaderas aspiraciones obreras. Se llegó así a disolver de hecho los comités de empresa (Betriebsräte) y a reemplazarlos por las direcciones sindicales de empresa (Betriebsgewerkschaftsleitung) como principal organismo de “representación” obrera en la empresa.

Pero este cambio no bastó. Se pasó entonces a la conclusión anual de convenios colectivos, fijando las normas para el incremento del rendimiento de la producción, “deberes” de los obreros a cambio de los que recibían los “derechos” concedidos por la dirección: sumas a gastar para las guarderías, los clubs, los refectorios, etc. Estos convenios debían ser discutidos públicamente y votados abiertamente. Se esperaba así romper la resistencia obrera silenciosa y al mismo tiempo descubrir a algunos de los “cabecillas” que habían “preparado ideológicamente” esta resistencia. Pero el espíritu de autodefensa y de solidaridad de los obreros acabó con estas maniobras. En 1950 y en 1951, en las primeras discusiones de convenios colectivos, los obreros se negaron a votar las propuestas gubernamentales en numerosas grandes empresas. Hubo que recomenzar cuatro, cinco veces asambleas plenarias en fábricas como LEUNA (gasolina sintética, en Merseburg) y RIESA (altos hornos y acererías) antes de que un proyecto, por otra parte modificado, pudiera ser adoptado.

Los dirigentes del SED (SED: Partido Socialista Unificado de Alemania -en alemán: Sozialistische Einheitspartei Deutschlands, abreviado SED) intentaron obtener un aumento constante de las normas de producción invocando como principal argumento psicológico el hecho de que tal aumento era necesario para mejorar el nivel de vida de los trabajadores. Naturalmente, una parte importante del aumento de la producción no mejoró las condiciones de vida obrera. Servía para aumentar el fondo de acumulación, drenado casi exclusivamente hacia la industria pesada, y para crear un fondo de consumo improductivo para la nueva burocracia en vías de formación. Sin embargo, no hay duda de que a partir de 1947, con los primeros éxitos de la reconstrucción, económica, la situación obrera mejoró progresivamente, aunque fuera a un ritmo más lento que en Alemania occidental después de 1949.

El giro de 1952

Pero desde la 2ª Conferencia del SED (mayo de 1952) que proclamó el curso hacia la “construcción del socialismo”, la construcción de fuerzas armadas de la República Democrática Alemana, la colectivización acelerada de la agricultura y el desarrollo aún más acentuado de la industria pesada, hubo un giro brusco en la situación que comenzó a empeorar sin cesar, como admiten de buena gana ahora los dirigentes del SED (Grotewohl, Neues Deutschland, órgano central del SED, 17/06/1953). Hubo en primer lugar una penuria creciente de víveres. Luego Neues Deutschland tuvo que admitir el 31 de enero de 1953 que “¡el reavituallamiento de la población conforme al plan en textiles y otros bienes industriales está en peligro!”. Un decreto gubernamental del 2 de febrero intentó mejorar la situación atacando al comercio y la industria privadas; pero resultó de ello una nueva disminución de los productos de consumo que circulaban en el país. El gobierno agotado tomó entonces medidas extremas: suprimió las cartillas de avituallamiento a más de 2 millones de personas, aumentando al mismo tiempo radicalmente los preciso en el mercado libre para productos de consumo masivo (como azúcar, charcutería, etc.).

Al mismo tiempo, se desarrolló en Alemania oriental una crisis financiera grave. El rearmamento acelerado consumió muchos fondos reservados a las inversiones industriales. A fin de realizar el plan a pesar de todo, hubo que encontrar fondos en otras partes. Se sacaron del fondo de seguridad social, reduciendo los pagos por todo tipo de seguros sociales (enfermedad, vejez, invalidez en el trabajo, vacaciones, etc.). Se suprimieron los subsidios del Estado que permitían el pago de los billetes de ferrocarril con una reducción del 75% para los obreros que viajan hacia o de sus lugares de trabajo.

En la tensión enorme que se estableció en Alemania oriental desde comienzos de 1953, fueron las clases medias las que comenzaron a actuar de una forma típica: huyeron. En 1952, 50 000 personas habían abandonado la DDR; durante los cuatro primeros meses de 1953, su número se elevó a 150 000. El 80% de los refugiados eran campesinos, artesanos, comerciantes o pequeños industriales con sus familias. Este éxodo agravó la crisis económica; en numerosos pueblos, los campos no fueron sembrados en al primavera de 1953. Las cosas no podían continuar así; un giro era necesario. El 9 de junio de 1953, el Comité Central del SED proclamó un “nuevo curso” y lo puso inmediatamente en práctica. Concesiones importantes y sustanciales fueron hechas a la burguesía y la pequeña burguesía. Se estableció un sistema de crédito prácticamente gratuito para el comercio y la industria privadas. Se prometió la desnacionalización de las empresas de la industria ligera expropiadas desde el año anterior. (El 27 de junio, las primeras fábricas fueron entregadas a sus antiguos propietarios en Francfort-sur-Oden). Se permitió a los campesinos abandonar sus cooperativas; se disminuyeron fuertemente sus tasas de entregas obligatorias al Estado. La lucha contra la Iglesia, principal fuerza organizada de las clases medias, fue detenida bruscamente. La organización de juventud protestante Junge Gemeinde, aún denunciada la víspera como una “organización de camuflaje de espías, saboteadores y de provocadores” fue completamente legalizada y se le prometió el derecho a funcionar sin restricciones. Importantes dirigentes de partidos burgueses, como el antiguo ministro de avituallamiento liberal Hamann, detenido bajo acusación de corrupción, fueron puestos en libertad y tratados con el máximo de atención.

Pero no se hizo ninguna concesión a los obreros. Al contrario: en el mismo momento en que se mejoraban las condiciones de vida de las demás clases sociales, se agravaron las de la clase obrera. Esto es lo que condujo a la explosión de los días 13-19 de junio.

