El libro de Olivier Bonfond "Et si on arrêtait de payer?" (Coedición CADTM-CEPAG, Editions Aden, Bruselas, 2012) es útil y muy interesante. De forma simple y convincente, el autor demuestra que el crecimiento
de la deuda pública, que sirve de pretexto a la ofensiva de las políticas de austeridad, no se debe a un incremento de los gastos sino al aumento de las
tasas de interés y a la reducción de la recaudación fiscal. Reducción que se explica, sobre todo, por las exenciones fiscales otorgadas a los ricos, la
socialización de la deuda privada de los bancos y las políticas salariales impuestas al mundo del trabajo. El libro explica bien el círculo vicioso de la
deuda y la austeridad. Advierte a los lectores y lectoras del riesgo de que la situación se agrave debido a la posibilidad de una nueva crisis financiera y
de las malas sorpresas que puedan derivarse de las garantías otorgadas por el Estado (belga), sobre todo a Dexia/1. En fin, el libro
aboga, de forma concreta y pedagógica, por la suspensión de pago de la deuda, por su auditoría, por la anulación de su parte ilegítima y otro tipo de
medidas orientadas, fundamentalmente pero no sólo, contra el capital financiero. El hecho de que el libro haya sido coeditado por el CEPAG (Centro para la
Educación Popular André Genot, ligado al sindicato FTGB valón), le augura una difusión amplia entre amplios sectores militantes, lo que podrá contribuir a
la extensión de la conciencia política sobre la necesidad de una alternativa a las políticas neoliberales que siembran miseria, destrozan la sociedad y
ponen el riesgo el medioambiente del planeta.

Ahora bien, el libro de Olivier Bonfond también plantea algunas cuestiones que son muy discutibles.

¿Es necesario auditar de la deuda?

Parece que para el autor la auditoría de la deuda, en la medida que permite llegar a la conclusión de la necesidad de anular su parte ilegítima, se
convierte en una cuestión estratégica central; un punto insoslayable en la lucha por las alternativas a la crisis. Esta conclusión aparece en varias partes
del libro. Por ejemplo:

"Resulta imperativo situar la cuestión de la deuda pública en el centro de los debates sobre la salida a la crisis. Si se quieren preservar los
derechos sociales conquistados a través de las luchas de los trabajadores y trabajadoras, si se quiere poner fin a la regresión social y garantizar los
derechos fundamentales, la disminución radical de la deuda pública constituye una condición necesaria, pero no suficiente (…) Ahora bien, no basta con
afirmar que una parte considerable de la deuda pública es ilegítima; es necesario probarlo. Por eso, el primer paso a dar es plantearse la auditoria de
la deuda pública belga"

(pág. 156).

"Por consiguiente, es fundamental impulsar y coordinar la acción de los comités a favor de una auditoría ciudadana a escala europea e internacional. La
ciudadanía belga debería incorporarse a este movimiento y participar activamente en esta dinámica central"

(pág. 155). Y llama a los ciudadanos y ciudadanas, a los sindicatos, a los movimientos sociales y a los partidos políticos a impulsar"una dinámica de educación popular" a partir de los grupos de la auditoría a fin de construir "una movilización lo suficientemente potente como para modificar la relación de fuerzas" (pág. 152).

Olivier insiste en que la auditoría no es una tema para expertos. "

Quien desee hacerla puede acceder a muchas fuentes: informes del Tribunal de Cuentas, del Banco Nacional, de las Agencia de la deuda, de la OCDE, del
Banco de Pagos Internacionales, del BCE o de las instituciones parlamentarias; también, los análisis y estudios que aparecen en la prensa o que
publican las instituciones privadas y los movimientos sociales; incluso, las tesis de fin de curso o las tesis doctorales"

(pág. 150). Añade que

"en Bélgica, el campo de análisis es potencialmente muy amplio. El reflote de los bancos por el Estado y por las instituciones federales, los créditos
estructurales de los municipios, los grandes e inútiles proyectos de infraestructura… todo eso merece la pena analizarlo metódicamente"

