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Artículo original en catalán

Sergi Saladié nació y se crio en Vandellòs. Profesor adjunto del Departamento de Geografía de la Universidad Rovira i Virgili, forma parte del Grupo de Investigación de Análisis Territorial y Estudios Turísticos. En los últimos años, su objeto de estudio ha sido el paisaje. Exdiputado de la CUP al Parlament, después fue también concejal cupaire en su pueblo. Ahora forma parte de los grupos sectoriales de Energía y Transición Ecológica de esta organización, participa en diversos proyectos de investigación y asesora a administraciones y entidades sobre la implantación de energías renovables. Hablamos con él de la crisis climática y los impactos de los grandes proyectos de renovables en el marco de la Semana de la Energía de Crític.

Naciste en Vandellòs y has acabado centrando tu vida académica, profesional y política en temas de energía. Es fácil intuir que estos dos elementos no son una coincidencia.

Cuando era pequeño, en el pueblo no había ningún movimiento potente crítico con la central nuclear. Cuando comienzas a ver cómo funciona una central, te das cuenta de que tal vez no sea lo mejor, tanto por el riesgo que representa como por todo lo que comporta. El hecho de tener una nuclear elimina muchos otros usos del territorio, marca mucho. Con la primera ola de renovables, a finales de los noventa, me percato de que llueve sobre mojado: en los territorios que ya teníamos las nucleares y centrales térmicas es donde aparecieron el 60 % de los proyectos eólicos. Se colocaban más y más infraestructuras eléctricas sin ninguna clase de plan territorial para que sirviera, por ejemplo, para cerrar la nuclear.

Los movimientos ecologistas han estado batallando durante décadas para frenar la emergencia climática y hacer la transición a las energías renovables. Ahora, las mismas voces parecen estar en contra de muchos proyectos de energía renovable. ¿Cómo se entiende esto?

Nadie discute que necesitamos las renovables; es la única vía que nos queda para llevar a cabo la transición ecológica. Nosotros hace muchos años que lo decimos y ahora lo ha asumido todo el mundo, incluso el oligopolio energético. Pero hay cada vez más gente que entiende que no todas las maneras de implementar las renovables son igual de buenas. Hasta ahora, el gobierno catalán y el español han optado por un modelo liberalizador en que las grandes empresas y los fondos de inversión son quienes facilitan esta transición.

Puesto que el objetivo es llegar a un porcentaje concreto de megavatios renovables, creen que el sistema más fácil es que lo hagan las compañías, porque serán capaces de generar muchos en muy poco tiempo. Sin embargo, se puede hacer de otra manera: con un modelo más repartido, con participación ciudadana, acercando el lugar de producción al lugar de consumo, aprovechando espacios ya alterados por la actividad humana… El debate no es si hay que hacer la transición, sino cómo. Si se hace tal como se ha planteado, seguiremos dentro de un sistema energético dominado por los de siempre. De esta manera, se provocan unos impactos negativos muy fuertes para los territorios que acogen los macroproyectos de renovables.

Entendiendo que el actual no es el mejor modelo posible y teniendo en cuenta todos los impactos negativos, ¿no corremos el riesgo de que al poner barreras a la implantación se retrase la transición energética y se agrave la emergencia climática?

Otro modelo de renovables no tiene por qué ser más lento. La oportunidad de llevar a cabo la transición energética existe tanto si la hacen los oligopolios como si la hace la gente. En 2013 participé en un estudio encargado por el Departamento de Territorio y Sostenibilidad para establecer unos criterios de implantación correcta de la energía eólica. Comparamos seis casos europeos, y justo lo que vimos es que los países más avanzados en implantación de renovables eran los que habían apostado por un modelo más descentralizado: Dinamarca y Alemania. Pese a contar con mucho menos radiación solar, Alemania tenía más fotovoltaica instalada en 2010 que las previsiones del Estado español para 2020. Y el 84 % de estos megavatios instalados eran de base ciudadana y se hallaban en espacios ya alterados por la actividad humana. Es decir, los paneles estaban colocados sobre tejados u otros sistemas urbanos como aparcamientos, naves industriales o equipamientos, y además eran propiedad de quienes viven bajo esos tejados o de comunidades energéticas locales.

