1. En marzo, asistimos a un cambio en la situación de Brasil debido a tres acontecimientos importantes. Dos eran previsibles: la agravación del cataclismo sanitario y una nueva contracción económica. El tercero fue una sorpresa: la anulación de las sentencias contra Lula y la sospecha de parcialidad del juez del TSJ (Tribunal Supremo de Justicia) Sergio Moro. La combinación de estos tres elementos debilitó al gobierno de Bolsonaro y abrió la posibilidad de aumentar el nivel de resistencia al gobierno de extrema derecha. También anticipó el debate sobre las candidaturas de 2022.

El PSOL se encuentra dividido en torno a tres posiciones en vísperas de su proceso congresual. El bloque mayoritario (Primavera, Revolução Solidária, Resistência/Insurgência/Subverta, entre otros) defiende trabajar por impulsar una candidatura única de izquierdas con un programa de reformas radicales, pero propone no tomar la decisión hasta el próximo año. Marcelo Freixo (diputado de Río de Janeiro) defiende la necesidad de un frente amplio que incluya al centro-izquierda, el MES[1], y otras corrientes defienden el lanzamiento de una candidatura propia. El frente amplio no es posible, por muchas razones. Lo más importante es que Ciro Gomes, actualmente afiliado al PDT (el partido que perteneció a Brizola) después de haber pasado por otros seis en los últimos cuarenta años, no esta por la labor. Desde 2006, el PSOL siempre ha presentado una candidatura propia en la primera vuelta de las elecciones. Pero si lo hace en 2022, ahora que Lula puede presentarse, se arriesga a ser visto como un obstáculo para la derrota de la extrema derecha, lo que sería fatal.

2. Estas diferencias pueden amenazar la unidad del PSOL, e incluso provocar rupturas innecesarias. El debate se debe realizar con mucha responsabilidad para evitar una fragmentación que provocaría una derrota irreparable. Como no es posible predecir cuál será la situación política en 2022, el debate sobre las tácticas electorales se hace a partir de una percepción limitada [de la situación] que toma en cuenta ciertas variables actuales como constantes. Pero estas no lo son. Brasil no es muy predecible. Las masas de trabajadores y los sectores más educados de la clase media que se oponen a Bolsonaro están sufriendo un trauma. Millones de personas están asustadas, heridas y enfadadas. La tragedia sanitaria, el empobrecimiento creciente, el oscurantismo, la violencia, la estupidez que nos rodean están embruteciendo a la sociedad y se está gestando una tormenta de furia y rabia.

Brasil se encamina hacia una fractura política y social mayor que durante los Fora Collor de 1992, o el proceso abierto después de junio de 2013. Cuando se supere la situación sanitaria extrema son incluso posibles movilizaciones masivas. Este contexto también favorece el voto anticipado, de la segunda vuelta de las elecciones de 2022 a la primera. Quienes defienden anunciar una precandidatura cometen tres errores de apreciación: (a) subestiman a Bolsonaro y su capacidad de resituarse el año que viene, cuando probablemente haya pasado lo peor de la pandemia y la recesión; (b) subestiman a Lula y su capacidad de ocupar plenamente el espacio opositor de la izquierda; (c) también subestiman la construcción de una candidatura opositora liberal, anti-Bolsonaro y anti-Lula, tratando de llegar a la segunda vuelta.

El PSOL sufrirá muchas presiones porque el espacio de la izquierda radical debería aumentar en la Cámara de Diputados, pero se verá extremadamente reducido en la elección presidencial. La construcción de una persona pública con cierta audiencia como Guilherme Boulos, que en las elecciones municipales de 2020 obtuvo el 20% de los votos en la primera vuelta en São Paulo, fue una victoria espectacular que no puede ser sacrificada en vano. Aunque no cabe duda de que el PSOL debe pedir el voto para Lula si llega a la segunda vuelta, un posible alineamiento y llamamiento al voto para la candidatura del PT en la primera vuelta es una decisión estrictamente táctica que no debe dramatizarse en exceso. Lo que podría dividir irremediablemente al PSOL sería la decisión de un sector de entrar en un posible gobierno de colaboración de clases si Lula gana las elecciones de 2022. En este caso, sería una diferencia de principios.

