La excepcionalidad portuguesa fue durante muchos años objetivo de interrogación y de estudio. Portugal integraba, hasta 2019, un grupo restringido de países de la Unión Europea sin representantes de la extrema-derecha en sus parlamentos.
El hecho de ser Portugal una joven democracia, salida (por vía revolucionaria) de un largo período de 48 años de dictadura fascista y de 13 años de guerra colonial, era una de las razones comúnmente más utilizadas para explicar esta característica particular. La memoria reciente de los crímenes de la dictadura del Estado Novo de António Oliveira Salazar y de Marcello Caetano y las conquistas democráticas de la Revolución del 25 de Abril de 1974, contribuyeron decisivamente a mantener a la extrema derecha portuguesa, durante largos años, en cuarentena. Por otro lado, el mapa partidario portugués se reveló como bastante resiliente, principalmente en el campo de las derechas. Hasta 2019, los dos principales partidos de la derecha portuguesa, el Partido Social Democrata (PSD) y el Centro Democráticos Social (CDS), nunca vieran nacer a su derecha una formación política que se consiguiese afianzar políticamente.
Estas dos características fundamentales: la memoria de la represión y de la pobreza de la dictadura y la estabilidad de la estructura partidaria dieron a la democracia portuguesa 45 años sin representantes de partidos de extrema derecha elegidos en los parlamentos nacionales y regionales y en los ayuntamientos.
Una radiografía rápida de la extrema derecha portuguesa en el post-25 de Abril
Cuando la democracia portuguesa estaba dando, aún, sus primeros pasos, ya se tenía que enfrentar con la desestabilización orquestada por grupos terroristas de extrema derecha. Organizaciones terroristas como el MDLP (Movimento Democrático de Libertação de Portugal), el ELP (Exército de Libertação Português) y el “Maria da Fonte”, compuestos esencialmente por elementos de la extinta policía política (PIDE) y fracciones fascistas del ejército, fueron responsables de cientos de secuestros, asesinatos y atentados terroristas contra militantes y organizaciones de izquierda. Para su capacidad operacional contaron, en gran medida, no sólo con la financiación de empresarios y financieros nostálgicos del Estado Novo y el apoyo de los sectores más reaccionarios de la Iglesia Católica, sino sobre todo con el apoyo de las dictaduras franquista española y militar brasileña. El Gabinete Político del MDLP operaba desde Madrid y los terroristas del ELP recibían entrenamiento en fincas españolas. El líder del MDLP, el mariscal António de Spínola, se exilió en Brasil, después de frustrarse su intento de golpe de Estado el 11 de marzo de 1975. En las actuales regiones autónomas de Azores y Madeira habían nacido organizaciones terroristas de tendencia separatista -el Frente de Libertação dos Açores (FLA) y el Frente de Libertação do Arquipélago da Madeira (FLAMA)- que pretendían contener con terrorismo los vientos que soplaban de Lisboa. En el terreno electoral, la derecha nostálgica de la dictadura se organiza en varios micro partidos y coaliciones fracasadas: el PDC (Partido da Democracia Cristã), el MIRN (Movimento Independente para a Reconstrução Nacional / Partido da Direita Portuguesa), el PP/MFP (Partido do Progresso / Movimento Federalista Português) o el Frente Nacional.
El golpe del 25 de Noviembre de 1975, poniendo término al Processo Revolucionário em Curso (PREC), hace recrudecer las actividades de las organizaciones terroristas. El ELP y el MDLP dan sus operaciones como terminadas en 1976 y el FLAMA hace su último atentado en 1978. Los partidos de extrema derecha languidecen hasta extinguirse. Los intereses económicos y las personalidades ligadas a estos sectores de la derecha radical portuguesa se integran, en su mayoría, en el CDS y en el PSD. Una minoría se mantiene al margen.
En las décadas de 1980 y 1900 el movimiento neonazi gana alguna representación en las zonas del gran Porto y de Lisboa. Organizan manifestaciones, conciertos y crean un nuevo partido, el Movimento de Ação Nacional (MAN), que acabaría por tener, como todos sus antecesores, una vida corta. La actividad de estos grupos queda prácticamente circunscrita a acciones violentas y a una conexión umbilical con el crimen organizado. Los carecas portugueses son declarados culpables del asesinato de un joven negro, Alcindo Monteiro, y del activista de izquierda del Partido Socialista Revolucionário (PSR), Zé da Messa. Como consecuencia de esta estrategia se enfrentan a la justicia portuguesa. Sus principales dirigentes son detenidos.
