[Un año después de la invasión por el ejército ruso, Vitaliy Dudin, jurista residente en Kyiv, activista y miembro del Consejo de la organización ucraniana Sotsialnyi Ruj (Movimiento Social), explica en esta entrevista en qué punto se halla el combate de la población de este país por su autodeterminación y con qué apoyos cuenta, sus esperanzas y su firme voluntad de ganarse su libertad. La entrevista tuvo lugar el 8 de febrero.]

Un año después del comienzo de la invasión a gran escala de Ucrania por las tropas de Putin, ¿cómo evalúas la dinámica de la situación en el frente?

El ejército ucraniano retiene actualmente a las tropas rusas en el Donbás a costa de grandes pérdidas. La situación general sigue siendo bastante peligrosa, dado el riesgo constante de ofensivas a gran escala por parte del ejército de ocupación ruso en varias líneas del frente. Grandes ciudades como Zaporiyia, Jersón y Járkiv sufren continuos bombardeos. Hay que reconocer que los potenciales de Ucrania y Rusia no son equiparables. Sea cual sea la ayuda militar y técnica que proporcione Occidente, no puede garantizar la victoria de Ucrania aquí y ahora.

En las circunstancias actuales, Ucrania no tiene otra opción para defenderse que aumentar el número de efectivos del ejército. La población está aprendiendo a utilizar las armas más modernas con gran facilidad, lo que demuestra, en mi opinión, que nuestro ejército no solo es valiente, sino que también está dispuesto a innovar en un entorno cambiante. Esta es una de las consecuencias de tener un sistema desarrollado de instituciones educativas.

Creo que la gente puede confiar en que su ejército les protegerá de las principales amenazas de las tropas de Putin, pero es imposible controlarlo todo. Sea como fuere, mantenemos una actitud muy crítica hacia nuestro gobierno y evaluamos sus decisiones para ver si acercan a Ucrania a la victoria o si solo sirven a los intereses de las clases dominantes. En cuanto a los aspectos socioeconómicos y políticos, como organización de izquierdas, las cuestiones de la oligarquización del poder y las contradicciones de clase están en el centro de la problemática.

¿Sigue siendo activa y masiva la implicación de la clase trabajadora, de la sociedad civil, de los partidos políticos y de los sindicatos en el movimiento de resistencia?

Quisiera que todas las personas que siguen la situación en Ucrania comprendan que, incluso antes de la guerra, nuestro sistema sociopolítico era muy diferente del de muchas sociedades europeas. La tradición de autoorganización de la clase obrera se quebró en la era soviética. Después de 1991 hubo algunos intentos de reconstruir la fuerza de la clase trabajadora y de relanzar la actividad política de la izquierda en condiciones de pluralismo político, pero por diversas razones todos estos proyectos quedaron marginados. Tal vez se debió a que surgieron en un contexto de contradicciones específicas: cuando nuestra clase dirigente miraba a Occidente o a Rusia, el programa político de muchos partidos estaba condicionado por orientaciones geopolíticas.

Después del Maidán, tras el inicio de la guerra desencadenada por Rusia en el Donbás, las fuerzas políticas de izquierdas existentes quedaron desacreditadas por sus supuestas posiciones prorrusas. No consiguieron demostrar que para ellas, los intereses sociales y de clase eran primordiales. Debido a ello, dentro de este sistema político, estas fuerzas no parecían ser diferentes de las que obedecen a la voluntad del régimen ruso o de las que lo justifican minimizando sus peligros.

Los sindicatos, a su vez, tenían una influencia limitada. No existía un diálogo social como tal. Había confusión entre la posición de los empresarios y la del gobierno. En el lugar de trabajo, la situación era a veces peor. Nuestros sindicatos no recurrían a la huelga. Nuestro movimiento, Sotsialnyi Ruj, intenta actuar, pero nos encontramos con una serie de obstáculos debido a la oligarquización del sistema político: los oligarcas han tomado las riendas del poder por la fuerza y no están dispuestos a soltarlas voluntariamente. De este modo, las leyes que se aprobaron después de 2014, basadas en las pretensiones de democratización de la sociedad y en la lucha contra la corrupción, en realidad han restringido en ocasiones el acceso del pueblo al poder.