3. No podemos quedarnos callados a la espera del calendario electoral de 2022, agitando la consigna ¡Fuera Bolsonaro!, ante la necesidad urgente de vacunas para todos y de subvenciones de emergencia para sobrevivir. Queda muchio tiempo. No podemos resistir y simplemente esperar. La libertad de Lula ha introducido una nueva variable en la discusión de las tácticas del PSOL. Por supuesto, sin el PT no es posible derrotar a Bolsonaro. Sin embargo, aunque sea minoritario, el PSOL tampoco es un partido tan pequeño como para que sus posiciones sólo tengan valor testimonial. Ocupa cierto espacio y tiene responsabilidades. Nada es más importante que derrotar a Bolsonaro, tanto en las calles como en las urnas.

Para logarlo se requiere la creación de este Frente Único de organizaciones y movimientos sociales populares, de la juventud, de las feministas, de los negros y del movimiento ecologista, pero también del PSOL con el PT y el PCdoB. La lucha por el frente único de clase debe responder a la cuestión que más interesa a las masas: el poder. ¿Quién debe gobernar? No podemos responder: el PSOL al poder. La clave de la táctica del frente único es el desafío que los revolucionarios dirigen a los dirigentes reformistas mayoritarios: "¡Rompan con la burguesía, asuman un programa anticapitalista!" Esta es la lección más importante que hemos heredado de Lenin. Este fue el secreto de la política bolchevique entre febrero y octubre. Lenin y Trotsky defendieron la agitación "¡Todo el poder a los soviets!".  ¿Quién dirigía los soviéts? Las direcciones moderadas de los mencheviques y eseristas. La lucha en Brasil por el Frente Único de Clase es el terreno de la lucha por un gobierno de izquierda con un programa anticapitalista.

Lo peor que podría pasar en Brasil sería la ausencia de la izquierda en la segunda vuelta. Esta batalla aún no está ganada. Los astrólogos de izquierdas que ya saben quién estará en la segunda vuelta deberían tener más cuidado, porque 2022 no será una repetición de 2002. Lula y el núcleo duro de su corriente de opinión dentro del PT -que mantiene una mayoría estable del 75% del partido frente a una oposición de izquierdas que influye en una cuarta parte de los militantes, pero que tiene mayor audiencia en el activismo juvenil, feminista y popular- desearían una alianza con una disidencia burguesa. A Lula no le cuesta sostener su violín con la mano izquierda durante la campaña electoral y tocarlo con la mano derecha si gana. Pero, por el momento, ningún sector de la clase dirigente parece estar preparado para ello, ya que siguen defendiendo el proyecto estratégico de resituar a Brasil en el mercado mundial para atraer a los inversores.

Una posible solución para Lula sería encontrar un aventurero que pudiera simbolizar la alianza con la sombra de la burguesía, o el lanzamiento de una nueva "Carta a los brasileños" imitando la iniciativa de Palocci en 2002. Lula está convencido de que podrá llevar a cabo estas y otras maniobras, e incluso un compromiso sobre la ley de techo de gasto, que ha pasado a formar parte de la Constitución y sigue siendo un tema tabú. El apostar porque una avalancha de votos rechace a Bolsonaro y el voto de los trabajadores de los sectores organizados y de la juventud es seguro, refuerza la idea de que una campaña de pacificación social, pace & love, no presenta ningún peligro. Pero hay un problema: Lula y los dirigentes del PT saben que deben ampliar la relación de confianza con las masas populares que sobreviven en la informalidad, que son acosadas por el crimen organizado y por las iglesias corporativas neopentecostales, y que están desesperadas por la pobreza.  La retórica no será suficiente. Será necesario ofrecer una respuesta clara y firme al desempleo, y para ello no hay más remedio que defender un papel activo del Estado.

4. Por lo tanto, el debate sobre la táctica vuelve al centro de la discusión. En las desastrosas condiciones sanitarias actuales, no es posible responder al terrible peligro que representa Bolsonaro con movilizaciones masivas en las calles. Ya llegará el momento de llamar a las masas populares a salir a la calle a derrocar al gobierno. Por el momento, podemos tomar iniciativas simbólicas con actos, pancartas y, sobre todo, la organización de la solidaridad militante con las clases populares a través de iniciativas de distribución de donaciones. Pero esto no reduce en nada la importancia de una implacable campaña política de las organizaciones de izquierda, de los sindicatos y centrales sindicales, de los movimientos populares y de mujeres, de los negros y de las y los jóvenes para denunciar al gobierno para que en la conciencia de millones de personas gane la idea de que la responsabilidad de la catástrofe en la gestión de la plaga, el desempleo y la falta de ayuda de emergencia es de Bolsonaro.

