A un año de la extensión mundial de la pandemia de la Covid-19, podemos afirmar que el año 2020 pasará a la historia como aquel en el que el capitalismo entró en la mayor crisis de su historia. La paralización parcial de la economía durante el año ha empujado las economías a situaciones de crisis sólo experimentadas hasta la fecha en contextos de guerra. Todo comenzó con la paralización de la producción y distribución desde Hubei, una de las provincias chinas con más peso en las exportaciones industriales de aquel país. Los sucesivos confinamientos en los demás países asiáticos, así como en Europa y posteriormente en América y el resto del planeta, han afectado gravemente durante meses a sectores estratégicos como el de la distribución de mercancías, garantes tanto de las cadenas de valor transnacionales en la producción, como del consumo de productos acabados.

Desde entonces, hemos asistido a un juego de espejismos entre las previsiones económicas anunciadas por grandes instituciones y medios y la realidad de la crisis para la mayoría. En el momento en el que la pandemia comenzó a extenderse desde China, los debates en los medios financieros se centraron en calificar la forma que tendría la crisis económica. Se esperaba que tomase la forma de “V”, es decir, que hubiese un efecto rebote cuando las medidas de confinamiento se relajasen. A puro de meses, las previsiones se han ido adaptando a la fuerza a la realidad de unos datos que más bien reflejan una crisis del capitalismo mucho más profunda. En la actualización del informe económico de octubre que el FMI publicó en enero, la institución asume los efectos van a ser duraderos en muchos países, especialmente en países “avanzados”. Mientras que el FMI calcula que a nivel mundial, el año 2020 ha supuesto una caída económica de -3,5%, trasladado a la Eurozona estas cifras serían de -7,2%, y en el caso español sería de -11,1%[1].

La otra cara de la moneda ha sido la patente desorientación política en torno a las soluciones a esta crisis. Ésta ha catalizado las contradicciones que el capitalismo ha ido acumulando durante las últimas décadas. De hecho, el FMI afirma que los Estados van a tener un papel muy importante en la recuperación de las economías, en particular en el refuerzo de los sistemas sanitarios, cruciales, se afirma, para la recuperación económica, protegiendo a la población más vulnerable. Al mismo tiempo, se afirma, de forma sorprendente, que los Gobiernos tendrán que hacer más con menos, siendo esto el colmo de la contradicción, teniendo en mente de limitar los déficits y consiguientes niveles de endeudamiento.

Por último, la pandemia ha puesto el foco sobre las mutaciones que ha ido sufriendo la globalización. En particular se hace patente una rivalidad cada vez más apurada entre EEUU y China, así como una UE en decadencia, falta de herramientas para abordar la crisis sanitaria de manera coordinada. Además, se han exacerbado las contradicciones con respecto a algunos países del Sur global, poniendo de relieve las fuertes jerarquías geopolíticas que existen. Sin embargo, es necesario puntualizar un elemento importante aquí: que el sistema no tenga una solución a sus contradicciones mayores, no quiere decir que la clase dominante no tenga recetarios y herramientas para salir del paso. En el actual contexto caótico, el capital busca usa su repertorio de armas para sobrevivir y salir reforzado, a costa de las clases trabajadoras. Como intentaremos mostrar en este texto, la deuda constituye un mecanismo esencial para la supervivencia del capitalismo.

Una crisis en la que resuenan los ecos de la anterior

La manera sobrevenida de la crisis económica a causa de la situación de confinamiento en la mayoría de países ha abierto el debate en torno al tipo de crisis frente al cual nos encontramos. Como apuntábamos, el pensamiento dominante insiste en el carácter excepcional de esta crisis, cuyas causas estarían únicamente en la pandemia[2]. De manera recurrente, se infiere en una secuencia temporal triple: puede existir una resolución de la pandemia a corto plazo; la resolución de la pandemia permitirá una “vuelta a la normalidad”; esta vuelta a la normalidad hará que la actividad económica vuelva a su curso.

En el seno de la economía crítica hemos asistido a un debate en torno al tipo de crisis a la que nos enfrentamos. Este debate ha girado en torno carácter endógeno o exógeno de esta crisis. La diferencia entre ambos enfoques radica en si el proceso de valorización del capital o si la crisis de la economía se debe a otra razón. Como apunta François Chesnais, podemos considerar el desencadenante de la crisis como exógeno, ya que no se encontraba en el núcleo del proceso de valorización del capital: es decir, el proceso que el capital realiza desde que se decide invertir, se produce un bien o un servicio, se distribuye y se vende la mercancía, produciendo un beneficio. No nos encontramos así a una crisis del capitalismo “al uso”. Es más, Chesnais apunta correctamente que las salidas a la crisis dependen del retroceso de la pandemia, no de un restablecimiento de la tasa de beneficio.

