Esta contribución aborda la militancia feminista partiendo de la cuestión de la violencia conyugal e intenta explorar la relación entre militancia espontánea y feminismo de Estado en el contexto del rápido desarrollo de un movimiento social que reivindica la igualdad de sexos. Se analizarán las fuerzas, pero también los límites, del movimiento feminista actual con el fin de explicar esta significativa transformación política, que mezcla la herencia de la época maoísta y las prácticas feministas contemporáneas.

Antes y después de Tiananmen

Hacia mediados de los años 1980, mientras los intelectuales chinos están resucitando las ciencias sociales en el marco del discurso sobre la modernidad científica, mujeres educadas, habitantes de medios urbanos, comienzan a implicarse en actividades de una amplitud limitada. Organizan salones o conferencias para discutir sobre cuestiones femeninas, o llevan a cabo investigaciones sobre las mujeres con el fin de intentar responder a los problemas que estas encuentran en un periodo de transformación económica y social radical. El hecho de estudiar a las mujeres con la ayuda de métodos científicos es considerado una manera de tomar distancias respecto a las limitaciones del análisis maoísta de clase. En 1986, cuando la campaña contra la liberalización económica hace fracasar los esfuerzos intelectuales de reforma política, muchos intelectuales deciden volverse hacia la investigación sobre las mujeres, que constituye un medio viable de continuar interesándose en el cambio social.

Tras los acontecimientos de Tiananmen, las investigadoras feministas se encuentran con un entorno político más hostil, donde las actividades organizadas, tanto de pequeña como de gran envergadura, ya no son autorizadas. Gao Xiaoxian, la fundadora de la Asociación de Shaanxi de Investigación sobre las Mujeres y la Familia, una de las mayores ONG feministas actuales, fue degradada tras Tiananmen por problemas políticos debido a que había organizado un salón de mujeres a comienzos del año 1989.

De hecho, una gran parte de los salones y grupos de discusión organizados por intelectuales desaparecen tras los acontecimientos de Tiananmen, aunque algunos se reconstruirán cuando el gobierno chino anuncie su decisión de acoger la Cuarta Conferencia de Naciones Unidas sobre la Mujer.

Aunque la militancia espontáneamente organizada en China conoce su apogeo a comienzos del año 1989, el término ONG no aparece en el discurso público hasta el momento de la preparación de dicha conferencia. Las feministas chinas, aprovechando la ocasión política de oro que se les ofrecía, son las primeras en hacer esfuerzos considerables para popularizar y legitimar este concepto. Se publican muchos artículos en el periódico de la Federación de Mujeres, el Diario de las mujeres chinas, y en su revista Colecciones de estudios femeninos. Estas publicaciones cuentan las actividades de diversas ONG de mujeres en el extranjero y explican que las organizaciones no gubernamentales no son organizaciones anti-gobierno. Dado que el Fórum de las ONG sobre las mujeres forma parte del paquete impuesto al país anfitrión de la conferencia, el gobierno chino no tiene otra opción que autorizar la formación de las ONG de mujeres y calificar como tal a la Federación China de Mujeres. Sin embargo, la paranoia del partido ante el activismo espontáneamente organizado estalla a la luz pública cuando decide desplazar el Fórum de las ONG sobre las mujeres de Beijing a Huairou, donde centros de conferencias todavía en construcción e incluso tiendas de campaña sirven para acoger a las treinta mil participantes en el fórum. Es un momento de gran tensión para el gobierno, pero al mismo tiempo una experiencia rica en enseñanzas. Nadie, entre las treinta mil feministas extranjeras o las cinco mil participantes chinas, organiza ninguna acción de protesta contra el gobierno chino, a pesar de los provocadores rumores destilados por este para justificar un agobiante dispositivo de seguridad.

