[A continuación publicamos la ponencia que realizó Amets Ladislao de Etxaldeko Emakumeak en las V Jornadas Feministas de Euskal Herria el pasado noviembre. Amets es baserritarra (campesina y pastora), forma parte de un proyecto colectivo de producción agroecológica, con vacas de leche y ovejas, y del colectivo de mujeres baserritarras Etxaldeko Emakumeak, desde donde defienden y ponen en práctica la soberanía alimentaria y el agroecofeminismo 1/.]

Etxaldeko Emakumeak salió al principio de una forma un poco instintiva, impulsada por una nueva generación de mujeres del colectivo Etxalde, por la necesidad de tener un espacio propio, en el que hablar y construir un discurso. Lo fuimos alimentando, estructurando y haciendo crecer políticamente hasta llegar a la palabra agroekofeminismo. A continuación os contamos nuestras reflexiones.

Sobre el panorama agroalimentario de Euskal Herria, tenemos que decir que se trata de un panorama bastante duro. Muchas podéis pensar que en Euskal Herria tenemos disponibles unos alimentos sanos, de cercanía, ecológicos..., pero no es cierto, en realidad es la agroindustria quien decide lo que comemos. Cuatro grandes empresas multinacionales son quienes cubren la mayor parte del consumo alimentario, de una forma completamente insostenible, casi todos los alimentos vienen de fuera y, en general, su producción se basa en la explotación, no nos engañemos.

Pondré algunos ejemplos, el tomate con label [etiqueta de producción local] es producido casi en su totalidad con sistemas hidropónicos, es decir, en invernaderos con mucho cemento, con los tomates creciendo en sacos, con una gran cantidad de abonos químicos y agrotóxicos; la carne que comemos, y la leche también, normalmente es de animales que se pasan todo el año encerrados en pabellones, alimentados con soja transgénica que viene de Argentina; pero también podemos hablar de los productos con etiqueta eco, porque, por ejemplo las fresas de Murcia pueden ser muy ecológicas, pero todas hemos visto cuáles son las condiciones de trabajo para las mujeres migrantes que vienen del norte de África. Es decir, que aunque sean ecológicas esto no significa que no estén producidas con explotación. Y en la pesca, el modelo que se impone es parecido, la pesca de bajura está desapareciendo en Euskal Herria, ahora los barcos van a océanos lejanos, con grandes redes que devastan los océanos.

Es decir, que gran parte de nuestra alimentación depende de lo que viene de Asia, África o América Latina, y los conflictos que se generan en los territorios, en las poblaciones, por el agua y las condiciones que se dan en la agricultura son de vergüenza. Este es el panorama general de nuestro modelo agroalimentario; bastante penoso, porque el objetivo de estas empresas no es alimentar a la gente, es alimentar su bolsillo. Para conseguirlo se necesita un modelo agrario concreto: la agricultura intensiva e industrial. Se trata de un sistema basado en la explotación de la tierra, el mar, el ganado y las personas que genera una gran destrucción. Se está envenenando la tierra, haciendo que pierda su fertilidad, y, en cuanto a las condiciones de trabajo, los sueldos que obtenemos son absolutamente precarios, en general cobramos entre 800 y 900 euros por trabajar 10 horas o más al día, también con mal tiempo, y, por otro lado, el entorno rural se está vaciando, quizás en Bizkaia y Gipuzkoa no nos damos cuenta, pero en Navarra, Araba e Iparralde es muy evidente este problema.

Por otra parte, la alimentación no solo tiene que ver con la agricultura, también tiene impactos en muchos más ámbitos. Respecto a la salud, la dieta se está homogeneizando y cada vez es más pobre nutricionalmente, generando impactos en la salud. En cuanto a la economía, las pequeñas explotaciones están desapareciendo y, al mismo tiempo, vemos qué pasó en la Huerta de Peralta –aquí mismo, en el sur de Navarra–, donde gracias a la huelga conocimos las pésimas condiciones en las que estaban trabajando; además, cada vez se concentra más la producción en manos de unos pocos: en Caparroso (en Navarra) tenemos una macrogranja con más de 4.500 vacas; imaginaros los impactos que conlleva para los y las pequeñas productoras. También el modelo territorial tiene un gran impacto para la alimentación: en Iparralde, por ejemplo, están destinando campos productivos al turismo y a la especulación. Por último, ya hemos comentado el envenenamiento de la tierra que genera este modelo, al que se suma la destrucción del paisaje, como vemos, por ejemplo en el sur de Navarra.

