Artículo original en catalán

Desde hace semanas se habla y se escribe sobre la respuesta que habrá que dar a las sentencias al juicio del Proceso. Sin duda, el previsible veredicto conllevará un sentimiento justificado de indignación entre amplios sectores de la sociedad. En el ambiente soberanista, pero también entre la gente preocupada por la deriva autoritaria del Estado, existe la convicción de que deberá luchar por la liberación de las presas y presos y para que los que están exiliados por motivos políticos puedan volver libremente. Hay numerosas iniciativas al respecto y otras que seguramente irán surgiendo. Sin embargo, este anhelo de respuesta puede convertirse en una trampa si no encuentra una vía para convertirse en eficaz.

Si nos atenemos a los últimos movimientos de algunos aparatos del Estado, así como a la deriva intimidatoria del discurso de Pedro Sánchez y, especialmente, a las demandas de la derecha extrema, se puede intuir el propósito más o menos consciente de los sectores más intransigentes de buscar un enfrentamiento abierto con el independentismo, porque creen que así lo podrán vencer. Esta política parece querer combinar dos elementos que se complementan. Por un lado, generar miedo a moverse en un sector del soberanismo; y por otro, provocar una respuesta airada, que desborde la no violencia y que se utilizaría para justificar, a los ojos de determinados sectores y países, medidas drásticas, hasta llegar a la suspensión de la autonomía y la asunción del control total. La vía para alcanzar este objetivo sería desprestigiar y aislar el independentismo, porque ha sido lo suficientemente fuerte para mantenerse, resistir y no disolverse, pero por sí solo no lo es bastante, parece, para alcanzar no ya la independencia, sino el reconocimiento del derecho a la autodeterminación a corto plazo. Evidentemente, nos movemos en el campo de las hipótesis.

Hay que oponerse a toda ofensiva represiva y autoritaria y estarán bien las movilizaciones que se produzcan en este sentido, siempre que se evite caer en cualquier provocación y en la trampa de generar situaciones que puedan dañar la vocación claramente no-violenta expresada por la gran mayoría del movimiento soberanista. Pero si estas movilizaciones quedan limitadas al ámbito independentista, difícilmente serán suficientemente consistentes para superar la política represiva y la negación al diálogo.

Recuperar caminos aprendidos de la historia reciente

Estoy convencido de que, hoy, el camino más eficaz para alcanzar una solución política respetuosa con los derechos democráticos básicos (incluyendo la liberación de los presos políticos y el retorno de los exiliados) no pasa tanto por la cantidad de movilizaciones que hará el independentismo, aunque sí son indispensables, como por alcanzar un gran movimiento de respuesta sostenida, obviamente no-violenta, que abrace una mayoría clara de la sociedad catalana y pueda reforzar las simpatías y complicidades de todo el Estado e internacionalmente. En definitiva, evitar el aislamiento que algunos sueñan. Una movilización así, complementada con una tarea rigurosa de denuncia de los ataques a las libertades y la explicación incansable de lo que se reivindica desde el soberanismo, es la que, en mi opinión, podría dar algunos frutos.

Ciertamente, se han propuesto iniciativas en este sentido, pero creo que no se han desarrollado plenamente ni de manera bastante consistente. Es posible que haya llegado el momento de crear una plataforma de coordinación estable y estructurada. Una entidad extendida por todo el territorio del Principat que se convierta en un auténtico referente político y moral para afrontar la difícil situación en la que nos encontramos, como lo fue la Asamblea de Catalunya. La iniciativa podría surgir de las diversas entidades más representativas del país, incluyendo aquellas organizaciones políticas y sociales que se quisieran adherir. Y a modo de sugerencia inicial, podría estructurarse en torno a los siguientes ejes: la libertad de las personas encarceladas por causas políticas y el retorno de las exiliadas; la defensa de las libertades atacadas, limitadas y amenazadas; la defensa de los derechos sociales esenciales en todos los ámbitos (vivienda, sanidad, educación ...); el reconocimiento del derecho a la autodeterminación y la celebración de un referéndum en condiciones y reconocido; la defensa de todas las competencias de la Generalidad de Catalunya, hasta que se resuelva la celebración del referéndum.

Este planteamiento, con los matices que sean necesarios, conlleva un trabajo a medio plazo, aparentemente menos rápido de lo que a muchos les gustaría, pero quizás es lo que al final puede ser más eficaz.

11/10/2019

https://www.ara.cat/opinio/Artur-Domingo-resposta-parany_0_2323567764.html

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