En un lúcido artículo, Iker Armentia criticaba a finales del pasado junio ciertas actitudes de la gauche divine española basadas en unos profundos prejuicios y unos sentimientos de superioridad moral hacia los votantes de derechas. Bajo el título Los votantes del PP no son idiotas desgranaba las causas que podían haber llevado a casi ocho millones de españoles a haber apoyado a Mariano Rajoy.

Así, por un lado, el autor hacía constar que una parte de la sociedad, puede que aquellos más privilegiados, se muestre satisfecha con la gestión de los populares: sería aquella gente que se habría visto directamente favorecidos por medidas como las amnistías fiscales o una reforma laboral que facilita el despido. Por otro, el PP sería el espacio natural de aquellos sectores más nacionalistas (españoles) deseosos de una patria “grande y libre”. Como dice Armentia (29/06/2016) en su artículo: “Si para evitar la independencia de un territorio hay que fabricar casos falsos de corrupción, puede que para muchos de estos nacionalistas españoles no sea demasiado problema frente al peligro de romper España.”

Finalmente, el articulista recordaba que hay una España más o menos conservadora que tiene en el proyecto de Mariano Rajoy su referente natural. Pese a la corrupción, la mala gestión y las promesas huecas. Son aquellas personas que seguirán confiando en él porqué son cristianodemócratas, conservadores, franquistas sociológicos… un grueso de gente que nunca se sentirá identificada con el socio-liberalismo al estilo de la escuela de Chicago de la marca Ciudadanos y los experimentos ultramontanos de Vox, Falange y España 2000.

Sin embargo, la combinación de xenófobos, banqueros, grandes empresarios, nacionalistas españoles y beatos no consigue explicar, por sí sola, los buenos resultados del PP. Hay otro tipo de votante popular: aquel que quiere apuntalar el sistema sin fisuras. “Es lo que estos días se ha venido en llamar el voto del miedo (el miedo que ha votado al PP y el miedo que ha dejado a gente en casa). Un miedo que ha podido tener éxito especialmente en los ciudadanos más volubles políticamente y menos ideologizados del voto del PP, para quienes Rajoy ofrecía en términos prácticos una salida menos mala, e incluso una buena salida, frente al resto de formaciones políticas.” (Armentia, 29/06/2016).

En este sentido, los trabajos de Owen Jones sobre la demonización de la clase obrera son esclarecedores. Hablando de los conservadores británicos, afirma que éstos han conseguido grandes cuotas de poder debilitando el poder colectivo de la clase obrera como grupo social a la vez que cortejando a las clases populares dando, en sus propias palabras, “lo justo al número justo de personas” con el único fin de preservar el orden social existente (Owens, pp. 136). De esta forma, la aspiración social ha sido otro reclamo electoral de la derecha así como otro medio para minar la identidad de la clase obrera, especialmente entre las incipientes clases trabajadoras medias. El sistema promete a los eslabones más débiles de la cadena ascender socialmente si aceptan las reglas del juego y manejan bien sus cartas. De esta forma, el enriquecimiento e iniciativas personales han de ser las premisas a seguir así como una cierta hostilidad hacia la acción colectiva y la perspectiva de clase, ya que si no implicaría aceptar que un grupo social tiene el poder y los otros no. De esta forma la derecha ha conseguido que una persona no se sienta de clase trabajadora, aunque gane poco dinero, trabaje a cuenta ajena o carezca de poder sobre su propio trabajo, haciéndole creer que por haber podido acceder a cierto nivel de instrucción y tener ciertas pautas de consumo pequeñoburguesas ya son clase media (Owens, pp. 76). Aquí emerge otro punto clave para mí, que Owens también describe: la derecha gana, también, por la incapacidad de la izquierda de presentar un proyecto coherente y cohesionado, capaz de combatir la hegemonía cultural con la derecha, así como también por un discurso demasiadas veces alejado de los intereses de las clases populares (Owens, pp. 245).

Un ejemplo claro de todos estos procesos es mi región de nacimiento, Balears: En las elecciones del 26J el PP se hizo con 20 000 votos más que en las elecciones generales del 20 de diciembre del 2015. Las fuerzas de derechas sumaron casi el 50 % del total de votos. A simple vista podríamos afirmar que Mallorca, Menorca, Ibiza y Formentera son unas islas dónde los valores conservadores predominan… nada más alejado de la realidad. Hay que recordar que el turismo de masas trae dinero fácil, y eso facilita que gane el PP, al fin y al cabo, el modelo de “tocho, pelotazo y turismo de masas” es su marca. En total, cada año en Baleares 11 millones de visitantes introducen miles de millones de euros a cambio de destruir nuestro paisaje e hipotecar nuestro futuro. Puede que la receta del sol y playa sea, para muchos, pan para hoy y hambre para mañana, pero no se puede negar que ha supuesto un cambio a mejor para algunos sectores sociales. Especialmente para aquellos que se han visto beneficiados directamente de este modelo económico a través de, por ejemplo, el alquiler de alguna finca o la venta de un terreno heredado. Hay que recordar que el pequeño hotelero sigue siendo mayoritario en Baleares, a la vez que el alquiler vacacional beneficia a muchos pequeños propietarios de segundas residencias/1. Así, se ha consolidado una clase media rentista que comulga plenamente con un sistema económico y social que, por ahora, no ha colapsado (Jordà et al., pp. 40).