Para seguir ahondando en este debate, pensamos que como mejor se efectúa un análisis materialista de la crisis es ponderando los múltiples factores que influyen en su estallido, desarrollo y perspectivas. En este sentido, debemos recordar que, a finales de 2019, se estaban mostrando ya claros síntomas de recesión. La industria del automóvil, una de las principales referencias para medir la salud de la industria en general, mostraba síntomas de agotamiento y recesión en dos grandes productores, Alemania y China[3]. En enero de 2020 (poco antes de la extensión mundial de la pandemia), de entre las 3000 mayores empresas de EEUU, aproximadamente el 20% podían ser consideradas como “empresas zombis” (su producción apenas alcanzaba a pagar los intereses de la deuda contraída)[4]. A finales de 2019, el núcleo de estas empresas “zombis” representaba en EEUU un agujero de 1,09 billones de dólares (2/3 del PIB español). Un año más tarde, a finales 2020, esta cifra había doblado[5].  La larga crisis de rentabilidad ha aglutinado toda una serie de factores que ya hacían prever una crisis financiera y económica inminentes. Su único medio de supervivencia estaba siendo unos mercados completamente autonomizados por causa de las políticas monetarias, manteniendo las economías occidentales a flote inundando los mercados de dinero y asegurando una parte de las deudas públicas.

Por otra parte, poniendo el foco en el carácter depredador del capitalismo sobre el medio ambiente, se puede poner en duda el carácter exógeno de esta crisis, y considerarla más bien una crisis de incompatibilidad entre acumulación del capital y respeto de la biodiversidad. Teniendo en mente la originalidad y las especificidades históricas de cada crisis, entendemos que lo más judicioso para su análisis no es tanto poner el foco en si nos encontramos ante una crisis “endógena” o “exógena”, sino cómo se conjugan los factores que desencadenan, así como aquellos que le dan forma. Evitando enfoques mecanicistas podremos desarrollar más fácilmente un análisis materialista que tenga en mente los factores estructurales, así como coyunturales.

El papel que juega la deuda en esta crisis

Pasemos a ver qué impacto tiene la deuda en la crisis y qué papel puede tener en las tentativas de resolución de la misma. Como apuntábamos, la situación económica global previa a la pandemia era en sí preocupante. Uno de los indicadores de la fragilidad de la situación eran los altos niveles de deuda que afectaban tanto a economías avanzadas como subalternas. Este es un dato significativo, puesto que, una década tras la crisis financiera del 2008 que desencadenó la mayor crisis económica conocida hasta la fecha, nos encontramos a las puertas de una nueva crisis de la deuda. Así, el foco en la mayoría de casos se ha mantenido en la deuda pública, que en realidad se ha mantenido estable a partir del año 2013 se ha mantenido estable en Europa.

La deuda fue transferida del sector privado al sector público, cumpliendo enteramente su papel de mecanismo de expropiación de los estados y de las clases trabajadoras mediante las políticas de ajuste. Sin embargo, estas políticas de ajuste, que sirvieron para salvar a una serie de capitales, no bastaron para su objetivo de abrir un nuevo ciclo de crecimiento. Así, como veremos, la deuda no ha parado de aumentar desde los inicios de la década de 2010, con un aumento importante de la deuda de las empresas en los países del norte y de la deuda pública en los países del Sur global. Lejos de haber mitigado los niveles de endeudamiento, estos han aumentado de forma global desde la crisis del 2008. A pesar de lo que los medios pro-capitalistas quieran insistir, el ciclo capitalista se encontraba renqueante y sin soluciones.

Ante una nueva crisis de la deuda en el Sur global. 

A nivel de los países del Sur global nos encontramos en los inicios de una nueva crisis de la deuda, que en términos de gravedad puede superar a la crisis sufrida en los años 80 y que se tradujo en lo que se llamó “la década perdida”. La deuda externa de los países llamados en “vías de desarrollo” ha doblado su tamaño entre 2008 y 2018, pasando de 2,7 a 5,5 billones de dólares[6]. Este aumento tiene todo que ver con la crisis de la deuda en el Norte entre 2007 y 2008 y con las respuestas que se le dieron. Es decir, están directamente relacionadas con el agotamiento del ciclo económico en los países del Norte. La intervención de los bancos centrales en el norte permitió tener tasas de interés muy bajas, lo que permitió a los países del Sur global endeudarse fácilmente. Al mismo tiempo, los precios de las materias primas, principal bien exportador de estos países, ha ido cayendo, lo que ha acelerado las necesidades de endeudamiento de muchos de estos países. Esto hizo que para muchos capitales financieros se considerase como un mercado en alza y con tasas de retorno más interesantes que las que se podían obtener en el Norte. A partir de la segunda mitad de la década, volvieron a caer los precios de las materias primas. Esto hizo que ahora las tasas de interés aumentasen, con una subida media de 4% en los últimos 5 años[7]. Los países del Sur global (llamados países en desarrollo) se encuentran en una situación mucho más frágil que hace 12 años, en la última crisis. Su posición al final de las cadenas de valor les emplaza a ser altamente dependientes de los países del Norte.