El ritmo de instalación era brutal, de 1.000 MW a 3.000 MW anuales de esta forma. Y el artífice de todo esto fue Hermann Scheer, que no era un revolucionario, sino un socialdemócrata. Ahora, con Merkel, la cosa ha cambiado un poco. Instalar renovables sin sacrificar espacios naturales o agrarios no es más lento; no encierra ninguna complejidad. Se trata tan solo de cambiar las reglas del juego para favorecer este modelo. Esto se hace con el DOGC y con el BOE. En Dinamarca, la ley establece que los proyectos eléctricos mercantiles en un territorio han de contar con una participación mínima del 20 % en manos de la población local.

Sin embargo, si se establecieran límites estrictos de dónde se puede instalar un parque eólico o solar y dónde no, descartando todos los proyectos que pudieran afectar al paisaje, los terrenos agrícolas o la biodiversidad, ¿tendríamos espacios suficientes para instalarlos?

Hemos de partir de la base de que la Ley del cambio climático de Catalunya estipula que para el año 2030 el país se abastecerá de energías renovables en un 50 %. Ahora no llegamos más que a un 15-20 %: hemos de crecer mucho en poco tiempo. El Institut Català de l’Energia (ICAEN) tiene un estudio de datos que dice que colocando paneles sobre los tejados útiles de Catalunya, podríamos llegar a cubrir el 50 % de la energía eléctrica. ¡Solo con fotovoltaica! Con estos datos, es evidente que hemos de comenzar por aquí.

El problema, por tanto, ¿estriba en que hacerlo en los tejados no es tan rentable económicamente?

No es tan rentable para según quién. Las mismas promotoras admiten que piensan realizar sus proyectos en terrenos rurales, y cuanto más lejos de las ciudades, mejor, porque el suelo les sale más barato. En sistemas urbanos, tienen menos margen de beneficio. Hemos de tener en cuenta que la mayoría de las empresas del sector fotovoltaico pertenecen a fondos de inversión. Solo se mueven por lo que da más dinero. Si dejamos que lideren la transición energética, irán por lo más barato, y por eso van a buscar zonas periféricas con ayuntamientos pobres. Es uno de los riesgos del modelo actual: si por cualquier motivo deja de ser rentable, las empresas desinvertirán y no llevarán a cabo ni siquiera los proyectos que tienen luz verde. Esto ya pasó en 2013: en Catalunya había más de 1.000 MW autorizados en proyectos eólicos y renunciaron a realizarlos. Ahora lloran porque la Generalitat, supuestamente, les pone muchas trabas. Es mentira: podían realizar parques eólicos y no los llevaron a cabo porque las ganancias no eran tan altas.

Pero ¿es realista pensar que la sociedad civil está suficientemente organizada para realizar todas estas instalaciones con la urgencia que tenemos?

¡Y tanto! Si se crean estas condiciones técnicas y económicas para hacerlo posible… Las personas no somos tan idiotas como para negarnos a participar en un modelo que nos es absolutamente favorable. Si participo en un proyecto así, me ahorraré dinero en la factura de la luz y, además, habrá beneficios para el territorio y para la comunidad. Ya sale muy a cuenta tener placas o participar en una comunidad energética, pero todavía no se estimula lo suficiente para que sea masivo. Es un tema simplemente de reglamento. No creo que tenga una gran complejidad técnica ni tampoco social; es un tema de leyes.

Los parques eólicos los colocan allí donde hace viento. ¿No es este el motivo por el que se concentran los molinos en pocas zonas?

El mito este de que solo hace viento en el Empordà y el Ebro no es cierto. Allí hace mucho viento, pero eso no es sinónimo de buen viento para la eólica. Cuando el viento supera los 90 km/hora, se paran las máquinas, y es sabido que el mistral y la tramontana acostumbran a soplar por encima de estas velocidades. Puesto que en algunas horas las velocidades son muy altas, el promedio es muy elevado, y entonces se dice que hay que poner los molinos allí. Pero cuando sopla más fuerte es cuando no pueden funcionar: tienen que pararlos por cuestiones de seguridad y de mantenimiento. En todo el país hay sitios donde tenemos buenos vientos, especialmente cerca de la costa. Si se reducen las dimensiones de los molinos, se podrían aprovechar muchos más terrenos. Lo que falla es que no se ha planificado la energía territorialmente.

