La cuestión de las clases sociales está un poco pasada de moda. Hay sociólogos que continúan estudiando los diferentes grupos sociales y en la extrema izquierda hablan de la lucha de clases, pero, al menos en Francia, en el plano mediático domina ampliamente el tema de la oposición entre metrópolis asimiladas a la burguesía, tradicional y nueva, y zonas periurbanas y rurales en las que estarían relegadas las clases populares[1]. La pertinencia del agrupamiento de los y las explotadas y oprimidas como fundamento de un proyecto emancipador está relativizada por los defensores de un proyecto transversal de construcción de un pueblo siguiendo a Chantal Mouffe que, después de Ernesto Laclau, se presenta como inspiradora de un populismo de izquierdas 2/.

Para una fracción de la izquierda radical, la clase dominante se reduce al 1% al que se opondría casi indistintamente el 99%; visión justamente denunciada por Serge Halimi en "Le leurre du 1%" 3/. En cuanto al análisis de las clases en Europa, aunque hay diversos trabajos universitarios, la izquierda radical en Francia se ha polarizado sobre la existencia o no de una burguesía europea que fusionara todo o parte de las burguesías nacionales, a la vez que afirma, de forma justa (pero a veces un poco abstractamente), la solidaridad de los y las explotadas de todo el continente frente a quienes denuncian al fontanero polaco (el fontanero polaco se convirtió durante el referéndum de la Constitución europea en Francia en la bandera de los partidarios del no y en Polonia, se interpretó como la expresión de un temor a la invasión de trabajadores procedentes de los países del Este que se incorporaron a la UE, ndr).

Desde la introducción de su libro - Les classes sociales en Europe-Tableau des nouvelles inégalités sur le vieux continent (Agone, 2018)- Cédric Hugrée, Etienne Pénissat y Alexis Spire (en adelante HPS) afirman la esencia de su proyecto: reintroducir las clases sociales y las desigualdades en la lectura de las diferenciaciones que dividen a las poblaciones en el seno de la Unión Europea (UE). Cierto, las relaciones de clase se han construido en gran medida en el marco de los Estados pero, en cada uno de los participantes en la UE, estas relaciones están ya remodeladas por el marco europeo.

Un trabajo sociológico fundado en encuestas estadísticas

En este libro no hay que esperar referencias directas a Marx (los autores se sitúan más bien en la posteridad de Bourdieu). Se trata aquí de entregarse a un trabajo sociológico empírico y no de producir un análisis de las clases partiendo de hipótesis teóricas y adornado con algunos enfoques a partir de trabajos parciales. Se utilizan cuatro encuestas europeas, tres de ellas supervisadas por Eurostat (la oficina de estadísticas de la UE) y una que proviene de la Fundación de Dublin que observa las condiciones de trabajo. Esto permite obtener una masa de datos con límites inherentes, bien a las preguntas de las encuestas, bien a las condiciones en las que estas encuestas son realizadas en los diferentes países. Para agregar estos datos, se ha utilizado una reciente nomenclatura europea que distingue treinta grupos socio-profesionales que HPS han agregado en tres clases sociales utilizando diferentes dimensiones de las jerarquías sociales (posesión de capitales, nivel cultural, estatus profesionales, condiciones de trabajo).

Distinguen pues las clases populares, las clases medias y las clases superiores. HPS subrayan los límites de esta clasificación, en particular a propósito de las "clases medias". Por otra parte, aun hablando de tres clases, utilizan siempre el plural para designarlas: LAS clases populares, LAS clases medias, LAS clases superiores. Volveremos a continuación sobre este problema, pero de entrada hay que señalar también que su clasificación aglomera personas asalariadas y no asalariadas (éstas con el pequeño campesinado representan incluso una parte importante del agregado clases populares en el Este de Europa).