(pág. 153). Sería erróneo subvalorar la utilidad de semejante trabajo; el hecho de que las estructuras territoriales de la FGTB desarrollen una campaña al
respecto es muy importante. Pero permítasenos dudar de la posibilidad de construir, a través de esa actividad, el potente movimiento social que, según
Olivier Bonfond, posibilitaría "cambiar la relación de fuerzas" e imponer "una reducción importante de la deuda" como "primera etapa" para poder "desarrollar otras alternativas radicales que hagan frente a las causas fundamentales de la crisis" (pág. 158)

La modificación de la relación de fuerzas depende de la lucha de clases; una lucha de clases, cuyas modalidades, prioridades y estructuras no se pueden
establecer de antemano. En primer lugar, porque la deuda no es el único tema de la ofensiva en las políticas de austeridad: la competitividad del trabajo y
los salarios (directos e indirectos) también lo son. Señalemos de paso que en relación a esto, la lógica de otorgar la centralidad a la deuda le lleva muy
lejos a Olivier: sitúa las reducciones de las cotizaciones patronales a la Seguridad Social entre las "medidas fiscales" favorables a las empresas. Sin
embargo, estas cotizaciones son "salario diferido", no impuestos. (pag.32). En segundo lugar, porque para que una gran mayoría de la gente se auto-organice
para realizar una auditoria a todos los niveles, como propone Olivier, sería necesaria, eventualmente, una situación prerrevolucionaria con una
movilización social amplia y potente. "Eventualmente", porque incluso en Grecia, donde la movilización social es mucho más intensa que entre nosotros y
donde el film «Debtocracy» ha tenido un éxito enorme, no se observa nada parecido. Y, por último, porque la lucha de clases es fundamentalmente
imprevisible y puede acelerarse súbitamente por razones muy diversas, no sólo socio-económicas: también políticas.

Crisis y neoliberalismo

Otro aspecto muy discutible en el libro es el análisis de la crisis. Da un poco la impresión de que para Olivier la crisis se debe a la política neoliberal
basada en la desregulación, la financiarización y la reducción de salarios, y al hecho de que los especuladores puedan especular impunemente, en especial,
contra la deuda pública. Esta visión de las cosas es demasiado parcial y no toma en consideración las contradicciones intrínsecas al capitalismo
contemporáneo. El autor explica que

"el neoliberalismo ha transferido las riquezas producidas por el trabajo a las clases dominantes. La parte del valor añadido que revierte sobre los
salarios ha disminuido entre el 10% y el 14% según los países. Esta transferencia interna de la riqueza entre clases sociales, junto a la
financiarización de la economía, es una de las causas de la crisis internacional de 2007-2008. Por una parte, porque ha incrementado la masa de
capitales en manos de los más ricos y favorecido la especulación; y, por otra, porque ha obligado a una gran parte de la población a recurrir al
crédito, generando una masa crediticia impagable"

(pág. 103).

Esta constatación es indiscutible, pero si se miran las cosas con más perspectiva, se concluye con Marx que las causas de la crisis no están en el
neoliberalismo y la especulación, sino que, justamente, la crisis es la causa del neoliberalismo y de la especulación. En efecto, el fondo del problema es
que desde que terminaron los Treinta Gloriosos, enormes masas de capitales excedentarios no podían valorizarse a través de la producción. La política
neoliberal de financiarización y de desregulación fue la respuesta del sistema a esa situación. Si bien es cierto que esta respuesta creo nuevas
contradicciones; fundamentalmente debidas a que el consumo de los ricos es limitado y que la reducción de la participación de los salarios en la Renta
Nacional reduce las posibilidades para la realización de la plus-valía (una contradicción que se fue posponiendo en el tiempo a través de la extensión del
crédito al consumo pero que, como vimos en el 2008, explotó con las sub-prime). Ahora bien, el capitalismo no tiene alternativas; sencillamente, no las
tiene. La caída del incremento de la productividad imposibilita una vuelta al keynesianismo.

Por ello, no bastará con abolir la deuda o incrementar la participación de los salarios en la Renta Nacional o poner límites a las finanzas para que el
sistema vuelva a recuperar una dinámica de acumulación. El hecho, citado por Olivier, de que Argentina, Islandia, Ecuador y otros países hayan visto
mejorar su situación económica tras haber anulado una parte de sus deudas es, en parte, debido a la situación específica de esos países en la división
internacional de trabajo. Pero no constituyen, como parece pensar Olivier, una salida estratégica a la crisis. La crisis es mucho más profunda que todo
eso. Desde el punto de vista de los capitalistas, no puede resolverse mas que a través de una profunda destrucción de las fuerzas productivas y una
liquidación radical de las conquistas de los trabajadores y trabajadoras. Desde el punto de vista de los explotados y explotadas, de la gente oprimida, no
puede ser superada mas que a través de la ruptura con este modo de producción en la perspectiva de un ecosocialismo mundial. No hay tercera vía
antineoliberal. Porque estamos ante una crisis sistémica, una crisis de civilización.