Sin embargo, las mayorías electorales del PP no se pueden explicar únicamente por el apoyo de aquellos sectores que se benefician directamente del turismo de masas. Hay una mayoría silenciosa, esa mayoría que Armentia denomina, como ya hemos venido diciendo, “el voto del miedo” y que Owen Jones describe tan bien en sus estudios para el caso británico: son obreros de la construcción, camareros, pequeños comerciantes de la oferta complementaria… y en general, todos aquellos que han comprado el mensaje de que en Mallorca todo va bien y que de hecho, no puede ir de otra forma. Todo esto se ve agravado por otro factor: el 23 % de la población de Baleares, según el INE, no tiene derecho al voto: es la población inmigrada. Una parte del país clave e invisibilizado, normalmente perteneciente a los grupos más humildes y vulnerables.

Es en este contexto que la izquierda balear pincha. Y pincha porque en ninguna de las tres legislaturas en las que ha ostentado la mayoría parlamentaria (1999-2003, 2007-2011, 2015 -¿?) ha sido capaz de poner en riesgo la hegemonía discursiva de la derecha. Un ejemplo: la actual propuesta de Llei del Turisme, elaborada por el Vicepresidente Barceló, ecosoberanista del partido MÉS, está siendo criticada por diversos sectores de la izquierda social y del ecologismo por su nula incapacidad, entre otras cosas, de plantear un modelo turístico alternativo al vigente (AA.VV. 19/01/2017).

Sin embargo, no todo está perdido: recientemente ha salido a la luz un trabajo de la Fundació GADESO sobre la crisis económica que matizaría esta visión tan catastrófica. En dicho estudio se constata que, en Baleares, un 94 % de la población considera que existían demasiadas diferencias entre clases sociales, que el 53 % cree que viviremos peor después de la crisis y que el 73 % asume que se está creando una sociedad descohesionada y dual. ¡Solo el 11 % apoya las políticas de austeridad en Baleares! Además, el estudio continua: a excepción de la clase media-alta y alta, la mayoría de los isleños se sitúa ideológicamente en el polo del centro-izquierda (AA.VV. 2016). A mi parecer, esto refleja un comportamiento dual: por un lado, la gente en Mallorca quiere mantener unos buenos servicios públicos (de los cuales, como clase trabajadora, son usuarios asiduos). Por otro, votan al PP porqué, ideologías aparte, es el brazo político de un sistema económico que funciona para muchos o por lo menos creen que es así. De esta forma el caso balear confirmaría buena parte de las tesis de Armentia y Owens: la gente vota a la derecha porqué se beneficia de sus políticas y sus falsas promesas de ascensión social. Pero… ¡Alerta! pese a todos los esfuerzos, los sectores conservadores no han conseguido, todavía, destruir el imaginario colectivo mayoritario, que aspira a vivir en un Estado del Bienestar avanzado.

Un último apunte que aquí solo me atrevo a plantear como hipótesis: el hecho de que la derecha fundamente sus mayorías en “el voto del miedo” provoca, a mi parecer, que las reivindicaciones y anhelos de los sectores más dinámicos de la sociedad, aquellos que, en términos democráticos son el capital social de España, se vean desplazados del debate público en favor de una agenda política inmovilista que, en realidad, no propone nada para el país. Dicho de otra forma, el sistema de caladeros de votos de la derecha mina los pilares de nuestra democracia. Todavía diría más, desde el momento en que la corrupción no pasa factura política, ni tampoco las promesas incumplidas, ni los tics autoritarios, la democracia corre peligro. Y corre peligro por qué no se establece una correlación democrática entre acción y coste político… todo esto sin embargo, es otro tema a debatir.

19/01/2017

Joan Pau Jordà es historiador, investigador de la Universidad de Lisboa y del Centre d"EstudisDemográfics y activista social.

Notas:

1/ Sobre la relación entre el poder y el turismo en Baleares, ver los trabajos del grupo TotInclòs (https://totinclos.noblogs.org/)

Referencias

AA.VV. (2017) “Crisi i desconfiança institucional”, Quaderns Gadesonº 310.

AA.VV. “El GOB demana un decreixement de places turístiques” www.arabalears.cat, 19/01/2017.

Armentia, I. “Los votantes del PP no son idiotas”www.eldiario.es, 29/06/2016.

Jones, O. (2012) Chavs. La demonización de la clase obrera. Capitán Swing, 360 pp.

Jordà J.; Colom, J.; Mayol, G. (2016) Somniscompartits. La identitat mallorquina a debat. Mallorca: Documenta Balear.

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