L'anticapitaliste

La Comisión Europea ha propuesto reducir a cero las emisiones de CO2 de los automóviles nuevos a partir de 2035, lo que comportará de hecho el fin de las ventas de vehículos de gasolina y diésel, en beneficio de motorizaciones 100 % eléctricas. El proceso se ha puesto en marcha, pero los coches eléctricos… no son más ecológicos.

Si la ecología fuera en este terreno la motivación principal de la Unión Europea, esta habría optado por invertir masivamente en los transportes colectivos y propuesto soluciones que permitan prescindir del uso demasiado a menudo inevitable del automóvil. En cambio, la Comisión Europea sigue defendiendo la prioridad dada al vehículo individual, ahora con motor eléctrico. Sin embargo, el balance energético de un coche eléctrico, desde la extracción de los metales para las baterías hasta la fabricación y el tratamiento imposible de los residuos, no es mejor globalmente que el de los coches de gasolina.

Lo que cambiará no es el total de emisiones, sino únicamente su distribución a lo largo del ciclo de vida de los vehículos. La electricidad proviene en su inmensa mayoría de centrales que funcionan con carbón o con energía nuclear. ¡Menudo avance con respecto al petróleo! El cobalto y el litio figuran entre los componentes de las baterías actuales. Amnesty International ha documentado cómo más de la mitad del cobalto extraído en todo el mundo proviene de la República Democrática del Congo, donde se requiere el trabajo infantil para tareas manuales de extracción, retribuidas a un dólar al día. Mientras que es cuestión de ahorrar energía, los coches eléctricos son cada vez más pesados, debido a que las baterías han de ofrecer una creciente autonomía en kilómetros. Dos toneladas de carcasa metálica para desplazamientos individuales de muchas veces tan solo unos cuantos kilómetros: los coches eléctricos agravan esta aberración.

El coche eléctrico: la esperanza de nuevas ventas

Entre las alteraciones de las cadenas de valor que comporta este paso a la motorización eléctrica figura la reducción del papel de la industria petrolera. Resulta sorprendente su silencio ante las medidas que se preparan. Lo más probable es que le interese. La naturaleza finita, en términos de decenios, de los recursos petroleros explotables pesa en los cálculos de un sector cuya riqueza se basa en la explotación de una renta. Conviene por tanto que esta renta dure lo más posible reduciendo los niveles de extracción.

Más ruido han hecho los constructores de automóviles al protestar contra esta prohibición en el horizonte de 2035, empezando por Carlos Tavares, el patrón de Stellantis. Sin embargo, Volkswagen, que invertirá 73.000 millones de euros de aquí a 2025 en los coches eléctricos, ha sido una de las instigadoras de la decisión. Y en Francia, el lobby automovilístico, que reúne a empresas constructoras, la industria auxiliar y talleres de reparación, se ha apresurado a reconocer que esta previsión de la prohibición en 2035 es “asumible”.

En efecto, si cada constructor puede tener interés en que se prolongue el uso de vehículos de gasolina y diésel, la industria en su conjunto se enfrenta al estancamiento de las ventas de automóviles clásicos en el continente europeo y a la nueva competencia a escala mundial procedente de China o de la empresa californiana Tesla. Para la Comisión Europea, el objetivo es encontrar nuevas salidas a los productos de las empresas capitalistas en su conjunto: favorecer la renovación del parque de automóviles forzando la retirada de millones de vehículos. Esto no significa aumentar el número de vehículos, sino introducir coches más caros, para los ricos, generando así más beneficio. El plus no se mide en cantidad de mercancías, sino en cifras de negocio y ganancias generadas.

Las medidas aplicadas por los patronos capitalistas en materia medioambiental constituyen, desde el punto de vista ecológico, un intento de ecoblanqueo (greenwashing), ya que se trata sin duda de medidas cosméticas sin ningún efecto cierto sobre el clima. Pero en lo que respecta a la fuerza de trabajo y a la organización de la producción, es una verdadera ocasión para reestructuraciones reales.

Que no paguen las trabajadoras y trabajadores

En sus declaraciones públicas, los patronos del automóvil plantean la posibilidad de suprimir de 30.000 a 40.000 puestos de trabajo en los próximos años. Lo que está ocurriendo este verano de 2021 en las fundiciones que trabajan para el sector automovilístico no es, desde este punto de vista, más que un aperitivo. Las gigafactorías de baterías que se instalan por doquier en Europa no sustituirán, en términos de empleo, a las cadenas de producción amenazadas. La que ha promovido Emmanuel Macron en Hauts-de-France junto con Renault es una fábrica de montaje de componentes fabricados en otro lugar por su propietario, el grupo chino Envision. Se anuncia un millar de puestos de trabajo de aquí a 2025, cuando la fábrica de Renault en Douai, situada a pocos kilómetros de allí, empleaba a 5.000 trabajadoras y trabajadores en 2010.

Visto el número de puestos de trabajo que están en juego en toda la cadena, la garantía de empleo y la prohibición de despidos no se conseguirán fábrica por fábrica dentro del respeto de la propiedad privada de los medios de producción y del beneficio. Las soluciones a plantear deben estar a la altura de los profundos cambios previsibles. La garantía de empleo para todas y todos pasa por la reducción del tiempo de trabajo y por una producción respetuosa con el medio ambiente, útil para las muchas necesidades todavía no satisfechas y liberada de la sumisión a los imperativos del beneficio capitalista. ¡Urgencia climática, urgencia social! Es hora de que el movimiento social y obrero pase a la lucha activa.

22/07/2021

https://lanticapitaliste.org/actualite/entreprises/la-voiture-electrique-greenwashing-et-vraies-suppressions-demplois

Traducción: viento sur

 

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