La guerra en Ucrania degenera cada vez más en una masacre, pero es posible que lo peor esté por venir. Los asesinatos masivos de prisioneros y civiles y las numerosas violaciones sistemáticas en los territorios ocupados por Rusia son ahora noticias normales procedentes de Ucrania. Millones de personas podrían morir este invierno congelándose vivas en sus viviendas sin calefacción, agua ni electricidad. El recuento diario de muertos es mucho mayor que en cualquier episodio de las guerras del Donbás de 2014-2021. De acuerdo con informaciones de ambos bandos, el peaje fúnebre supera probablemente la cifra de 100.000 personas muertas desde que comenzó la guerra, y ahora puede superar el millar de combatientes y civiles cada día.

No solo la escala, sino también la crueldad de la violencia aumentan constantemente y la propaganda oficial rusa presiona de modo sistemático a favor de la escalada. Si todavía no es genocidio, la ideología que pregona la eliminación de millones de personas ucranianas ya se defiende en la televisión pública rusa y por parte de oficiales de alto rango. Hay quien afirma que se trata de desnazificar, pero la realidad se acerca más y más a la ideología del fascismo y las prácticas de un Estado nazi/1. Es difícil predecir hasta qué punto Ucrania se hundirá en este abismo de terror, pero está claro que la retirada de las tropas rusas es la mejor manera de desnazificar Ucrania… y tal vez Rusia.

En octubre, las fuerzas armadas rusas comenzaron a lanzar ataques masivos contra la red eléctrica ucraniana e infraestructuras civiles, inclusive sistemas de abastecimiento de agua de las principales ciudades. Estas actividades no tienen una finalidad militar inmediata y no merman la capacidad de combate del ejército ucraniano, pero sí afectan a la capacidad de la población civil de sobrevivir a  este invierno. Muchas viviendas ucranianas cuentan con calefacción central conectada a la red unificada de conductos de calefacción procedentes de las centrales térmicas. La destrucción de estas centrales, de las líneas eléctricas de alta tensión y de la red de abastecimiento de agua y de alcantarillado hará que las ciudades ucranianas sean inhabitables para millones de sus habitantes.

La gente morirá si no es evacuada y casi es imposible evacuar rápidamente a diez millones de personas. Alrededor del 30 % de las instalaciones de generación eléctrica ucranianas quedaron afectadas a los pocos días, y si se destruyen otro 30-50%, el suministro de calefacción y electricidad  quedará paralizado de inmediato. Si esto ocurre cuando la temperatura exterior baje del punto de congelación, como suele ser el caso del invierno ucraniano, las cañerías de agua se agrietarán y la mayoría de hogares se quedarán sin agua. La gente solo tendría un par de días para evacuar sus viviendas antes de que estas se congelen y moriría de frío. Muchas personas mayores y con discapacidad no tendrían ninguna posibilidad.

Esto es exactamente lo que pretende Rusia. Según los principales canales de televisión rusos, quieren congelar Ucrania para forzarla a rendirse, como ha declarado abiertamente el vicepresidente del Consejo de Seguridad del Estado, Dmitri Medvédev. El hecho de que la infraestructura civil ucraniana es ahora el principal objetivo de los ataques rusos lo ha confirmado el propio Vladímir Putin. Además, un presentador de televisión, Anton Krasovsky, ha propuesto ahogar a los niños y las niñas de Ucrania si no les gusta la ocupación rusa.

Tal vez se recuerde cómo un diputado a la Duma Estatal de la Federación Rusa, Alekséy Shurávlyov, anunció que Rusia debería matar a unos dos millones de ucranianos que probablemente no se presten a ser reeducados para convertirse en ciudadanos de la Pequeña Rusia/2. Más tarde, el antiguo líder de la llamada República Popular de Donetsk, Pável Gubárev, le corrigió y dijo que de ser necesario matarían a 4 o 5 millones.