El aumento de los requisitos financieros para participar en las elecciones y el establecimiento de condiciones para formar un partido político son ejemplos ilustrativos. Si hablamos de los movimientos feministas, de los movimientos ecologistas, de los movimientos por los derechos humanos, ciertamente existieron, fueron bastante conocidos en la sociedad y en los medios de comunicación, pero su anclaje en las masas es cuestionable, dado que estos movimientos están asociados a la parte más consciente de la sociedad. En los principales parámetros, nuestra sociedad copió los modelos europeos, y tuvimos un gran conglomerado de diferentes movimientos, asociaciones, iniciativas, pero su papel fue muy limitado. También vimos un aumento de la violencia de extrema derecha, porque esta contaba con patrocinadores en el gobierno, cosa que muchos grupos oprimidos no tenían, pero al mismo tiempo no había actores que pudieran asumir la responsabilidad de construir esa fuerza política.

Cuando empezó la guerra, la sociedad civil se vio ante un gran reto. El campo político se polarizó enormemente: o contribuimos a la victoria de Ucrania reconociendo la legitimidad del gobierno, o nos distanciamos de las principales preocupaciones, lo que en esta situación puede parecer que entramos en el juego del agresor. En estas condiciones, algunos grupos sociales empezaron naturalmente a perder su subjetividad. Se centraron en cuestiones bastante prácticas, de supervivencia.

Las organizaciones feministas se ocuparon de las mujeres que huían de la guerra hacia otras ciudades ucranianas y al extranjero. Las organizaciones sindicales pusieron en marcha actividades humanitarias y empezaron a utilizar el potencial de sus instalaciones sanitarias y recreativas para distribuir ayuda humanitaria. Muchos anarquistas, personas con convicciones de izquierda radical y enemigos jurados del imperialismo, acudieron al frente. Los que habían sido más activos en la lucha contra la extrema derecha, que organizaban manifestaciones, se alistaron en el ejército porque la voluntad de repeler al agresor pasó a ser una prioridad absoluta. En consecuencia, cuestiones como el desarrollo de una agenda política alternativa pasaron a un segundo plano.

Sin embargo, el hecho de que el debate público no se haya detenido es un gran logro para la sociedad ucraniana. La gente sigue teniendo dudas sobre la corrección de algunas decisiones tomadas por las autoridades. Cuando estallan algunos escándalos de corrupción, caen en el terreno abonado del descontento social. Además, la gente no tiene miedo de hablar. Después del Maidán, después de la guerra en Donbás, después de la invasión actual, la gente ya no tiene miedo. Su conciencia le obliga a posicionarse contra la opresión y a intervenir. Y en esto ya podemos ver la voluntad de emancipación y libertad en nuestra sociedad.

El problema es que estos pensamientos, estas opiniones, estos puntos de vista no encuentran salida en una fuerza política unificada, que es lo que intentamos abordar. Creemos que Ucrania tiene que avanzar hacia la democratización y la socialización, no solo después de la guerra, sino ahora, para fortalecer nuestra resistencia, resiliencia y consolidación social. Este año ha ocurrido lo suficiente como para dejarnos claro que la Unión Europea, aunque afirme ser nuestra amiga, no luchará por nosotros, y en todo caso pensará primero en sus propios intereses egoístas. Esos aliados ad hoc no cruzarán una línea determinada. Pero si la autodeterminación del pueblo ucraniano se consigue aquí y ahora mediante la socialización de la economía, poniendo al gobierno bajo el control de la mayoría de los trabajadores, entonces la ayuda internacional continuará.

¿Cómo ha afectado la guerra a vuestras actividades?