¿Habría que priorizar que se generara la electricidad lo más cerca posible del lugar en que se consume?

Una vez todo el mundo ha alcanzado su máximo nivel de autoabastecimiento, puede que un determinado pueblo o barrio no tenga suficientes recursos para satisfacer su demanda. Este déficit puede cubrirse desde otros pueblos con excedentes, pero con la condición de que el margen de beneficio y los puestos de trabajo de todo este sistema vayan a parar a esos pueblos. En algunos pueblos sí que se puede generar energía eólica para abastecer a un territorio cercano, pero con un modelo de base ciudadana, y entonces no habrá oposición local. Si das a la gente la capacidad de decidir si quiere más o menos molinos, no lo verá del mismo modo si los beneficios se quedan en el pueblo. En Alemania hay un municipio de 2.500 habitantes, Wildpoldsried, que genera cinco veces más energía de fuentes renovables de la que consume. Como el sistema lo explota el propio municipio, este ingresa 4 millones de euros al año y las rentas están mucho más repartidas. Ahora mismo, aquí solamente cobra el ayuntamiento y el propietario del terreno.

Y en lo que respecta a las renovables como sector económico, ¿no pueden crear puestos de trabajo en los territorios más despoblados?

En un modelo centralizado como el actual, con grandes máquinas, las tareas de mantenimiento las realizan empresas muy especializadas. En Les Garrigues, las brigadas que mantienen los parques eólicos no son gente de la comarca, sino que son técnicos que circulan por todo el Estado. Solo se crean puestos de trabajo anecdóticos, de vigilancia, pero ese modelo no fija gente en el territorio. En cambio, en el modelo descentralizado se utilizan máquinas más pequeñas y distribuidas, y el mantenimiento y la supervisión pueden realizarse desde el propio territorio. Si las placas están en el tejado de un vecino, las arreglará un lampista local; pero si tienes un macroparque eólico, se realizará una licitación millonaria para el mantenimiento que no podrá asumir la comarca.

Ya hace 20 años de la primera ola de renovables y existe la experiencia de los territorios que han padecido este modelo, como la Terra Alta. Ahora han visto que este modelo no les ha aportado nada y les está limitando y dificultando el desarrollo del territorio. En un estudio que llevé a cabo hace unos años, encargado por el Ayuntamiento de la Granadella, vi que tan solo el 3,4 % de la facturación de estos proyectos se quedaba en el territorio. Las empresas están tomando el pelo a los ayuntamientos.

Si esta transición energética puede tener un impacto negativo en los territorios más despoblados, ¿qué debería hacer una urbe como Barcelona?

Asumir las mismas responsabilidades. Pero no solo por una especie de buen comportamiento de no externalizar los impactos de la energía que gasta, sino también para su propia supervivencia. Vamos hacia un escenario en que todo lo que es grande tal vez deje de funcionar tan bien y de ser tan eficiente, y serán más necesarias las redes más pequeñas. Esto ya lo avanzó Vicente Guallart cuando publicó La ciudad autosuficiente en el año 2012. Guallart tampoco era un revolucionario marxista, sino el arquitecto jefe de Xavier Trias, y supo ver los retos que tendrían que afrontar los sistemas urbanos como Barcelona.

La AMB [Área Metropolitana de Barcelona] tiene estudios que dicen que podría ser autosuficiente entre un 30 % y un 40 % tan solo con placas fotovoltaicas…

Eso sin contar con espacios como parques o aparcamientos. Habría que comenzar por ahí, porque todo lo que cubra la propia área metropolitana lo restas de los impactos en el resto del territorio. Además, beneficias a la gente que vive en la metrópoli porque se reduce el recibo de la luz. En Collserola también hace viento. Y en el puerto de Barcelona había proyectos eólicos que fueron tumbados por AENA.