El asesinato de 53 combatientes ucranianos capturados que se hallaban en un centro de internamiento de prisioneros de guerra, suceso del que se informó en su día, también puso de manifiesto de forma muy convincente la intención de convertir la guerra de desgaste en una guerra de extinción. No sabemos quién exactamente mató a los prisioneros de guerra ucranianos en la prisión de Olenivka, pero sí sabemos que ese acto se ajusta perfectamente al contenido de la propaganda oficial rusa, que ya reclamaba antes la pena de muerte para todos ellos. Todos los miembros de las fuerzas armadas ucranianas pertenecen a alguna unidad particular y casi todas las unidades, según Rusia, son batallones nacionalistas. De acuerdo con la lógica oficial rusa, todos los miembros de esos batallones son fascistas que hay que exterminar.

Las autoridades rusas no están interesadas en ninguna clase de investigación de los crímenes del batallón Azov cometidos en 2014 y 2015, simplemente porque la mayoría de los componentes actuales de esta unidad de las fuerzas armadas ucranianas no podían tener nada que ver con aquellos actos, ya que todavía no habían sido reclutados. Sería bueno investigar todos los sucesos de 2014 y los años subsiguientes, pero esto no interesa a Rusia. Si resulta que la mayoría de los miembros actuales de Azov no están relacionados con ningún crimen significativo, la narrativa de la propaganda rusa quedaría desmentida. Probablemente, los militares rusos y el personal del Servicio de Seguridad Federal que han cometido numerosos crímenes estarían decepcionados al ver que los crímenes de Azov resultaran mucho menos significativos que los suyos propios.

Lo que sabemos es que los prisioneros de guerra ucranianos se hallaban encarcelados en la llamada República Popular de Donetsk, donde los rusos han vuelto a instaurar la pena de muerte. Y sabemos que algunos fueron torturados en cárceles rusas. Si Rusia quisiera llevar a cabo una investigación, podrían hacerlo en cualquier prisión rusa que esté fuera del alcance de los misiles ucranianos, pero no quieren. ¿Puede que los investigadores rusos temían mostrar en juicio público a los prisioneros de guerra cuyas confesiones se produjeron bajo tortura?

Algunas personas dicen que Ucrania haría mejor en rendirse. Incluso mi hija, que tiene 12 años de edad y ahora está refugiada en Polonia, me preguntó una vez: ¿No sería mejor dejar de luchar para salvar vidas? Yo no sabía muy bien cómo explicarle que dudo que realmente tengamos esa opción. También planteó la cuestión del fascismo: ¿Por qué todo el mundo habla ahora de fascismo? ¿Quiénes son fascistas? ¿Son fascistas los rusos? ¿Son realmente nazis los del batallón Azov? Preguntas nada fáciles. Después se interesó por el Holocausto y cuando la visité en Cracovia, decidimos ir de excursión a Auschwitz y visitar las cámaras de gas en que los nazis asesinaron cada día a más de 5.000 seres humanos tras la ocupación de sus países respectivos.

En aquel entonces esperábamos que no hubiera asesinatos masivos ni torturas en los campos de prisioneros de guerra de Rusia. Desde lo de Olenivka sabemos exactamente lo contrario: ejecuciones y torturas masivas son por desgracia la cruel realidad. Así que quienes todavía piensan que es mejor que Ucrania se rinda deberían pensarlo dos veces.

No es fácil encontrar términos más oscuros, pero de uso común en los medios de comunicación, que fascismo y nazismo. Los medios rusos afirman que las fuerzas armadas rusas luchan ahora contra los fascistas ucranianos para desnazificar Ucrania. En cambio, los ucranianos afirman que estamos combatiendo a los invasores rusofascistas que saquean, violan y asesinan a civiles, inclusive bebés y niños y niñas en edad de parvulario. Las consecuencias de la ocupación rusa son, entre otras, las fosas comunes y los daños graves causados en bloques de pisos en Bucha, Irpin y Borodianka (unos 30-50 kilómetros al noreste del centro de Kyiv). Estas imágenes traen a la memoria de la población ucraniana su lucha contra la Alemania nazi y los invasores germanofascistas en 1941-1944.

¿Antifascismos?