Otro acontecimiento también significativo: los organismos de financiación internacionales refuerzan su apoyo a la militancia organizada de las mujeres chinas. La Fundación Ford, con una encargada de programa feminista, Mary Ann Burris, responsable de la financiación, tiene un papel crucial en el desarrollo de las ONG al financiar los proyectos de las militantes y su participación en las múltiples reuniones internacionales que preceden al fórum. Este apoyo ayuda a muchas militantes de la Federación de Mujeres exteriores al sistema a recuperar actividades paralizadas a consecuencia de Tiananmen.

La Cuarta Conferencia de Naciones Unidas sobre la Mujer: una etapa clave para el feminismo chino

La Cuarta Conferencia de Naciones Unidas aporta conceptos y categorías de análisis a las militantes chinas que se apresuraron a utilizar estos nuevos instrumentos teóricos para ir más allá de la vulgata inspirada en Engels sobre la liberación de la mujer utilizada en el partido. En 1993 se introduce por primera vez por militantes el concepto de género, gracias a los esfuerzos colectivos de la Sociedad China de Estudios Femeninos en EE UU y con el apoyo de la Fundación Ford. La Sociedad China de Estudios Femeninos, financiada por la Fundación Ford, ha colaborado con universitarias chinas en la organización de muchos talleres feministas en China desde 1993. Los miembros de la Sociedad han trabajado también en la publicación colectiva de trabajos feministas muy difundidos entre las feministas en China. En 1993, en Beijing, jóvenes profesionales chinas y feministas occidentales crean juntas el grupo de traducción feminista Oriente al encuentro de Occidente, con la idea de traducir trabajos feministas al chino y popularizar de forma eficaz diversos conceptos feministas internacionales a través de los mass media chinos.

Aparte de estas actividades de traducción, las numerosas reuniones preparatorias del Fórum de las ONG sobre las mujeres permiten a las militantes chinas observar por primera vez cómo funcionan las ONG en el extranjero. No hay duda de que el Fórum de las ONG sobre las mujeres en Huairou ocasiona encuentros fértiles. La violencia conyugal, los derechos de gays y lesbianas o incluso los derechos de las prostitutas, cuestiones hasta entonces tabú en China, figuran entre los temas abordados.

Además del concepto de ONG, entre los otros conceptos traducidos y difundidos durante este periodo figuran el género (en tanto elemento cultural y socialmente construido y como sistema jerárquico que reproduce relaciones de poder), la emancipación de las mujeres y el desarrollo sostenible centrado en las mujeres. Con ayuda del eslogan, muy conocido por la población, Unámonos al mundo, las feministas chinas consiguen difundir estos conceptos y militan abiertamente por poder unirse a los movimientos internacionales de mujeres. Llaman a adoptar un programa de desarrollo que dé prioridad a la justicia social y a la igualdad entre hombres y mujeres en un período de polarización creciente de género y de clase arrastrado por la economía capitalista de mercado. Mientras la categoría marxista de clase es abandonada como instrumento analítico, a causa de su relación con el maoísmo o de su crítica del capitalismo, la categoría de género se introduce y se hace operativa en el discurso corriente, como espejo crítico de la jerarquía social y de la injusticia. Pronto, algunos de estos conceptos son recuperados por otros grupos sociales, como por ejemplo los obreros y los campesinos, que utilizan el término de grupos desfavorecidos para defender sus propios derechos e intereses.

Mientras millares de mujeres chinas absorben con avidez las diversas ideas y temáticas desarrolladas por las comunidades feministas internacionales en Huairou, la delegación oficial china en la Conferencia forcejea con los conceptos expuestos en la “Plataforma de acción” y la “Declaración de Beijing”, dos documentos preparados por Naciones Unidas. A este respecto, hay que reconocer a la Federación China de Mujeres el haber hecho un notable trabajo de difusión de estos documentos por medio de sus canales oficiales. El concepto de género y toda una serie de temáticas feministas mundiales se han difundido en China a través de los medios de comunicación de esta institución.