En 1999, un grupo de militantes de extrema derecha se infiltra en un partido centrista en erosión, el Partido Renovador Democrático (PRD), le pagan las deudas, toman el control de su dirección y le cambian el nombre por el de Partido Nacional Renovador (PNR). El Tribunal Constitucional portugués aceptaría este cambio en abril de 2000. La extrema derecha portuguesa busca reagruparse en el PNR, pero al contrario de lo que ocurría en varios países europeos, no consigue salir de la marginalidad.
El PNR acumula sucesivos fracasos. El mejor resultado que obtuvienen en elecciones legislativas fue en 2015, quedándose en el 0,18% de los votos; no consigue atraer cuadros cualificados, ni despertar el interés del poder económico.
La radicalización de la derecha portuguesa
En 2011, la derecha portuguesa vuelve al poder. PSD y CDS, apoyados en la intervención externa de la Troika, aplican un agresivo programa de austeridad a lo largo de 4 años. Más de medio millón de portugueses son forzados a emigrar, el desempleo alcanza el 15,5%, los niveles de empleo retroceden a valores próximos a los registrados en la década de 1980, los funcionarios públicos y los pensionistas ven sus ingresos mensuales reducidos y la mayoría de los trabajadores sus impuestos aumentados.
La resaca de la doctrina de choque es pesada y abre brechas en el campo de la derecha portuguesa. En 2015, pierde la mayoría en las elecciones legislativas y ve nacer una mayoría de izquierda con un programa de reversión de las medidas antisociales que había tomado. La herencia de la troika divide al PSD. El ex-primer ministro Passos Coelho abandona el liderazgo del partido, sucediéndole Rui Rio. Un crítico de los “excesos” austeritarios que su partido había sometido a la sociedad portuguesa. Devuelto a la oposición hasta hoy, el PSD continúa dividido entre dos alas, una heredera del austeritarismo de Passos Coelho y otra que busca reposicionar el partido al centro, protagonizada por el actual líder.
El CDS ve a Paulo Portas, su líder histórico y ex vice primer ministro del gobierno de la troika, abandonar la dirección del partido y dejarla a la exministra de Agricultura, Assunção Cristas. El partido acumula derrotas en elecciones nacionales y la sucesora de Paulo Portas renuncia. Hoy, con un nuevo líder neoconservador, Francisco Rodrigues dos Santos, el CDS se encuentra balcanizado y hace frente a encuestas de un 0,3%.
La radicalización de la derecha tradicional y la crisis que eso provocó en su campo, abrió las puertas a la aparición de dos nuevos partidos a su derecha, el ultraliberal Iniciativa Liberal y Chega, de extrema derecha, liderado por André Ventura. Ambos representan la autonomización de sectores radicalizados de la derecha portuguesa, que se veían representados en el liderazgo de Passos Coelho. No por casualidad, sus líderes y principales dirigentes elogian frecuentemente el legado de su gobierno.
El nacimiento de Chega y su evolución electoral
En las elecciones municipales de 2017, el PSD presenta a André Ventura como candidato a alcalde del municipio de Loures, el 6º mayor de Portugal, situado en las proximidades de Lisboa. Ventura era conocido por sus intervenciones acaloradas en defensa del SL Benfica (el mayor club de fútbol portugués) en paneles televisivos de comentario deportivo y por las intervenciones incendiarias justicialistas en la prensa tabloide portuguesa. El también dirigente nacional del PSD elige como banderas de campaña la persecución de la comunidad gitana, la defensa de la pena de muerte, de la cadena perpetua y el refuerzo de la represión y la vigilancia policial. El discurso nacional populista crea malestar en su socio de derecha, el CDS, que rompe con la coalición.
A pesar de la fuerte contestación y resistencia que su discurso xenófobo y autoritario generan en la sociedad portuguesa y también entre sectores y dirigentes del PSD, el entonces líder Pedro Passos Coelho renueva el apoyo a André Ventura y lo acompaña en la campaña electoral. Este gesto puede leerse hoy como la caída del primer cordón sanitario entre la derecha y la extrema derecha portuguesas.
André Ventura es elegido concejal y la candidatura que lidera ocupa el 3º lugar, detrás del Partido Comunista Portugués (que dirige el municipio desde 2013) y del Partido Socialista. En 2018, después de que Pedro Passos Coelho abandonara la presidencia del PSD, Ventura sale del PSD y de la concejalía y anuncia la creación de un nuevo partido, Chega.
La formación de extrema derecha, después de varias polémicas iniciales (intentaran legalizar el partido utilizando firmas falsas), es aceptado por el Tribunal Constitucional en abril de 2019.