Esta situación se ha exacerbado durante el año 2020. Así, en junio del año pasado, 28 países se encontraban con dificultades importantes para afrontar el reembolso de sus deudas. Además, al menos 19 países se encuentran en una situación de suspensión de pagos. Además de los problemas que la pandemia lleva a las economías internas de estos países, nos encontramos igualmente con que la imbricación de muchos países del “Sur global” en los mercados mundiales de exportación de materias primas e importación de capital, implica una nueva crisis de la deuda de estos países, cuyas consecuencias pueden ser insospechadas. Por el momento, esta crisis se produce en un contexto de tasas de interés bajas, con índices directores cercanos a 0 (aunque esto signifique para estos países una tasa real de alrededor de 4%). Sólo cabe imaginar qué consecuencias puede tener la crisis si las tasas de interés aumentasen.

A pesar de la urgencia de la situación y de algunos llamamientos por parte de países y organizaciones no gubernamentales para aliviar el peso de estas deudas, los principales discursos de los Jefes de Estado y de las instituciones internacionales no se han concretado más que en espejismos. En abril de 2020, el "Club de París" (que reúne a los Estados acreedores más importantes) decidió una moratoria sobre ciertos pagos que vencían en 2020[8]. Sin embargo, este alivio sólo representaría el 1,68% de los reembolsos previstos en 2020 por todos los países en desarrollo. Esto sólo concierne a los préstamos bilaterales entre países, dejando fuera a grandes instituciones como el Banco Mundial y el FMI. Estas moratorias sólo aplazarían el pago, no anularían sus importes. Por último, el FMI ha amenazado a los países que participaran en este protocolo con una degradación de su calificación soberana. En consecuencia, sólo 46 de los países elegibles solicitaron la DEDS, para un total de 5.000 millones de dólares, es decir, menos del 0,2% del total de la deuda pública externa de los países del Sur. Vemos pues que una vez más, la gestión de la deuda de los países del sur por parte de los países del Norte se hace en beneficio de los acreedores. La situación de emergencia humanitaria sólo es considerada a la hora de hacer discursos.

EE UU y la UE ante niveles de endeudamiento nunca vistos.

La crisis del coronavirus marcando su impronta específica, no debemos olvidar que, en conjunto, las economías avanzadas aún seguían lastrando los efectos de la crisis del 2008. Como indicábamos, la situación a finales de 2019 era francamente preocupante. El arsenal de soluciones que se propuso para atajar aquella crisis, y en particular las políticas monetarias, tales como los programas de “flexibilización cuantitativa” (quantitative easing) o las bajas tasas de interés han tenido un efecto casi nulo en términos de inversión productiva. Manteniendo el enfoque neoliberal, la política económica tanto en EEUU como en Europa ha seguido una suerte de “economía del goteo”, que parte de la base de que, la inyección masiva de liquidez, gestionada por el sistema bancario en el sector bancario de liquidez permitiría disminuir el coste del dinero y así potenciar que los bancos financiasen inversiones productivas en el conjunto de las economías. En la práctica, los fondos inyectados han servido a Las tasas de productividad, y en especial de beneficio en el ámbito productivo se han mantenido bajas, de tal manera que todos los ingredientes para reforzar las dinámicas especulativas de los capitales financieros[9]. La crisis crónica de sobreproducción que adolece el capitalismo y la consecuente autonomización del capital financiero no han hecho más que conducir a una nueva crisis de la deuda.