El aumento de las normas para el rendimiento laboral

El 28 de mayo de 1953, el gobierno publicó un decreto aumentando las normas de producción un 10% de media. En una serie de industrias como la industria metalúrgica y la industria de la construcción, las nuevas cuotas fueron introducidas a partir del 10 de junio. Pero en algunos casos las nóminas de los días 5, 7 y 10 de junio estaban ya calculadas sobre la base de las nuevas normas de producción e implicaban por tanto importantes reducciones de salarios. En la construcción, esta reducción era particularmente fuerte: entre el 10 y el 15% para los obreros no cualificados; el 50% y más para los calificados a los que se modificó al mismo tiempo el sistema de cálculo de las primas (L´Observateur, 25/06/1953).

El decreto del 28 de mayo había estado precedido por una campaña sistemática del SED en favor del aumento “voluntario” de las normas para el incremento del rendimiento laboral. Esta campaña se enfrentó a una resistencia particular de los obreros, signo de los acontecimientos que venían. El diario del SED Freiheit de Halle informó en su nº del 29 de mayo de 1953 de un verdadero motín en las fábricas Zeitz, en la asamblea plenaria del 16 de abril. Un obrero de nombre Wilhelm declaró:

“Camaradas, lo que ocurre actualmente entre nosotros es una vergüenza para un obrero. 70 años después de la muerte de Karl Marx debemos seguir discutiendo sobre las necesidades vitales más elementales. Si Karl Marx pudiera oír esto, se revolvería en su tumba”.

Otro obrero, llamado Mai, preguntó cuantas primas había recibido el funcionario del partido Kahnt, y cuanto había producido para obtener tantas primas. El diario estalinista habla de una “provocación abierta contra el Partido”, de “barro lanzado contra la bandera de Karl Marx” (!). Pronto empezará a hablar un lenguaje diferente…

El 2 de junio, Neues Deutschland informa sobre la resistencia obrera al aumento de las normas en la fábrica de fundición y de máquinas de Lichtenberg cerca de Berlín. El 14 de junio, el mismo diario informa que, el 28 de mayo, los activistas de las empresas de construcción de viviendas en Berlín rechazaron por una gran mayoría el aumento de las normas del 10%; incluso habría estallado una huelga parcial entre los carpinteros de la Stalinallee, uno de los dos principales centros de construcción de Berlín-Este. Los días 9, 10 y 11 de junio tuvieron lugar discusiones violentas en numerosas empresas de Berlín-Este sobre la cuestión del aumento de las normas, en particular en la fábrica de lámparas eléctricas OSRAM y en la fábrica del textil FORTSCHRITT; en esta última fábrica, el 12 de junio, las obreras aceptan los aumentos de cuotas con una declaración “provocadora”: ¡esta aceptación no es voluntaria sino que está impuesta por la fuerza! Provocador era, en todo caso, el artículo de fondo del órgano sindical “Tribune” del 14 de junio, que explica que “el curso nuevo” no se aplicará a la cuestión de las normas.

Pero fue entre los obreros de la construcción donde la emoción llegó al máximo. En primer lugar, porque las reducciones salariales entre los trabajadores cualificados eran en dicho sector más considerables. Luego, porque los obreros de la construcción de Berlín poseían una vieja tradición de sindicalismo revolucionario. Todavía en 1932, el 80% de los obreros de la construcción sindicados en Berlín no eran miembros de la confederación sindical reformista sino de un sindicato revolucionario de la construcción, dirigido por comunistas de oposición. En fin, porque la gente de la construcción sobre todo en las principales obras de la Stalinallee y de Friedrichshain, eran en su gran mayoría miembros activos del SED, comunistas muy conscientes y con mucha confianza en sus propias fuerzas. Finalmente, porque los obreros de la construcción de Berlín, igual que los obreros de las acererías de Fürstenberge y que los mineros de Zwickau, habían realizado una campaña desde hacía mucho -¡y sin éxito!- contra la execrable organización del trabajo, el derroche y la incompetencia de la burocracia. De hecho, a pesar de varios aumentos voluntarios de las normas por parte de los obreros, la industria de la construcción no cumplió con su plan del primer trimestre de 1953 más que en un 77%. Era una verdadera provocación exigir en esas condiciones un nuevo aumento de las normas a los trabajadores -sin cambiar a los incapaces burócratas dirigentes.

Fueron los obreros del block 40 de la Stalinaleee, en un 75% miembros del SED, quienes tomaron el 8 de junio la iniciativa de votar una resolución demandando la retirada del aumento de las cuotas. La resolución esta redactada bajo la forma de una petición a “al jefe de NUESTRO gobierno, el camarada Otto Grotewohl, y al secretario general de NUESTRO partido, el camarada Walter Ulbricht”. No reciben ninguna respuesta a esta petición. Al contrario: el 10 de junio se aplican las nuevas normas de trabajo. El 10 de junio, los obreros de las acererías de Henningsdorf se unen al movimiento de protesta pública y deciden, tras una agitada reunión, comenzar la huelga de celo a partir del día siguiente (Observateur 25 de junio). El 15 de junio, los obreros de la construcción de Friedrichshain entran a su vez en acción y estalla una huelga parcial en sus centros de trabajo. La campaña de autocrítica realizada por el gobierno a partir de su aceptación, el 12 de junio, de las decisiones del “nuevo curso” del CC del SED, da un golpe mortal a su prestigio, dada la rígida forma burocrática en la que son “confesados” los “graves errores”. El pueblo tiene la impresión de que tales confesiones no pueden significar otra cosa que la URSS “deja caer” al SED. Así se crean todas las precondiciones para la explosión del 16 de junio.