Durante la guerra fría enseñaron a la población estadounidense a identificar a su aliada de la segunda guerra mundial exclusivamente con el nombre de Rusia, mientras que hasta un tercio del ejército rojo y de la industria militar soviética procedían en realidad de la República Soviética de Ucrania. Los tanques soviéticos T-34 se diseñaron y fabricaron en Ucrania, y más tarde por trabajadores e ingenieros evacuados a los Urales. La producción de blindados en la famosa fábrica rusa de Uralvagonsavod la iniciaron personas ucranianas evacuadas de Járkiv.

La lucha contra la invasión y la ocupación nazis fue relativamente más traumática para la población ucraniana (y bielorrusa) que para la rusa, pues de hecho solo estuvo ocupada una parte de Rusia y murió un porcentaje relativamente menor de personas, mientras que la totalidad de Ucrania se vio afectada por la ocupación por las tropas del Eje y los crímenes genocidas del nazismo. Prácticamente en todas las familias ucranianas hay algún o alguna pariente que murió en la segunda guerra mundial. Ambos abuelos míos, Serguiy y Vadym, murieron en combate cuando luchaban con el ejército rojo contra los invasores nazis, Serguiy en 1941 y Vadym en 1944.

Fue una brutal guerra colonial que pretendía a largo plazo el exterminio del mayor número posible de gentes eslavas, incluidas las de Ucrania, y empujar a las rusas que quedaran más allá del Volga, hasta los Urales. Como dijo una vez Himmler: “Me es totalmente indiferente la suerte de los rusos, los checos… estén vivos o muertos, tan solo me interesan en la medida en que los necesitamos como esclavos”/3. Para el pueblo ucraniano, fascismo es otro sinónimo de mal absoluto. No ha conocido nada igual desde octubre de 1944 hasta el 24 de febrero de 2022 y es normal que cuando vemos las fosas comunes en Bucha, nos vengan a la memoria las fosas comunes de Babiy Yar en Kyiv. Por supuesto, nos consuela que la magnitud confirmada los asesinatos masivos todavía es significativamente menor que hace 80 años, pero por desgracia todavía no sabemos cuánta gente está enterrada en fosas comunes en Mariúpol.

Espero que quienes leen esto comprendan ahora por qué la población ucraniana afirma que está librando una guerra de liberación patriótica contra el fascismo. Constituye una parte intrínseca de nuestra memoria colectiva. Siempre ha considerado que la suya es una nación que derrotó al fascismo en la segunda guerra mundial, junto con los rusos, estadounidenses y todos los demás aliados, por supuesto, pero como nación desempeñó su propio papel específico y no menos importante que ellos. Yo incluso diría que la interpretación oficial rusa del fascismo/4, que también se refiere a la experiencia de la segunda guerra mundial, es un poco distinta de la ucraniana, dada la naturaleza distinta de esta experiencia y sus reflejos posteriores.

Moscú siempre ha visto la victoria sobre la Alemania nazi no solo como una liberación del territorio ruso, sino como un importante paso adelante en la construcción del gran imperio soviético encabezado por Rusia y el pueblo ruso. La victoria convirtió a la Unión Soviética en una gran potencia mundial y le aseguró el control militar de vastos territorios mucho más allá de las fronteras de Rusia y Ucrania.

Cuando era la segunda república de la Unión Soviética, Ucrania se benefició, desde luego, de este nuevo proyecto imperialista, pero con mucho menos entusiasmo y con el resultado de que pasó a estar sometida a la opresión imperialista rusa y la rusificación. La política de los gobernantes soviéticos estalinistas y postestalinistas con respecto a Ucrania era muy diferente de las declaraciones de igualdad pronunciadas en la década de 1920, cuando se estableció la Unión. No pretendo negar la narrativa antifascista rusa como tal, pero sí quiero señalar que el antifascismo ucraniano tiene más que ver con la autoliberación y la autoemancipación, mientras que el ruso, al menos el oficial, tiene que ver mucho más con la liberación de otros pueblos (aveces en contra de su voluntad).

