[En el título parafraseamos el famoso libro de YanisVaroufakis y la adaptación cinematográfica de Costa Gavras sobre las negociaciones del gobierno griego con las instituciones europeas. Varoufakis, Y. (2017): Comportarse como adultos. Mi batalla contra el establishment europeo, Deusto, Bilbao]

Hoy no es fácil tomar distancia de los hechos. Se presentan en forma de cascada tumultuosa y el acceso inmediato a cualquier opinión –sensata o disparatada– satura la capacidad de observación y análisis. Eric Sadin nos habla de una gubernamentalidad algorítmica que, si bien empezó como ortopedia que“aumentaba nuestra humanidad”1/, está ya prefigurando nuestro comportamiento y nos arrastra a un cada vez más rápido ciclo de inputs y outputs, absolutamente irreflexivo. Nuestro debate político imita al algoritmo informático. La reacción se sucede a la acción de forma inmediata, sin reflexión analógica intermedia. Lejos quedan aquellas “grandes estructuras, procesos amplios, comparaciones enormes” de las que nos hablaba Charles Tilly2/.

Acaban de celebrarse elecciones al Parlamento de Catalunya. La conformación de la Generalitat no está clara, aunque sea previsible, y mientras la policía se emplea con más saña que fortuna, las calles de Barcelona arden por la libertad de expresión…Y por la exasperación de una juventud huérfana de jolgorio y de futuro. En todo caso, parafraseando a Maquiavelo, son acontecimientos que “espantan más que nada a quien los lee”3/. Nada comparable a la Semana Trágica, por mucho que la oposición chusquera pretenda erigir monumentos al contenedor caído en combate por Dios y por España.

Dejemos el ruido y atendamos a esos “amplios procesos y grandes estructuras”.

¿Cómo hubiera definido el profesor americano lo que se vive en Catalunya desde hace más de un decenio? Seguro que bajo el fenómeno que Tilly denominaba “nacionalismo” –surgimiento y/o desaparición de Estados–, su agudeza le hubiera llevado a descubrir ciertos mecanismos y procesos ligados a un episodio contencioso de más calado: la democratización. Bajo el marco discursivo del soberanismo, en Catalunya están activadas en este momento las tres dimensiones canónicas que miden la temperatura democrática de un país. Un grado de democracia que, como bien recalca un politólogo metido a vicepresidente, por definición siempre es deficitario y jamás está consolidado. Algunos iletrados pomposos deberían pasar por la Facultad de Políticas, y no hablo de la cafetería o la tuna.

En efecto, Tilly hubiera disfrutado estudiando el proceso de democratización abierto en Catalunya. Las demandas que se están planteando allí están dirigidas a igualar y ampliar la ciudadanía –políticas sociales integradoras–, sujetar en mayor medida la acción de gobierno a la voluntad ciudadana –derecho a elegir el gobierno (república) y a decidir un marco político determinado (soberanía)–, y reducir la arbitrariedad de los poderes públicos, es decir, defender el más amplio elenco de derechos y libertades frente a la represión institucional o mercantil, desde el derecho a expresarse o manifestarse al derecho a la vivienda. En una suerte de articulación nacional-populista laclauiana, el marco dominante es razonablemente izquierdista para los tiempos que corren4/. Esa hegemonía progresista, aun siendo contingente como toda hegemonía, es indiscutible, por mucho que desde la Villa y Corte se insista en definir el conflicto como una operación encubierta de una burguesía catalana que solo buscaría defender “la pela” y aplicar la limpieza étnica envuelta en una falsa bandera estrellada.

El ciclo de movilización soberanista catalán ha sido innovador, sin duda, pero no es novedoso, es la continuación fáctica del episodio soberanista vasco de finales de los noventa. El acuerdo de Lizarra-Garazi de 1998 entre el PNV y la izquierda abertzale también planteó un escenario constituyente que dependía de una estrategia institucional desobediente. Sin embargo, el vértigo jeltzale, la impaciencia de ETA y la falta de impulso social de acompañamiento frustraron aquel proceso. Veinte años perdidos. En Catalunya, la fortaleza de la acción colectiva, la falta de autonomía financiera y el compromiso de los dos partidos soberanistas históricos con el mandato popular –nada hubiera sido posible sin la PDD, la ANC u Omnium–, han conducido al más serio desafío a la estabilidad del sistema político español de los últimos decenios. Es enorme la ilusión que este episodio ha aportado a todas las personas que pensamos que la acción colectiva hace posible lo improbable necesario. No obstante, sin negar su calado, es claro que hoy padece un bloqueo cuya salida no está clara: ¿Se abrirá un nuevo ciclo movilizador o asistiremos a la progresiva desmovilización de las fuerzas soberanistas? El futuro no está escrito, pero una adecuada lectura del pasado puede ayudar a que aquel sea más esperanzador para las fuerzas democratizadoras.5/

En esta tesitura aparecen dos cuestiones fundamentales. La primera es una pregunta clásica que Catalunya se ha planteado de forma recurrente al menos desde mediados del siglo XIX. Dos repúblicas españolas de impulso catalán nos contemplan: ¿Es posible la democratización de Catalunya sin al tiempo democratizar España? ¿Es posible centrarse en “hacer república” sin atender a las dinámicas madrileñas?

