Henri Wilno entrevista a Tijana Okic, militante del movimiento social y de la izquierda bosnia, profesora de la facultad de filosofía de Sarajevo.

Los medios occidentales no suelen describir la realidad de la situación en tu país. ¿Cómo la definirías a grandes rasgos?

Bosnia-Herzegovina es en el fondo un protectorado de la comunidad internacional, uno de los países más pobres de Europa y de los Balcanes. La tasa de paro
es superior al 40% desde hace 20 años, con una proporción todavía mayor de “economía sumergida”. La situación social y económica es resultado de varios
factores. En primer lugar, de la devastación y de la división total causadas por la guerra. En segundo lugar, la desindustrialización del país, la
destrucción del sistema económico, educativo y sanitario y, sobre todo, la consecuencia de las privatizaciones ilegales amparadas en el cambio del régimen
de propiedad tras la disolución de Yugoslavia. Finalmente, los gobiernos corruptos que han sido patrocinados y apoyados sistemáticamente por las políticas
y los portavoces europeos. El país quedó dividido en función de las demarcaciones étnicas.

Estos factores son sistémicos y no deben considerarse problemas o procesos diferenciados, debido a que Bosnia-Herzegovina, al igual que la periferia
capitalista, es un ejemplo perfecto de la dominación neocolonial y de las políticas occidentales neoimperiales. Esto nos muestra una vez más cómo las
reformas y la intrusión del mercado neoliberal destruyen sistemáticamente un país y una sociedad. El país depende absolutamente de los capitales
extranjeros, de los préstamos y créditos del FMI y del Banco Mundial. Los ciudadanos de Bosnia-Herzegovina son esclavos contemporáneos de esas
instituciones y de las políticas que imponen, de las que se deriva una deuda ilegítima.

¿Qué se puede decir de las instituciones políticas?

Bosnia-Herzegovina se halla en un “estado de crisis permanente” desde hace veinte años. Las políticas nacionalistas de Croacia y Serbia, que pretendían
dividir el territorio de Bosnia-Herzegovina en beneficio propio durante la guerra, siguen teniendo repercusiones institucionales hoy en día. La crisis de
legitimidad y de la representación política no es nueva. En el contexto específico de Bosnia-Herzegovina, esto significa que las instituciones políticas
están sometidas a las reglas, leyes y restricciones impuestas por el acuerdo de paz de Dayton/1. Este acuerdo dio lugar a la constitución
de un aparato burocrático y administrativo enorme, creado para dividir el país. También es preciso seguir estando “bien vistos” por las instituciones
internacionales y las grandes potencias, de manera que se mantenga el flujo de capitales (préstamos, ayuda, inversiones). Para ello hay que sostener a los
gobiernos de los partidos nacionalistas, de una burguesía compradora y de las “elites” de nueva creación en este marco.

Asistimos por tanto a una deslegitimación total de la representación política y de una seudodemocracia en que los ciudadanos y sus opiniones y necesidades
han sido ninguneadas sistemáticamente y reducidas al silencio con el fin de restaurar el capitalismo y sus relaciones de producción.

La guerra tuvo consecuencias que siguen pesando. Hoy en día, los distintos pueblos de Bosnia se enfrentan a las políticas neoliberales. ¿Acaso las
cuestiones nacionales condicionan todavía todo lo demás o existen ciertas formas de acción comunes, aunque sea de manera muy limitada?

Por desgracia, las cuestiones nacionales siguen siendo centrales en la Bosnia-Herzegovina actual, dividida desde la “paz de Dayton” con todas sus normas y
leyes impuestas. Lo mismo sucedió cuando se produjo el fin de Yugoslavia (con las respectivas diferencias, desde luego). Sin embargo, tras la gran oleada
de manifestaciones de febrero de este año se han puesto en marcha cambios significativos, lo que viene a confirmar que las elites etnonacionalistas ya no
tienen el poder que tenían antes. La retórica nacionalista está perdiendo poco a poco su posición privilegiada en la sociedad. Han aparecido ciertas formas
de solidaridad y de lucha común. Como decía Mao, “por fin hay algo bajo el cielo”... Es crucial escuchar las voces del pueblo después de más de dos décadas
de divisiones étnicas impuestas, y este es sin duda uno de los acontecimientos más importantes de la historia de la Bosnia-Herzegovina de posguerra.