Los datos publicados por la Comisión Europea ponen sobre todo en evidencia las disparidades entre Estados (para comparar los países entre sí, incluso para ponerlos en competencia) y tratan poco los grupos sociales. Los trabajos realizados por Thomas Piketty tienen el mérito de mostrar las desigualdades de riqueza, pero los autores subrayan que limitarse a las desigualdades silencia las demás dimensiones esenciales de las clases sociales: subordinación de las clases populares en relación a los centros de poder, correlaciones de fuerzas políticas, evolución interna de las diferentes clases... El término "clases populares" está en gran medida ausente de los debates europeos: son generalmente utilizadas otras palabras como "pobres" o "excluidos" que, como subrayan HPS, reducen las posiciones a una suma de situaciones individuales y hacen invisibles las relaciones de dominación.

El proletariado y las clases populares no desaparecen

Las diferentes profecías sobre la homogeneización de las estructuras sociales en Europa y sobre la disolución del proletariado en una inmensa clase media han sido desmentidas por los hechos. Igualmente, el discurso sobre la marcha ineluctable de Europa hacia una "sociedad del conocimiento" en la que, con los robots, desaparecerían los oficios manuales poco calificados. De hecho, las disparidades entre estructuras sociales nacionales se mantienen. La industria ha retrocedido globalmente en Europa, sobre todo en el Oeste, pero está lejos de haberse desvanecido: en la mayor parte de los países de Europa Central y Oriental, ocupa a entre el 20% y el 30% de los activos contra el 17% en el Oeste de Europa (y 21% en Alemania, cuya evolución es particular). Esto remite en particular a las olas de deslocalización, en particular en el sector automóvil. El inflamiento del sector terciario tiene como consecuencia la expansión de oficios terciarios calificados pero no es sinónimo de desaparición de las clases populares; progresan también oficios cuya calificación es poco reconocida (y los salarios "débiles"): ayudas de cuidados, ayudas a domicilio, almacenistas, vendedoras, etc.

Las clases populares representan el 43% de los activos europeos (las clases medias y superiores respectivamente el 38% y el 19%). Se sitúan por encima de esta media en el Este y en el Sur donde han sido particularmente golpeadas por la crisis y las políticas neoliberales: los salarios son bajos y numerosas personas jóvenes o trabajadoras se ven obligadas a emigrar. En los demás Estados miembros como Francia, Alemania, las clases medias (tal como están definidas por los autores) y las clases populares se equilibran más o menos con diferencias entre Estados. Las clases populares están esencialmente compuestas de personas asalariadas (obreras y empleadas) a las que se añaden, en la clasificación adoptada, para el 15% del total, agricultoras y artesanas así como "trabajadoras autónomas", numerosas en España.

Una de las características de las clases populares europeas es su puesta en competencia: puesta en competencia interna en los diferentes países (así las personas camioneras independientes sirven para apretar a las asalariadas; juega en el mismo sentido el empleo de personas asalariadas bajo diferentes estatutos) o entre los países (con las deslocalizaciones). Debido a los movimientos migratorios, la componente extranjera es más importante en las clases populares que en las demás clases.

Más allá de la diversidad de las situaciones nacionales, en todas partes los miembros de las clases populares están más expuestos al paro que las demás clases sociales. Los contratos precarios les son más frecuentes y su tasa de tiempo parcial es más elevada; este tiempo parcial es más a menudo sufrido y esta forma de trabajo afecta ante todo a las mujeres; la flexibilización de los mercados de trabajo impulsada por la patronal y los gobiernos se hace en primer lugar en su detrimento. El envejecimiento de la población y el desarrollo del trabajo de las mujeres (en particular de las más cualificadas) conllevan, en el marco de un sistema patriarcal, la toma a cargo de las y los ancianos y de las tareas domésticas por mujeres de las categorías populares, a menudo extranjeras.

Los miembros de las clases populares son los más expuestos a los trabajos penosos y peligrosos y los progresos tecnológicos no ponen fin a las presiones que pesan sobre ellos, como muestran las condiciones de trabajo en los almacenes de Amazon. En toda Europa, aumentan las desigualdades de salud, lo que conduce a una fracción de las clases populares a tener que renunciar a atención sanitaria por razones económicas o bien porque hay que esperar demasiado tiempo antes de poder acceder a un médico. Ciertamente, hay diferencias en el seno de las clases populares, entre los obreros y obreras agrícolas y los y las de la electrónica por ejemplo, pero los rasgos comunes son predominantes: vulnerabilidad económica, situación de subordinación, puesta en competencia, subordinación política. Las movilizaciones sociales son difíciles peor existen sin federarse.