En el caso de los EEUU, el endeudamiento ha explotado desde el estallido de la crisis financiera de 2007. En lo que respecta la deuda pública, entre 2009 y 2019 se ha pasado de 9 billones de dólares a 22 billones de dólares de deuda pública. Entre el 30 de septiembre de 2019 y el 30 de septiembre de 2020 se ha incrementado en casi 5 billones más[10], situándose así en el 130% del PIB estadounidense. Las deudas privadas también despegaron a partir de la década de 2010. A nivel de la economía privada, el impacto de las medidas monetarias se aprecia especialmente en el crecimiento de la deuda en empresas no financieras. La deuda de estas empresas ha pasado así de 6 a 11 billones de dólares en una década (55% del PIB de EEUU)[11]. Las empresas financieras sufrieron un descenso durante la primera mitad de la década, para volver a subir progresivamente hasta superar los 15 billones de dólares (alcanzando el nivel que tuvieron en el momento del estallido de la crisis precedente)[12]. Por su parte, la deuda de los hogares constituye 16,4 billones, es decir 2 billones más que poco antes del estallido de la anterior crisis financiera[13].

Siguiendo los planteamientos del “quantitative easing”, el masivo endeudamiento de las empresas no financieras indicaría que vamos a asistir a un profundo ciclo de inversiones productivas, que desembocará en una oleada de innovaciones que puedan abrir la puerta a un nuevo ciclo productivo. En realidad, ha ocurrido todo lo contrario. Frente a rendimientos productivos estancados, muchas grandes empresas se han dedicado a mejorar su situación en los mercados financieros y a hacer negocio en ellos. Las inyecciones masivas de dinero han provocado que muchas de las grandes empresas tomaban dinero prestado para así poder prestarlo a otras empresas o recomprando sus propias acciones con el fin de que se apreciasen sus índices bursátiles (es decir, especulando con sus propias acciones). Los desequilibrios derivados de este tipo de estrategias del capital financiero estuvieron a punto de provocar un crack bursátil en el año 2018[14]. En el año 2019, la reserva federal estadounidense se vio obligada a inyectar dinero de manera urgente ya que el mercado interbancario amenazaba con desmoronarse[15]. En resumen, asistimos una y otra vez a nuevas alertas por parte de medios frente a nuevas burbujas especulativas[16]. Las políticas monetarias que se han llevado a cabo durante este año han empujado a que los mercados financieros hayan acabado el año en máximos, teniendo en cuenta el desplome que se produjo a principios de año debido a la pandemia[17]. Sin embargo, estas buenas cifras no consiguen disimular las enormes fragilidades de los sistemas financieros. El reciente caso de las millonarias pérdidas de fondos de inversión por un fenómeno de “especulación impugnatoria” con las acciones de la empresa GameStop dan buena cuenta de ello.

En Europa, los niveles de deuda no han sufrido las mismas subidas que en EEUU, sin embargo, las medidas monetarias aplicadas por el BCE, más que impulsar inversiones productivas, han abierto márgenes de acción a fondos de inversión especulativos. Frente a las regulaciones y recomendaciones formuladas por las autoridades europeas, como la reducción de los activos tóxicos en los balances de la banca (llamados Non-Performing Loans), otros actores, como los fondos de inversión, han ido ocupando cada vez más espacio en los mercados, en particular algunos como Black Rock, o Black Stone con los patrimonios inmobiliarios. Las políticas de tímido saneamiento operadas por el BCE han procurado que la banca se deshiciese de los activos tóxicos con los que contaba[18]. De hecho, estas políticas han llevado a que a finales de 2019 un cuarto de las empresas europeas tuviera problemas de liquidez. Sin embargo, esta política de saneamiento ha ido dando un aliento mayor al mercado secundario, considerado por autoridades como el BCE como el vehículo para llevar a cabo este saneamiento. Las alertas sobre la posible recesión en Europa en el 2019 ponían ya en duda la viabilidad de este modelo, y con la experiencia de la anterior crisis en el retrovisor, ya sólo se podían imaginar desastrosas consecuencias que podría tener para la población el estallido de una nueva crisis.

Llegada de la COVID ha forzado a los Estados y a la UE a cambiar su enfoque con respecto al endeudamiento. Por ir centrándonos en la UE, frente a la situación actual, la UE ha suspendido el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, para permitir el gasto público suficiente y que el apoyo pueda darse para la pandemia. Es por ello también que los Estados se han endeudado fuertemente desde marzo de 2020. Según las cifras del FMI publicadas en octubre de 2020, la deuda ha aumentado alrededor de 14% en la Zona euro[19], En algunos casos, como Italia o España, estas cifras aumentarían más del 20% (24% en el caso español según proyecciones del FMI en enero de 2021[20]). La crisis de la COVID ha catalizado y agravado la situación previamente existente. La paralización de la actividad económica ha multiplicado el endeudamiento de los Estados, que ha reforzado el statu quo, sirviendo ante todo para garantizar los beneficios de los grandes capitales. Los mecanismos de la deuda están generando un triple movimiento en los capitales: los capitales más grandes, con acceso fácil a los mercados financieros, están aprovechándose de las bajas tasas de interés para endeudarse a bajo coste y poder así anticipar la fase de recuperación económica; esto redunda en que el número de empresas zombis, es decir, que apenas generan ingresos para poder seguir refinanciando sus deudas, se haya ido multiplicando a lo largo del año[21]; las grandes desigualdades en el acceso a la financiación y a nivel del apoyo de los Estados hace que sea previsible un proceso importante de destrucción de pequeñas empresas, que se encontrarían ante une total falta de acceso a liquidez[22] [23].