Ese debe ser también el papel de Lula. Entre los moderados de izquierdas (y buena parte de la dirección del PT está de acuerdo con ello), hay quien dice que Lula no podría ganar en 2022sin un giro al centro. Se equivocan. La cuestión central de la táctica es otra. La historia no se repite. 2022 no será como 2002, ni como 2018. El gobierno de Bolsonaro representa un peligro diferente y mucho mayor de lo que fue el gobierno de Fernando Henrique Cardoso, y tampoco se le puede comparar con el de Temer. El gran reto es llegar a las amplias masas populares, incluidos los sectores bajo la influencia de los círculos religiosos neopentecostales. Lula debe dirigirse a los trabajadores y al pueblo. Sin ellos, no es posible ganar. Al luchar por un programa anticapitalista, el PSOL ejerce la presión necesaria y lucha por ganar espacio. No denunciar las vacilaciones de Lula y de la dirección mayoritaria del PT, mientras Bolsonaro lleva al país al desastre, es estéril. Y, un año y medio antes de las elecciones, el lanzamiento de una candidatura del PSOL es, cuanto menos, precipitado.

5. La lucha por un gobierno de izquierdas debe estar en el centro de la estrategia. Necesitamos una izquierda con instinto de poder. Por supuesto, al haber recuperado sus derechos políticos, Lula es el nombre más fuerte de la izquierda para la batalla de la segunda vuelta. Pero la cuestión en este momento no es definir, con un año y medio de antelación, quiénes serán los candidatos federales y estatales. Por supuesto, ninguna corriente de izquierdas puede convertirse en un obstáculo para que un candidato de izquierdas llegue a la segunda vuelta. El camino a seguir es luchar, discutir y negociar un programa de reformas estructurales con medidas anticapitalistas.

En este debate, nadie debe dar un ultimátum. Debemos aprender las duras lecciones del golpe parlamentario y, por tanto, de los errores y vacilaciones de los 13 años que lo precedieron. El desastre causado por Bolsonaro es extremo. En la izquierda tenemos a quienes prevén la inminencia real e inmediata de un autogolpe de Bolsonaro. Hay quienes predicen, con no menos vehemencia, su caída. A veces son los mismos, lo que resulta inquietante pero no divertido. Ambos están equivocados. Lo ocurrido con la remodelación del gabinete y el cambio de mandos militares no es la antesala de un golpe de Estado en ciernes. Brasil no es Bolivia.

Tampoco existe una fracción de la clase dominante que contemple la destitución o una relación de fuerzas entre las clases que señale su próxima caída. En toda coyuntura existen presiones inmediatas. Pero el inmediatismo fomenta visiones impresionistas, incluso catastróficas. En los últimos dos años, apenas en una hora, pasamos del inminente autogolpe a la perspectiva de la reelección de Bolsonaro en 2022. En otras ocasiones, la destitución estaba a la vuelta de la esquina, o la victoria del candidato de la oposición en la segunda vuelta se anunciaba como irreversible. Estas montañas rusas de oscilación en los pronósticos se corresponden poco con la evolución de la relaciones de fuerzas sociales.

6. Brasil es un país muy complejo, difícil y peculiar, por varias razones. La astrología, es decir, el mundo subjetivo de las intuiciones, aunque sea de izquierdas y divertida, no es un método superior al marxismo. Las inteligencias intuitivas son brillantes. Pero el estudio de las relaciones sociales y de las relaciones de poder político no es un ejercicio inútil, porque muestran el debilitamiento del gobierno de extrema derecha, aunque sea lentamente.

La crisis ha acelerado la disputa pública entre los cuatro sectores del gobierno. La remodelación ministerial fue la expresión de este reajuste de fuerzas dentro de un gobierno de coalición, compuesto por cuatro sectores de extrema derecha, en una dinámica de declive. El Centrão[2] contra el sector neofascista liderado por el clan presidencial, el sector ultraliberal contra el Centrão y el movimiento Bolsonaro contra la jerarquía militar. La reordenación es una consecuencia de ello en un intento de ganar tiempo, recuperar la estabilidad y prepararse para las elecciones de 2022, frente a la probable presencia de Lula en la segunda vuelta. La remodelación del gabinete revela que Bolsonaro fue empujado a hacerlo, pero también, por supuesto, que podía hacerlo. Bolsonaro tiene ambiciones bonapartistas, pero el gran empresariado no apoya una subversión del régimen.