El antifascismo celebrado por Stalin siempre estuvo mezclado con el chovinismo de la Gran Rusia. Si se ha tenido la posibilidad de ver el memorial militar soviético en el parque de Treptow, en Berlín, se habrá percatado de que todo está envuelto en citas de Stalin sobre el “Gran Pueblo Ruso” y referencias a la continuidad entre la lucha antifascista soviética y las guerra medievales libradas por príncipes feudales como Alexandr Nevsky contra los alemanes. Viendo el memorial del parque de Treptow se puede llegar a creer realmente que el pueblo ucraniano y otros pueblos de la Unión Soviética nunca participaron en el esfuerzo de guerra soviético durante la segunda guerra mundial.

Aunque liberar a otra nación de sus chupasangres capitalistas puede tener algún sentido como acto de solidaridad internacional de clase trabajadora ‒así lo calificaron los soviéticos‒, está claro que es una mentira sin sentido cuando lo escuchamos en boca de Putin, ya que la Rusia contemporánea no tiene nada que ofrecer que no sea un capitalismo semiperiférico y una burocracia de mentalidad imperialista. Putin niega la solidaridad de clase por principio y considera en general que la solidaridad y la autoorganización de base es la mayor amenaza para su poder y su proyecto imperialista. Por eso odia tanto a Lenin.

Luchar por la identidad

Quienes desde la izquierda consideran que Putin es un mal menor suelen aspirar en general a preservar de alguna manera la condición de una tranquila vida burguesa, no combatir el sistema capitalista en su conjunto y despreciar burocráticamente la autoorganización de movimientos de base, calificándolos de movilizaciones proestadounidenses inspiradas por la CIA, los fascistas, etc. Sobre la base de esta narrativa, Putin identifica el antifascismo con la reconstrucción del imperio soviético, utilizando esta clase de nociones imperialistas del antifascismo. La propaganda rusa bien puede afirmar que ahora libra su guerra antifascista en Ucrania, pero el pueblo ucraniano lidia su propia guerra antifascista de liberación contra los brutales invasores extranjeros.

Estos invasores simplemente niegan al pueblo ucraniano el derecho a existir, niegan la identidad ucraniana, su Estado y su nación, con sus consignas de desnazificación. Tal como quedó claro posteriormente en un artículo de la agencia oficial de noticias Ria-Novosti, desnazificación significa de hecho desucrainización. La población ucraniana podría ser admitida en el Estado unificado ruso como parte de las y los rossiyanie/5, como todas las personas de la Federación Rusa, que pueden tener algunas características folklóricas propias, pero ningún derecho a considerarse no pertenecientes a Rusia. La identidad ucraniana moderna es multicultural, en buena parte rusoparlante y con una mayoría bilingüe, pero que insiste en su derecho a decidir por sí misma cuál es su identidad. Precisamente este punto es inadmisible para Putin.

La identidad ucraniana está evolucionando en respuesta a la invasión. Está en trance de tomar forma y desarrollarse, pero la consolidación sin precedentes de una ciudadanía ucraniana de diversos antecedentes étnicos y preferencias lingüísticas la desplaza con fuerza del nacionalismo étnico hacia el multiculturalismo. En efecto, el conocimiento de la lengua ucraniana es un signo distintivo de la identidad ucraniana, pero yo señalaría que una persona típica de este país es por lo menos bilingüe. Esta identidad multilingüe no es fruto de las supuestas limitaciones del idioma ucraniano, sino del alto nivel de educación masiva y de la educación superior, que atrae a estudiantes de muchos países.

En resumen, el pueblo ucraniano tiene motivos para considerar que nuestra lucha es antifascista, cosa que es natural teniendo en cuenta nuestras experiencias de resistencia antinazi y guerrilla partisana durante la segunda guerra mundial. Resistir o no, eso no depende de la voluntad de Zelensky en estos momentos, sino que es decisión del pueblo ucraniano librar una guerra de resistencia. La vasta mayoría de la población no acepta para nada la intención de Putin de someterla a la gobernanza de sus acólitos y al terror de la policía secreta, como ya ha hecho en los territorios ocupados del este del Donbás. La única opción que tenía Zelensky consistía en organizar la resistencia de forma efectiva o ineficiente. La rendición no era una opción.