Clases medias heterogéneas

Vienen luego las clases medias que en la clasificación de HPS representan el 38% de los activos. Aún construyendo tal categoría, los autores insisten en los riesgos de su uso falaz y extensivo a fin de camuflar los conflictos de clase. Distinguen cuatro polos en las clases medias, caracterizados cada uno de ellos, de una parte, por el sector de empleo (privado o público, el público constituye una parte importante de los empleos de las clases medias) y, de otra parte, por la situación en el trabajo: una cierta autonomía o bien una posición de subordinación. Quienes están en situación de autonomía son en general personas con mayor nivel de estudios.

Los autores reagrupan en las clases medias a enseñantes, personal técnico de la industria, profesiones intermedias de salud (enfermería por ejemplo), empleados y empleadas de oficina, comerciantes, etc. Estas categorías gozan de condiciones de empleo y de trabajo globalmente mejores que las de las clases populares, pero existen en su seno disparidades importantes, en términos de riesgo de paro o de bienestar en el trabajo. La propiedad de su vivienda es más frecuente en ellas que en las clases populares y las prácticas culturales (hábito de leer, ...) también les distinguen de ellas. Las clases medias del sector público sufren directamente las consecuencias de las políticas de austeridad mientras que las del sector privado se sienten frágiles, ellas mismas o de cara al futuro de sus hijos e hijas. Resulta de ello un aumento del escepticismo en relación a la Unión Europea y, en el Sur de Europa, movilizaciones sociales (como el movimiento de los indignados/indignadas españoles), mientras que en Europa central y oriental el descontento es captado por fuerzas nacionalistas.

Las clases superiores no se reducen al 1%

En fin, las clases superiores. Los autores insisten en el hecho de que no se las puede reducir al 1% denunciado por Occupy Wall Street: otras fracciones de las clases superiores concurren en el mantenimiento de un orden social del que sacan ventajas. Tienen que ver con las clases superiores quienes disponen de un poder en el terreno económico (jefaturas de empresa y personal dirigente), en el aparato de Estado (alto funcionariado) y las cúspides de las profesiones liberales e intelectuales. En total, el 19% de los activos. Estas clases superiores son en primer lugar "los y las que definen las reglas del trabajo" para ellas mismas y, sobre todo, para el conjunto de las personas asalariadas.

Los miembros de estas clases se distingue evidentemente por su riqueza económica. Mientras que para la mayoría de la población las rentas provienen en su mayor parte de la actividad individual de cada uno, los miembros de las clases superiores acumulan salarios (elevados) y las rentas de su capital (bursátil, inmobiliario, de la tierra). En el seno mismo de las clases superiores, las desigualdades son sin embargo considerables y la cúspide (el 1%) capta una parte cada vez mayor de las rentas.

Las rentas elevadas de las clases superiores están a menudo justificadas en el discurso dominante por los riesgos asociados a sus responsabilidades. HPS subrayan el carácter falaz de este argumento: los dirigentes pueden más fácilmente que las personas asalariadas protegerse de las consecuencias de un error (y se juegan como mucho una bajada de sus rentas). Otra justificación de la legitimidad de las clases superiores es la posesión de competencias particulares; éstas están asociadas a estudios selectivos hacia los que se orientan prioritariamente sus hijos y que constituyen una parte esencial de sus efectivos. Pero el "capital cultural" no se limita a la posesión de un diploma, remite también un fuerte consumo de bienes culturales y a competencias que permiten viajar y trabajar más allá de las fronteras nacionales. HPS subrayan que las clases superiores, siempre dispuestas a alabar la necesidad de la apertura en lo internacional, están en su composición poco abiertas a los extranjeros no europeos, contrariamente a las clases populares.