Vista la reacción sistémica a las continuas ofertas de diálogo y a las iniciativas civiles pacíficas –referéndums del 9 de noviembre de 2014 y del 1 de octubre de 2017–, que sobre todo buscaban sentar en la mesa al interlocutor hispano, parece que la capacidad de encaje democrático del sistema político español no es muy alta. No al menos cuando lo gestiona la derecha. Sin embargo, el cálculo soberanista en esta coyuntura es que merece la pena reintentar la bilateralidad procedimental con el actual gobierno de izquierda (sic), y agotar esa ventana de oportunidad. Catalunya vuelve a las andadas: “tratemos de democratizar España”.

A partir de este cálculo optimista, se plantea una segunda pregunta: ¿Está ya fijada la relación de fuerzas entre los desafiadores soberanistas y los gestores sistémicos? No abandonamos a Tilly. La democratización se materializa por medio de ciclos de protesta-negociación-acuerdo, de modo que tras una fase de interacción entre la movilización colectiva de los desafiadores y la resistencia de los defensores del statu quo, llega un momento de equilibrio que abre paso a la negociación.En el mejor de los casos, ésta concluye con un acuerdo político en el que se traduciría la relación de fuerzas establecida en dicho coyuntura. El momento adecuado para sentarse a la mesa no está prefijado y depende de dos factores. Por un lado, los interlocutores tienen que ser claros, coherentes y decisorios, y por otro, la percepción subjetiva que las partes tienen sobre la madurez del conflicto tiene que incentivar la apertura y el desarrollo de las negociaciones.

En primer lugar: ¿Cuáles son las partes en conflicto? ¿Los que se van a sentar en la mesa representan realmente a las fuerzas contendientes y pueden por tanto acordar e implementar dichos acuerdos?

McGrath plantea que en toda negociación política cada posición negociadora tiene su propio grupo social de referencia –los de la primera fila de patio– que define los contenidos mínimos para un acuerdo y, por tanto, condiciona los movimientos posibles en la interlocución.6/

Aun sin sobrevalorar la capacidad del Estado profundo, no parece que un gobierno de coalición PSOE-Podemos pueda decidir el (des)encaje de Catalunya en España, sea cual sea la fórmula. Es la diferencia entre gobernar y mandar. Iglesias dixit. Cuando se trata de resolver cuestiones sistémicas estructurales –las relativas al modelo bancario, el poder judicial o la cuestión territorial–, el PSOE en solitario no compromete al Estado, menos aún si la alianza de quien depende su gobierno es una amalgama de “bolivarianos y separatistas”, en la terminología al uso. La experiencia de procesos negociadores en los que se jugaban reformas estructurales como los que pretendieron poner fin al conflicto vasco –de Argel a Loiola–, nos enseña que el Estado profundo conserva una enorme capacidad de veto. El sistema de referencia del interlocutor estatal, el Partido Popular y lo que mal que bien representa, deben estar de acuerdo en lo esencial, en otro caso es improbable que un proceso negociador alcance el éxito. La campaña de acoso a Podemos y la rumorología en torno a una eventual crisis de gobierno tras el verano estarían anticipando ya esa gran coalición que se sentaría en el lado estatal de la mesa. Mientras tanto, en el lado soberanista, aunque el que se siente sea ERC, su interlocución representa a una coalición soberanista –JuntsxCat, CUP y organizaciones sociales soberanistas–, que se muestra coherente en tanto en cuanto se respeten las rayas rojas de la negociación: amnistía y referéndum acordado.

Supongamos que los sistemas de referencia son relativamente coherentes –mecanismo de cierre de filas– y que tenemos una interlocución clara y mutuamente reconocida, es decir, se ha activado ya el mecanismo de certificación recíproca: “se cogen el teléfono”. En ese punto y antes de comenzar la activación de los siguientes mecanismos negociadores –definición de las rayas rojas, flanco radical, globos-sonda y multiplicación de propuestas…–, 7/ es preciso evaluar el grado de madurez del conflicto, no sea que nos sentemos en la mesa de negociación en balde.