Gracias a la habilidad de las feministas chinas tanto dentro como fuera del sistema oficial, la Cuarta Conferencia de Naciones Unidas sobre la Mujer se transforma en una especie de juegos olímpicos donde está en juego el honor nacional. Desde finales del siglo XIX se utiliza a las mujeres para representar a la nación, la civilización y la modernidad; el postulado colonialista europeo de que se puede valorar una civilización por la condición concedida a las mujeres, erróneamente considerado como un concepto socialista, constituye hace tiempo el principal elemento de adhesión que conecta igualdad de sexos y modernidad en China.

Un ascenso del activismo desde 1995

Durante la década siguiente, las feministas refuerzan de forma considerable su activismo. A finales de la década ya aparecieron tres redes nacionales: Género y desarrollo, Stop a la violencia conyugal y Mujeres y estudio de género. Aunque las militantes trabajaron en temáticas mucho más diversas de lo que sugieren las orientaciones de estas redes, actualmente constituyen los principales canales de activismo y reciben importante financiación internacional. Aunque en distintos niveles de desarrollo, estas redes feministas comparten varias características.

En primer lugar son independientes del Estado, tanto financieramente como en la manera de identificar las temáticas ligadas a los intereses de las mujeres. Están dirigidas de manera independiente por mujeres que ocupan o no una función oficial. Dicho esto, su dependencia respecto a donantes internacionales plantea la cuestión de su durabilidad. Por otra parte crean mecanismos que permiten transformar las instituciones oficiales utilizando las ideas y las prácticas feministas, pero sin estruendo. Entre las numerosas actividades innovadoras puestas en marcha por todo el país, podrían citarse las sesiones de formación sobre género organizadas por las oficiales, los talleres de formación sobre el liderazgo para mujeres rurales, los grupos de trabajo locales sobre violencia conyugal, los hogares de acogida, los talleres de formación de profesorado de universidad y también los programas de estudios femeninos.

Estas actividades, que se distinguen de la definición convencional de los movimientos sociales, nunca toman la forma de protestas o de manifestaciones de calle. Implican al sistema y a las instituciones estatales por medio de actividades realizadas en espacios cerrados y, por consiguiente, escapan a la atención de la seguridad pública en China y de la vigilancia china en el extranjero. Por lo general, los principales trabajos sobre las transformaciones políticas actuales en China suelen ignorar la militancia feminista organizada, aunque esta constituye, en China, un desafío real y serio para quien quiera teorizar el sistema político chino. En fin, los organizadores de estas redes son conscientes del papel que juegan en la transformación política de China. Haciendo suyos los conceptos utilizados por Maxine Molyneux, intereses prácticos de género e intereses estratégicos de género, las líderes feministas consiguen elevar el nivel de exigencias vinculadas a los intereses de las mujeres y generar cambios portadores de una visión feminista. Analizaremos más adelante los desafíos específicos a que se ven confrontadas.

Stop a la violencia conyugal: una asociación emblemática en la evolución del feminismo chino

La violencia conyugal, jiating baoli, es un término chino reciente que ha pasado al lenguaje corriente después de 1995. Aunque la definición de violencia conyugal va más lejos del hecho de pegar a su mujer, el problema de las mujeres golpeadas constituye el aspecto principal y esta práctica sigue estando muy extendida en las culturas patriarcales. En la mayor parte de las regiones chinas, da laopo –el hecho de pegar a su mujer– sigue siendo una componente normal de la vida conyugal. En la segunda mitad de los años 1940, durante la Revolución comunista, las mujeres del partido intentaron movilizar a las campesinas abordando la cuestión de las prácticas locales de abuso contra las mujeres (nuedai funü). Tras la creación de la Federación China de Mujeres (en 1950), la lucha contra el nuedai funü se recoge en el programa de las federaciones locales. Las miembros de estas federaciones conocen mejor que nadie el predominio de la violencia conyugal porque a ellas se les suele informar de los casos particularmente graves. Una de las primeras en movilizarse para hacer adoptar una legislación contra la violencia conyugal fue Chen Zhunlian, que era miembro de la Federación de Mujeres de Changsha. Desde 1994 comienza a militar a favor de adoptar una legislación local en la materia.