En mayo de 2019, disputa las elecciones europeas bajo el paraguas de la coalición Basta, a la que se unieran el Partido Popular Monárquico (PPM), los tradicionalistas católicos del Partido Pró-Vida (PPV) y un microgrupo liberal, el “Democracia XXI”. El frente electoral de la derecha radical encabezada por Ventura queda fuera del Parlamento Europeo. Acaba en 9º lugar, alcanzando cerca de 50 mil votos (1,49%). En las elecciones legislativas, Chega se presenta en solitario a las elecciones, pero integra al PPV en sus listas. Conquista 67.826 votos (1,29%) y su líder es elegido diputado por la circunscripción de Lisboa. Pocos meses después, declara su intención de presentarse como candidato a las elecciones presidenciales de enero de 2021.
El momento andaluz de la derecha portuguesa
Desde la fundación de Chega, se instaló un debate en la derecha tradicional portuguesa sobre la relación con la extrema derecha. Hasta las elecciones regionales de las Azores de octubre de 2020, los líderes de la derecha parlamentaria portuguesa rechazaban cualquier acuerdo con el partido de André Ventura, al que acusaban de presentar propuestas incompatibles con sus programas y principios "democráticos" y "humanistas".
La mejor prueba del pudin es comerlo. En las elecciones de las Azores, el Partido Socialista perdió la mayoría absoluta. La derecha podía, después de un largo período de 24 años de oposición, regresar al poder. Para eso bastaba con que José Manuel Bolieiro (líder del PSD/Açores) llegase a un acuerdo parlamentario con Chega, que alcanzó dos diputados y consiguió el 5% de los votos.
La extrema derecha impuso al PSD tres condiciones. La primera fue un compromiso de reducir en un 50% el número de beneficiarios del RSI (el Ingreso Social de Inserción, un apoyo social que se dirige a los más pobres entre los pobres). De media, cada beneficiario de las Azores recibe 86,11 euros mensuales. Los dados divulgados por el Instituto Nacional de Estadística (INE) demuestran que casi el 10% de los beneficiarios de las Azores trabajan, el 61,3% son mujeres, mayoritariamente solteras entre los 35 y los 44 años. Las Azores son realmente la región más pobre de Portugal. Además, Chega exigió la creación de un "gabinete de combate de la corrupción" - una medida populista sin consecuencias - y la reducción del número de diputados de la Asamblea Legislativa de la Región Autónoma de las Azores, una medida que, por depender de la aprobación del Parlamento de la República y de la propia región, difícilmente verá la luz.
La derecha portuguesa tenía, en medio del Atlántico, su momento andaluz. El precedente del acuerdo de las Azores demuestra que la derecha liberal y conservadora portuguesa llegará a acuerdos con la extrema derecha siempre que la llave del poder esté en su realización. Poco les interesa, a la hora de conseguir el poder, que, con eso, esté profundizando la naturalización del discurso racista, xenófobo y autoritario, heredero de los peores episodios de la historia contemporánea portuguesa.
¿De que está hecho Chega?
Si, durante los primeros meses de su existencia, Chega procuró evitar el rótulo de partido de extrema derecha, parece que eso, hoy, ha dejado de ser encarado como un problema por la dirección del partido. La formación liderada por André Ventura decidió recientemente afiliarse al partido europeo Identidad y Democracia, que reúne al grueso de la extrema derecha europea. Intercambia elogios públicos con la familia Bolsonaro, se desplaza a Italia para hacer campaña al lado de Matteo Salvini, visita a Marine Le Pen en París y la recibe, en plena campaña presidencial, en Lisboa.
La retórica y las tácticas que emplea para consolidar su base social también parecen sacadas de los guiones de la extrema derecha internacional, particularmente del bolsonarismo: agenda económica neoliberal, discurso securitario, profundamente racista y xenófobo, llamamientos nostálgicos al colonialismo portugués y a la dictadura del Estado Novo, populismo justicialista mezclado con referencias mesiánicas cristianas. André Ventura llegó incluso a afirmar públicamente que Dios le había confiado la “difícil pero honrosa tarea de transformar Portugal”.
Las semejanzas no quedan ahí. Según expertos informáticos portugueses, la milicia digital de Chega está compuesta por, al menos, 20 mil cuentas falsas en las redes sociales. Este dato explica, en buena medida, el éxito del partido en Facebook y Youtube. Este dispositivo no es sólo usado para potenciar la propaganda del partido, sino sobre todo para difundir desinformación y atacar periodistas, dirigentes de izquierda y activistas de movimientos sociales. Chega es una verdadera fábrica de mentiras que deja a los fact checkers portugueses sin dedos para contarlas.