Vi personalmente colas bastante largas de gente que fue a enrolarse en los centros de reclutamiento, sobre todo en los primeros días de la guerra. Millones de personas, incluso mayores, pobres y rusoparlantes donaron dinero para el ejército. Cientos de miles, incluidas las que difícilmente podían ser declaradas aptas para el servicio militar por razones de salud, se unieron a las unidades de Defensa Territorial. Montones de hombres de edades comprendidas entre los 40 y 70 años de edad, trabajadores ordinarios sin ninguna afiliación política ni experiencia militar más allá del servicio militar general a los 18 años, ingresaron en la Defensa Territorial de sus ciudades, se proveyeron de viejos rifles Kalashnikov y se enfrentaron a los invasores rusos cerca de sus hogares. Vi a muchos de ellos en los suburbios de Kyiv.

No todos los miembros de la Defensa Territorial son angelitos, pero está claro que están defendiendo sus ciudades de la manera que saben. Incluso la propaganda oficial rusa ha reconocido recientemente que los ucranianos tienen una voluntad de hierro y están firmemente decididos a defender su país.

En 2019, la mayoría de la población ucraniana apoyó a Zelensky como alternativa al nacionalismo etnocéntrico beligerante del anterior presidente, Poroshenko, porque consideró que era posible y deseable un alto el fuego en Donbás (y que Zelensky hizo casi todo lo posible por lograrlo en 2020-2021). Ahora, en 2022, después de los ataques sistemáticos rusos contra la población civil, una amplia mayoría ya no cree en las promesas rusas y apoya al gobierno de Zelensky en el esfuerzo de guerra de la nación. Putin ha demostrado gráficamente que esta es la única manera de tratar con él. Así, a la pregunta de si el mundo sería un lugar mejor si el ejército ruso fuera repelido hasta la frontera de su país, contesto decididamente que sí. Para el pueblo ucraniano, la derrota de la agresión rusa es ahora una auténtica lucha de autoorganización de base, por la dignidad y los derechos de la clase ttrabajadora, la diversidad cultural, la democracia y la justicia social.

¿Facistización de Rusia?

No cabe duda de que el antifascismo oficial ruso no es más que una mistificación, pero esto, por supuesto, no basta para probar que Rusia es fascista. No obstante, la facistización de Rusia se comenta ampliamente y parece que ya ha comenzado y probablemente continuará. Grigory Yudin apunta a la propaganda masiva y el terror que empujan a ciudadanos que antes eran apolíticos a cooperar con el gobierno por miedo a ser denunciados: “multitudes pasivas comienzan a cooperar por miedo a convertirse en víctimas/6.”

Sin embargo, esto todavía no es la movilización de masas de la Alemania nazi o de la Italia fascista de la década de 1930. Además, la vaguedad del concepto de fascismo deja demasiado espacio para la especulación. Para ser honesto, yo no estoy del todo satisfecho con la mayoría de los argumentos en torno a la facistización porque suelen referirse a algunas características externas y comparaciones históricas, evitando la cuestión de la naturaleza del fenómeno actual. Un conocido intento de captar la esencia del fascismo fue el realizado por Walter Benjamin en 1936, cuando afirmó que es la estetización de la guerra representa el grado superior de la estetización de la política/7.

Podemos constatar una estetización sistemática de lo militar en la sociedad rusa: desde niños desfilando, vestidos con uniformes de la segunda guerra mundial, en el parvulario, hasta los documentales épicos que glorifican los nuevos misiles estratégicos y submarinos atómicos. Actualmente, la propaganda oficial rusa muestra sesiones fotográficas sentimentales de niños de ocho años/8 saludando a soldados rusos que, como sabemos por los medios ucranianos, matan y violan a niños y niñas de Ucrania.

Cuando Volodymyr Artiuk apunta que “la propaganda ucraniana borra los símbolos soviéticos y apela a los cuerpos y los afectos, [mientras que] la propaganda rusa llena el espacio simbólico con figuras icónicas mientras borra los cuerpos [muertos]”, vemos que la propaganda rusa difiere de la ucraniana precisamente en la estetización de su política de agresión, crimen y violación. Pienso que las nuevas fotos del presidente Zelensky y su esposa publicadas en la revista Vogue son todo lo contrario de una estetización de la guerra. Muchos ucranianos de extrema derecha rechazan estas fotos precisamente porque no son heroicas, gloriosas ni glamurosas, sino que muestran a una pareja cansada que intenta visiblemente llevar a cabo sus tareas cotidianas, sin armas, galones ni insignias militares. Puede que sea una estetización de la dignidad y la resistencia, pero no de la guerra.