En esa misma época, en otras provincias, las miembros de las federaciones de mujeres comienzan a su vez a explorar la posibilidad de una reglamentación local. En síntesis, el tabú que constituía, en el momento de la Cuarta Conferencia de Naciones Unidas, cualquier discusión pública sobre violencia conyugal en China es la expresión de un Estado dirigido por un Partido Comunista patriarcal que se preocupa ante todo por su imagen pública ante una audiencia internacional, y no el reflejo de las prácticas efectivas dentro de la Federación.

Tras la Conferencia, la Federación utiliza el hecho de que se debe poner en marcha la “Plataforma de acción” y la “Declaración de Beijing” para hacer públicos los objetivos de igualdad de sexos. Dado el deseo de la clase dirigente china de formar parte de los procesos mundiales, la adhesión a los movimientos feministas internacionales constituye en adelante una actitud legítima, aunque la Federación continúa evitando el término feminista. Después de la Conferencia, “Unirse al movimiento internacional de mujeres” se convierte en una consigna popular en las publicaciones de la Federación de Mujeres. La Federación China de Mujeres declaró 2004 como el año de difusión de “la prioridad de política nacional de igualdad entre los hombres y las mujeres”. Todo el sistema de la Federación se moviliza para educar a la vez a los oficiales y al gran público en esta “política nacional” que, hasta entonces, no había aparecido en ningún texto legislativo. La dirigente de la Federación de Mujeres, Gu Xiulian, hizo una gira de conferencias en la escuela central y las escuelas provinciales del partido para hablar de la importancia de realizar esta “política nacional”, una actividad faro de este año temático.

La red Stop a la violencia conyugal, una de las más importantes ONG feministas en la China actual, nace en 1998 cuando tres feministas de Beijing participan en un simpósium en la India. El descubrimiento del activismo de las militantes locales en este país anima a estas profesionales a explorar la situación de violencia conyugal en China. Los procesos vividos en la asociación Stop a la violencia conyugal ilustran algunos procesos comunes a las diferentes organizaciones feministas. Ge Youli, la más joven de las tres feministas de Beijing que participaron en el simpósium en la India, cofundadora del grupo de traducción Oriente al encuentro de Occidente y antigua asistente de Mary Ann Burris, encargada de programas en la Fundación Ford, explica que las organizadoras pretendían ante todo poner en marcha un programa de intervención sobre la violencia conyugal. Deseaban también transformar la cultura política china introduciendo procedimientos democráticos participativos habitualmente utilizados por las ONG feministas extranjeras, pero completamente nuevas para China. Como ella misma destaca en una entrevista:

“Pienso que en nuestro movimiento y en nuestro tipo de organización, deberíamos buscar de manera consciente un modo que sea diferente al estilo gerencial o al estilo de organización tradicional. ¿Qué clase de modo? Un modo participativo, igualitario y compartido que no excluya, ni jerarquice, ni controle. Me parece por tanto que el proyecto de violencia conyugal reviste dos aspectos significativos: en primer lugar, este proyecto ha sido el primero en atacar abiertamente el fenómeno de la violencia conyugal y en explorar las teorías y modos de acción que se refieren a ella en China. Segundo punto significativo: al tiempo que se establecía, ponía en marcha y organizaba nuestro proyecto, hemos intentado crear un modelo nuevo diferente del modelo tradicional masculino. Creo que estamos implicadas de manera activa en el establecimiento de una nueva cultura y que, finalmente, el feminismo debe crear una nueva cultura. Debe romper con la cultura antigua, tradicional, y crear una cultura nueva”.