La gran particularidad en esta crisis ha sido la evolución de la intervención de la UE durante el año 2020. En los primeros compases de la extensión de la pandemia en Italia y en el resto de Europa, se hizo patente la incapacidad política de la UE como un espacio supranacional con un reparto de competencias, empujando a que cada país se buscase la vida. Por otra parte, sólo ha demostrado ser un espacio de coordinación de políticas económicas. A diferencia de la pasada crisis, esta vez se ha puesto en marcha un paquete de medidas conjuntas, llamado el Fondo Next Generation EU, que llegaría a la altura de 750 mil millones de €, que serán administrados durante los 7 años que dura el presupuesto europeo (2021-2027). De ellos, 672 mil millones van a destinarse al llamado Mecanismo Europeo de Recuperación y Resiliencia. Este a su vez se divide en dos partes: 312,5 mil millones en concepto de transferencias y 360 mil millones en préstamos a los estados miembros.  Al Estado español le corresponderán 140 mil millones, de ellos 84000 serían bajo la forma de préstamos.

El Fondo Next Generation EU condensa varias claves de cómo se pretende atajar la crisis en Europa. La primera de las claves es que los fondos se financian directamente a través de la UE. Es decir, que, a diferencia de la pasada crisis, existe una suerte de “mutualización” de los costes de la deuda (la deuda necesaria para financiar este fondo costará lo mismo a Grecia que a Francia). La segunda clave redunda en que, a pesar de ser una primicia en el funcionamiento de la UE, estos fondos parecen estar muy por debajo de lo necesario para hacer frente a la pandemia. A título de ejemplo, la caída del PIB español de 2020 se ha estimado al 11%, es decir, 125000 millones de €; el primer tramo del fondo de recuperación que le tocaría al Estado español en 2021 asciende a 14000 millones. A pesar de que en los años posteriores se sigan percibiendo partes de este fondo, el alargamiento de la situación pandémica indica de todo menos una recuperación rápida de la economía. Tercero, que, a pesar de lo anunciado en un principio, las transferencias directas están sometidas a ciertas condiciones, siguiendo los dogmas del Tratado de Maastricht[24]. En el caso español, se han mantienen las dudas sobre el mantenimiento de la reforma laboral aprobada por el PP en 2012, así como la predisposición por parte del PSOE de poner en marcha una nueva reforma de las pensiones[25]. Cuarto, que más allá de lo que transmiten públicamente las instituciones europeas, este fondo no está destinado a aliviar los sectores que más han sufrido la crisis o que más habría que reforzar (como la sanidad pública), sino que tiene como objetivo el sentar las bases para une recuperación productiva “post-covid”[26]. Esta se basaría en dos objetivos: impulsar la digitalización y “resiliencia” en los servicios públicos; desarrollar los sectores de energías renovables, así como la adaptación de las diferentes industrias a las normativas medioambientales enmarcadas en los objetivos expuestos por la Comisión Europea en su Pacto Verde Europeo[27] . La cuarta clave, relacionada con el punto precedente, radica en que, el fondo reproduce y refuerza el desarrollo económico desigual en el que se ha basado la UE desde su nacimiento. Por las informaciones disponibles hasta la fecha, la gestión de estos fondos se realizará mediante colaboraciones público-privadas (PPP por sus siglas en inglés), y los principales receptores de los fondos en el caso español serán las grandes empresas energéticas. Esto supondría un refuerzo de un mercado que ya a día de hoy es un oligopólico; por muy verde que fueran las energías que se buscasen producir, el modelo capitalista aplicado a las energías renovables redunda en una relación extractivista con los territorios, reproduciendo y exacerbando las dicotomías entre ciudades y medio rural, es decir, antagónica de una relación que haga enraizar a las poblaciones de una manera sostenible. Más allá de las jerarquías espaciales en el seno de los países, esta suerte de capitalismo verde también reproducirá jerarquías a nivel de la UE, donde unas regiones como la península ibérica serán tendrán el papel de reserva energética, mientras que otras se dedicarán a la producción en sus diferentes niveles. De esta manera, los capitales europeos pretenden mantener posiciones competitivas con respecto a China y EEUU, siendo a medio plazo menos dependientes de energías fósiles.