El programa económico es una verdadera vulgata liberal. Chega se propone desmantelar completamente el Estado Social portugués. Quiere privatizar el Servicio Nacional de Salud, la Escuela Pública, la Seguridad Social y los Transportes Públicos y entregar todos estos bienes comunes a grupos privados. Defiende acabar con la progresividad fiscal e introducir impuestos planos que, de aplicarse, aumentarían la carga fiscal a quien gana menos, para bajarla a quien gana mucho más. Y propone liberalizar por completo los desalojos y el Código del Trabajo. En su manifiesto electoral, el partido defiende incluso la reducción de los salarios. Si la doctrina de choque agresiva defendida por Ventura le han creado obstáculos en entrevistas y debates con adversarios - Portugal es uno de los países más desiguales de la UE, la tasa de riesgo de pobreza antes de las transferencias sociales alcanza al 43% de la población - le ha servido, por otro lado, de cebo para atraer financiación y apoyo de diversos empresarios, inversores inmobiliarios y banqueros (muchos de ellos ligados a diversos escándalos financieros).
Muchos de los “Dueños de Portugal” asumen públicamente que movilizan sus recursos para apoyar a André Ventura. Es el caso del empresario de armamento João Maria Bravo -dueño de Sodarca y de Helibravo-, de Miguel Félix da Costa -cuya familia fue representante durante 75 años de los lubricantes Castrol, hoy un influyente gestor de inversiones inmobiliarias y turísticas-, de Carlos Barbot -dueño de Tintas Barbot- o de Paulo Mirpuri -CEO de la compañía aérea Hi Fly y de Mirpuri Investments-. La extrema-derecha portuguesa también cuenta con fuertes aliados en el universo financiero. Entre ellos, varios altos ejecutivos del ámbito del fallido Grupo Espírito Santo (GES) como Francisco Sá Nogueira, Salvador Posser de Andrade o Pedro Pessanha. Los dos últimos son afiliados al partido. El aún administrador de la exgestora inmobiliaria del GES, a Coporgest, Posser de Andrade, fue dirigente nacional y candidato en las legislativas por Lisboa, mientras que Pedro Pessanha, antiguo asesor del grupo financiero en Angola, es presidente del distrito de Lisboa. Francisco Cruz Martins, antiguo testaferro de los negocios de la élite angoleña en Portugal, y uno de los nombres portugueses mencionados en el escándalo internacional de los Panama Papers, pero también en otros casos de corrupción nacionales, como el caso Vale do Lobo o el de la bancarrota del banco madeirense Banif, es un ferviente partidario de André Ventura. Lo mismo se puede decir del empresario farmacéutico César do Paço, dueño de Summit Nutritionals International, que hasta 2019 financiaba al CDS. Este también excónsul de Portugal en Florida, más allá de financiar Chega, colocó en el partido a su hombre de confianza - José Lourenço- que, hasta enero de 2021, ocupó el cargo de presidente del distrito de Porto.
Como otros partidos populistas europeos de la derecha radical, la militancia de Chega y la estructura directiva está compuesta por una amalgama de grupos. El ideólogo del partido y primer vicepresidente del partido, Diogo Pacheco de Amorim, tiene un vasto currículo en la extrema-derecha portuguesa. Integró los movimientos estudiantiles fascistas que se situaban e el ala derecha de la dictadura del Estado Novo, pasó por los grupos terroristas MDLP, donde se integró en el “Gabinete Político”, y por el MIRN. Fue representante portugués en la revista neofascista francesa Nouvelle École y traductor de textos de Alain de Benoist al portugués. Pasó por el CDS-PP. Es también miembro del movimiento tradicionalista católico Comunhão e Libertação. El segundo vicepresidente Nuno Afonso, actual jefe de gabinete de André Ventura en la Asamblea de la República, hizo todo su recorrido partidario anterior en el PSD, como el presidente de Chega. En la dirección del partido figuran también un presidente de un sindicato de la Policía, José Dias, un miembro del Opus Dei, Pedro Frazão, y la líder de los evangélicos neopentecostales de Chega, Lucinda Ribeiro, también activa en grupos negacionistas de la pandemia Covid-19.
La Mesa de la Convención Nacional del partido parece que fue el lugar escogido por el ala ultranacionalista para sentirse representada. El presidente de este órgano, Luís Filipe Graça, fue miembro de varios grupos neonazis, como NOS o MON, pero también fue dirigente del PNR. Nelson Dias da Silva, vocal de este órgano y miembro del grupo de estudios de Chega, acumula estas funciones con la de portavoz de la organización neofascista Portugueses Primeiro (P1), de la que forman parte varias caras conocidas del movimiento neonazi portugués, como João Martins, el asesino del joven negro Alcindo Monteiro.