En efecto, en segundo lugar, es preciso que todos los actores tengan motivos para entender que el conflicto está ya maduro y se puede abrir la fase negociadora, aunque dichos incentivos no sean los mismos para todas las partes ni se expresen en la misma medida.

Mitchell, en su clásico trabajo sobre la transformación de los conflictos8/, propone cuatro marcos cognitivos que pueden explicar ese momento de madurez. Dichos marcos se combinan a menudo, sumándose sus efectos, y pueden afectar a una de las partes o a ambas:

  1. El marco “(salir de la) trampa”.Este modelo en dos fases parte de una realidad irracional, pero la supera. Parte de la necesidad irracional de continuar con el conflicto para justificar los esfuerzos pasados. Cuanto más se sufre –se ha sufrido–, más fuerza habría que hacer en pos de la victoria. Como dice Mitchell, en cierto modo el participar en un conflicto se parece a construir un puente. El mayor coste se produce cuando falta mucho para obtener beneficios, y estos sólo aparecen cuando el puente se termina, pues dejarlo en el aire echa a perder todo el esfuerzo realizado. Esa es la trampa de la que hay que salir. La segunda fase, el paso a la madurez, se abre cuando se revalúa la situación de forma que el esfuerzo pasado no basta para justificar el mantenimiento de la estrategia anterior.En nuestro caso, si los actores soberanistas no “salen de la trampa” del referéndum del 1 de octubre, es difícil que un proceso negociador se ponga en marcha. En este momento, aunque JuntsxCat sigue reivindicando la legitimidad de aquel referéndum, no parece que la “fidelidad al acontecimiento” vaya a limitar su estrategia a la exigencia de la materialización de ese mandato popular excepcional. En el caso de ERC parece más claro que aquel esfuerzo no le impide valorar la conveniencia de reivindicar “otro” referéndum según condiciones acordadas. Desde este punto de vista, el soberanismo catalán parece haber salido de la trampa, con lo que la negociación puede ya versar sobre la gestión del futuro, no solo sobre la interpretación del pasado. Lo que se debería dejar en el pasado no es solo aquel referéndum sino sobre todo la represión posterior, por medio de la amnistía.
  2. El marco de la “catástrofe mutua inminente”. En el caso de activarse este marco interpretativo, la negociación se abre definitivamente porque se entiende que en el caso de que el conflicto no finalice, ambas partes se enfrentan a un desastre irreversible: un aumento inusitado de los costes o una imposibilidad real de alcanzar los objetivos. No estamos ante un conflicto catastrófico de tamaña envergadura pues no parece que la supervivencia de España o Catalunya estén en juego. Sin embargo, este marco podría funcionar para los interlocutores directos –ERC, PSOE-Podemos–,en tanto en cuanto el fracaso de la vía negociadora puede descabalgarlos del liderazgo del soberanismo o del gobierno de España, respectivamente. Si Catalunya y Euskal Herria han demostrado algo es que son hacedores y destructores de gobiernos españoles. Sin embargo, a la inversa podría funcionar como oportunidad tentadora para las fuerzas de oposición, en cuyo caso, si el acuerdo en el seno del sistema de referencia no es suficientemente estable, tanto JuntsxCat como el PP pueden “animar” a iniciar el proceso negociador a sabiendas de que su viabilidad es dudosa, previendo los réditos que obtendrían tras el fracaso de los interlocutores directos. Esta tentación es más fuerte en el caso del PP, pues su capacidad de veto sobre lo que puede o no negociarse en esa mesa es mucho mayor que la que tiene JuntsxCat respecto de la parte catalana.
  3. El marco de la “Oportunidad tentadora”. Esta condición de madurez se produce cuando los contendientes descubren una alternativa mucho mejor para lograr sus objetivos que seguir adelante con una lucha costosa. Para que este mecanismo funcione la oportunidad de negociar debe ser tentadora para todos los actores que pueden condicionar el fin o la continuidad del conflicto. En otro caso, los perjudicados se convierten en saboteadores del proceso negociador. Está claro que, en distinta medida, si el resultado fuera satisfactorio para ambas partes –win-win–, la oportunidad de iniciar la negociación puede ser muy tentadora para los interlocutores directos: ERC, PSOE y Podemos. Incluso el sistema de referencia catalán –JuntsxCat y las entidades sociales–, y el conjunto de actores soberanistas del Estado pueden compartir este análisis: la situación está ya suficientemente madura, merece la pena intentarlo. No está claro que el sistema de referencia estatal pueda asumir el marco de la oportunidad tentadora.Está claro que Vox se beneficia tanto si se negocia un acuerdo satisfactorio para las fuerzas soberanistas como si no: el discurso de la agonía de España le permitirá seguir engordando. Pero ¿qué gana el PP? ¿Dónde está su oportunidad tentadora? Puede repetirse lo ocurrido durante las conversaciones de Loiola: El PP movió todos los recursos del Estado profundo para que la oportunidad tentadora de Zapatero no llegara a buen puerto.
  4. Estancamiento perjudicial. En este modelo, el paso a la negociación se produce cuando ninguna parte puede imaginar una solución positiva mientras se sigan utilizando las estrategias empleadas hasta el momento. Como se decía en Irlanda “nadie podía ganar, nadie podía ser derrotado”, y en esa meseta la vida es muy desapacible.Se trata de saber si el espacio soberanista y el estatal consideran que después de un decenio de movilizaciones, consultas, referéndums y procesos electorales sin fin se ha llegado ya a una suerte de empate técnico. Al margen de la coyuntura actual, la cuestión territorial en España lleva siglos atascada, en el caso catalán al menos desde 1714. Ahora bien, ese estancamiento no afecta del mismo modo a ambas partes. España sostiene su proyecto sobre el enquistamiento de los conflictos nacionales, no sobre su solución, porque intuye que el reconocimiento del derecho de autodeterminación a las naciones peninsulares supondría un reparto radical del poder político, hoy centrado en Madrid. Como ocurrió en el caso vasco, el propio conflicto funciona como pegamento de un determinado proyecto nacional español. Para la visión centralista y autoritaria de España, el fin de ETA ha sido un quebradero de cabeza importante, la continuidad del conflicto catalán es una bendición. No en vano, el bloqueo de la cuestión territorial actúa de dique de contención frente a otras reformas estructurales conexas, desde la forma de Estado al modelo económico. Y no porque no existan alternativas, desde una monarquía confederal a una economía policéntrica no extractiva. En consecuencia, el estancamiento no parece ser perjudicial para la pervivencia del sistema político español, al contrario, es parte de su esencia estructural desde el final del imperio. Sin embargo, en el caso del contendiente soberanista el interés en salir del impasse es claro.Es cierto que la tenacidad demostrada por el soberanismo catalán, manteniendo un altísimo nivel de movilización electoral y callejera a largo de los últimos años, no tiene parangón en Europa. Sin embargo, el alargamiento del conflicto normalmente juega a favor del statu quo, y el soberanismo es consciente de la dificultad de visualizar una hoja de ruta compartida que no esté al albur de los procesos judiciales en Europa y que no pase por la abjuración de los objetivos iniciales o la inmolación saguntina.