La dominación social de las clases superiores va acompañada de una dominación política ilustrada de forma cada vez más caricaturesca por la desaparición de los obreros y de las clases populares en general de las instituciones políticas, incluso entre los electos de los partidos socialdemócratas y comunistas. Esta dominación política está reforzada por las posiciones ocupadas por la simbiosis entre clases superiores y alta administración. Es igualmente puesto de relieve el refuerzo de la segregación de los espacios en un cierto número de grandes ciudades europeas, tanto en el Oeste como en el Este (tanto en Budapest como en Londres), con barrios acaparados por los más ricos. Las clases populares no desaparecen de los centros de las ciudades pero su perfil se modifica: los obreros desaparecen, reemplazados por un nuevo proletariado del sector terciario que incluye una fuerte proporción de extranjeros. La segregación social marca también los suburbios con municipios a los que son relegadas las clases populares y otros que son residenciales.

La articulación del nivel regional y europeo

Todos los grupos sociales están de una forma u otra remodelados por la división del trabajo entre países europeos: si la determinación nacional sigue siendo fuerte, las relaciones de dominación no son ya estrictamente nacionales y buen número de instituciones nacionales (hasta los sistemas de educación) están reestructurados. Esta evolución es más o menos forzosa para los miembros de las diferentes clases.

Globalmente las clases superiores están en la situación más favorable. HPS subrayan su relativa homogeneidad y una convergencia más allá de las fronteras nacionales más marcada que para las demás clases. Manifiestan generalmente una fuerte adhesión a la Unión Europea y a las políticas realizadas en este maro. Pero esto no significa que las diferentes clases superiores nacionales influyan de la misma manera en el espacio europeo. Las clases superiores del Este de Europa son, por retomar una expresión de los autores, "dominantes dominadas" que dependen de normas y de modos de organización que les son impuestos. Así, buen número de grandes empresas están ya dirigidas por capitales extranjeros y, sobre el terreno, "administradas" por personal dirigente venido de otros países europeos; para esperar a hacer carrera en ellas, el personal dirigente del Este debe dominar perfectamente el inglés y calcar su comportamiento así como su modo de vida y su vestimenta con el "modelo" del o de la manager occidental.

Las clases medias y populares son más dispares y están más marcadas por las diferencias entre los Estados en los que viven. La situación de las diferentes clases populares varía así según el ritmo y las modalidades de las reestructuraciones económicas, el lugar de la agricultura, la importancia del trabajo no declarado, la envergadura de los sistemas de protección social, ... Desde cualquier punto de vista, es en Europa del Este y del Sur donde su situación es más difícil. En cuanto a las clases medias, su configuración está por una parte modelada por la importancia del sector público, aunque sus especificidades sean cada vez más atacadas por las políticas neoliberales llevadas a cabo con la bendición de la UE. Para quienes forman parte de las clases medias y populares, la unificación tal como se hace aparece más a menudo como portadora de obligaciones y de incertidumbre.

Las trayectorias de los y las de abajo aparecen por tanto más dispares y fraccionadas que las de las clases superiores. Esto complica la constitución de un movimiento social europeo, tanto más como subrayan los autores, en la medida que ni los partidos de izquierda, ni los sindicatos europeos asumen los problemas comunes, como las condiciones de empleo y de trabajo.

Peligros y límites de los populismos

En este contexto, se deja un gran espacio al populismo de derechas que, como escriben justamente los autores, logra "transformar un descontento social en repliegue nacional". Algunos (los autores citan a Podemos y Francia Insumisa) pretenden responder a este peligro por un populismo de izquierdas, que oponga el pueblo a la oligarquía y valorizando el marco nacional como espacio de protección. HPS subrayan sus límites: se trata en el mejor de los casos de respuestas a corto plazo frente al dumping social y el desguace de los servicios públicos. Lo que verdaderamente está en juego es reconstruir una relación de fuerzas sociales más amplia que los marcos nacionales, y por retomar la última frase del libro, "una izquierda social y política capaz de desplegarse a la misma escala que la de las firmas capitalistas, es decir, a nivel europeo". No se puede sino suscribir esta conclusión.

Diversos aspectos de esta obra merecerían discutidos. En primer lugar, la definición de las clases es un poco ecléctica. La agregación de los y las asalariadas y no asalariadas es evidente para las clases superiores y tiene fundamentos para las clases populares (una amplia parte de las personas no asalariadas que están incluidas son clara e irremediablemente perdedoras frente al capitalismo neoliberal). Por el contrario, hay un problema en lo que se refiere a las clases medias 4/, unas clases medias en las que HPS incluyen a grupos profesionales que forman innegablemente parte del proletariado moderno (como las personas informáticas y técnicas, el personal de enfermería, etc). Hemos señalado por otra parte al comienzo de este artículo que aún hablando de tres clases, siempre se empleaba el plural para designarlas.

