Con una mirada horizontal hacia el entorno y hacia quienes caminan y obran junto a ella, Isabel Martín (Huelva, 1986) reconoce y señala en su poesía cómo funciona y se reproduce el sistema de dominación patriarcal desde múltiples perspectivas. Sus textos parten del reconocimiento de la herencia proletaria y de la sororidad. Teje y plasma las relaciones y las consecuencias del cruce de ambos ejes sobre la subjetividad y sobre el colectivo al mismo tiempo. De esta manera, incide en cómo se levanta, se sostiene y se reproduce ese paradigma de desigualdad, y cómo el sometimiento se cuela en la cotidianidad sin ser percibido. Deja, pues, en evidencia la rutina, la inercia y la asimilación de la sumisión en el ámbito económico y social que empapan al patriarcado. 

En sus versos, avanzando con fluidez, se desliza una mirada irónica, una crítica desnuda y un poderoso manejo de la tensión y del ritmo en las composiciones. Con una dicción sencilla, sin andamiaje metafórico que pueda deslizar el impacto de la contundencia de sus palabras, ensalza la resistencia y la desobediencia al mismo tiempo que señala con decisión las inercias de la coacción. A su vez, anota e incorpora citas (a noticias de prensa, por ejemplo) que lanzan los poemas y reafirman su vínculo material e histórico.

Por otro lado, la autora también lleva un trabajo de difusión de las hablas populares, sin apelaciones a lo folklórico ni a lo parapopular. Martín introduce los modismos y expresiones de su región sin ostentaciones, sencillamente como parte del sistema de comunicación. De hecho, buena parte de estos poemas son compartidos por la propia poeta mediante el cante, con lo que ahonda en el linaje reivindicativo del arte. En ese sentido, amplía en una especial dimensión la reivindicación de la memoria popular, de clase, con dignidad.

Alberto García-Teresa

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LO NORMAL

“Social y culturalmente arraigada, la violencia de género frecuentemente sigue siendo tolerada o justificada, y es uno de los principales problemas a que se enfrentan las mujeres (…) pocos casos llegan a la justicia, ya que un porcentaje reducido de las víctimas denuncia la violencia que aguantan, y las mujeres que lo hacen, habitualmente se enfrentan con sospecha, indiferencia y en muchos casos revictimización e impunidad”
(Ragna Sigríður Kristinsdóttir)

Lo normal se construye cuando se repiten las cosas,
cuando las cosas se repiten igual,
cuando se repiten las cosas,
cuando pasa lo mismo una y otra vez,
cuando se repiten las cosas,
las mismas cosas,
una, y otra, y otra y otra y otra vez.
Las cosas repetidas,
desde tanto tiempo atrás, repetidas.
Lo mismito de la misma manera,
la cosa la misma,
otra vez repetida
desde atrás de nuevo
igualita repitiéndose
desde tanto atrás, otra vez la misma,
desde atrás de nuevo
la cosa repetida
otra vez.
Y a base de repetirse, de repetirse, de repetirse,
en mi cuerpo
en otros cuerpos,
en los cuerpos de nosotras,
en los cuerpos de ellas,
en todos esos cuerpos,
repetida otra vez,
la misma cosa,
la vieja cosa,
repetida,
la co-sa
que llamáis
N-O-R-M-A-L.
Las cosas que nos pasan a nosotras,
por ser nosotras
que nos hacéis vosotros,
por ser vosotros,
que vosotros decís que esas cosas de nosotras
nos pasan por culpa nuestra,
por ser tan así
nosotras,
siendo vosotros
los que hacéis las cosas repetidas,
una y otra vez sobre nuestros cuerpos,
una y otra vez sobre nosotras,
una y otra vez,
todas
esas
cosas
tan normales

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ELLOS MACHAN

“En nuestra sociedad, los hombres han sido los autores reales o potenciales de la guerra. Desde que los hombres nacen, se les forma y moldea para que sean capaces de ejercer poder político, de identificar sus intereses con la nación-estado y de destruir la vida. Los hombres han estado en una posición que les ha permitido prepararse para la guerra, declarar la guerra y hacer la guerra”
(Fernando Hernández Holgado)

Los machos machan a sus anchas a lo largo del mundo.
Los machos van machando hacia sus guerras,
las guerras
que han hecho sus machadas.
Los machos machan y a su paso
la desigualdad continúa más grande cada vez.
Los machos machan a sus anchas
y nosotras
seguimos haciendo en las sombras
que el mundo
no se muera.

