El asesinato de Samuel Paty, profesor de historia-geografía en el instituto de Bois d'Aulne en Conflans-Sainte-Honorine (Yvelines), a manos de un asesino fanático nos provocó horror, sideración y pavor. Es una muerte atroz. Lo es en sí mismo por lo que supone matar un hombre en la calle; también por la forma como se ha cometido el asesinato: la decapitación; y, además, porque su autor la justificó por la clase que impartió Samuel Paty sobre la libertad de expresión, en la que mostró a sus alumnos una caricatura de Mahoma. Que el contenido de una clase desemboque en un asesinato resulta insoportable.

De forma unánime, los sindicatos de la enseñanza expresaron su apoyo a las personas allegadas de Samuel Paty, al alumnado y a sus colegas. El comunicado de la intersindical de la Enseñanza lo dijo desde el principio: "Es la hora del duelo, el recogimiento y la solidaridad".

Pero, de hecho, y de una forma aún más violenta que tras los atentados de enero y noviembre de 2015 [Charlie Hebdo, Bataclan], la instrumentalización del atentado por las altas instancias del Estado y por toda una gama de fuerzas –que van desde Printimps républicans, a Rassemblement nacional y Génération identitaire, pasando por decenas de editorialistas- impide del todo realizar ese ejercicio de recogimiento. En parte, esa es la razón por laque escribimos este texto: porque el torrente de odio desatado, que se ceba en las y los musulmanes (pero también en quienes se percibe como sus aliados, como los "traidores de la patria" en el lenguaje de la extrema derecha) hacen difícil, si no imposible, tanto el duelo como una reflexión seria sobre las causas de este asesinato y cómo hacerle frente.

Es lo que testimonian quienes participaron en la concentración que se organizó el día 18 en Place de la République. Samia Orosemane cuenta lo que le ocurrió a ella por llevar velo en la concentración: "Se me acercó una mujer mirándome de mala maneral. Me señaló con el dedo y dijo: ¡Banda de asesinos! Le sonreí, pero me entraron ganas de llorar". Los insultos y las amenazas de muerte (entre ellas, amenazas de decapitación), así como los ataques acusando de collabo (radores) o clamando ¿Sabes lo que se hacía en el 44 a las mujeres de los colabos? marchan a rienda suelta. De nuevo, hemos vuelto a leer la palabra rata para definir a la gente musulmana, al tiempo que el delirio campea a sus anchas en todo tipo de media, como en Sud Radio el 19 de octubre, donde un invitado propone que se imponga un militar armado con una Browning P35, en cada centro...

Semejante odio, que llega hasta reivindicar el asesinato, también se traduce en una sórdida instrumentalización política. En la mañana del 19 de octubre, el ministro del interior, Gérald Darmanin, anunció que se proponía disolver el CCIF (Colectivo contra la islamofobia). Se trata de una amenaza grave, aún cuando está por ver si se llevará a cabo dado que carece de cualquier base jurídica. Si, a pesar de todo, se lleva a cabo, la disolución, marcaría un precedente y anunciaría una ofensiva contra el conjunto de los movimientos sociales.

Refiriéndose también a BarakaCity (ONG humanitaria que lucha contra la pobreza), Darmanin afirmó que se trata de una "asociación enemiga de la República" y pretende que el CCIF estaría directamente implicado en el asesinato de Samuel Paty. El CCIF, compuesto de abogados y abogadas en defensa de los derechos, desarrolla un trabajo jurídico contra las discriminaciones y cada año realiza un censo de los actos islamófobos. Estas organizaciones se han convertido en el objetivo de una campaña de odio y de amenazas de muerte. Y lo que resulta totalmente indecente es que todo ello se hace en nombre de la defensa de la "libertad de expresión".

De la misma forma que se hace cuando se ataca al Observatorio de la laicidad y en particular a Jean-Louis Bianco y Nicolas Cadène, culpables según algunos –desde Printemps républicain a la revista Le Point, pasando por miembros del gobierno- acusándolos de defender una versión laxa de la laicidad. En realidad, de lo que se les acusa es que, durante estos últimos años, no han aceptadola instrumentalización y la desvirtuación de la ley [sobre la laicidad] de 1905 –si se toman en cuenta los dos primeros artículos-; es decir, de un principio orientado a garantizar la libertad religiosa y la neutralidad del Estado; es decir, de la igualdad de trato a las personas, al margen de que sean creyentes o no y de la creencia que profesen.

Esta instrumentalización política, con el desfile de responsables políticos (desde Manuel Valls a Marine Le Pen) en los platós de TV es abyecta. Valls, el mismo que se fotografió con el príncipe de Arabia Saudí cuando le vendió los Mirage 2000, los obuses autopropulsados Caesar y los helicópteros y carros de combate Leclerc. Todo el mundo sabe que Francia es el principal suministrador de armas a Arabia Saudí, que hunde a Yemen en la destrucción y el hambre. Los ataques aéreos contras las infraestructuras vitales, los hospitales, escuelas y mercados hacen miles de víctimas. Pero... Yemen está lejos.