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El semanario L´Observateur ha publicado un relato detallado de los acontecimientos en Berlín del 16 y del 17 de junio que resumiremos a continuación [su autor era Ernest Mandel -red]. La huelga parcial de los trabajadores de la construcción de las obras de Friedrichshain había tenido como consecuencia la detención de dos “cabecillas” por la VOPO (policía popular). Los obreros de Friedrichshain envían una delegación a las obras de la Stalinallee para informarles de lo acontecido. El 16 por la mañana, se discute sobre esta huelga en todas las obras de la Stalinallee. Los obreros de un bloque deciden ir a buscar trabajo a otra parte. Como se preparan para irse, los demás obreros detienen también su trabajo. Se decide entonces ir en masa a la sede del gobierno para demandar la respuesta del gobierno a la petición del 8 de junio. La manifestación atraviesa la ciudad en orden; la VOPO, pensando que se trata de una manifestación oficial, deja pasar. Durante el recorrido, a los obreros de la construcción de la Stalinallee se les suman varios miles de sus compañeros. Son seis mil cuando llegan ante la sede del gobierno. Desean hablar con Grotewohl y Ulbricht; pero los que salen e intentan calmarles son Rau, Ministro de Economía y Selbmann, Ministro de Minas. Al ver a esos burócratas desbordados, un obrero les aparta y arenga a la multitud, enumerando las reivindicaciones de los obreros:

Disminución inmediata de las normas de producción un 10%

Disminución inmediata de un 40% de los precios de los víveres y de los objetos de primera necesidad vendidos en los HO.

Los dirigentes que han cometido graves errores deben irse.

Hay que democratizar el Partido y los Sindicatos.

No hay que seguir esperando que el gobierno de Bonn tome la iniciativa para la reunificación real de Alemania. Es preciso que el gobierno de la DDR comience inmediatamente a arrancar las barreras que separan las dos Alemanias. Hay que unificar el país por elecciones secretas, generales y libres, y asegurar una victoria obrera en esas elecciones (L´Observateur, 25/06/1953).

El orador concluye su discurso proclamando para el día siguiente la huelga general en Berlín a fin de realizar estas reivindicaciones. La multitud de huelguistas había mostrado ya anteriormente su alto nivel de conciencia gritando al burócrata estalinista: “¡Nosotros somos los verdaderos comunistas, no tú!”.

El día siguiente, 17 de junio, el llamamiento a la huelga general que se había extendido por todo el sector Este, es seguido por los metalúrgicos de Henningsdorf y los obreros de la Reichsbahn-Bau-Union de Velten que, en número de 30 000 atraviesan el sector occidental para llegar al Walter Ulbricht Stadium donde discuten sobre el derrocamiento del gobierno y su sustitución por un “gobierno de los metalúrgicos”, es decir un gobierno de forma soviética. Los obreros de la construcción paran todos de trabajar y se manifiestan ante la sede del gobierno. Los obreros de muchas fábricas importantes se unen a ellos, en particular de las Kabelwerke Köpenick, de OSRAM, de los talleres de reparación de ferrocarriles, de la PLANIA-SIEMENS de Lichtenberg, de las antiguas fábricas AEG de Treptow, etc. Luego, el conjunto de los ferroviarios del metro, del metro aéreo, de los tranvías se suman a los cerca de 150 000 huelguistas que ocupan las calles. El corresponsal de L´Observateur señala que los obreros de los transportes aportan a la manifestación una nota particular de orden, de disciplina y de conciencia socialistas.

El 17 de junio, hasta mediodía, la manifestación conserva un carácter netamente obrero y muy consciente: se producen pocos o ningún acto de violencia. Pero a partir de mediodía, una masa de elementos venidos de Berlín Oeste comienza a penetrar en el sector oriental de Berlín, donde la VOPO está completamente desbordada. Entre ellos se encuentran bandas reaccionarias bien organizadas, en particular la banda de los BDJ, matones fascistas financiados por los americanos, cuyos preparativos para asesinar a los principales líderes socialdemócratas fueron denunciados en 1952 por el presidente del Consejo del Land de Hesse, Zinn. Son esos lumpen así como jóvenes parados desmoralizados quienes cometerán los principales actos vandálicos, de robo en almacenes y de incendio de grandes edificios alrededor de la Potsdamer Platz. Estos disturbios provocan la intervención del comandante soviético que proclama el estado de sitio. Pero la multitud retrocede muy lentamente; será necesario que llegue la hora del toque de queda para que las calles queden vacías. Mientras tanto, la VOPO ha disparado sobre grupos de amotinados y matado a 16 personas, entre ellas 11 habitantes de Berlín Oeste y algunos jóvenes de Berlín Este. Un solo huelguista se encuentra entre las víctimas.

Según informes publicados en la prensa y las noticias recibidas de nuestros amigos de Berlín, la huelga solo finalizó el 17; todavía el 18, el 50% de los huelguistas de Berlín no habían vuelto al trabajo. Los días 19, 20 y 21 la huelga continúa en algunos bastiones obreros, en particular en la Kabelwerke de Köpenick donde, según confesión de la prensa estalinista, funciona un comité de huelga, igual que en el bloque 40 de la Stalinallee.

Los acontecimientos de los días 17-19 en las ciudades de provincia

Mientras tanto, la noticia de los acontecimientos de Berlín se extiende por toda la zona oriental de Alemania. Movimientos de solidaridad, huelgas y manifestaciones estallan en todos los centros industriales. En Magdeburg, viejo centro socialdemócrata, los obreros liberan a los presos políticos y se manifiestan exigiendo la legalización del partido socialdemócrata. Los ferroviarios de Magdeburg hacen salir locomotoras en todas las direcciones con la inscripción: “NO NEGOCIAREMOS NI CON ULBRICHT NI CON ADENAUER. NEGOCIAREMOS SOLO CON OLLENHAUER”. (Ollenhauer, el jefe del SPD es originario de Magdeburg). En Halle y Erfurt, la huelga es general y las manifestaciones particularmente tumultuosas: se asaltan las prisiones. En Leipzig, segunda ciudad de Alemania oriental, la mayor parte de las fábricas están en huelga y la manifestación callejera es muy violenta. Grandes fábricas como el astillero Neptun (en Rostock), las fábricas Zeiss (en Iena), Lowa (en Gorlits), Olympia (en Erfurt), Buna (en Halle), las fábricas de locomotoras de Babelsberg, las acererías de Fürstenwalde y de Brandeburg, paran de trabajar.