El objetivo explícito de transformar una cultura masculina animando la participación de las mujeres en los procesos políticos por medio de prácticas feministas es compartido por muchas feministas chinas. En realidad, muchas de entre las más activas han estado implicadas en la creación de una democracia de género, de un posicionamiento y de una práctica políticas que significan la emergencia de un actor nuevo en la escena política en la era de las reformas. En este sentido, la historia del proyecto Stop a la violencia conyugal muestra un periodo crucial, durante el cual las feministas chinas han configurado con éxito espacios sociales para una acción portadora de una transformación feminista del sistema político y de las instituciones sociales.

Además, la reflexión realizada por estos diversos grupos les ha llevado a entrar en relación con el poder, aunque sin esta desconfianza o este miedo al Estado que se espera por lo general. Al contrario, se nota una facilidad y una confianza notables en estas militantes. Dos factores pueden explicar este fenómeno único: en primer lugar, y aunque la economía de mercado ha hecho desaparecer muchos principios, valores y prácticas socialistas, la igualdad de sexos continúa siendo sinónimo de modernidad en el discurso oficial, lo que ha resultado ser muy útil para las feministas en sus diversas tácticas para hacer avanzar los intereses de las mujeres y generar un cambio social. Al declarar que simplemente están poniendo en marcha una prioridad de política nacional, obtienen una legitimidad para comprometerse en la militancia feminista. Si la persistencia de la violencia conyugal daña la imagen de China, entonces las feministas chinas están ayudando al gobierno a librarse de ese estigma. Han jugado con habilidad esta carta internacional (o más bien nacionalista) para obligar al gobierno a rendir cuentas de sus actos. Asimismo, en los años que siguen a la Cuarta Conferencia de Naciones Unidas, la Federación, que sirve de puente entre el partido y las masas, ha mostrado ser el mejor canal de infiltración feminista.

Una ONG particular china: la Federación de Mujeres de China

Desde comienzos de los años 1950, el sistema de federaciones de mujeres estableció organizaciones locales hasta en la más pequeña comunidad rural y en todos los barrios de las ciudades. Aparte del propio partido, es la única organización de masas en cubrir un espacio y una población tan extensos. Dado que su estructura jerárquica está calcada de la administración gubernamental, a cada nivel del gobierno corresponde una federación de mujeres. Aunque no forma parte del gobierno, el personal de la Federación se cuenta entre sus asalariadas y las dirigentes son nombradas por el departamento de organización del partido al mismo nivel administrativo y con los mismos privilegios que cualquier empleado del gobierno de igual rango. El estatuto no-gubernamental aunque oficial del que goza la Federación da a esta organización de lucha contra la discriminación sexual mucho más poder que a cualquier otra ONG en China.

Las ONG de mujeres que colaboran con la Federación, como la ONG Stop a la violencia conyugal, tienen así acceso tanto a los recursos humanos como al poder oficial de la Federación. El proyecto Stop a la violencia conyugal, lanzado en 2000 con un presupuesto de 800.000 dólares procedentes de múltiples donantes, se transforma pronto en una ONG registrada, afiliada en 2003 a la Asociación China para Estudios Jurídicos. Esta ONG, que hoy día se llama Red y Centro de investigaciones Stop a la violencia conyugal, agrupa a militantes individuales en toda China. Representa también a más de sesenta y tres instituciones (centros de estudios femeninos en las universidades, federaciones locales de mujeres, oficinas de la administración civil, etc.) en veintiséis provincias. Las federaciones locales de mujeres son las socias privilegiadas de la Red. En cuanto a sus miembros individuales, se trata bien de personas empleadas del gobierno o de la Federación de Mujeres, o de profesionales de los sistemas jurídico, médico, educativo o de medios de comunicación. Cada vez se ve más mujeres que se han beneficiado de la ayuda de esta red convertirse a su vez en militantes y aportar un apoyo a otras mujeres sobre el terreno. En resumen, la asociación es una ONG feminista que juega un papel no solo abogando por un cambio del discurso oficial, sino también penetrando el sistema oficial, con el fin de establecer un mecanismo institucional para aprobar nuevas leyes y cambiar las prácticas locales.

