El discurso mediático tiene tendencia a atribuir a los habitantes de los BP (barrios populares) el monopolio del sexismo.

La cuestión de género en las barriadas es una cuestión delicada. Delicada pues el sentido común tiene la costumbre de pensar la cuestión de las mujeres de estos barrios como más ruda, más difícil, más violenta que en otras partes, un lugar donde no existirían más alternativas que ser “puta” o “sumisa”. Los movimientos feministas han explicado el género como la construcción social del sexo. Las mujeres están socialmente construidas como oprimidas y los hombres como opresores. Para luchar contra los prejuicios y comprender las relaciones entre hombres y mujeres en estos barrios, hay que analizar las intersecciones de clase, de “raza” (entendida aquí como una relación social de dominación y no como una esencialización) y de sexo necesarias para su buena comprensión.

Desde hace mucho, el cuerpo de las mujeres es un lugar de ejercicio del poder. Han sido utilizadas y manipuladas por un discurso racista tanto en Argelia durante la colonización, donde se pudo asistir a sesiones humillantes de “liberación del velo” o en Afganistán, para emprender una guerra imperialista con la excusa de los derechos de las mujeres. Se ha planteado un sistema binario en el discurso político y mediático. Este sistema Ellos /Nosotros opone los árabes tradicionalistas y conservadores a los franceses igualitaristas, modernos y civilizados. Es la misma lógica que hoy atraviesa al mundo político y su llamamiento a los “jóvenes de las barriadas” a “integrarse”.

Desde hace cerca de 25 años, la seguridad interna está en el corazón del discurso político y para ilustrarlo, los medios se dirigen casi “naturalmente” hacia las barriadas y sus habitantes. Desde los atentados del 11 de septiembre de 2001, hemos visto en Francia un aumento del voto de extrema derecha y un aumento de las leyes de “orden público”. Estos atentados y la calificación del Islam como “eje del mal” han participado en que la cuestión de la seguridad interna francesa sea reorganizada particularmente en dirección de los adeptos de la mencionada religión, es decir, particularmente en dirección de los barrios populares y, más en particular, de su franja más joven. Con el foco en estos barrios y sus prácticas, el gobierno ha tomado medidas a fin de estigmatizar al Islam a través de las mujeres. Las leyes prohibiendo llevar el hijab han sido explicadas por la voluntad de “salvar” a las mujeres musulmanas de la sumisión de la que serían víctimas a causa de un Islam en ascenso, integrista, sexista y reaccionario, impuesto por sus padres y sus hermanos. La ley sobre el burka priva hoy de la nacionalidad francesa a los esposos de una mujer que lo lleve.

Así, denunciando prácticas de una franja de la población como “esencialmente” sexistas, se ha visto una asimilación de los habitantes de los barrios al sexismo, ocultando, por oposición, las violencias sexistas del resto de la población. Sin embargo, las violencias hacia las mujeres no son exclusivas ni de las clases populares, ni de los jóvenes de las barriadas, ni de los musulmanes y la encuesta Enveff muestra que las violencias sexistas atraviesan a toda la sociedad, incluyendo todas las clases sociales y orígenes, puesto que matan a una mujer cada dos días y medio. Se puede encontrar esta lógica en las violaciones. Si evidentemente son actos sexistas, la sobreexposición en los medios de las “violaciones en grupo” (“tournantes”) ha colaborado en hacer de los jóvenes de las barriadas muchachos sexistas por “naturaleza” cuando los estudios sobre la violación muestran que este crimen existe en toda la sociedad. Si la estigmatización no tiene lugar más que en un sentido, es claramente porque es un discurso racista e islamófobo el que manipula estas cuestiones, no siendo entonces el sexismo más que una ilusión puesto que no se propone ninguna medida preventiva en dirección de los barrios u otros lugares.

En las barriadas o en otras partes, ser una mujer es ante todo resistir. Sin embargo, la estigmatización de la clase, de la “raza” o de la religión son relaciones de dominación que, a menudo, se añaden a la de ser una mujer.

Publicado con el título “Cuestiones de género” en la revista TEAN 9 (abril 2010).

Traducción: Alberto Nadal para VIENTO SUR

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