El partido es una fuerza creciente en los cuerpos de seguridad. El Movimento Zero (una importación del movimiento americano Blue Lives Matter) está fuertemente ligado a Chega. En Noviembre de 2019, organizó una protesta frente al parlamento portugués, junto con las estructuras sindicales de las policías. André Ventura fue recibido en éxtasis por cientos de policías y fue el único líder político convidado a discursear en el palco de la manifestación
Las presidenciales y la reconfiguración de la derecha portuguesa
En las elecciones presidenciales de enero de 2021, André Ventura quedó en tercer lugar, con el 11,9% de los votos, por detrás del titular del cargo Marcelo Rebelo de Sousa (60,70%), apoyado por PSD y CDS, y de la socialista Ana Gomes (12,97%), que no contó con el apoyo de su partido (PS), pero agrupó el apoyo de Pessoas Animais e Natureza (PAN) y del europeísta LIVRE. João Ferreira, el candidato apoyado por el Partido Comunista Português (PCP), obtuvo el 4,32%, Marisa Matias, apoyada por el Bloco de Esquerda conseguió el 3,95% de los votos y el ultraliberal (IL) Tiago Mayan el 3,22%.
El candidato de la extrema derecha cantó victoria, a pesar de haber definido como objetivo quedar delante de Ana Gomes. El resultado obtenido por Ventura produjo mucha especulación. En la noche electoral, muchos comentaristas se precipitaron, sosteniendo que el líder de la extrema-derecha habría conseguido sus votos de entre el electorado tradicional de la izquierda. Estudios recientes y más cuidadosos han desmentido esta tesis. El electorado de izquierda, que abandonó a Ana Gomes, João Ferreira e Marisa Matias, concentró su voto en el presidente de la República en funciones. El hecho de que Marcelo Rebelo de Sousa no obstaculizase el gobierno de la mayoría de izquierda y se presentara a las elecciones como una barrera a la agenda racista y autoritaria de la extrema derecha, le dieron una holgada victoria en la primera vuelta, en las que, en esas condiciones, consiguió el apoyo de miles de votantes tradicionales socialistas, bloquistas y comunistas.
Los votos de André Ventura vinieron de las franjas electorales más radicales de la derecha tradicional, sobre todo en el interior del país y en la región centro, para lo que sin duda habrá contribuido la naturalización de Chega que hizo el PSD, principalmente después del acuerdo en las Azores, y la erosión del CDS. El discurso racista y violento contra la comunidad gitana, también parece haber jugado su papel. André Ventura logró resultados significativos en los ayuntamientos en que la población gitana es más numerosa, sobre todo en el Alentejo. Habrá, en efecto, entre el casi medio millón de electores de André Ventura en las elecciones presidenciales muchas personas provenientes de las camadas populares que encontraron en esta candidatura el sedimento de su frustración, pero, según varios académicos portugueses, estos electores son ciudadanos que, en su gran mayoría, ya votaban a la derecha (CDS e PSD).
La balcanización de la derecha partidaria en cuatro (PSD, CDS, Chega e Iniciativa Liberal) no permitió a ésta movilizar una mayor porción del electorado. Todos los estudios de opinión indican que la gran mayoría de los portugueses continúa sintiéndose representada por los partidos del campo de la izquierda. Lo que no debe ser visto por ésta con comodidad o despreocupación.
Portugal atraviesa tres graves crisis: la crisis pandémica, la crisis social y la crisis económica. La izquierda portuguesa tiene que ser capaz de encontrar un programa para las mayorías y movilizador para vencer la crisis y que no deje a nadie atrás. La huella del desempleo y de reducción de ingresos, a lo que se enfrentan miles de portugueses, aliado al natural cansancio que las medidas de confinamiento imponen, pueden rápidamente transformarse en una mecha para el ascenso de una mayoría de ultraderecha. La predicción en política es siempre un ejercicio arriesgado, pero difícilmente un futuro gobierno liderado por la derecha no será dependiente de la extrema-derecha y de su agenda racista, divisionista y autoritaria - con las consecuencias a las que asistimos con Salvini en Italia, Órban en Hungría, Trump en los EUA o Bolsonaro en Brasil.
10/02/2021
Fabian Figueiredo es sociólogo y dirigente del Bloco de Esquerda
Traducción: viento sur