Pero el centro del movimiento huelguista, en provincias y en un cierto sentido de toda Alemania Oriental, son las célebres fábricas Leuna en Merscburg. Los trabajadores de Leuna tinen una grandiosa tradición heroica: centro del movimiento spartakista durante la primera guerra mundial, Leuna es la fortaleza del joven Partido Comunista alemán y el heroico levantamiento de sus obreros en marzo de 1921 representa uno de los puntos culminantes de la lucha revolucionaria en ese país. Bajo Hitler, Leuna fue uno de los principales centros de resistencia obrera. Desde 1950, Leuna es el principal centro de resistencia contra el aumento de las normas. Cuando estalló allí la huelga el 17, los obreros cogen el micrófono y dan las instrucciones de organización y de resistencia por radio. Una delegación de 1 500 obreros de Leuna va a dar su saludo a los huelguistas de Berlín. El 18, la represión se organiza: centenares de obreros son detenidos. Pero la resistencia, feroz, no puede ser rota. Tras haber golpeado, los burócratas estalinistas intentan seducir. Ulbricht, el secretario general en persona, se desplaza a Leuna para llamar a los obreros a retomar el trabajo. Pero los huelguistas deciden sabotear la reunión: de 23 000 obreros, solo 1300 aparecen en el mitin. El 23, la huelga de Leuna se mantiene! Es un éxito sin precedentes en la historia de la lucha obrera contra la burocracia soviética.

Las condiciones de la victoria

Aislada, sola en la zona oriental, la huelga del 17 no podía ser victoriosa. Tarde o temprano, las fuerzas de ocupación soviéticas iban a intervenir, y contra los tanques y las bayonetas soviéticas, los obreros de Berlín-Este no estaban preparados para combatir. La condición de la victoria de la huelga era su extensión a Berlín-Oeste y a Alemania Occidental. ¡Los huelguistas lo habían comprendido instintivamente! Según los informes de nuestros amigos de Berlín, el obrero de la construcción que ante la sede del edificio proclamó la huelga general el 16 de junio, la proclamó no solo para Berlín Este, sino ¡para todo el Gran Berlín!. Los metalúrgicos de Henningsdorf que atravesaron el sector francés de Berlin no iban a buscar los cigarrillos y el chocolate que les tiraron; iban a buscar a sus camaradas metalúrgicos de Berlín-Oeste. Desgraciadamente, éstos permanecieron en sus fábricas. En lugar de proletarios socialistas, fueron lumpen de Berlin -Oeste quienes se mezclaron con la manifestación, desnaturalizando ésta y facilitando así en gran medida la intervención soviética. ¡Imaginad un instante que en lugar de ver a jóvenes reaccionarios quemar banderas rojas, los soldados soviéticos hubieran visto acercarse a masas compactas de obreros socialistas de Berlín-Oeste en ropa de trabajo, banderas rojas a la cabeza y cantando la Internacional!. La represión habría sido muy difícil y, si a pesar de todo hubiera tenido lugar, habría dejado huellas profundas entre los soldados del Ejército Soviético (informes de provincias, donde las manifestaciones tumultuosas tuvieron un carácter mucho más proletario que la manifestación de la tarde del 17 de junio en Berlín, dicen que en Halle los soldados soviéticos habrían disparado demostrativamente al aire cuando la multitud se acercó, y habrían recibido frenéticos aplausos por parte de los obreros).

Estas condiciones de la victoria del movimiento de Berlín-Este eran tan evidentes en Berlín que, incluso en la reunión de la dirección del Partido Socialdemócrata a la que asistieron varios dirigentes nacionales del Partido, algunos oradores pusieron sobre el tapete la cuestión de la huelga de solidaridad, para rechazarla, por otra parte, con el pretexto en adelante clásico de que “las condiciones objetivas no estaban maduras”. A pesar de la atmósfera indudablemente desfavorable de Berlín, con sus 300 000 parados y su socialdemocracia más derechista de toda Alemania, los obreros de Berlín Oeste esperaban directivas de acción que no llegaron nunca. La inacción del SPD fue el complemento natural de la acción, cuidadosamente preparada y dirigida, de las bandas reaccionarias. Los obreros de Berlín-Este han dado una lección a los obreros socialdemócratas de las zonas occidentales en cuanto a su capacidad de actuar espontáneamente. ¡Ojalá sus hermanos del Oeste puedan imitar pronto este ejemplo!

Las autoridades de ocupación y la burguesía alemana estaban profundamente asustadas por el movimiento huelguista. Comprendían su carácter explosivo y el peligro de que atravesara la línea de demarcación. Lo que buscaban eran algunos incidentes sangrientos para desacreditar al Ejército soviético, no una huelga obrera victoriosa, que reforzara la convicción de la clase obrera de que representa la única fuerza activa del país. También tuvieron todo el interés en provocar y facilitar los incidentes de la tarde del 17, que tuvieron como consecuencia la intervención soviética. Su miedo había sido suficientemente grande, como para prohibir inmediatamente toda manifestación o reunión pública en Berlín-Oeste, si no había demanda previa de autorización, y rechazan una demanda de manifestación de las juventudes socialistas diciendo que había que actuar “en bloque de las organizaciones democráticas”. Ironía de la suerte: en el momento en que la propaganda occidental pretendía que los obreros hacían huelga en el Este por “la libertad democrática”, los potentados militares occidentales comenzaron por yugular esa misma libertad en Berlín-Oeste. ¿Es verdaderamente una casualidad o más bien un símbolo?