Pero ¿podemos relacionar de alguna manera la estetización de la guerra con la lógica social y económica fundamental del sistema capitalista moderno globalizado? Emmanuel Wallerstein, en su libro Raza, nación y clase (escrito junto con Etienne Balibar), propone una definición simple y útil del racismo como fenómeno asociado a la división del trabajo en el sistema mundo. Así, el racismo sirve a todas luces de ideología para las guerras coloniales, donde los Estados del centro del sistema mundo luchan por conquistar la periferia. En cambio, el racismo clásico no resulta muy útil para las guerras interimperialistas, especialmente en el caso de las guerras totales encaminadas a eliminar al enemigo.

Los argumentos racistas clásicos suenan mucho menos creíbles cuando se utilizan para justificar la guerra entre naciones europeas. Durante la primera guerra mundial se vio claramente que los Estados carecían de una ideología convincente, suficientemente atractiva para movilizar a las masas con el propósito de matar a soldados de la nación enemiga. En su lugar vimos una confraternización de soldados en el frente y un ascenso de movimientos socialistas. Se precisaban ideologías más eficaces para continuar la guerra interimperialista. Estas ideologías se inventaron en forma de fascismo en Italia y nazismo en Alemania, respondiendo a la amenaza de una revolución socialista internacional. La ideología fascista es la ideología de la guerra interimperialista y del rechazo de toda alternativa socialista igualitaria.

Este es exactamente el punto en que arranca la política fascista, como dijo el pensador nazi Carl Schmitt. El ascenso de la dictadura totalitaria que no acepta ninguna clase de oposición interna surge exactamente de la necesidad de movilizar al conjunto de la población en el esfuerzo de guerra, justificado únicamente por la necesidad de ganar la competición con un enemigo igual de fuerte e insidioso. Todos los argumentos de superioridad son artificiales e irracionales, aunque no se supone que sean racionales. Su función consiste en crear una sólida unidad e identidad, suficiente para diferenciarse nítidamente del enemigo, establecer una fuerte lealtad con el liderazgo y después aplastar cualquier tipo de autoorganización y empujar a la población atomizada a transferir toda la responsabilidad al líder.

Aquí emerge el doblepensar (“doublethink”) o disonancia cognitiva definida por Orwell, ya que todo el mundo entiende que la ideología no es más que una cortina de humo para encubrir los verdaderos propósitos de los líderes, pero también que la consecución de los objetivos (por muy caníbales que sean) es beneficiosa para los miembros de la nación que sobrevivan a la guerra. Resulta muy conveniente pretender que uno crea en la ideología y apenas asuma responsabilidad alguna sobre los medios brutales requeridos para alcanzar los objetivos. Es psicológicamente cómodo expulsar de la conciencia los crímenes en curso como bulos y pensar que son imposibles; de lo contrario habría que ofrecer resistencia al régimen, cosa que evidentemente es muy arriesgada.

Intentemos aplicar esta comprensión del fascismo como una ideología y una práctica de la guerra interimperialista al caso de la contienda en curso en Ucrania. Por supuesto, la situación es un tanto delicada, ya que tenemos fascistas dentro de las filas de la lucha antifascista y fascismo que se oculta tras consignas antifascistas. Es cierto que entre quienes luchan en defensa de Ucrania hay personas que antecedentes e ideas neonazis. Lamentablemente, ciertos neonazis desempeñan un papel importante en algunas unidades particulares del ejército ucraniano, como el regimiento Azov, pero la ideología neonazi no ha sido adoptada por el Estado ni se aplica en la práctica de las instituciones del Estado.