Capital ficticio y deuda ilegítima

En fin, creemos que el libro de Olivier hubiera ganado en profundidad si se hubiera apoyado en el análisis marxista del capital financiero en general y de
las obligaciones de la deuda pública en particular. Las obligaciones del Estado, al igual que las acciones, son lo que Marx denomina "capital ficticio": 1)
porque la cantidad prestada ya no existe (si los títulos de crédito resultan invendibles, la burbuja estalla y la ficción se disipa: no queda más un
agujero contable y la riqueza social no es ni más grande ni más pequeña que antes); y, 2) porque una suma prestada al Estado para comprar autobombas o
pagar a sus funcionario no es capital!

Creemos que es interesante recordar el análisis del capital financiero realizado por Marx, que explica como la finanza (A-A", " capital que encarna interés"), partiendo de la base de que toda renta tiene su origen en el "capital", escamotea el hecho de que el trabajo es el
único que produce nuevo valor y es, por consiguiente, " constituye la fuente de todo tipo ideas absurdas, hasta el punto de que para el banquero las deudas son mercancías". Como escribe en El Capital: "

Todos estos valores (títulos, acciones, obligaciones) no representan otra cosa que la acumulación de derechos, de títulos jurídicos sobre una futura
producción, cuyo valor-dinero, en el caso de la deuda pública, no representa capital ni mucho menos".

El genio de Marx nos dotó de los instrumentos necesarios para comprender el mundo actual en el que lo absurdo reina por encima de todo; hasta el punto de
que las poderosas finanzas no hagan otra cosa que masacrar el presentes para obtener beneficios en un futuro que, también, lo volverán a masacrar.

Estas notas críticas no invalidan la reivindicación de la auditoria y ni la de una moratoria sobre la deuda defendidas por Olivier; sólo que las enmarcan
de forma un tanto diferente. Aquí podemos hacer, también, un paralelo con el tema del control obrero. De hecho toda la deuda pública es ilegítima (si
exceptuamos el 2% que detentan los pequeños ahorradores). Desde su creación, el Estado belga se ha venido endeudando ante sus financieros (fundamentalmente
los Rotschild), que, por puro espíritu de lucro, adelantaron los fondos necesarios a este "paraíso de capitalistas" que era nuestro país. Es cierto que una
parte de esta deuda es totalmente ilegítima a casusa del escandaloso reflote de los bancos privados que el libro de Olivier describe con precisión. Podemos
apoyarnos en la indignación que supone esta estafa y en el hecho que el derecho internacional incorpora la noción de deuda ilegítima; se trata de una buena
táctica, sobre todo en la situación defensiva y difícil que conocemos. Pero, a nuestro entender, hay que hacerlo con el objetivo puesto en la
concienciación y en la dinámica social a desarrollar, más que en el derecho. Igual que la exigencia de la apertura de libros de cuentas no tiene como
objetivo deslindar la buena de la mala gestión capitalista (como decían algunos "no existe un capitalismo bueno y un capitalismo malo"), la
auditoría no debería tener como objetivo buscar la diferencia entre la buena deuda pública (legítima) y la mala deuda pública (ilegítima).

Estas observaciones no desmerecen en nada el interés del libro « Et si on arrêtait de payer?" El autor tiene el mérito de argumentar de forma convincente
contra el fatalismo y la resignación. Y lo hace de manera sobria y pedagógica en un terreno harto difícil. Hacemos la crítica desde una perspectiva
constructiva en el marco de la lucha común contra el capitalismo.

1/01/2013

http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article27625

Notas

1/
Institución financiera franco-belga que estuvo al borde la quiebra en octubre de 2011 y fue rescatado por la intervención conjunta de los Estados belga y
francés [NdR].

Traducción: VIENTO SUR

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