La existencia misma de esta ONG nacional registrada nos recuerda los gigantescos progresos políticos realizados por las militantes chinas desde 1989. La ONG no solo ha conseguido poner en tela de juicio las restricciones a la militancia espontáneamente organizada, sino que además, con otras muchas ONG, ha roto de hecho el monopolio de la Federación China de Mujeres en materia de representación de los intereses de las mujeres. Esta última, que es de hecho una ONG gubernamental, dispone en adelante de un espejo para preguntarse si realmente es una organización de defensa de los intereses de las mujeres. Asume los conceptos y problemáticas surgidas del movimiento internacional de mujeres por miedo a verse marginada en un proceso de modernización basado en la igualdad de sexos. Chen Mingxia, coordinadora del consejo de administración de la Red Stop a la violencia conyugal y una de las iniciadoras de este proyecto, especialista en derecho en el Instituto para la Investigación sobre Derecho de la Academia de Ciencias Sociales china, comenta así las relaciones entre su ONG y la Federación:

“En nuestra relación con la Federación de Mujeres, intentamos conservar nuestra independencia al tiempo que buscamos una colaboración. Hoy día, la gente en el extranjero es bastante crítica con la Federación y piensa que se trata a la vez de una institución gubernamental y una ONG. Pero yo pienso que, cualquiera que sea su naturaleza, la Federación es ante todo una red nacional que incluye seis niveles administrativos y que, por ello, puede ser de gran ayuda a nuestro proyecto de lucha contra la violencia conyugal. Además, es también una organización de mujeres. Deberíamos cooperar con sus miembros… En otras palabras, insistimos en nuestro marco conceptual y nuestros principios de independencia (del sistema oficial). Dentro de este marco conceptual basado en el principio del feminismo o de la generalización del análisis de género, podemos colaborar en muchos ámbitos. Por tanto, mantenemos realmente buenas relaciones con las federaciones de mujeres locales, que desean trabajar en nuestro proyecto y ayudarnos” (entrevista de Shi Tong con Chen Mingxia, 6/09/2005, para el proyecto Global Feminism).

El hecho de que Chen Mingxia ponga el acento en la calidad de la relación con las federaciones de mujeres locales es muy revelador. Beneficiándose de la potencia financiera de los donantes internacionales, la Red Stop a la violencia conyugal ha creado un modo de participación único en estos tiempos de transformación política de China. Dado que el aparato institucional de la Federación de Mujeres se extiende hasta el más pequeño pueblo o barrio, la colaboración entre la ONG y la Federación de Mujeres permite a las universitarias y a las profesionales feministas de las principales ciudades, como Beijing, comunicar con mujeres locales en regiones periféricas. Su colaboración permite a una ONG horizontal tener acceso a canales verticales. Así adquiere la legitimidad que le permite implicar al Estado a todos los niveles.

En fin, la red pasa por encima de las fronteras teóricas entre Estado y sociedad. Un enfoque holístico de la violencia conyugal requiere una campaña ambiciosa que movilice a la vez a la sociedad y al Estado. Por ello, tanto las ONG como los gobiernos, desde el nivel central al local, pueden ser elegidos para financiaciones concedidas por la Red para proyectos de lucha contra la violencia conyugal. Así, algunas ramas del gobierno solicitan recibir financiación de esta ONG y trabajar sobre esta temática. Maniobrando con tacto en varios terrenos a la vez, la Red Stop a la violencia conyugal se ha convertido en un motor de primer orden de promoción de cambios sociales, culturales, jurídicos y políticos sin los cuales es imposible luchar de manera eficaz contra la violencia conyugal, y como tal es reconocida por el Estado. En cierto sentido, esta ONG constituye una red tan diversificada que se infiltra en el Estado.