El Estado ucraniano no necesita una ideología fascista para movilizar y controlar a la población, porque esta ya se movilizó espontáneamente desde abajo en defensa de su dignidad y su territorio contra la insolente invasión extranjera. Los resultados electorales de partidos de extrema derecha en Ucrania son mucho más bajos que los que se dan en muchos países europeos: Agrupación Nacional (antes Frente Nacional) en Francia, AfD en Alemania, Fidesz en Hungría, PiS en Polonia, Fratelli d’Italia en Italia, etc. Por alguna razón, la retórica y los actos de las autoridades ucranianas siguen siendo muy liberales y manejan ideas de derechos humanos, democracia y populismo social.

Es difícil definir con precisión la situación en Rusia, pero incluso si admitimos que la presencia relativa de neonazis declarados en las fuerzas armadas rusas es menos significativa y que casos como el de la unidad neonazi llamada “Rusich” son poco frecuentes, sí hemos de asumir que la ideología y la propaganda oficiales del Estado suena más antidemocrática, xenófoba, racista cada vez más parecida a los ejemplos fascistas.

En Rusia se practica el terror contra quienes se oponen a la guerra, y una parte significativa de la población rusa se siente motivada para aprobar esta guerra debido a la propaganda oficial. Desgraciadamente, la mayoría mantiene un apoyo tácito. Estoy seguro de que gran parte de esta gente afirmará que no sabían, que creían que se trataba del fascismo en Ucrania y que Rusia libraba una guerra antifascista: ¿se acerca este antifascismo ruso cada vez más al fascismo clásico de la década de 1930?

¿Una nueva guerra interimperialista?

Es evidente que la guerra actual en Ucrania todavía no es una guerra interimperialista. Para el pueblo ucraniano es una guerra de liberación contra la invasión imperialista extranjera por parte del ejército ruso. Por su parte, el Estado ruso libra una guerra colonial en Ucrania con el fin de reconstruir su imperio. Sin embargo, el argumento de la superioridad natural rusa con respecto a la hermana Ucrania suena demasiado esquizofrénico incluso para los propagandistas oficiales rusos. Esta es razón principal de que Rusia sostenga que lucha contra la OTAN en Ucrania (pese a que la OTAN todavía no ha llegado, como bromea la gente en Odesa). Esta lucha imaginaria contra el Occidente colectivo lleva naturalmente al gobierno ruso a amenazar con una guerra nuclear global y alimentar la ideología de un amplio conflicto interimperialista.

En muchos sentidos, la propaganda rusa es tan poco convincente para la población ucraniana, e incluso en el interior de Rusia, porque el marco de puro chovinismo colonial no funciona en  Ucrania, que siempre fue una de las partes más desarrolladas del imperio ruso. Los esfuerzos por asimilar a la población ucraniana hizo de ella, en la propaganda chovinista rusa, una especie de también rusa  o al menos hermana. A pesar de la grave destrucción de su economía en la década de 1990, Ucrania sigue siendo una potencia europea industrializada con sus centrales nucleares, industrias aeroespaciales y docenas de grandes universidades, es decir, un lugar muy distinto del de una colonia clásica.

Rusia impulsa la escalada porque pretende imponer una redistribución de las esferas de influencia y busca el reconocimiento de los derechos imperiales de Rusia sobre Europa Oriental y Asia Central. Putin hace todo lo que está en su mano por convencer a China de unir fuerzas y arrastrar al conflicto tantos países como sea posible (por ejemplo, armas iraníes que matan a civiles en Ucrania). Esto es lo que significa el mundo multipolar para Putin. Él y su banda en el poder no pueden aceptar que Rusia sea un país que mantiene relaciones respetuosas en pie de igualdad con sus vecinos. En su mentalidad, este resultado supondría el final de Rusia. Puesto que no pueden imaginar una Rusia que no sea un imperio que controla su esfera de influencia, la estrategia no puede ser otra que reconstruir el imperio o morir.