Una cosa está clara: aunque los acontecimientos de febrero no hayan cambiado mucho la política oficial, la gente, el pueblo, ha empezado a organizarse en
torno a ideas y cuestiones comunes. Han aparecido nuevas iniciativas, tendencias y movimientos y ya veremos adónde nos lleva todo esto, porque en
Bosnia-Herzegovina también tenemos un año de elecciones. Creo que vamos a asistir a una nueva oleada de protestas y a la aparición de nuevos movimientos y
corrientes en la acción, pero es imposible prever el futuro. La lucha continuará hasta que todo el mundo se dé cuenta de que los partidos políticos que nos
gobiernan ahora no son nuestros representantes legítimos, hasta que lleguemos a comprender la política como un esfuerzo colectivo por tomar decisiones
comunes.


Tú participas en el intento de construcción de una verdadera organización de izquierda en Bosnia. ¿Cuáles crees que son los principales obstáculos?
¿Qué perspectivas hay?

En lo que se refiere a la construcción de una organización de izquierda importante, el problema principal radica en la falta de educación política, de
personas dispuestas a comprometerse y sin duda en el hecho de que los últimos veinte años han venido marcados por la designación de todo lo relacionado con
la izquierda como “restos” del socialismo... El socialismo se concibe como algo tenebroso, algo que forma parte de nuestro pasado remoto y que hay que
olvidar y rechazar como si jamás hubiera ocurrido. La política oficial, es decir, las elites nacionalistas, han llevado a cabo un enorme trabajo de
revisión de nuestra historia y de supresión de nuestro pasado común socialista. Por tanto, es necesario romper con ese revisionismo histórico.

También haría falta que la izquierda se librara de su posición defensiva frente a la intrusión de las políticas neoliberales, a las reformas de mercado y a
la reforma del mercado de trabajo. Hay que reunir al máximo número de personas en torno a las ideas comunes y a la lucha; una lucha que se enfrente tanto a
las tendencias imperialistas (USA, Rusia, UE) como a la intrusión de capitales árabes y turcos y a la imposición de las reformas neoliberales, que no son
sino las consecuencias directas de este proyecto capitalista. Los problemas a que nos enfrentamos remiten a varias cuestiones: ¿cómo reconstruir el tejido
social? ¿Cómo organizarse para la lucha con ciertos procedimientos de democracia directa en la toma de decisiones políticas? Para ser capaces de organizar
la izquierda de un modo significativo habremos de abordar resueltamente la cuestión de nuestro pasado socialista y común y examinar los buenos ejemplos que
pueda ofrecernos.

Hace falta elevar nuestra conciencia común, abrir el espacio de la esperanza y cerrar el del desespero que hemos tenido a lo largo de los últimos veinte
años. Hay que abrir el espacio público abordando los problemas locales, las iniciativas locales, trabajando en la comunidad y con la comunidad, en todas
las formas de organización conjunta, y organizando luchas que permitan reforzar la conciencia de que todos compartimos los mismos problemas, las mismas
condiciones materiales de la vida. Que somos la única fuerza capaz de actuar directamente y de comenzar a hacer “nuestra propia historia”.

12/9/2014

Traducción: VIENTO SUR


http://www.npa2009.org/actualite/bosnie-entendre-les-voix-du-peuple-apres-plus-de-deux-decennies-de-divisions-ethniques

Nota

1/
Los acuerdos de Dayton, suscritos el 14 de diciembre de 1995, pusieron fin a los combates en Bosnia-Herzegovina. Establecen una partición casi igual entre
una Federación de Bosnia y Herzegovina (croato-bosniaca) y una República Serbia de Bosnia. El sistema de gobierno instaurado otorga de hecho el poder a los
tres partidos nacionalistas y somete el país a la tutela internacional.

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