La extrema derecha está a la ofensiva desde hace algunos días, con la inestimable ayuda de medias como CNews que le abren las puertas de par en par cada día. Ahora bien, fue un antiguo miembro del servicio de orden del FN, Claude Herman, quien abasteció de armas a Amedy Coulibaly para ejecutar su mortífero ataque en el Hyper Casher. También fue un antiguo candidato del FN quien intentó incendiar una mezquita en Bayona, hiriendo gravemente a dos musulmanes. También podríamos mencionar que fue el jefe de seguridad de Lafarge [multinacional de la construcción francesa] quien llegó a acuerdos con el Estado islámico, con total impunidad.

En el debate actual nadie habla de todo eso. Pero, al mismo tiempo, son las organizaciones antirracistas, como el CCIF, sobre quienes pende la espada de Damocles. Esta instrumentalización es tan repugnante que no podemos dejar de pensar que para alguna gente, el atroz asesinato de Samuel Paty por un fanático se ha convertido en una oportunidad; incluso en una ganga. Y eso tiene un nombre: carroñeros.

El editorialista Christophe Barbier asumió sin medias tintas esta instrumentalización cuando declaró: "Aprovechemos esta tragedia", para proponer a continuación una nueva ley liberticida, Avia. En cualquier caso, los ataques actuales ya son liberticidas: Darmanin anunció operaciones policiales contra decenas de personas "que no necesariamente tengan que ver con la investigación pero a quienes queremos hacer llegar el mensaje". La ley sobre el Separatismo, actualmente en vías de elaboración, traerá con ella, si no lo impedimos, el incremento y la legislación de las discriminaciones. En este contexto, resulta indigno que Jean-Luc Mélenchon pusiese en el punto de mira a la "comunidad chechena", si bien luego presentó sus excusas, de lo que no podemos sino felicitarnos.

La hipocresía que rezuma el apoyo repentino a las y los enseñantes también es vil. Sobre todo la de quienes callaron ante el suicidio de Christine Renon [directora de escuela que se suicidó tras escribir una carta denunciando la degradación de las condiciones en la enseñanza] y la de quienes no tuvieron ninguna palabra de consuelo para las y los colegas que sufren la apisonadora de las contrarreformas que se aplican en la enseñanza. Al igual que Jean-Michel Blanquer [Ministro de la educación] que forja y aplica estas contrarreformas y persigue y reprime a las y los enseñantes que se oponen a las mismas, como los cuatro de Melle [cuatro profesores enviados ante el Consejo de Disciplina por haber participado en la huelga contra la reforma escolar en enero y febrero]. En la concentración del día 18, muchos colectivos invitaron a dar la espalda a Blanquer. El mismo Blanquer que  sin ningún escrúpulo acusó de islamoizquierdistas a las y los enseñantes que acababan de perder a su colega; una expresión que, sin vergüenza alguna, tomó prestada de la extrema derecha.

Está más que claro: para las miles de personas que deseaban reunirse para rendir homenaje a Samuel Paty,  el "duelo, recogimiento y solidaridad" se hizo imposible porque se vieron rodeadas de buitres que llamaban a la unión sagrada –ya sabemos lo mortífera que resulta la misma- al mismo tiempo que azuzaban el odio contra las y los musulmanes y las y los militantes antirracistas.

Al hilo de esto, podemos ver hasta qué punto la islamofobia va de la mano del autoritarismo y legitima la merma de los derechos democráticos y de las libertades públicas. Vemos a editorialistas que ahora mismo ponen en cuestión, de forma explícita, el Estado de derecho. Es el caso de Elisabeth Lévy, que sin tartamudear afirma: "Es Estado de derecho es sinónimo de nuestra indefensión. (...) Estamos atados por los derechos humanos. (...) Atrapados por los derechos que siempre son los de quienes nos atacan".

Semejantes ideólogos son tan mediocres que sólo sirven como síntomas de una radicalización autoritaria de la clase que encarnan. De la misma forma que el llamamiento de Luc Ferry [ministro en el gobierno de J-P Rafarrin, 2002-2005] a que los policías "utilizaran sus armas" contra los chalecos amarillos sonaba como el grito del alma de toda una parte de la burguesía. Podríamos reírnos de los comentarios ridículos de Darmanin afirmando que se sentía "impactado" por los "estantes" dedicados en los supermercados a la "cocina comunitaria" [referencia a la comida halal] porque serían un primer paso hacia el "separatismo"; pero hemos de poner más de atención sobre el hecho de que la oposición entre un capitalismo cosmopolita (que vendiéndonos productos extranjeros, nos dice él, se dirigiría a nuestros "bajos instintos") y lo que denomina "capitalismo patriótico", que proviene de una retórica fascistante.