A pesar de estos elementos, algunas fuerzas progresistas como Unidas Podemos o Más País, inciden en el carácter innovador y necesario de estos fondos[28]. En particular, se incide en que las soluciones propuestas para el contexto actual de crisis son radicalmente distintas a las soluciones puestas en marcha a la crisis del 2008. En particular, se explica que estos fondos puedan ser una suerte de nuevo New Deal, es decir, de una gran intervención por parte de los Estados para reconducir a la economía a una senda de crecimiento sostenido en el tiempo y que sea además generador de empleo. Esta perspectiva no refleja la realidad. Primero, porque las cuantías incluidas en el programa Next Generation EU son modestas con respecto al agujero que implica el impacto de la crisis a las economías europeas. Mientras que el FMI estima una caída de 7,2% en el PIB de la zona euro en 2020, el plan de ayudas Next Generation implica en torno al 6,5% del PIB de esta zona (5,5% del PIB de la UE en su conjunto), que se repartirán entre 2021 y 2023 (de los cuales en torno a la mitad serán distribuidos en 2021).

Por otra parte, el análisis está basado en una profunda confusión. Se equipara el control parcial de la economía por parte del Estado, defendida por las voces keynesianas tras la crisis de 1929 con los actuales planes de rescate estatal de las empresas privadas. El punto clave en el que observamos que las grandes empresas privadas siguen estando en el centro de las políticas llevadas a cabo se encuentra en que la intervención pública no está acompañada de impuestos, sino de endeudamiento. Es el Estado quien, una vez más, va al rescate del (gran) capital privado.

Por último, el hecho de que el BCE haya lanzado programas de compra deuda soberana de los países miembros (actualmente es el mayor acreedor de deuda pública europea con casi un cuarto del total de la deuda emitida) entra en contradicción con las reglas ordoliberales sobre las cuales se ha construido, impidiendo que se financie a los países. Esta posición de acreedor puede parecer absurda (y lo es), pero sirve ante todo para mantener el marco político de aplicación de políticas neoliberales en las que el Estado se pone a la entera disposición del capital privado para garantizar sus tasas de beneficios. El mantenimiento de estas deudas por parte del BCE agravará una eventual crisis de la deuda. Al uso del comportamiento del FMI o el BM con respecto a países en el sur global, el BCE podrá exigir reformas de austeridad a cambio de renegociaciones de esta deuda.

El mecanismo de la deuda va a jugar un papel importante en la lucha sobre las salidas a la crisis

Desde sus inicios, la deuda ha jugado un papel en el desarrollo del capitalismo. La deuda se configurado durante los últimos siglos por parte del capitalismo como un potente medio de dominación de los pueblos. De hecho, es necesario recordar que el nacimiento y desarrollo de la mayoría de los Estados capitalistas durante el siglo XIX ha estado marcado por la deuda[29]. Para Karl Marx, en el sistema capitalista, la “deuda pública, o sea la alienación del Estado, deja su impronta”[30] siendo “una de las de las palancas más efectivas de la acumulación originaria”. La existencia de un proceso permanente de acumulación originaria, o acumulación por desposesión, no limitado únicamente a los primeros estadios del capitalismo industrial (como durante mucho tiempo se había interpretado), ha sido uno de los factores que ha permitido al capitalismo seguir acumulando durante las últimas cuatro décadas. En el contexto de una crisis crónica de sobreacumulación, la deuda ha adquirido un papel clave a la hora de buscarle salidas[31]. El estancamiento en las tasas de beneficio ha empujado a abrir nuevos espacios de inversión en los mercados financieros, multiplicando así lo que denominamos capital ficticio. Estableciendo una analogía con idea de David Harvey sobre la búsqueda incesante del capital de “spatial fixes” (arreglos espaciales), entendemos que la hipertrofia de los mercados financieros en las últimas décadas es una clara representación del papel de “arreglo temporal” que el capital financiero (la deuda) están cumpliendo. A pesar de que el capital haya podido ir sorteando durante décadas algunas de sus mayores contradicciones, con el tiempo, el crecimiento del capital ficticio no ha ido más que amplificando estas mismas contradicciones, hecho palpable en los intervalos temporales entre grandes crisis se van acortando, y que estas son cada vez más profundas y devastadoras.