Desde un punto de vista marxista, habría también algo que objetar a clases no verdaderamente definidas por las relaciones sociales de producción y cuyas relaciones recíprocas son poco caracterizadas. Como resume Alain Bihr que ha escrito una síntesis sobre la concepción marxista de las clases sociales: "son las relaciones entre las clases más que las clases sociales lo que hay que situar en el centro del análisis: [...] las clases no existen y no pueden comprenderse mas que en y por las relaciones que las unen entre si. Relaciones que encuentran sus fundamentos en las relaciones capitalistas de producción, con sus dimensiones irreductibles de explotación y de dominación" 5/.

Todo esto es exacto pero no reduce el interés de este trabajo que proporciona al lector una masa de informaciones y de puntos de referencia útiles para emprender "el análisis concreto de una situación concreta" 6/.

Artículo publicado en el mensual L´Anticapitaliste, marzo de 2018, revisado por el autor.

http://alencontre.org/europe/debat-a-propos-des-classes-sociales-en-europe.html

Traducción: Faustino Eguberri para viento sur

Notas:

1/ Uno de los principales defensores de esta posición es el geógrafo Christophe Guilly cuyas tesis están presentes en los trabajos de Jean-Claude Michea sobre el cual hemos publicado en nuestro número 87 de mayo de 2017 una entrevista con Isabelle Garo: https://npa2009.org/idees/politique/jean-claude-michea-la-reaction-sous-le-masque-de-lanticapitalisme

2/ Se puede leer sobre Chantal Mouffe su entrevista en Regards en 2016 "Il me semble urgent et nécessaire de promouvoir un populisme de gauche" http://www.regards.fr/web/article/chantal-mouffe-parler-de-populisme-de-gauche-signifie-prendre-acte-de-la-crise

3/ Le Monde Diplomatique julio 2017

4/ La cuestión de las "clases" o "capas" medias situadas entre las dos clases fundamentales (burguesía y proletariado) constituye un viejo problema del análisis marxista de las clases. Ciertos autores (Nikos Poulantzas y Baudelot, Establet, Malemort), en sus trabajos respectivos durante los años 1970, distinguieron pequeña burguesía moderna y pequeña burguesía tradicional. Por su parte, Alain Bihr subraya así la heterogeneidad de las supuestas clases o capas medias: "La pequeña-burguesía se forma sobre la base de relaciones precapitalistas (la producción mercantil simple) que el capitalismo a la vez destruye e integra, las "capas pedias asalariadas" se forman sobre la base de las relaciones capitalistas y se desarrollan al ritmo de estas últimas". http://classiques.uqac.ca/contemporains/bihr_alain/encadrement_capitaliste/encadrement_capitaliste_texte.html En su obra Entre bourgeoisie et prolétariat – l"encadrement capitaliste (L"Harmattan, 1989) subraya también: "Ni en el plano político, ni en el plano ideológico, este conjunto de clases y de fracciones constituye una unidad que le permita RELEVER de un mismo concepto". Otros aspectos de los planteamientos de Alain Bihr pueden suscitar más reservas, en particular el punto central de su análisis: la existencia de una tercera clase fundamental entre burguesía y proletariado: "el personal de gestión (l´encadrement) capitalista".

5/ "las relaciones sociales de clase, entrevista con Alain Bihr", Mediapart 21/01/2014. https://blogs.mediapart.fr/edition/la-revue-du-projet/article/210114/les-rapports-sociaux-de-classes-entretien-avec-alain-bihr En esta entrevista, Alain Bihr presenta su obra sobre las clases Les rapports sociaux de classes, Lusanne, Editions Page deux. Accesible en versión electrónica en http://classiques.uqac.ca/contemporains/bihr_alain/rapports_sociaux_de_classes/rapports_sociaux_de_classes.html

6/ https://www.marxists.org/francais/lenin/works/1920/06/vil19200612.htm

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