Por cierto, el trazo grueso que utiliza Darmanin es tan grueso y grotesco que nos sentimos tentados a pensar que su objetivo es que nadie hable de la policía y de los servicios de investigación. Porque Samuel Paty se sentió amenazado y lo denunció al servicio de inteligencia de Yvelines que redactó e hizo circular una nota al respecto, si bien parece evidente que nadie la tomó en serio. Además, como lo ha revelado Mediapart, el autor del asesinato ya había publicado el 30 de agosto un fotomontaje en el que mostraba una decapitación de un hombre. Su cuenta [en las redes sociales]  fue transmitida a la plataforma Pharos [agencia gubernamental que supervisa los contenidos en Internet], sin que nadie hiciera seguimiento del caso, a pesar de que el autor estaba en contacto con un grupo terrorista desde hacía meses. Como sabemos ahora, Abdoullakh Anzorov no era un lobo solitario; desde hacía meses estaba en contacto con miembros de un grupo terrorista activo en Siria, más allá del rol de un militante integrista (que, por otra parte tiene vínculos con los fascistas franceses) a la hora de poner en la diana a Samuel Paty.

También hemos visto a Valérie Pécresse, exministra y una figura importante de la derecha, exigir el "cierre de todas las mezquitas que no condenen de forma clara y pública ese crimen abyecto". ¿Reclamará la señora Pécresse, en el próximo atentado cometido por un supremacista que se reclame de la defensa de las personas blancas y cristianas, que todos los blancos y blancas y todas las iglesias cristianas condenen de forma "clara y pública" tal atentado? ¿Lo hizo cuando Anders Breivik mató cerca de 80 personas en 2011 en Noruega o, más recientemente, cuando Brenton Tarrant asesinó 51 personas musulmanas en Christchurch, en Nueva Zelanda? No hay ninguna necesidad de plantear cuestiones tan absurdas.

Lo que parece evidente, a la vista del estallido racista y autoritario en diversos media estos últimos días, proveniente de determinados ideólogos mediáticos y de profesionales de la política, es que el poder político y la extrema derecha se han embarcado en una verdadera estrategia de choque, consistente en aprovechar la sideración y el medio, acentuado aún más por el contexto de crisis sanitaria en el que estamos desde hace meses, para multiplicar las medidas que sería difícil, si no imposible, de imponer en condiciones normales. En concreto, con el objetivo de atacar directamente a las organizaciones musulmanas y antirracistas, pero también para deslegitimar, arrastrándolas en el fango, a la izquierda social y política que en el último período viene apoyando las luchas contra los crímenes policiales o contra la islamofobia. Esa es la razón por la que en los principales media se detesta de forma unánime a la France Insoumise y a la Unef –sindicato estudiantil-)

Es así como tratan de ajustar las cuentas y no entenderíamos ni jota del carácter sistemático y violento de esos ataques –el último, ruín, de Bruckner acusando a Rokhaya Diallo [periodistas, ensayista, directora de cine y militante antirracista] de haber armado "el brazo de los asesinos" de Charlie Hebdo– si no tenemos en cuenta el avance de las luchas antirracistas del último período, marcado tanto por la imponente marcha contra la islamofobia el pasado 10 de noviembre, y en junio las manifestaciones más masivas contra los crímenes policiales que haya conocido jamás Francia, en el contexto de la movilización mundial antirracista que se dio tras el asesinato de George Floyd.

Lo que es aún más grave, es que practicando semejante instrumentalización islamófoba de la inmensa emoción generada por el asesinato de Samuel Paty, acentuando la lógica colonial que consiste en considerar a las personas musulmanas como el enemigo del interior, como quintacolumnistas (expresión que Nadine Morano [exministra con Sarkozy] ha utilizado recientemente), estos carroñeros nos conducen a la lógica deseada por los grupos terroristas como el Estado islámico (aunque no lo teoricen de forma tan explícita): aislar al población musulmana en las sociedad europeas para poder explotar esa situación presentándose como sus salvadores.

Por nuestra parte, nos sumamos a los escrito en el comunicado de CGT-Educatión: "La escuela jamás podrá, por sí misma, curar las fracturas de una sociedad socavada por las desigualdades sociales y la discriminación. Su función emancipadora colectiva e individual no podrá llevarse a cabo realmente mas que trabajando por una real u profunda transformación de la sociedad en base a la justicia social y una igualdad real".

24/10/2020

https://www.contretemps.eu/attentat-samuel-paty-recuperation-islamophobie-autoritarisme/

Traducción: viento sur

 

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