Los obreros de Alemania Oriental no han sido aplastados

Si, por la responsabilidad y la cobardía de los dirigentes obreros occidentales, la huelga del 17 de junio no fue completamente victoriosa, tampoco, sin embargo, fue aplastada sangrientamente. La represión de las tropas soviéticas, por severa que fuera -se habló de una treintena de fusilados- no dejó de tener un carácter demasiado limitado para intimidar efectivamente a las enormes masas que tomaron conciencia de su propia fuerza. Ante los trabajadores que continúan obstinadamente su resistencia, los jefes estalinistas alternan promesas y amenazas, luego anuncian la liberación de la mayor parte de los obreros detenidos y se reducen casi exclusivamente a los anuncios de una rápida mejora de las condiciones de vida. “Danos 15 días”, ruega Grotewohl ante una asamblea obrera. “Somos completamente responsables de lo que acaba de ocurrir”, declara bajo los aplausos masivos de la asistencia. Estamos seguros de que no le gustaban mucho este tipo de aplausos…. En estas condiciones, no puede haber un sentimiento de derrota en la clase obrera. Más aún: las concesiones sustanciales que hacen y continúan haciendo los dirigentes estalinistas refuerzan la impresión de los trabajadores de que su movimiento ha conducido a un éxito importante. A través de todas las “críticas y autocríticas” de las que los dirigentes estalinistas tienen costumbre, ¡nunca se había visto antes algo parecido! Desde el 16 de junio, el aumento de las normas de producción en un 10% es atrasado; se condena el método administrativo de aumentar las normas. El 31 de junio, el Comité Central libera sumas importantes del fondo de inversión para la industria pesada a fin de aumentar la construcción de viviendas y los seguros sociales, y de aumentar los subsidios del Estado que permiten restablecer las tarjetas de ferrocarril a tarifa reducida de un 75% para los obreros. El 26 de junio, el Consejo de Ministros anuncia que el 50% de los fondos de inversión reservados para la industria pesada serán concedidos a la industria de bienes de consumo. Los materiales de construcción serán puestos a la venta libre para permitir a los obreros construir sus propias casas. El aprovisionamiento en textiles será arreglado por las propias empresas sobre la base de subsidios del Estado.

En total, 2000 millones de D-marcos fueron transferidos de la industria pesada y del rearme a la industria libera y a la construcción de viviendas.

También el sentimiento de fuerza y de confianza de los trabajadores estalla en las reuniones de fábrica de las que informa la propia prensa estalinista. La crítica más violenta está dirigida por todas partes a los dirigentes del partido y de los sindicatos. Los obreros no hablan solo de las normas, de los salarios, de los precios en las HO. Plantean cuestiones altamente políticas. “¿No valdría más que dimitierais?, preguntan una vez más a Grotewohl en la fábrica de transformadores de Oberschöneweide (Neues Deutschland, 24 junio). Grotewohl se contorsiona, explica que hará un informe ante la “Cámara del Pueblo” que decidirá entonces soberanamente, que mientras tanto, es deber del gobierno reparar sus faltas… En las fábricas de máquinas de Berlin-Weissensee, los obreros corrigen a Ulbricht sobre la demanda de hacer una crítica franca y abierta. “Además es preciso que tengamos la seguridad de que no nos harán nada luego… ¿Qué ha pasado con los tres camaradas desaparecidos de la sección del Transporte desde el 17 de junio?”. Nunca, desde 1927, dirigentes estalinistas se han visto colocados en una situación que les obligara a escuchar y a responder pacientemente a tal lenguaje.

La “autocrítica” de los dirigentes del SED

De hecho, los dirigentes del SED fueron conducidos, entre el 16 y el 26 de junio, a hacer una autocrítica que ataca a las raíces mismas de la política económica y social estalinista. Tesis que el movimiento trotskysta había defendido durante veinticinco años se encuentran de un solo golpe admitidas y recuperadas por los más altos dignatarios estalinistas en Alemania oriental:

1ª Admiten que el desarrollo exagerado y desproporcionado de la industria pesada ha conducido a una reducción del nivel de vida de los trabajadores y provoca una crisis económica, social y política de las peores dimensiones: “El desarrollo forzoso de la industria pesada ha llevado … a la restricción de la industria de los medios de consumo. Esto ha impedido el aumento ulterior del nivel de vida” (Neues Deutschland, 17/06/1953, diario del SED).

2ª Admiten que el aumento constante de las normas de rendimiento ha sido introducido de forma puramente adinistrativa y contra la voluntad de los trabajadores, provocando el descontento de los trabajadores. “Las medidas erróneas han llevado a un aumento de los malos métodos administrativos (para el aumento de las cuotas) e incluso a la acentuación de las medidas de castigo (para obtener el mismo aumento)… lo que ha limitado las fuerzas creativas del pueblo” (Grotewohl. Neues Deutschland 17/07/1953).

3ª Admiten que el pretendido aumento “voluntario” de las normas era en realidad un aumento administrativo, obtenido por presiones, amenazas o incluso la violencia: “El 1 de mayo, los dirigentes de las empresas de construcción de viviendas (en Berlín) publicaban un comunicado de prensa declarando que la gran mayoría de las brigadas de trabajo había aumentado voluntariamente sus cuotas un 10%. Pero cuando los mismos dirigentes organizaron la reunión de activistas y brigadas del 28 de mayo, la gran mayoría rechazó este aumento en las normas” (Neues Deutschland, 14/06/1953).

4ª Admiten que los sindicatos han funcionado hasta entonces como la prolongación de la dirección de las empresas nacionalizadas: “El sindicato de la Construcción y la Madera del FDGB (Confederación sindical de Alemania oriental)… no debe seguir actuando como un brazo de las direcciones de las empresas” (Neues Deutschland 17 junio).

5ª Admiten ahora la idea “trotskysta” ya repetida por el PC yugoslavo y en parte por el PC chino de que es la tarea de los sindicatos defender los intereses de los obreros, si es preciso contra la dirección de las empresas nacionalizadas (idea proveniente en realidad de Lenín y adoptada por el partido bolchevique en sus tesis sobre los sindicatos): “Es necesario superar la práctica falsa de una serie de direcciones sindicales que olvidan, en su deseo de aumentar la productividad del trabajo en las empresas nacionalizadas, que es al mismo tiempo necesario defender los intereses de los trabajadores contra toda forma de falsificación burocrática… La tarea principal de los sindicatos es actualmente cumplir su misión de representantes de los intereses de los trabajadores en la lucha por la mejora de las condiciones de existencia económica y culturales en cada fábrica, cada pueblo, cada ciudad… de forma honrada y concienzuda” (Neues Deutschland 20 junio).