Los mecanismos de la deuda permiten al capital el ejercer relaciones de dominación sobre los países, regiones y municipios. La deuda pública es un mecanismo de extracción continua de riquezas. En lo que respecta a las deudas públicas, es un mecanismo permite una extracción segura y perpetua de riquezas financiadas en su mayoría por impuestos que afectan a las mayorías sociales. Esto se produce en especial mediante el mecanismo del “roll over” de la deuda, es decir el prolongamiento de la fecha final del pago de una deuda, prorrogándola, mientras que se siguen pagando los intereses[32], elemento clave en el mantenimiento de las relaciones neocoloniales con respecto a los pueblos del Sur global. Son los mecanismos de la deuda que han permitido poner en marcha las reformas de ajuste estructural y de austeridad a lo largo y ancho del mundo, mecanismos que de hecho dan a la deuda un papel fundamental e imprescindible para el funcionamiento de las administraciones públicas. Pero es que la deuda también forma parte de los aparatos de dominación social que con más eficacia ha puesto en marcha el capitalismo neoliberal. Desde la extensión del microcrédito en Marruecos y Sri Lanka, hasta las burbujas de la deuda hipotecaria en el Estado español o estudiantil en los EEUU, el endeudamiento creciente de las poblaciones como medio para acceder a servicios y bienes básicos como la alimentación, la sanidad o la educación han actuado como mecanismos de extracción de riquezas suplementaria a la par que sirve para disciplinar a la población[33]. Este disciplinamiento se opera tanto en espacios productivos (precarización del empleo y empobrecimiento) como reproductivos. Precisamente, las más afectadas por los mecanismos de la deuda son mujeres. Por una parte, se incrementa la precarización la supresión de servicios públicos a causa de los planes de ajuste y austeridad desemboca en que sean las mujeres que deban asumir muchas de las tareas de cuidados y asistencia, necesarias para la sociedad y fundamentales para el funcionamiento del capitalismo. Por otro lado, la deuda privada se fundamenta en la disponibilidad de ingresos en el futuro. Así, muchas mujeres se ven obligadas a hacer dobles, triples jornadas de trabajo para poder realizar las tareas de cuidado asignadas y poder reembolsar la eventual deuda. En el caso de algunos países del Sur global, las principales víctimas de las instituciones de microcrédito son igualmente mujeres, encontrándose en situaciones de vulnerabilidad.

Nos encontramos ante una crisis de la deuda, que ya ha comenzado en los países del Sur y que en el Norte se está fraguando. Los mecanismos de la deuda van a jugar un papel primordial en la búsqueda de salidas a esta crisis por parte del capital: permitirá mitigar las pérdidas del capital en esta crisis, acelerando el proceso de destrucción creativa en la economía que abra la puerta a un nuevo ciclo de acumulación; dictará las políticas que deben aplicarse para la salida de esta crisis y limitando todo lo posible las resistencias de las clases subalternas.

Tener en cuenta la deuda como un eje transversal en nuestros análisis y en nuestra acción política.

La oposición a los mecanismos de la deuda debe formar parte del programa y la praxis de toda organización que busque un cambio radical. Es estratégicamente esencial el acabar con el carácter expropiatorio de los mecanismos de la deuda, que se materializan en las políticas de ajuste y de austeridad. Esto pasa por el impulso de movilizaciones que exijan el impago y la anulación de las deudas generadas bajo el capitalismo. Estas movilizaciones pueden basarse en la organización de auditorías ciudadanas bajo control democrático, que permitan decidir colectivamente la anulación de todas las deudas que se consideren ilegales, ilegítimas y/o odiosas. En particular, la movilización en torno a auditorías democráticas permite construir amplios frentes bajo la premisa del control de decisiones clave en términos del gasto público, y que dan la posibilidad de avanzar progresivamente hacia el horizonte del impago. Este impago también debe entenderse bajo su vertiente feminista. La ofensiva neoliberal a la que asistimos desde hace más de cuatro décadas ha redundado en un empeoramiento de nuestras condiciones de reproducción social. La austeridad, así como la precarización del trabajo y las condiciones de vida han sido posibles gracias a una exacerbación de las contradicciones entre las esferas sociales de la producción y la reproducción, cuyo peso ha recaído en millones de mujeres, asignadas a realizar un trabajo sinónimo de falta de reconocimiento. El impago de las deudas debe tener clara su dimensión feminista, y que permita así sacar las tareas reproductivas del ámbito privado para ponerlas en el centro de las sociedades.