Acercar la producción al consumo también tiene una función pedagógica, que la gente entienda que las cosas no son gratis y que incluso la energía limpia tiene impactos. Y que cada cual decida qué nivel de transformación de su paisaje está dispuesto a asumir para la transición energética. El paisaje siempre se ha transformado; entiendo que nadie se quejaba cuando el paisaje forestal pasó a ser agrario. Como que eran los propios agentes del territorio quienes llevaban a cabo este cambio en beneficio propio, era éticamente asumible. Ahora quienes transforman son fondos de inversión y grandes cadenas alimentarias. Todo tiene impactos; la clave está en saber a quién beneficia esta transformación.

Ampliando el foco: ¿hace falta más electricidad? Antonio Turiel explicaba en una entrevista en Crític que no tenía sentido instalar más sistemas de producción de energía eléctrica.

Es cierto que el Estado español, desde el punto de vista eléctrico, tiene un sistema absolutamente excedentario y sobredimensionado. El máximo de demanda, que se alcanzó en 2007, fue de 45.000 MW. Y la capacidad de generación es de 110.000 MW. Esto ha generado muchos problemas financieros a las eléctricas porque tienen muchas máquinas paradas. Por eso podríamos cerrar las nucleares mañana mismo sin que hubiera problemas de suministro eléctrico. Ahora bien, no instalar más renovables implica que continuarás con un sistema eléctrico basado en el gas y en la nuclear. Si no instalas más renovables, has de seguir utilizando fuentes contaminantes y peligrosas. La generación renovable actual no llega todavía al 100 % de toda la demanda. Creo que sí hay que instalar más renovables porque no quiero nucleares ni térmicas.

En el acuerdo preliminar entre ERC y la CUP se incluye una moratoria de los proyectos eólicos. ¿Qué ha de hacer la Generalitat en esta nueva legislatura en materia de transición energética?

Una apuesta decidida por un modelo descentralizado. Con todas las limitaciones, porque no tiene competencias en energía, pero sí que tiene margen para favorecer un modelo u otro. Puede decidir hacia qué modelo queremos ir porque tiene competencias en territorio. El hecho de que las competencias en materia de energía sean exclusivas del Estado nos enseña la importancia que tiene: defensa, política internacional y energía. Es una muestra de lo importante que es esto para la soberanía de un país. Y por otro lado, la manera de repartir los fondos europeos en la parte de la transición energética.

Hay suficientes instrumentos para impulsar un buen modelo energético. Basta con aplicar lo que ya dice la Ley del cambio climático: generación distribuida en el territorio, acercando los lugares de producción a los lugares de consumo y utilizando espacios ya transformados por la actividad humana, como los espacios urbanos o las infraestructuras. No hace falta inventar nada nuevo. Una nueva ley de transición energética solo tendría que concretar esto y evitar esos grandes proyectos sobre terrenos rurales que no siguen ningún criterio de reequilibrio territorial.

¿Cómo habría que gestionar en este marco los fondos Next Generation para la transición energética?

Han de ir todos a proyectos de base ciudadana y ni un euro a las grandes empresas. Bastaría con no darles ayudas para echar a muchas promotoras que solo están en ello para recaudar subvenciones. Estamos a tiempo de hacerlo, es cuestión de voluntad. Eso de que “las cosas de palacio van despacio” es un mito de cuando no se quiere hacer las cosas. Si no tienen ganas de llevar a cabo esta transformación, crearán una comisión parlamentaria para debatir la transición energética. Si no se quiere hacer, podemos estar 15 años dándole vueltas. Si se entiende la urgencia, esto puede resolverse en seis meses como mucho. Si mañana se forma govern, a partir de septiembre o de finales de año ya podríamos tener la arquitectura legal necesaria para crear el nuevo modelo energético.

Manel Riu / Crític

29/04/2021

https://www.elcritic.cat/entrevistes/sergi-saladie-barcelona-te-vent-per-posar-hi-parcs-eolics-i-ha-dassumir-les-propies-reponsabilitats-90535

Traducción: viento sur

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