Los obreros, en respuesta a la represión, comenzaron a reivindicar abiertamente el derecho a la huelga. Preguntaron a los jefes del SED si el derecho de huelga existía ya en la DDR (RDA). Todavía el 24 de junio, hablando en las fábricas Leuna, Walter Ulbricht declaró que “por principio es intolerable hacer huelga en la DDR, pues haciendo huelga contra un Estado obrero, los trabajadores se atacarían a sí mismos”. Pero una semana más tarde, se hace necesario un cambio también sobre este tema, debido al aumento de la presión obrera. En su número del 2 de julio, Neues Deutschland publica un añadido a una entrevista al ministro de Justicia de la DDR, Max Fechner, en la que se dice: “El derecho de huelga está constitucionalmente garantizado en la DDR. Los miembros de comités de huelga no serán castigados por su actividad en esos comités”. Se trata de un cambio fundamental de la política obrera del estalinismo, reconociendo implícitamente la justeza de una de las principales reivindicaciones del movimiento trotskysta, desde hacía veinticinco años.

Las repercusiones del levantamiento obrero

Los acontecimientos del 16 al 19 de junio tendrán repercusiones profundas en el ascenso del movimiento obrero alemán en su conjunto, es decir en primer lugar entre los obreros de Alemania occidental. Éstos tenían hasta entonces la iniciativa en la recuperación de la lucha obrera en Alemania. La iniciativa ha pasado ahora a sus hermanos del Este. Nadie duda de que el ejemplo de Berlín estimulará la voluntad de lucha y la amplitud de miras de los militantes y funcionarios de vanguardia en las organizaciones de masas de Alemania occidental. Los obreros de Berlín, de Leuna, de Magdeburg y de Leipzig han mostrado que es posible aguantar, mediante la acción de masas, ante las fuerzas de la VOPO y a la amenaza de las fuerzas de ocupación soviéticas. Los obreros de Alemania occidental podrán sacar de ello la lección de que será aún mucho más fácil romper las fuerzas de policía de la República de Bonn mientras siga sin haberse reconstruido la Wehrmacht. La perspectiva de la unidad alemana, de la unificación del movimiento obrero de toda Alemania, se vuelve cada vez más una perspectiva revolucionaria en la que la clase obrera alemana aparecerá de nuevo como la principal fuerza obrera de Europa. Exigir la retirada inmediata de las fuerzas de ocupación de Alemania, es para el movimiento obrero alemán exigir la eliminación del principal obstáculo para el ascenso revolucionario en Alemania.

El eco de los acontecimientos de Berlin, tras los acontecimientos similares en Pilsen y Brno, cuando se produjo la última reforma monetaria checoslovaca, resonará en todos los centros industriales de los países de democracia popular y en la propia URSS. Por primera vez, los obreros han arrancado, mediante la acción de masas, sustanciales concesiones a la burocracia estalinista. Este ejemplo será estudiado e imitado en otras partes. Productos indirectos de la reciente evolución en la URSS (ha sido por orden de Moscú como Semionov obligó al SED a emprender su “curso nuevo”) los acontecimientos revolucionarios de Berlín acelerarán esta evolución de la política estalinista en la URSS visible desde la muerte de Stalin. Los dirigentes soviéticos intentarán, mediante medidas preventivas, evitar que una misma ola de huelgas se repita en su propio país. Pero es dudoso que ese objetivo sea alcanzado. Las correlaciones de fuerzas se vuelven cada vez más desfavorables para la burocracia en los países de democracia popular industrializados y en la propia URSS. La confianza de los trabajadores en sus propias fuerzas y su propio futuro dará un nuevo salto adelante. Los acontecimientos de Berlín representan así una etapa decisiva hacia el derrocamiento revolucionario de la burocracia por el proletariado, hacia la resurrección y el triunfo de la democracia soviética.

Lecciones del levantamiento obrero

El trazado de esta lucha proletaria contra la burocracia, que nos habíamos esforzado anteriormente en dibujar en punteado puede ahora esbozarse en trazos plenos. Contrariamente a todas las predicciones de escépticos y de cobardes, no son esclavos desmoralizados, sino obreros comunistas conscientes los que conducen y conducirán esta lucha. No la conducen bajo la bandera de la “libertad occidental”, sino bajo la del verdadero comunismo, de la democratización del Estado y de las organizaciones obreras, del poder directo de los trabajadores, es decir del poder de los soviets.

No son “ideas nuevas”, tras el “fracaso del bolchevismo y del marxismo, sino las viejas tradiciones spartakistas, bolcheviques, comunistas, quienes gobiernan sus acciones. El futuro no es la “síntesis” entre la democracia burguesa y la dictadura estalinista. El futuro corresponde al triunfo de la democracia soviética sobre la base social nueva establecida por la Revolución de Octubre, extendida a los países de democracia popular. Han sido el programa y las perspectivas trotskystas lo que los huelguistas de Berlín-Este han confirmado de forma esplendorosa. Han actuado y hablado como trotskystas, sin mezclar su bandera con la de los cruzados atlánticos, el 16 y la mañana del 17 de junio.

Hace un año, informando sobre las discusiones que la revolución china había desencadenado en el seno del Partido Comunista de la Unión Soviética, habíamos señalado que los progresos de la revolución internacional catapultaron ideas revolucionarias a la propia URSS. Cuando se publicó la última obra de Stalin, oímos una ola de crítica revolucionaria hacia la burocracia acompañar a las penosas explicaciones del Jefe Bien Amado. Stalin muerto, sus sucesores se han precipitado a admitir , por la amplitud de sus concesiones a las masas, la existencia de un enorme descontento popular contra la burocracia. El pasado 1 de mayo, el llamamiento de la IV Internacional anunció que el ascenso revolucionario internacional alcanzaba a los países bajo la dominación estalinista. Los obreros de Berlín-Este cuya valentía y alta conciencia comunista saludamos, nos permiten hoy escribir sin exageración: el ascenso revolucionario contra la burocracia estalinista ha comenzado. Un nuevo capítulo se abre en la historia de la revolución mundial en nuestra época (26 de junio de 1953).