Nuestra organización ciudadana, Sotsialnyi Ruj, existe desde 2015, y no es una organización de políticos profesionales implicados en elecciones y en el ejercicio del poder. Es una organización de activistas de base. Tenemos experiencia en organizar piquetes y manifestaciones, celebrar debates y prestar asistencia jurídica, pero no en influir en la política gubernamental. Cuando estalló la guerra, nos enfrentamos a una cuestión concreta: o nos disolvemos o cambiamos los planteamientos de nuestro trabajo, tratando de preservar y ampliar nuestra autonomía. Ya desde los primeros días vimos que surgían puntos de apoyo en los que podíamos desempeñar un papel muy singular, sobre todo para vincular a la clase obrera ucraniana con la izquierda internacional y el movimiento sindical.

Decidimos que teníamos que aprovechar estas ventajas para ayudar a la gente y reforzar nuestra identidad. Tarde o temprano la guerra terminará, espero que en términos justos para Ucrania y que esta conserve su potencial social, humano y democrático. La cuestión será cómo reconstruir el país después de esta gran tragedia. Esto es imposible sin una política socialista, que implica la prioridad de los intereses públicos sobre los beneficios individuales. Sin embargo, tenemos fuerzas liberales de derechas, pero no fuerzas de izquierdas coherentes.

Queremos mantener buenos vínculos con los sindicatos y los colectivos obreros de Ucrania. También hay iniciativas bastante espontáneas organizadas con criterios de clase. Por ejemplo, tenemos un movimiento bastante masivo de enfermeras organizadas en un movimiento popular llamado Boudz yak Nina [sé como Nina], que debe su nombre a una de las inspiradoras del movimiento, la enfermera Nina Koslovska. El movimiento cuenta con una red de contactos en toda Ucrania. Las participantes saben qué ocurre dónde a través de las redes sociales.

Ayudamos a estas personas a obtener asistencia jurídica y a establecer contactos con organizaciones internacionales, que a su vez pueden proporcionar ayuda material o humanitaria para hacer frente a los siguientes retos: ayudar a las personas refugiadas del este de Ucrania, pagar el tratamiento de quienes han perdido la salud en la guerra, ayudar a preservar el derecho al trabajo en caso de recortes e impago de salarios, algo que está ocurriendo masivamente en Ucrania, no solo en las regiones en guerra. Así que decidimos centrarnos en desarrollar y explotar nuestras capacidades, relacionándonos con el movimiento de izquierda internacional y manteniendo los vínculos con las masas trabajadoras ucranianas.

Por supuesto, también intentamos ayudar a los y las combatientes que participan directamente en la resistencia a la agresión rusa. Ayudamos principalmente a personas de diferentes colectivos laborales, como el personal ferroviario, de la minería, del transporte por carretera y de la construcción, que estaban sindicados y se encontraron en primera línea del frente. Es nuestro deber ayudar a estas personas si queremos mantener al menos el potencial que ya existe en la clase obrera de Ucrania.

Me gustaría señalar que son precisamente los y las representantes de los sectores que mostraron mayor propensión a la protesta social antes de la guerra ‒personal sanitario, de la minería y del ferrocarril‒ quienes participan masivamente en la resistencia armada que defiende a Ucrania. Si perdemos a estas personas, las perspectivas de Ucrania serán aún más sombrías. La relación entre empresa y personal será aún más desigual. Es nuestro deber proteger a los sectores más combativos de la clase obrera.

La gran cuestión es saber cómo y cuándo acabará esta guerra. Una visión muy común en la izquierda mundial es que EE UU y la OTAN rechazan negociar cualquier cosa. Sin embargo, hay buenas razones para creer que EE UU ya está negociando entre bastidores con el régimen de Putin. ¿Con el objetivo de lograr una paz justa y duradera, que defiende, entre otros, Sotsialnyi Ruj? ¿Qué términos de negociación deberían preconizar las organizaciones de izquierda ucranianas e internacionales?