Contradicciones y límites del movimiento feminista chino…

Al contrario que los movimientos feministas transnacionales, que ponen el acento en los múltiples sistemas de opresión y en las interconexiones entre género, clase, raza, etnicidad, sexualidad y otras, llama la atención la ausencia del concepto de clase en el análisis feminista chino. En un sentido, el rápido ascenso de la categoría analítica de género se ha producido en China en detrimento de la de clase. En los años 1980, las investigadoras contribuyeron a la deconstrucción del análisis maoísta de clase que había eclipsado y difuminado las temáticas de género al presentar una visión esencialista de la mujer. En los años 1990 encontraron en el concepto de género un instrumento analítico mucho más eficaz que esta feminidad esencializada. En la economía de mercado posmaoísta, el Estado, con la ayuda cómplice de los intelectuales, ha abandonado en el momento oportuno el análisis marxista de clase. Olvidados también los antiguos principios de justicia social y de igualdad, en su lugar hemos asistido al ascenso del neoliberalismo económico y de una agudizada polarización de clases durante estas dos últimas décadas, y el Estado ha vigilado muy de cerca las actividades espontáneas sobre temáticas de clase.

Sin embargo, clase y género se cruzan con frecuencia, porque muchas mujeres viven con muy pocos recursos, tanto en la ciudad como en el campo. En este contexto, la centralidad del género funciona a la vez como negociación feminista para promover los valores de justicia social frente a la ideología dominante del darwinismo social en una economía capitalista cada vez más invasora, y como evasión de cuestiones más sensibles que habría que entender partiendo de la noción de clase.

Visto bajo este ángulo, el éxito de la Red Stop a la violencia conyugal está muy ligado al hecho de que trata de la cuestión del género y que esta cruza otras líneas de división social. Ello posibilita evitar la noción de clase, aunque, al nivel local, las responsables de las federaciones de mujeres observan la intersección del género y de la clase en el fenómeno creciente de violencia conyugal. De hecho, por ejemplo, en proyectos de género y desarrollo dirigidos a poblaciones y regiones afectadas por la pobreza, ambas se interpenetran. Además, muchos proyectos feministas están ya orientados hacia los grupos sociales desfavorecidos: se interesan por las mujeres caídas en la marginalidad, sobre todo las obreras despedidas, las obreras migrantes, las asistentas domésticas y todas aquellas que disponen de pocos recursos para oponerse a la injusticia económica.

y riesgo de recuperación por el Estado

En todo caso, las feministas chinas, por su incapacidad para elaborar un marco crítico claro que permita abordar jerarquías y desigualdades múltiples, corren el riesgo de ser recuperadas por el Estado. Si han conseguido implicar al Estado, en gran parte se debe a que muchas de ellas operan en el interior de los parámetros de la cultura política actual. En una época en que las mujeres son las primeras afectadas por prácticas como las reducciones de efectivos, los despidos, las jubilaciones anticipadas y las graves violaciones del derecho laboral en el sector privado, se sigue esperando la emergencia de redes nacionales que defiendan los derechos de las trabajadoras, aunque algunos grupos feministas a nivel local están atentos desde hace tiempo al sufrimiento que la injusticia económica impone a las mujeres. El Centro para el Desarrollo y los Derechos de las Mujeres de la Universidad Politécnica del Noroeste, en Xian, ha movilizado a obreras despedidas que se han convertido en asistentas domésticas y reivindican el reconocimiento de derechos y ayudas por el gobierno. Sin embargo, este esfuerzo de organización de mujeres procedentes de la clase obrera forma parte del concepto de derechos y del desarrollo de las mujeres. Las feministas chinas tienen plena conciencia de los límites de la tolerancia del Estado hacia la militancia organizada y pocas de ellas están dispuestas a abandonar el confortable ámbito del género para aventurarse en el campo minado que representaría la puesta en marcha de un activismo centrado en las problemáticas de clase. Muchas militantes feministas de primera fila saben que han adquirido una legitimidad sobre las cuestiones de género y no quieren ponerla en peligro comprometiéndose en temáticas políticamente sensibles.