7. Bolsonaro sacrificó a sus exministros Pazzuelo y Araújo, y nombró a Flávia Arruda, para tranquilizar al Centrão, responder al manifiesto de los 500 y, también, aliviar las tensiones con Paulo Guedes y el ala ultraliberal, debido a las enmiendas añadidas al presupuesto. Trasladó Braga Netto al Ministerio de Defensa para obtener más apoyo del ala militar. El resto fue un juego musical de sillas, una rutina administrativa, no un contraataque. Más bien fue una retirada, con reordenamientos. Esta iniciativa de emergencia no está en contradicción con la estrategia que ha guiado al gobierno de extrema derecha desde que llegó al poder, que es buscar un reposicionamiento de Brasil en el mercado global para atraer más inversiones.

Para mantener una posición privilegiada en relación con el imperialismo estadounidense, es necesario nivelar las condiciones de sobreexplotación de la mano de obra lo más cerca posible de las que prevalecen en Asia, especializarse en la exportación de materias primas, reducir los costes fiscales de los servicios sociales estatales y mucho más. Esta estrategia cuenta con el apoyo de la clase dirigente. Pero las circunstancias de la pandemia han provocado un revuelo político, ya que Bolsonaro es un negacionista delirante. La masa de la burguesía, en el sentido marxista, apoya la línea extremista contra los cierres, pero el núcleo duro del gran capital no. Y la prioridad es la prioridad. La catástrofe pandémica amenaza la estabilidad del régimen. Y eso es más importante para el núcleo duro de la burguesía que la suerte de Bolsonaro.

8. La posibilidad de que Lula sea candidato presidencial en 2022 ha cambiado el equilibrio del poder político en Brasil. Es la mayor victoria política democrática de los últimos cinco años. El equilibrio social del poder también tiende a cambiar, pero más lentamente, debido a la explosión de entusiasmo de la izquierda. El equilibrio de poder entre las clases sociales se define en la estructura de la sociedad. Fluctúa debido a los enfrentamientos y resultados de las luchas del periodo anterior. Son las posiciones de clase definidas por las conclusiones de las experiencias pasadas. Están determinados por factores objetivos, pero para el marxismo, los factores subjetivos, que son el reflejo de los acontecimientos en la conciencia de las masas, no son menos decisivos.

Así que seguimos en una situación defensiva y reaccionaria. Venimos de cinco años de derrotas acumuladas. No hay duda de ello. Pero el desgaste del gobierno de Bolsonaro, aunque lento, no ha dejado de crecer. Los sectores políticamente más activos de la base social de la izquierda se sienten hoy más fuertes que ayer, y eso cuenta. Los cambios en la conciencia de las masas son la clave de la voluntad de lucha, del valor, de la fuerza moral y de la confianza en sí mismo. Hay situaciones en las que el equilibrio de poder político es peor que el social. Y a veces ocurre lo contrario. Nunca hay una armonía total, aunque la tendencia es a la sincronización. En general, la pauta es que la conciencia va por detrás de la situación objetiva. Antes de que las posiciones de clase cambien, es necesario que la conciencia se transforme. Los grandes acontecimientos golpean como un rayo, un trueno y un relámpago en la mente de las masas. Las victorias actúan como un shock. Cuando sucede lo que parecía imposible, sorprendentemente, se eleva el alcance de las expectativas.

9. El lavado exprés (lava-jato)[3][3] sufrió una caída fatal. El discurso de que el gobierno del PT era una banda corrupta, se vio seriamente afectado y está muriendo. La ironía de la historia es que fue la necesidad de preservar el Lava-Jato lo que explica la decisión del juez Fachin de trasladar de Curitiba al Tribunal Regional Federal-1 de Brasilia los juicios que condenaron a Lula, y posteriormente, la anulación de las condenas. Las sospechas contra Moro han enterrado su posible candidatura (para las elecciones presidenciales de 2022). Moro era hasta ahora el nombre más popular de la oposición liberal. Pero cada vez se parece más a un cadáver insepulto. Sin él, el giro al Centrão, es decir, la posibilidad de que un candidato liberal de derechas, como Doria o incluso Ciro Gomes, pueda tomar el liderazgo de la oposición, superando al candidato de izquierdas en la segunda vuelta de 2022, está seriamente tocada. El escenario de un enfrentamiento entre Bolsonaro y Lula, si se mantienen las condiciones actuales, se ha convertido en la hipótesis más probable.

10. Bolsonaro mantiene su fuerza política, su influencia social y la posibilidad de su reelección es un peligro real. En marzo, Brasil superó las 300.000 muertes y se convirtió en el centro mundial de la pandemia. Los epidemiólogos predicen que el escenario más probable para abril [este artículo se publicó a mediados de abril] es apocalíptico. El fracaso en la gestión de la pandemia ha provocado un cataclismo que ha llevado a la quiebra al sistema sanitario y amenaza al sistema funerario, y resume el desastroso balance de los dos últimos años. Pero no se puede negar que en el primer trimestre de 2021estamos ante una paradoja. El desgaste del gobierno ha aumentado.