En resumen, el balance de los mecanismos de madurez del conflicto no es muy positivo, habida cuenta de que partimos de una premisa clara: el abandono por parte del soberanismo de su demanda compartida –el referéndum acordado– no es probable a corto o medio plazo. El mecanismo de la zorra y las uvas, o la adecuación a la baja de la reivindicación adaptándola a lo que el demandante entiende que puede ser logrado en esta coyuntura, no parece que vaya a activarse por ahora, dada la movilización sostenida de la ciudadanía soberanista y el marcaje entre los partidos. Visto el gran éxito del PdeCAT, a ver quién es el guapo que resucita el pacto fiscal.

Si la vuelta inmediata al seny regionalista no es plausible, tres son los escenarios que pueden abrirse en el inmediato futuro. El primero, el más deseable, pediría que los gestores del sistema político español se comportaran como adultos, no ignoraran la demanda de autodeterminación de una amplia mayoría de la ciudadanía catalana y acordaran, con el amparo de Europa, una fórmula jurídica que garantice el ejercicio del derecho a decidir 9/.El procedimiento que permita a ambas partes compartir el éxito podría pasar por un referéndum que ratificara una reforma estatutaria que además del reconocimiento nacional, un blindaje competencial y un acuerdo fiscal justo, previera una vía para celebrar en el futuro un referéndum de autodeterminación según condiciones de claridad pactadas. Dado este contexto de lealtad recíproca, si la parte catalana gana la posibilidad de salida, la parte española puede contar con que la ampliación de la voz concedida a Catalunya hará improbable una eventual victoria de la secesión en caso de celebrarse ese referéndum./10

El segundo escenario es el preferido por el sistema político español a la hora de encarar los conflictos territoriales: Gestión inteligente de la represión –su know-how en esta materia es envidiable–, y utilización de la expectativa negociadora para desgastar al adversario, sin ninguna intención de atender a la cuestión de fondo. Recordemos nuevamente las conversaciones fallidas de Argel y Loiola. ¿Seguirá España mareando la perdiz, permitiendo el enquistamiento del conflicto y confiando en un desgaste progresivo de la pulsión social soberanista al tiempo que intenta dividir a la coalición a cambio de incentivos simbólicos o económicos menores? Si por un lado decíamos que el cierre de filas en las fuerzas estatales principales –PP y PSOE– es indispensable para una negociación eficaz, esa misma clarificación de la posición negociadora estatal puede ir acompañada de una estrategia de partida muy cerrada.