Pensad, por un momento, en todos los puntos que toca la alimentación y en la poca importancia que le damos como sociedad. La alimentación tiene un impacto transversal en nuestras sociedades, pero a pesar de ello seguimos con un modelo agroindustrial con graves consecuencias para todo el mundo. Para hacer frente a este panorama, desde hace tiempo, en los años 90, Vía Campesina propuso el concepto de soberanía alimentaria. La soberanía alimentaria es el derecho de cada pueblo a definir su propio sistema alimentario, un modelo que nos lleva a utilizar prácticas adecuadas. La dieta no puede ser la misma en Perú o aquí, hay que utilizar prácticas que sean adecuadas ecológica, social, económica y culturalmente a cada territorio.

La soberanía alimentaria es nuestro objetivo, y el camino para conseguirlo lo llamamos agroecología. Es un concepto político que desde el sector primario ofrecemos al conjunto de la sociedad, pero no solo para mejorar nuestro sector, sino para que todo el mundo podamos vivir mejor, ya que redundará en beneficio de toda la sociedad. Además, no podemos hacerlo solas las campesinas y campesinos, ya que somos menos del 3% de la población, necesitamos hacerlo toda la sociedad. Para ello es importante tener en cuenta que no solo estamos hablando de nuestros derechos laborales, o de algunas prácticas concretas, sino que queremos cambiarlo todo, todo el sistema, todas las relaciones de poder, queremos hacer desaparecer este modelo y reconstruirlo con nuevos conceptos.

Cuando el movimiento feminista dice que quiere destruir al heteropatriarcado capitalista, nosotras nos sentimos completamente identificadas, porque nosotras también queremos cambiarlo todo en beneficio de todo el mundo. Y creemos que cambiando la alimentación lo podemos conseguir.

Como decía, para construir soberanía alimentaria hay que cambiar la agricultura tomando el camino de la agroecología. Para nosotras es un camino, algo que no se acaba nunca, un proceso. Nunca vamos a ser perfectas, no queremos esto, no queremos proyectos perfectos, las campesinas y campesinos tenemos que estar siempre atentas, alerta, siempre con la voluntad de mejorar, conscientes de que lo que queremos es alimentar a la gente, no ganar dinero.

Pero, además de la agricultura, hay que cambiar por completo la distribución alimentaria, que es el ámbito que realmente está ganando dinero hoy en día gracias a la explotación de las demás. Por esto, o incluimos el ámbito de la distribución o ya podemos olvidarnos del modelo agroecológico que estamos defendiendo.

En el ámbito de las políticas públicas, ¿qué decir? Empezando por Europa, vemos cómo lo que se premia es lo grande, cuantas más hectáreas tengas más subvenciones recibes; el que más recibe en el Estado español es Domecq, que no es campesino, pero como tiene muchas hectáreas recibe una gran cantidad de ayudas de la UE. Pero en el ámbito local también tenemos mucho que hacer. Pensar, por ejemplo, qué pasaría si los ayuntamientos decidieran priorizar, en todas las compras públicas, la producción sostenible en vez del precio; para el sector primario sería una gran revolución. O pensar, por ejemplo, qué pasaría si la producción agroecológica tuviera un lugar central en los grandes supermercados. Hay muchas cosas que se pueden hacer desde el ámbito local, a menudo se utiliza la excusa de Europa para justificar lo poco que se hace, pero no es verdad, hay muchas cosas que se pueden hacer desde aquí, lo único que se necesita es voluntad política.

Y lo que también hay que cambiar, sin ninguna duda, es el consumo, y aquí todas tenemos una responsabilidad. Pero tampoco queremos que empecemos a pensar “¡ay, lo hago mal!”, no venimos aquí a juzgar a nadie, nosotras no tenemos la culpa –tenemos un sistema completo que nos pone estos alimentos a nuestro alcance–, pero sí que tenemos una responsabilidad. Tenemos la responsabilidad de estar informadas, por lo menos saber de dónde vienen los alimentos y cómo han sido producidos, nos tenemos que empoderar como consumidoras, tenemos una capacidad de transformación enorme y la estamos perdiendo. Podemos ir a una tienda y preguntar–aunque nos dé vergüenza–, ir a la pescadería, a la frutería, y preguntar ¿de dónde viene? Poco a poco, empezando desde lo pequeño.