A nivel europeo, es esencial acabar con los tratados europeos que imponen los límites al gasto público y que permiten así que el mecanismo de la deuda ejerza toda su presión. El Banco Central Europeo debe ponerse bajo control democrático, anulando las deudas que posee los Estados miembros (actualmente el BCE es poseedor del 25% de la deuda pública europea), con las que está lucrando. Por último, es indispensable una transformación radical del sector bancario, que permita desarrollar una banca pública y bajo control social, que permita financiar los inversiones necesarias y decididas democráticamente. Más allá de la UE, las luchas contra la deuda deben desarrollarse bajo una perspectiva internacionalista, incidiendo en la anulación de la deuda que los países del sur tengan con respecto a los países del norte, creando frentes transnacionales contra la deuda.

 

 

 

 

[1] https://www.imf.org/en/Publications/WEO/Issues/2021/01/26/2021-world-economic-outlook-update

[2] https://vientosur.info/la-originalidad-absoluta-de-la-crisis-sanitaria-y-economica-mundial/

[3] https://www.ft.com/content/b38adcac-169f-11ea-9ee4-11f260415385

[4] https://www.bloomberg.com/news/articles/2020-11-17/america-s-zombie-companies-have-racked-up-1-4-trillion-of-debt

[5] https://www.bloomberg.com/news/articles/2020-11-17/america-s-zombie-companies-have-racked-up-1-4-trillion-of-debt

[6] http://www.cadtm.org/Evolution-de-la-dette-exterieure-des-PED-entre-2000-et-2019

[7] http://www.cadtm.org/La-bombe-a-retardement-de-la-dette-exterieure-des-Pays-en-developpement#2_evolution_des_taux_d_interets

[8] http://www.cadtm.org/11-questions-11-reponses-sur-la-nouvelle-crise-mondiale-de-la-dette-et-les

[9] https://www.cuartopoder.es/ideas/2021/01/18/el-debate-sobre-la-productividad-del-trabajo-manuel-gari-fernando-luengo/

[10] https://fiscaldata.treasury.gov/datasets/historical-debt-outstanding/historical-debt-outstanding

[11] https://fred.stlouisfed.org/series/BCNSDODNS

[12] https://fred.stlouisfed.org/series/FBDSILQ027S

[13] https://www.federalreserve.gov/releases/z1/dataviz/z1/nonfinancial_debt/chart/

[14] https://www.cadtm.org/La-crisis-economica-y-los-bancos-centrales

[15] https://www.cadtm.org/Panique-a-la-Reserve-Federale-et-retour-du-Credit-Crunch-sur-un-ocean-de-dettes

[16] https://www.lecho.be/les-marches/actu-actions/Le-mot-bulle-se-fait-de-plus-en-plus-insistant-a-Wall-Street/10279154

[17] https://www.sinpermiso.info/textos/covid-y-capital-ficticio

[18] https://ec.europa.eu/info/publications/201216-non-performing-loans-action-plan_en

[19] https://www.imf.org/es/Publications/WEO/Issues/2020/09/30/world-economic-outlook-october-2020

[20] https://www.imf.org/en/Publications/FM/Issues/2021/01/20/fiscal-monitor-update-january-2021

[21] https://www.ft.com/content/cd90dfbe-3089-4cec-8436-39aed04cafc3

[22] https://www.ft.com/content/39a6c0f4-cc28-4173-b7c4-05c65d3baacb?desktop=true&segmentId=7c8f09b9-9b61-4fbb-9430-9208a9e233c8#myft:notification:daily-email:content

[23] https://www.bde.es/bde/es/secciones/informes/

[24] https://www.cadtm.org/Fondo-Europeo-de-Recuperacion-Es-todo-oro-lo-que-reluce-o-es-su-oro-el-que

[25] https://www.elsaltodiario.com/analisis/nuevos-fondos-europeos-next-generation-capitalismo-verde

[26] idem

[27] https://ec.europa.eu/info/strategy/priorities-2019-2024/european-green-deal_es

[28] https://www.publico.es/entrevistas/entrevista-secretario-derechos-sociales-nacho-alvarez-2021-ano-recuperacion-situacion-requiere-todavia-ayudas-personas-empresas.html

[29] Éric Toussaint, 2018, El Sistema deuda, Icaria editorial.

[30] Karl Marx 2009 [1867], El Capital, Siglo XXI editores, página 943.

[31] Ernest Mandel, 1997 [1972], Le Troisième âge du capitalisme, Éditions de la Passion

[32] http://www.cadtm.org/11-preguntas-11-respuestas-sobre-la-nueva-crisis-mundial-de-la-deuda-y-las

[33] https://www.cadtm.org/Microcreditos-cuando-los-pobres

https://www.cadtm.org/Nuevos-acreedores-y-nuevas-formas

 

Mats Lucia Bayer

19/03/2020

 

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