De modo que muy probablemente pasaríamos al tercer escenario… El de la reactivación de la movilización soberanista cara a mejorar la relación de fuerzas con el Estado en un eventual proceso negociador. Como recomiendan la teoría y la experiencia histórica, el objetivo de la protesta renovada no sería otro que el de mostrar al sistema político español una tesitura más gravosa que la que daría cauce al primer escenario, el que toma por los cuernos el debate sobre el derecho a decidir. En este caso, la incógnita que debe mantenerse para que el nuevo episodio contencioso sea eficaz estriba en el modo de la protesta, en la estrategia desobediente civil que debería implementarse en el futuro, en las fórmulas eficaces de desconexión que no podrían centrarse exclusivamente en las élites institucionales… Y en lo difícil que puede resultar compatibilizar estas lógicas cuasi-insurreccionales desde abajo con la gestión gubernamental del día a día desde arriba, en un contexto de crisis post-pandémica. No queda sino confiar en la perspicacia cachazuda del filósofo compostelano en este punto: “los catalanes hacen cosas”. Y casi siempre las hacen bien.

27/02/20021

Mario Zubiaga Garate es profesor de Ciencia política en la UPV-EHU

Durango, 27 de febrero de 2021

1/Sadin, E. (2017): La humanidad aumentada. La administración digital del mundo, Caja Negra editora, Buenos Aires.

2/Tilly, C. (1991): Grandes estructuras, procesos amplios, comparaciones enormes, Alianza editorial, Madrid.

3/ Maquiavelo, N (1987): Discursos sobre la primera década de Tito Livio, Alianza editorial, Madrid

4/Laclau, E. (2005): La razón populista, FCE, Madrid.

5/ En este artículo aplicamos el mismo marco analítico que utilizamos en un breve análisis del proceso negociador entre la izquierda abertzale, ETA y el PSOE en Loiola/Oslo (2005-2007), publicado en el diario GARA y en esta misma revista. Zubiaga, M. (2007): Mira Quien Baila. https://vientosur.info/mira-quien-baila/

6/ McGrath, J. E. "A Social Psychological Approach to the Study of Negotiation." In R. V. Bowers (ed.), Studies on Behavior in Organizations. Athens, Ga: University of Georgia Press, 1966.

7/ Los mecanismos característicos en los procesos negociadores, en Zubiaga, M. (2008): Boteretikeraginera. Mekanismoak eta prozesuakLeitzarango eta Urbina/Maltzagakoliskarretan. UPV-EHU. Leioa. http://www.euskara.euskadi.net/appcont/tesisDoctoral/PDFak/Mario_Zubiaga_TESI.pdf

8/ Mitchell, C.R. (1995): CuttingLosses: ReflectionsOnAppropriateTiming. The Kent Journal of International Relations 9 [2] Winter. En castellano: https://www.gernikagogoratuz.org/wp-content/uploads/2019/03/doc-9-evitando-danos-reflexiones-madurez-conflicto.pdf

9/ Es indiscutible la conveniencia de promover desde las instituciones europeas un marco de claridad para la resolución de los conflictos de soberanía en Europa. Bajo los auspicios de la Sociedad de Estudios Vascos-EuskoIkaskuntza y el Institutd’EstudisCatalans, está en marcha un proyecto en el que con la colaboración de una amplia representación de la academia internacional se está elaborando un documento de bases para la definición de dicho marco de claridad. Sobre el proyecto: https://www.eusko-ikaskuntza.eus/es/proyectos/conflictos-territoriales-de-soberania-en-europa-buenas-practicas-y-propuestas-de-resolucion/pr-58/

Las ponencias presentadas en las Jornadas celebradas en noviembre pasado acaban de ser publicadas por la revista IDEES. https://revistaidees.cat/seccio/conflictes-de-sobirania-el-debat-a-europa/

10/ Nos hallaríamos en una situación de equilibrio entre las tres categorías clásicas de Hirschman, A.O. (1977): Salida, voz y lealtad. Respuestas al deterioro de empresas, organizaciones y estados, FCE, México.

 

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