Realmente creemos que la victoria final para Ucrania es la destrucción irreversible del ejército ruso, que ha invadido nuestro territorio. No nos hacemos ilusiones de que hagan un gesto general de buena voluntad bajo la influencia de ciertas concesiones y retiren sus tanques de nuestro país. La situación ha ido demasiado lejos. La Federación Rusa se encuentra en una etapa difícil de su existencia, en la que una derrota rotunda podría desestabilizar el régimen de Putin. Por lo tanto, Putin hará todo lo que esté en su mano para continuar la guerra el mayor tiempo posible. En las relaciones con un país más débil, como Ucrania, no puede más que imponerse. De hecho, somos muy vulnerables en el ámbito económico, aunque nuestro pueblo tiene una voluntad de resistencia muy fuerte (que Putin ha subestimado).

Así que veo varios factores que podrían conducir a la derrota del ejército de Putin. En primer lugar, la reorganización socialista de Ucrania. Tenemos que nacionalizar nuestra industria y la banca y movilizar todos los recursos para lograr la victoria más completa y rápida para Ucrania. La actual política neoliberal de Ucrania permite a los oligarcas enriquecerse, pero no sirve al interés público. En segundo lugar, Ucrania necesita aumentar su legitimidad en la escena internacional haciendo hincapié en que forma parte de los países que sufren bajo el sistema neoliberal internacional y el imperialismo. Por eso vemos la exigencia de condonación de la deuda externa ucraniana no solo como una forma de garantizar los derechos sociales de nuestro pueblo, sino también como una señal al resto del mundo de que hay que luchar contra esas deudas injustas. Entonces, creo, aumentará el apoyo de Asia, África y América Latina a Ucrania.

En tercer lugar, la guerra podría terminar si la economía rusa es derrotada por las sanciones. Hasta ahora, los países occidentales no han mostrado una voluntad firme de abandonar los productos del complejo ruso de petróleo y gas. Mientras Rusia se enfrente a algunas dificultades y no al desastre, continuará con su comercio negro y financiará la matanza con sus combustibles fósiles.

Si no se cumplen estas condiciones, creo que será difícil hablar de victoria. En cuanto a la posición de las autoridades ucranianas, no desaprobamos las medidas declaradas. Estas medidas para la paz, anunciadas por Zelensky, están redactadas desde el punto de vista del pueblo ucraniano; a él le corresponde decidir cómo terminará esta guerra. El propósito de este plan es definir ciertas líneas rojas que los países occidentales serán reacios a cruzar. Al mismo tiempo, estas medidas demuestran claramente el deseo de desescalar la situación. Las autoridades ucranianas intentan adoptar una posición de paz. Nuestro presidente dice que la paz es esencial, que no es partidario de la guerra hasta la victoria final, es decir, el colapso de la Federación Rusa. Tales sentimientos populistas existen en la sociedad ucraniana, pero no creo que Zelensky se preste a ese juego.

El gobierno expresa a menudo su deseo de paz, pero no puedo decir hasta qué punto estas medidas pueden aplicarse ahora, dados los factores enumerados anteriormente. Pero sin duda es bueno que estas medidas lleguen a oídos no solo de los representantes del G7, sino también del presidente brasileño Lula, que ha adoptado una postura tan abstractamente favorable a la paz que, fuera de contexto, a veces da la impresión de entrar en el juego del agresor ruso. Sin embargo, si Ucrania sigue confiando en las técnicas económicas neoliberales, sobrevalorando la importancia de la ayuda occidental y posicionándose como un país que actúa de común acuerdo con los países occidentales ricos, creo que esto no será bueno para la resistencia ucraniana. Defendemos la solidaridad mundial y vemos los retos actuales como una justificación de la justicia social.