SH, SH EH GUAPA

No soy ¡sh sh sh!
No soy ¡eh guapa!
Soy Isabel, María, Amparo, Julia.
Soy Manuela, Lucía, Paloma, Ana.
Soy del 70% que ha sufrido violencia física o sexual a manos de una pareja.
Soy tu madre, tu hermana, tu compañera de trabajo,
tu amiga, la que pasa por ahí.
Soy a la que llamas calienta-pollas.
La que escucha tu… “no me dejes así ya que estás”.
Soy la de la talla M con extra de curvas intallables.
Soy a la que acabas de asesinar y van 87.
Soy la que ve los anuncios de reglas limpias,
azules (¿?) que huelen a nubecitas.
Soy por la que dices levantas tu puño machista en las
manis del 8 de marzo, “compañero” activista.
Soy una bruja.
Soy la bisnieta de “la pobre” que era muy guapa y
simpática con la que los hombres se portaron mal.
Soy a la que violaste asqueroso cabronazo.
Soy la de “es que iba provocando”.
Soy la que se cansa de “supuestos” casos de (…)
y de “presuntos” asesinos.
Soy a la que no das gracias.
Soy la que cuidó y cuida y está hasta el coño.
Soy la de “hija tú no tengas prisa de hombre que ahí se te acaba todo”.
Soy a la que obligáis a parir (que no a ser madre).
Soy a la que temes libre.
Soy a la que llamaste marimacho y guarra.
Soy Antonia,
Esther,
Laura,
Ángela,
Alba,
Frida.
No soy ¡sh sh sh!
No soy ¡eh guapa!

TODO ESO DE QUE ESTÁN HECHOS TUS SILENCIOS

A mi abuela a la que nunca me atreví a preguntarle suficientes veces de qué estaban hechos sus suspiros a gritos y sus silencios a voces.

Me coges las manos entre las tuyas y me parecen cien manos juntas pesándonos a ambas.
Con todas esas arrugas, tan hermosas, caóticas, vivas.
Esos pliegues que esconden lo invisibilizado
(tanto tiempo, todo el tiempo, tantas veces).
Quiero saber todo lo que ha pasado,
todo lo que pasó.
Todo lo que lleva tu piel escrito por ser de mujer.
Quiero saber los secretos
(a voces callados por el “bien de la familia”)
y toda la violencia que se esconde en tus silencios.
Y todo lo que contienen tus suspiros
que siempre me pareció caían al suelo abriendo agujeros hasta el fondo del mar,
hasta el centro absoluto del inmenso silencio que esconden nuestras pieles.
De SUS abusos,
tantas veces repetidos,
en un cuerpo de mujer,
cualquiera incluso,
en un cuerpo de mujer,
el tuyo, por ejemplo,
el mío, por ejemplo.
Quiero saber lo que guardas porque si no hay voz, las nuestras…
Si no hay voz y palabras y gritos…
Si no hay más voces, no podemos destruirlo cambiarlo.
Y entonces, todos estos silencios que nos han ahogado tantas generaciones, todas esas luchas vidas cotidianas que seguían sosteniéndose
(a pesar de todo)
para seguir y seguir porque no había otra,
todo eso que tantas han peleado logrado,
no habrá valido la pena.
Así que sí,
abuela,
seguimos...

¿VULNERA-QUÉ?

“Practicar un cuidado activo, primero un autocuidado como acto de revolución (Audre Lorde), y que este autocuidado nos haga potentes para poder cuidar, pero no desde el traje de madres, sino establecer redes, redes de ternura, de
vulnerabilidad, de feroz ternura, de fuerte vulnerabilidad, desde donde tejer nuestro día a día […] Poder generar prácticas de cuidado no sacrificado, (que) no (tenga que) haber un vacío de una para poder cuidar y llenar a otrx, no va primero uno y luego el otro…”
(Erika Irusta)

Me interesa muchísimo lo que hay dentro de los espacios en blanco que se quedan
entre las prisas,
la precariedad,
los trabajos
y los días que corren de la semana.
Me interesa muchísimo de qué está hecho esto que me da vértigo de los domingos,
cuando está el silencio
y yo delante del espejo,
me miro las pecas que se empeñan en permanecer
y atarme a una niña asustada que vive en mí
y que ya no recuerda cómo era coger cangrejos.
Me interesa muchísimo
cuando el agujero se hace tan grande y frío
que parece no existiera manera posible de taparlo.
Ni siquiera con las mantas que pudiéramos juntar
todas las vecinas del mundo.
Las de mi nuevo barrio, las de mis futuros barrios,
las de mis seis barrios distintos
que llevo en el cuerpo en este año que acaba.
Me interesa muchísimo cuando miro un poco más el precipicio,
y veo el reflejo que me devuelve el mar que está al fondo y me digo:
pues esto es lo que hay.
Me interesa muchísimo porque desde esta vulnerabilidad puedo reconocer otras vulnerabilidades
y tratármela,
y tratársela con la ternura que pueda cada vez,
que sin duda,
creo,
es
la verdadera revolución.

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