Sin embargo, Bolsonaro obtuvo dos victorias políticas, al elegir a los dos presidentes del Congreso Nacional, tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado, que por el momento le garantiza el blindaje contra un impeachment, y por otro lado, las investigaciones judiciales contra su hijo, el senador Flavio, están bloqueadas en el Tribunal Supremo de Justicia. Este resultado a nivel de la superestructura institucional está en contradicción con la dinámica de debilitamiento del gobierno en la sociedad.

Ningún gobierno se cae solo. Los gobiernos tienen que ser batidos social y políticamente, para ser derrocados por las calles o por las urnas. Las explosiones sociales son esencialmente movilizaciones espontáneas, pero no son un accidente histórico. Cuando una sociedad se hunde en la decadencia histórica y la generación más joven llega a la conclusión de que, con su propio esfuerzo individual, le será imposible mantener el nivel de vida de sus padres, se pone en marcha. No sabemos cuándo, pero a menos que se produzca una derrota histórica, es inexorable. Si la clase dominante es incapaz de resolver sus crisis mediante negociaciones políticos, las masas irrumpirán en la vida política con una disposición revolucionaria de lucha.

En este contexto, debemos preguntarnos por qué Bolsonaro mantiene sus posiciones. Las diferencias irreconciliables en el seno de la oposición de izquierda, y entre ésta y la oposición liberal al gobierno de extrema derecha, no son las únicas, y probablemente ni siquiera las principales, claves para contener la situación actual. Las oposiciones a los gobiernos de Figueiredo y Collor también estaban dramáticamente divididas. Al menos hay que tener en cuenta otros cuatro factores.

En primer lugar, hay que tener en cuenta que la masa de la burguesía apoya al gobierno y eso cuenta mucho. Incluso el núcleo duro del oficialismo, a pesar del creciente descontento, sigue creyendo que Bolsonaro debe cumplir su mandato y que incluso puede jugar un papel, porque confía en que las instituciones del régimen, como el Congreso y los tribunales, pongan límites al bonapartista. En segundo lugar, el gobierno conserva el apoyo de un tercio de la población, especialmente de las capas medias que se han pasado a la extrema derecha, pero también, gracias a la ayuda de emergencia, de sectores de las capas más pobres. En tercer lugar, los efectos desmoralizadores de las derrotas acumuladas siguen pesando en la conciencia de la clase obrera. Cuarto, pero no menos importante, la fragilidad de las alternativas a Bolsonaro.

El PT representó una esperanza entre el final de la dictadura y la elección de Lula en 2002, pero ha perdido la fuerza de su encanto. Después de trece años de gobierno, el desgaste y la desconfianza del PT eran vertiginosos. El PT sigue siendo el mayor partido de la izquierda, pero ha perdido su autoridad. Es cierto que debemos considerar que los últimos cinco años han sido amargos y, en comparación, mucho peores. Pero también es cierto que estamos asistiendo a una transición generacional en la izquierda, que se expresa en la fuerza de los nuevos movimientos juveniles, el movimiento negro y los movimientos de mujeres, y en la consolidación del PSOL. La izquierda tendrá que luchar mucho para ganar el liderazgo de la oposición. El PT y Lula ya no son irresistiblemente atractivos, pero entre los trabajadores, el PSOL todavía parece inmaduro para el ejercicio del poder.

Valério Arcary

16/06/2021

Texto publicado por primera vez en portugués (Brasil) por el sitio web Observatório de crise.

Traducción para ContreTemps: Chantal Liégeois.

https://www.contretemps.eu/bresil-psol-lutte-gouvernement-gauche-arcary/

Traducción: vientso sur

 

[1] Movimento Esquerda Socialista, tendencia del PSOL vinculada al Secretariado Unificado de la IV Internacional (Nota de ContreTemps)

[2] El Centrão en Brasil se refiere a un grupo de cargos electos y partidos de centro-derecha o de derecha sin ninguna ideología definida pero que, debido al sistema electoral brasileño que favorece a los notables locales, tienen una gran influencia o posiciones en las instituciones brasileñas en general y en el Parlamento en particular (Nota de ContreTemps).

[3] Lavajato = expresión popular para referirse a la limpieza rápida y automática de los coches, nombre que recibe la campaña anticorrupción llevada a cabo desde 2016 (ndt).

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