¿Cómo evaluáis en Sotsialnyi Ruj las medidas adoptadas recientemente por Zelensky con vistas a nacionalizar determinadas empresas y despedir a funcionarios de alto rango en relación con la actualización de mecanismos de corrupción, que incluyen los asociados a la distribución de la ayuda humanitaria occidental?

Los acontecimientos recientes han demostrado a todas luces que las autoridades son conscientes de que, incluso en condiciones de guerra, la aspiración del pueblo ucraniano a un cambio social progresivo no ha desaparecido. La gente sigue queriendo vivir en un país mejor que en el que ha vivido durante años. Cuando oyen hablar de la integración europea, enseguida se preocupan por su situación: ¿recibirán salarios europeos, se curarán los funcionarios del virus de la corrupción y pasarán a ser responsables, desaparecerán los oligarcas de la política?

Por supuesto, todas estas preguntas provocan tensiones sociales. Las autoridades, para no perder su legitimidad ante la población, toman medidas espectaculares, pero simbólicas. Estas medidas parecen bastante extrañas cuando las denuncias afectan a determinados viceministros, pero no al propio ministro. Al fin y al cabo, las causas de la corrupción al más alto nivel residen en el amiguismo y la omnipotencia de los oligarcas, no en el hecho de que hayan llegado al poder individuos incompetentes e interesados. Nuestro sistema es oligárquico. Y es esta Ucrania la que ha vivido la guerra más devastadora de su historia. Los oligarcas han saqueado los sectores estratégicos de la industria, poniendo en duda la posibilidad de disponer de electricidad, gasolina, ingeniería, etc. En otras palabras, los oligarcas se han comportado como parásitos y ahora intentan asegurar sus intereses mediante conexiones corruptas.

El hecho de que las autoridades estén tomando medidas anunciadas a bombo y platillo responde a un intento de rebajar las tensiones. ¿Conseguirán su objetivo? Lo dudo mucho. Habrá nuevos escándalos de corrupción. Las personas lúcidas verán que el sistema no mejora. Ha servido a los intereses de los ricos y sigue haciéndolo. Es ineficaz en tiempos de guerra, aunque nadie desmantelará el sistema. Las autoridades, incluido el presidente Zelensky, demuestran que están dispuestas a aceptar algunas rotaciones de personal, pero no cambiarán lo que se ha construido.

Conozco a mucha gente con sueldos bajos que dona al ejército de una forma u otra, porque es obvio que no habrá vida para ellos en un país derrotado y ocupado por asesinos rusos. Sin embargo, a pesar de que siguen donando dinero, últimamente miran con ojo crítico adónde van a parar sus donaciones. Por eso se practican ampliamente las conexiones alternativas, las redes de solidaridad, las personas que apoyan a sus conocidos. La solución es crear grupos públicos de control que puedan agregar solicitudes y hacer un seguimiento, con la confianza de las personas que dan dinero para garantizar un interés concreto.

Se puede lograr una mayor transparencia destinando la ayuda a sindicalistas que sirven en el ejército. En este caso se tiene la certeza de que dicha ayuda no caerá en manos de alguien de la administración militar o civil. Aplaudimos las acciones de colectivos de solidaridad, que han demostrado hasta qué punto el sentimiento de solidaridad internacional puede ser fuerte y práctico. Se ha llevado a cabo una labor importante con miras a orientar a los grupos internacionales de izquierda hacia un apoyo a la resistencia ucraniana, y esta ayuda llega a personas próximas a nuestras posiciones desde el punto de vista de sus opiniones y su condición social.

Así, la gente adquiere nuevas competencias, necesarias para la revolución. Ya no nos ocupamos de discusiones teóricas, como tal vez siguen haciendo determinados movimientos de izquierda en Occidente, sino que nos dedicamos a resolver cuestiones prácticas. La cuestión de saber si nos organizamos depende de la cuestión de saber si nuestro pueblo cuenta con alimentos y calefacción, y esto también es un asunto político, pues se trata de intereses comunes. La ciudadanía de Ucrania se siente implicada en un gran proceso histórico. Esta experiencia cambiará a la gente para siempre.