En esta lógica enloquecida, si el mundo no acepta la anexión absolutamente ilegal y estrambótica de partes de Ucrania, significa que el mundo no desea la existencia de Rusia. Si no reconoces los recientes falsos referendos a punta de pistola, que evidentemente fueron manipulados y no representan la voluntad popular, eres delincuente con arreglo a la legislación rusa. La cuestión para la banda criminal de Putin es que tal vez puedan aceptar algunas pérdidas territoriales (por ejemplo, retirarse de Jerson), pero quieren que el mundo reconozca y acepte su derecho a anexionar territorios e imponer su voluntad por la fuerza en su esfera de influencia.

El problema es que si el mundo sucumbiera al chantaje ruso, en ese mismo instante abriría finalmente la puerta a la siguiente gran guerra interimperialista. Por desgracia, no veo que exista alguna fuerza viable capaz de impedir una guerra global en esa situación. Todos los tratados de seguridad colectiva y de no proliferación de armas nucleares ya no tendrían ningún sentido. Y si la izquierda europea, y en general la occidental, acepta esta realidad, dejará de poder llamarse internacionalista. Quienes empujan a favor de un entendimiento con Putin y el reconocimiento de las legítimas preocupaciones de seguridad de Rusia, de hecho empujan a la izquierda al abismo del socialchovinismo.

Una nueva guerra interimperialista necesitará definitivamente una nueva ideología fascista y nuevos regímenes fascistas, y por desgracia estamos avanzando por este camino/9. Y parece que Rusia lo hace aceleradamente, arrastrando a todo el mundo en la misma dirección. Una rápida derrota militar de la invasión rusa en Ucrania podría abortar tal vez este proceso, al menos temporalmente. De lo contrario, iremos hacia la facistización del mundo y hacia la guerra imperialista mundial de manera mucho más veloz.

Esta es la razón por excelencia por la que Ucrania debería ganar y la clase obrera del mundo debería apoyar a Ucrania. La victoria no acabará con la rivalidad interimperialista, pero al menos podrá restringirla y mitigarla durante un tiempo. Esperemos que las y los socialistas la aprovechen para reconstruir la visión y se organicen en pos de una alternativa socialista internacionalista.

01/01/2023

Zakhar Popovych

Against the Current

Traducción: viento sur

Notas

 

/1 El examen detallado de la situación interna en Rusia está fuera del alcance de este artículo, que se centra en los actos y las políticas del gobierno ruso con respecto a Ucrania. La facistización interna, incluida la liquidación de instituciones democráticas y una represión brutal, el establecimiento de dictaduras terroristas en los territorios ocupados del Donbás, así como la reciente creación, por la compañía militar privada Wagner, de campos de instrucción de milicias de extrema derecha en las regiones de Belgorod y Kursk, todo esto merece sin duda un estudio detallado.

/2 El promedio de muertos en la Unión Soviética durante la segunda guerra mundial, en porcentaje de la población de 1940, se cifra en el 13,7 %; el de Rusia es significativamente más bajo (alrededor de 12,7 %), el de Ucrania bastante más alto (16,3 %) y el de Bielorrusia todavía más (25,3 %). Para más información, véase Yorgos Mitralias, “Why Does Putin Make All the Soviet Dead of the Second World War… ‘Russians’”? (¿Por qué Putin convierte a todos los muertos soviéticos de la segunda guerra mundial en… rusos?): https://www.counterpunch.org/2022/05/23/why-does-putin-make-all-the-soviet-dead-of-the-second-world-war-russians/

/3  Frase de Himmler citada por Enzo Traverso.

/4  El historiador Timothy Snyder observa que “Llamar fascistas a otros siendo uno mismo fascista es la práctica esencial putiniana”, que Snyder llama esquizofascismo.

/5  Rossiyanie es como se llama a todos y todas las ciudadanas de Rusia, independientemente de su etnicidad.

/6  Rusia in the Shape of the Letter “Z.” Putin’s Authoritarian Regime Mutates into Fascism [entrevista] https://oko.press/putins-authoritarian-regime-mutates-into-fascism-interview/

/7  Benjamin, W., Das Kunstwerk im Zeitalter seiner technischen Reproduzierbarkeit [La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica] (1936).

/8 https://ria.ru/20220516/alesha-1788750012.html

/9  Se puede calificar de posfascismo, como hace Enzo Traverso. Véase The New Faces of Fascism: Populism and the Far Right.

 

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