El sistema no se va a poner de nuestro lado, tenemos que cambiarlo entre todas, porque todas somos consumidoras. Tenemos que poner a toda la sociedad en el mismo camino. En cuanto a nuestro sector, como he dicho antes, solo conseguiremos avanzar en la soberanía alimentaria desde un modelo sostenible y justo.

¿Cómo vamos a hacer esta transformación? La economía feminista dice que hay que poner las vidas en el centro, nosotras queremos poner la alimentación en el centro. Defendemos un modelo agrario que, en vez del dinero, cuide la tierra, los animales, el mar y las personas. No queremos que el único objetivo sean los beneficios económicos, sino que en nuestros proyectos también le damos importancia al modelo organizativo, ecológico y emocional. De ahí que estemos aprendiendo mucho junto al movimiento feminista, en nuestro sector no es habitual pensar desde estos ámbitos, y lo que hemos aprendido junto al movimiento feminista ha sido muy importante para nuestros proyectos.

Nuestro objetivo es alimentar bien y saludablemente a las personas, no solo producir materias primas baratas. Situamos la alimentación en el centro de la vida y os pedimos que vosotras hagáis lo mismo. En este sentido, también queremos pedir al movimiento feminista que los debates alrededor de la alimentación los hagamos en profundidad y de forma sosegada. Por encima de la dicotomía un tanto simple de animales sí

o no, pensamos que hay un debate más profundo, que consiste en definir cómo nos organizamos para tener un equilibrio entre todos los seres vivos. También en relación a los animales que consumimos, tenemos que ver en qué condiciones se crían estos animales y conseguir un equilibrio. Por tanto, para nosotras la clave está en definir qué modelo agroalimentario queremos y nos tenemos que centrar en esto.

Imaginaos que pudiéramos consensuar un modelo alimentario, y que en base a este modelo empezáramos a cambiar nuestras compras diarias. Para ello tenemos varias alternativas, grupos de consumo, supermercados cooperativos, mercados semanales… Es verdad que aún faltan opciones para llegar a un consumo más masivo, sobre todo en las ciudades, pero es algo que debemos construir entre todas. Ahora que las dietas están tan de moda, nosotras reivindicamos una dieta agroecológica y anticapitalista.

Asimismo, para nosotras las alianzas son muy importantes, en nuestro camino nos hemos aliado, entre otras, con la Marcha Mundial de Mujeres y con la txosna feminista Mamiki, que ofrece nuestros productos. También en estas jornadas feministas se van a consumir nuestros alimentos. Además, organizamos auzolanak, espacios de trabajo colectivo, para que podáis conocer nuestras realidades.

Y para terminar os quiero pedir que cerréis los ojos, que os imaginéis un pequeño baserri (caserío), con una huerta pequeña, ecológica y diversificada, cuatro vacas, unas ovejas, unas gallinas sueltas, un mercado semanal de cercanía… ¿A quién imagináis detrás de esto? Una mujer, las mujeres son las que están detrás de este modelo. Y ahora imaginaos un enorme tractor, un montón de hectáreas, un enorme pabellón, no sé cuántas vacas, con el único objetivo de producir y producir. ¿Quién está detrás de esto? Un hombre. Nuestra imaginación colectiva es así, y esto se debe a que las mujeres han sido quienes han defendido un modelo sostenible. Gracias a mujeres de todo el mundo tenemos hoy el modelo agroecológico, y tenemos que reconocer el valor social y político que tiene esto, más allá de la folclorización. Si le hubiéramos dado la importancia que merece, hoy estaríamos en otro lugar como sociedad.

Así que impulsemos el modelo de las mujeres, gora emakumeon borroka!

Traducción: viento sur

Notas

1/ El vídeo de la ponencia está disponible en el canal de Youtube Salda Badago Jardunalidak.

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