¿Qué campañas específicas podría impulsar la izquierda internacional para ayudar al pueblo ucraniano, con toda su diversidad etnocultural, en su lucha por la dignidad y los derechos frente a todas las formas de neocolonialismo, tanto ruso como occidental?

En mi opinión, esta guerra ha puesto de manifiesto la inestabilidad y la injusticia del orden mundial vigente. Por desgracia, el actual sistema internacional es incapaz de salvaguardar los derechos de las naciones más pobres y vulnerables. Su pasividad ante ciertos problemas fomenta las violaciones. Creemos que este orden debe cambiar. La reforma del Consejo de Seguridad de la ONU es pertinente, los privilegios de los miembros permanentes deben ser abolidos, ya que son perjudiciales. Estos Estados han demostrado su incapacidad para dirigir la ONU en la dirección correcta para toda la humanidad. Por eso necesitamos una democratización de la ONU. Todas las decisiones deben tomarse por mayoría de las personas que habitan este planeta. Este será el primer paso para resolver problemas como la guerra, el hambre, la falta de recursos, la falta de acceso a la educación, a la medicina, los desastres medioambientales, el cambio climático, etc.

Si hablamos de Ucrania, para que la palabra soberanía tenga un significado real, es necesario que las masas trabajadoras, las personas que producen todos los valores con sus propias manos y proporcionan los servicios más necesarios, estén representadas en el poder. Las leyes ucranianas no deben aprobarse sin el consentimiento de los sindicatos. Si estos se oponen, la ley en cuestión no debería ser aprobada por el Parlamento. En la actualidad, las objeciones de los sindicatos no tienen efectos legales. Además, deben eliminarse las barreras a la participación política de las masas, las tasas de inscripción en los partidos y las tasas electorales.

El acceso a la educación, la ciencia y la información es necesario para que las personas disfruten debidamente de sus derechos. Para que todos, independientemente de su nivel de renta, tengan la oportunidad de estudiar por sí mismos y sus hijos tengan garantizada la educación. No podemos satisfacer las necesidades básicas de nuestro pueblo sin cancelar la deuda externa de Ucrania.

Es preciso tomar medidas de inmediato para garantizar que la carga de la guerra se reparta equitativamente. Nos oponemos categóricamente a la adopción de nuevas leyes que restrinjan los derechos laborales. Todos los intentos de las autoridades de presentarlos como una contribución a la capacidad de defensa son un camuflaje de la dictadura del capital. Nos oponemos a los intentos de restringir los derechos de los trabajadores porque se ha demostrado empíricamente que las anteriores reformas liberales, como la Ley 2136, aprobada en marzo de 2022, no han traído más que desempleo, cifrado en alrededor del 30 %. Oficialmente, la tasa de paro registrado es menor porque las condiciones para recibir ayudas al desempleo son ahora mucho más estrictas, pero en realidad, un tercio de la población no encuentra trabajo, aunque mucha gente se haya marchado al extranjero.

Abogamos por una reactivación de la economía dando prioridad al desarrollo de proyectos de infraestructura ‒reconstrucción de carreteras, escuelas, hospitales‒, que pueden llevarse a cabo eficazmente gracias al papel inversor del Estado. Al mismo tiempo, las empresas que reciban este recurso deben estar dirigidas por trabajadoras y trabajadores, para que esto no conduzca al enriquecimiento de los dueños del capital. Tendremos empleo, tendremos tecnologías ecológicas, tendremos un nivel de vida decente si anteponemos los intereses de la clase trabajadora y si se aparta a los oligarcas del timón. En las circunstancias actuales, no se trata de especular sobre si la sociedad está preparada para las ideas de socialización radical. Se trata ahora de una cuestión concreta de supervivencia para nuestra nación.

22/02/2023

l’Anticapitaliste

Traducción: viento sur

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