Post-scriptum. Los capitalistas de Alemania occidental saben muy bien porqué representan la lucha de los trabajadores de la DDR (RDA) como una lucha por la “libertad”; cuentan con la caida de la DDR. Para conquistar de nuevo la libertad para la propiedad privada y la explotación “libre” de la fuerza de trabajo en Alemania oriental. Algunos días después de la huelga del 16 de junio, M. Thedieck, Secretario de Estado para las cuestiones panalemanas en Bonn, declaró en una sesión de la Cámara de Comercio de Coblenza que la primera tarea a resolver en la vía de la reunificación alemana es la abolición de la economía planificada en la zona de ocupación soviética, y la reintegración de esta economía en la de la Alemania occidental, basada en el mercado libre. El antiguo ministro Walter von Keudell escribe en el mismo sentido en el diario Die Welt del 1 de julio de 1953. El servicio de prensa económico de la dirección del partido socialdemócrata alemán atacó violentamente estos proyectos en su número del 25 de junio de 1953. Reveló igualmente que en el ministerio para las cuestiones panalemanas en Bonn funciona desde hace quince meses un Instituto de Investigaciones que ha preparado todos los detalles de la reprivatización de la economía de la DDR para el “día D”. Desgraciadamente, el SPD no lleva a cabo ninguna campaña pública contra esos proyectos. No escribe nada sobre este tema en sus diarios. Y participa activamente en el concierto sobre la pretendida “lucha por la libertad” de los obreros de la DDR, facilitando así a los magnates de la industria la elaboración de sus proyectos de robo de las empresas socializadas (26 de junio de 1953).


Declaración. Los proletarios de Berlín se levantan.

Publicado en La Vérité. Órgano de defensa de los trabajadores. Nº 317 (del 26 de junio al 9 de julio)

¡Saludamos a los trabajadores de Berlín-Este y de toda la Alemania oriental, que acaban de escribir una nueva página gloriosa en la historia del proletariado internacional!

¡Que se callen los perros sangrientos de la burguesía, los imperialistas franceses, americanos, ingleses! La historia de su régimen no es más que fango, sangre y miseria, desde la Comuna de París al asesinato de los Rosenberg.

Que se callen quienes por dos veces en veinticinco años han desencadenado la guerra imperialista para defender sus ganancias. Que se callen quienes desde hace diez y ocho años hacen la guerra en Vietnam, quienes en un día asesinaron a 45 000 argelinos [masacre de la población argelina del 8 al 22 de mayo de 1945 en Sétif, Guelma y Kherrata, “departamentos franceses de Argelia”], quienes en tres días asesinaron a 100 000 malgaches [insurrección de la población malgache iniciada en marzo de 1947; la represión fue de una extrema violencia y duró más de dos años; en enero de 1951, François Mitterrand, ministro de la Francia de Ultramar afirmaba que “el porvenir de Madagascar está indefectiblemente ligado a la República francesa”], los verdugos de Ferhat Hached [sindicalista tunecino asesinado en diciembre de 1952, fundador de la UGTT], los de la limpieza de Cap Bon [a comienzos de 1952, intervención del ejército francés contra las revueltas populares en la región de Cap Bon], los hombres de la guerra atómica, los incendiarios de Corea, los caballeros del Napalm y de la silla eléctrica. Los trabajadores de Berlín se han levantado contra la opresión y la miseria, es decir contra vosotros y vuestro régimen. Vuestras lágrimas de cocodrilo sobre la suerte de Alemania oriental no engañarán a nadie.

En cuanto a los criados de la pluma de L´Humanité y de “Libératio” asimilando a todo un proletariado que se levanta por el pan y la libertad a “provocadores fascistas”, han mostrado a la luz del día su decepcionante subordinación a los burócratas del Kremlin y su desprecio por la clase obrera.

TRABAJADORES FRANCESES, ASÍ ES COMO Y POR QUÉ LUCHAN LOS TRABAJADORES DE ALEMANIA ORIENTAL:

Estos son los hechos

El 16 de junio, los trabajadores de la construcción de Berlín paraban en masa para protestar contra el aumento de las normas de trabajo un 10%, sin aumento de salario. Los ferroviarios, los metalúrgicos se sumaron al movimiento: pronto la huelga fue general. Los huelguistas se esparcieron por las calles de la ciudad, a los gritos de : “¡Estamos hartos! ¡No podemos seguir viviendo así! ¡Queremos pan y libertad! ¡Viva la huelga general!”. Por centenares de miles, llegando de 30 y 40 km a la redonda, marcharon sobre la sede del gobierno Grotewohl para exigir su dimisión.

Los días 17 y 18 de junio, las manifestaciones obreras se extendía a toda Alemania. En muchos lugares la policía popular confraternizó con los trabajadores.

El gobierno estalinista de Grotewohl-Ulbricht -el mismo gobierno que, para satisfacer las exigencias de la política internacional del Kremlin acababa de tender la mano al obispo Dibelius, de preconizar el desarrollo de la pequeña y mediana industria capitalista y la libertad de comercio, de defender las virtudes de la libre competencia, de prometer ventajas a los campesinos ricos; ese mismo gobierno que acababa de amnistiar en masa a los especuladores y traficantes -ese gobierno agotado, a punto de ser derrocado por los trabajadores insurrectos, se abrigó detrás de las tropas de ocupación rusas. Éstas intervinieron con sus tanques y sus ametralladoras contra los manifestantes que gritaban: “¿Quiénes somos? ¡Somos trabajadores de Berlín! No nos harán nada, ¡somos obreros!”.