A veces es difícil distinguir entre esta prudencia táctica y el deseo de ser aceptadas por el sistema oficial. Tal vez el peligro de ser recuperadas por el Estado sea más real para las feministas universitarias que para aquellas cuya militancia está anclada entre las mujeres en situación de marginalidad. Las universitarias, estando más cerca de los centros de poder que las otras, pueden estar más tentadas por las recompensas que el Estado consiente a las intelectuales que dan prueba de docilidad.

En el actual contexto político e intelectual de China, resulta difícil para las feministas comprometerse abiertamente en debates que den sentido a sus acciones políticas. Así, las acciones y las ideas problemáticas y ambiguas no se cuestionan. Por el momento, las feministas están preocupadas por su estrategia consistente en implicar al Estado a través de la Federación de Mujeres, y muestran cierta complacencia sobre los resultados positivos de sus estrategias innovadoras. Continuamos a la espera de un examen crítico de los efectos de estas relaciones triangulares sobre las ONG. A título de ejemplo, la Federación, deseando promover la investigación, ha creado una Asociación China para la Investigación sobre las Mujeres. Universitarias especialistas de género, incluyendo eminentes investigadoras, han sido invitadas a entrar en el consejo de administración de la asociación. Si se considera el aspecto positivo de las cosas, la acción de la Federación aporta la legitimidad necesaria para el desarrollo de los estudios femeninos y de género en China. Sin embargo, poca gente reconoce que este papel semioficial puede también ejercer una influencia corrosiva sobre las universitarias que han hecho tantos esfuerzos, partiendo de las posiciones marginales en que se encontraban, para establecer un campo de estudios feministas en el mundo universitario chino. Estas mujeres descubren ahora que su activismo en materia de promoción de los estudios femeninos podría llevarles a ocupar funciones semioficiales en el seno de la asociación. De hecho, el mecanismo de la Federación China de Mujeres, que quiere promover los estudios femeninos y de las mujeres en el mundo universitario, serviría también para cooptar a estas universitarias y hacer que se identifiquen, conscientemente o no, con las posiciones de la Federación.

Sin un espacio intelectual abierto para poder debatir y definir las diferencias entre estrategia y objetivo, es de temer que el oportunismo político se convierta cada vez más en el objetivo de las militantes que aspiran a posiciones oficiales o semioficiales. El activismo nacido de la marginalidad serviría entonces de trampolín para acceder al poder. En uno de los escasos análisis críticos del feminismo chino, publicado en una página web, una autora observa que “el hecho de implicarse en la causa feminista en China no supone prácticamente ningún riesgo. Las universidades, los institutos de investigación, los medios de comunicación y la prensa aceptan, todos, el feminismo, que en poco tiempo se ha convertido en un recurso para las feministas que buscan ser promovidas, publicadas y reconocidas en sus instituciones”.

Aunque podamos preguntarnos si esa aceptación del feminismo por el mundo universitario es real de verdad, la autora tiene razón al subrayar que un movimiento político teóricamente subversivo se deja recuperar por el pensamiento dominante. A diferencia de la Red Stop a la violencia conyugal, una organización cuyo objetivo único coincide con las preocupaciones a largo plazo de la Federación de Mujeres, se supone que la Red de estudios femeninos y de género debería ser un espacio de activismo para la crítica intelectual feminista y la producción de nuevos saberes. Hasta qué punto pueden permitirse las feministas chinas criticar la cultura política existente y las ideologías dominantes, está estrechamente ligado a su capacidad para definir de manera consciente la posición que cada parte ocupa en el entramado de relaciones triangulares entre las organizaciones no gubernamentales, la Federación China de Mujeres y el Estado.

Wang Zheng es profesora universitaria y fundadora y codirectora del Instituto de Estudios de Género de la Universidad de Fudan en la Universidad de Shanghai

Traducción: viento sur

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