Varias decenas fueron muertos, varios centenares heridos. En Magdeburg, donde 10 000 metalúrgicos de las fábricas Thaelmann se habían apoderado de la prefectura y de la prisión y habían liberado a los detenidos políticos, veinte de ellos fueron muertos. Acontecimientos similares se desarrollaron en Weimar, Chemnitz, Hall, Dresde, Leipzi, Erfurt y en las minas de uranio de Saxe. En Berlín, el obrero electricista Willy Göttling fue fusilado para dar ejemplo. El vicepresidetne del gobierno, Nuschke, declaró: “Los rusos tienen razón en emplear los tanques, pues es su deber, en tanto que potencia de ocupación, el restablecimiento del orden”.

¿Dónde están los cómplices del imperialismo?

¡Trabajadores! ¡No os dejaréis engañar por los falsarios que pretenden haceros creer que los trabajadores alemanes, cuando luchan por sus condiciones de existencia, por sus libertades, por la unidad de su país, son provocadores fascistas!. Ciertamente, el imperialismo mericano, que acaba de desafiar a la opinión pública mundial asesinando a los Rosenberg [Ethel y Julius Rosenberg, comunista de Nueva York, fueron detenidos en agosto y julio de 1950, acusados de espionaje a favor de la URSS,juzgados como culpables y ejecutados en junio de 1953 en la prisión de Sing Sing, en la silla eléctrica], busca, en su rabia contrarrevolucionaria, explotar la situación.

Pero ¿quién ha hecho el juego al imperialismo -quién compromete por tanto la defensa de la Unión Soviética- sino los burócratas del Kremlin que han consagrado en Postdam la división de Alemania entre los cuatro Grandes? ¿Quién, de concierto con los imperialistas occidentales, ha impuesto al pueblo alemán el desmantelamiento de fábricas y aplastantes reparaciones? ¿Quién hace el juego al imperialismo sino quienes instauran en Europa oriental asfixiantes regímenes policiacos, que provocan la indignación de las masas obreras?

¿No reconocéis a esos dirigentes estalinistas que osan escribir hoy: “Hay motivos para sonrojarse porque los trabajadores alemanes hayan caído en la trampa de las maquinaciones de los provocadores de Berlín oeste, por que los obreros de Berlín no hayan logrado impedir que fuera mancillada su ciudad” (Neues Deutschland, 18 de junio). ¿No les reconocéis? ¿No son los mismos que os decían, no hace tanto, “la huelga es el arma de los trusts”, o, “solo los fascistas quieren la huelga general”? ¿No son ellos los que hoy predican el “Frente Nacional Unido”, con los burgueses patriotas? ¿No están siempre dispuestos, hoy como ayer, tanto en Alemania como en Francia, a sacrificar a los trabajadores a las combinaciones diplomáticas del Kremlin?

Solos contra todos

Moscú y Washington están hoy de acuerdo en presentar a los trabajadores que se manifiestan en Alemania oriental como partidarios de la “democracia” según la moda americana. Entonan, cada uno por sus razones, el coro de la odiosa calumnia contra los proletarios alemanes. Ni una voz se ha levantado contra los falsificadores, por la defensa de las aspiraciones socialistas del proletariado de Alemania. Nadie ha habido tampoco a la cabeza de los manifestantes, desorganizados y entregados solo a su sentido de clase, para dar un programa a la lucha que quieren realizar.

Testigos oculares han informado como, la mañana del 17 de junio, numerosos trabajadores que se manifestaban en las calles de Berlín, decían entre ellos: “Desgraciadamente no tenemos dirección”. Desgraciadamente, en efecto, los trabajadores alemanes no tienen a su cabeza un partido revolucionario auténtico, independiente de Wall Street y del Kremlin. Ese partido habría proclamado ante los proletarios del mundo entero que los trabajadores de Alemania oriental, igual que unos días antes los de Pilsen y de Morava-Ostrava, en Checoeslovaquia, no luchan por el restablecimiento del capitalismo; luchan para que los frutos de la economía nacionalizada y planificada beneficien al conjunto de los trabajadores y no solo a una minoría de burócratas privilegiados.

Este partido habría llamado a los trabajadores de toda Alemania a no esperar la unidad alemana de una conferencia de las grandes potencias -esas mismas potencias que en Yalta y Potsdam consagraron la división de Alemania. La unidad alemana debe ser conquistada por la acción de los trabajadores alemanes. Es en esta vía en la que se implicarán los trabajadores de Berlín. También la prensa burguesa disimula mal su inquietud bajo sus risas burlonas. La burguesía teme que los trabajadores de toda Alemania se unan en un mismo combate. ¿No ha visto el 20 de junio precisamente a miles de manifestantes enfrentarse a la policía de Munich, en la zona americana, durante violentos enfrentamientos? Se comprende a partir de ahí que Kayser, ministro de Adenauer, haya dirigido a los trabajadores insurrectos de la zona oriental un llamamiento a la calma.

Solidaridad

¡Trabajadores franceses! Podemos y debemos ayudar a la clase obrera alemana en su lucha por la unidad de su país, por la salida de las tropas de ocupación extranjeras, por la democracia obrera, por el socialismo.

Unamonos para imponer la retirada de todas las fuerzas de ocupación! Exijamos la retirada de las tropas de ocupación de nuestra propia burguesía en Alemania de la misma forma que exigimos la retirada del cuerpo expedicionario en Indochina, y de las tropas de ocupación francesas en Africa del Norte!.

¡VIVAN LOS TRABAJADORES DE ALEMANIA ORIENTAL!

¡VIVA LA ACCIÓN REVOLUCIONARIA DE LOS TRABAJADORES DE TODA ALEMANIA POR LA UNIDAD ALEMANA, CONTRA ADENAUER Y GROTEWOHL!

¡VIVA LA SOLIDARIDAD INTERNACIONAL DEL PROLETARIADO!

(Este llamamiento fue publicado en panfletos. Se pueden conseguir en “La Vérité”.)

Nota: Hemos respetado la grafía en la transcripción de este documento (Réd. A l´Encontre).

http://alencontre.org/societe/histoire/histoire-le-soulevement-ouvrier-en-allemagne-orientale-juin-1953-ii.html

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